Este trabajo fue merecedor del primer lugar,
categoría Ensayo Humanístico “Librado Basilio”,
en el IV Premio al Estudiante Universitario, convocado por la uv
y entregado en el marco de la filu 2002.
I.
Introducción
“¿Qué hace un antropólogo?”, me
preguntó mi compañero de asiento en un ado. “Qué
hace un antropólogo”, pensé en voz alta como
para darme tiempo de idear una frase convincente para mi acompañante,
que nada estaba relacionado con las ciencias sociales: “Un
antropólogo estudia al hombre y a su cultura”, dije
esperando que la ambigüedad de mi respuesta lo hiciera creer
que todo estaba sobreentendido ahí, que no había
que preguntar nada más. Sin embargo, para mi sorpresa,
el hombre del asiento 31 continuó: “Mmm, pero en sí
¿qué hacen?, ¿cómo estudian al hombre
y su cultura?”. De no haber tenido respaldo del asiento,
me hubiera ido para atrás.
Sinceramente, no recuerdo cuál fue mi respuesta, sólo
sé que me limité a explicarle cómo se hacía
un trabajo de campo y en qué lugares se puede hacer; recurrí
a la imagen típica del investigador observando comunidades
y ciudades tratando de resolver sus problemas. Confieso que mi
explicación fue vaga, pero tan extensa que mi entrevista
con el pasajero 31 creó una gran amistad que conservo hasta
hoy.
El hecho es que después de esa fecha no pude dejar de preguntarme:
¿cómo explicarle a alguien qué hace un antropólogo?
Entiendo perfectamente desde adentro de la disciplina en qué
consiste esta labor, pero ¿cómo decirle a alguien
más qué hace un antropólogo? Ojalá
fuera tan sencillo como explicar qué hace un ingeniero,
un electricista, un abogado, un carpintero… Pero la antropología
es algo más complejo, tanto que es la más ambiciosa
de las ciencias al aventurarse, literalmente, a estudiar al hombre.
El siguiente trabajo pretende llegar a esta respuesta. Busca explicar
la visión general que se tiene de la antropología
para después reflexionar con las ideas de maestros, alumnos
y demás personas propias y ajenas a las ciencias sociales,
cuál es el trabajo del antropólogo.
II.
El médico cura gente… ¿y el antropólogo?
Si un médico practica la medicina, entonces un antropólogo
practica la antropología; lo anterior, que parece una perogrullada,
habría que analizarlo con detenimiento. El médico,
sea cirujano, anestesiólogo, pediatra o ginecólogo,
estará practicando la medicina con un fin: curar gente.
El antropólogo, sea arqueólogo, etnólogo,
antropólogo social, lingüista o antropólogo
histórico, estará practicando la antropología
también con un fin: producir conocimiento.
Entonces, si es tan sencillo, ¿por qué todo el mundo
entiende lo que hace un médico y no lo que hace un antropólogo?
Para muestra un botón: La obra de Nigel Barley. El antropólogo
inocente retrata en repetidas ocasiones los problemas que trae
consigo esta desinformación sobre la labor del antropólogo.
Barley relata su trabajo de campo a manera de novela etnográfica
y lleva al lector a conocer desde el primer paso de su decisión,
hasta el fin de su estancia en una comunidad de dowayos del Camerún.
En uno de sus tantos enfrentamientos burocráticos en la
embajada donde habían de otorgarle la visa, Barley escribe:
“La principal dificultad reside aquí, igual que en
otras áreas, en explicar por qué el gobierno británico
considera provechoso pagar a sus súbditos jóvenes
cantidades bastante importantes de dinero para que se vayan a
zonas desoladas del mundo, con el supuesto cometido de estudiar
pueblos que en el país son famosos por su ignorancia y
atraso. ¿Cómo era posible que semejantes estudios
fueran rentables? Evidentemente, había algún tipo
de propósito oculto. El espionaje, la búsqueda de
yacimientos minerales o el contrabando debían ser el verdadero
motivo. La única esperanza que le queda a uno es hacerse
pasar por un idiota inofensivo que no sabe nada de nada”.
Para hallar una respuesta a lo que hace un antropólogo,
observo dos problemas principales: el primero está en la
definición de la antropología, y el segundo en la
problemática que presenta esta disciplina hacia dentro
de sí misma.
Ralph L. Velas y Harry Hoijer escriben: “Etimoló-gicamente,
la antropología se deriva de la raíz griega anthopo
(hombre) y de la terminación logía (ciencia). Su
significado literal es “la ciencia del hombre”. La antropología
ha tratado de combinar en una sola disciplina los enfoques de
las ciencias biológicas y las sociales. Sus problemas se
centran, por un lado, en el hombre como miembro del reino animal;
por otro, en el comportamiento del hombre como miembro de una
sociedad”.
Para Marvin Harris, “la antropología es el estudio
de la humanidad, de los pueblos antiguos y de sus estilos de vida”,
y marca la separación entre la antropología cultural
(que estudia al homo sapiens en su cultura presente y pasada),
la arqueología (que por medio de los vestigios materiales
estudia sociedades del pasado), la lingüística antropológica
(que estudia la diversidad de lenguas habladas por los seres humanos),
y por último la antropología física (que
estudia biológicamente al ser humano y trata de reconstruir
el curso de la evolución de la raza).
De igual forma, los esposos Ember definen a la antropología
como una ciencia de hombres aventureros –y hasta podría
decirse que temerarios– que conviven con los pueblos que
estudian.
Por lo tanto, con ese tipo de definiciones, cómo pretendemos
llegar a una respuesta concreta. Es notorio que una persona ajena
por completo a las ciencias sociales encontrará “extraño”
que hombres y mujeres se dediquen al estudio del hombre y su cultura,
pero ¿los hombres comunes no vieron “extraño”
a Cristóbal Colón por querer conocer más?
¿No vieron extraño que Comte estudiara a los seres
humanos para entender cómo funciona la sociedad? ¿A
Wundt con su laboratorio de la mente? ¿A Darwin con la
evolución? ¿A Marx con su materialismo histórico?
La búsqueda del conocimiento es una necesidad constante
en la historia del hombre; ¿por qué habría
de verse “extraño” que un antropólogo
estudie los funcionamientos y las características de su
sociedad y de otros grupos diferentes? Dirán, seguramente,
como le pasó al buen antropólogo inocente: “¿Para
qué sirve?”.
Tal parece que el sistema en el que vivimos inmersos nos ha enseñado
que el progreso y la acumulación material son los únicos
elementos para una vida próspera. Por ello, las ciencias
administrativas, la economía, la política y las
ciencias como la física, la química, la medicina,
la informática y las telecomunicaciones, son el non plus
ultra del nuevo milenio. Las ciencias sociales no son rentables,
las investigaciones no hacen ganar dinero. Hay que vender, satisfacer
a la población con productos y llenarlos de mercadotecnia,
clonarnos, descubrir el genoma humano, usar celular, usar transgénicos,
comprar tiempos compartidos en el Caribe o ya de perdis en Acapulco,
tener una casa con jardín, un perro y una camioneta y gastar
y gastar y gastar. Así se debe vivir. Si tu proyecto no
lleva esa línea, no sirve.
Afortunada o desafortunadamente, la antropología en lugar
de seguir por esa línea, la observa un escalón más
arriba; la crItica y la analiza. Y todo el que se mueve, no sale
en la foto.
En cuanto a la problemática que presenta la antropología
hacia adentro de sí misma, encontramos que a lo largo de
los años, antropólogos y antropólogas han
dedicado esfuerzos para subdividir la disciplina cada vez en ramas
más particulares. Tenemos ahora antropología social,
antropología lingüística, lingüística
histórica, etnolin-güística, sociolingüística,
etnología, antropología histórica, etnohistoria,
arqueología, arqueoastronomía, antropología
urbana, arqueología subacuática, etcétera.
Todas estas divisiones y subdivisiones, lejos de acercarnos al
corazón de la antropología, nos alejan. Joseph R.
Lloberá, en su obra Hacia una historia de las ciencias
sociales, plantea que la favorización de la investigación
especializada –a menudo fijado con el doctorado– exige
del antropólogo más atención hacia otras
ciencias que hacia otras ramas que forman parte de la misma antropología.
En este sentido, el antropólogo económico, por ejemplo,
tendrá más aspectos en común con el economista
que con el antropólogo político. Y si a esto le
agregamos que cada antropólogo sigue diferentes corrientes
de pensamiento, como el funcionalismo, los enfoques psicológicos,
el difusionismo, el estructuralismo, el culturalismo, la ecología
cultural, la etnociencia, etcétera, entonces ¿qué
es lo que tienen en común los antropólogos? La respuesta
es que desde el surgimiento de la antropología como un
campo sistemático de investigación, a fines del
siglo xix, los temas que han interesado a los antropólogos
pueden resumirse en dos grandes interrogantes relacionadas: 1)
¿Cómo funcionan los diferentes sistemas culturales?
y 2) ¿Cómo en su inmensa variedad, estos sistemas
culturales llegaron a ser lo que son? Nótese que las preguntas
están orientadas a las diferencias tanto en espacio como
en tiempo de las culturas (David Kaplan y Robert Manners). Si
todas las culturas fueran iguales probablemente la antropología
no sería necesaria.
Marvin Harris explica asimismo que la antropología se diferencia
de las otras ciencias por su carácter global y comparativo,
y escribe: “Para el antropólogo, el único modo
de alcanzar un conocimiento profundo de la humanidad consiste
en estudiar tanto las tierras lejanas como las próximas,
tanto las épocas remotas como las actuales. Y adoptando
esta visión amplia de la experiencia humana, quizá
logremos arrancarnos las anteojeras que nos imponen nuestros propios
estilos de vida para vernos nosotros mismos como realmente somos”.
III.
¿Qué hace un antropólogo? (Sección
de entrevistas)
Estos dos problemas, la definición de la antropología
y la problemática de la ciencia hacia dentro de sí
misma, son dos factores que complican la explicación de
lo que hace un antropólogo. Por ello, no resulta extraño
encontrar estas respuestas en personas ajenas a las ciencias sociales,
al formular la pregunta: ¿qué hace un antropólogo?
Leticia Rodríguez (ama de casa): “El antropólogo
es una persona que tiene un campo muy grande para desarrollarse;
sé que hay diferentes ramas y cada una se encamina a un
objetivo. Sin embargo, para mí la antropología es
algo que no tiene fin, porque cuando llegas a un punto, éste
se conecta con otro y con otro y otro. Entonces un antropólogo
puede hacer lo que se le dé la gana, porque es una cosa
muy amplia.”
Guadalupe Lozano (empleada doméstica): “Un antropólogo…
mm… ¿qué no es como el dentista?”
Óscar Carrillo (estudiante de preparatoria): “Hace
investigaciones sobre la gente, estudia su cultura y su forma
de relacionarse con otros.”
Juan Domínguez (encargado de la tienda de abarrotes La
Valenciana): “Es el que descubre dinosaurios, ¿no?”
Conclusión: La labor del antropólogo es amplísima,
va desde la práctica de la odontología, combinándose
con el trabajo del sociólogo y hasta del paleontólogo.
Por su parte, estudiantes de antropología tienen las siguientes
ideas sobre la labor de un antropólogo:
Alfonso Chamorro (estudiante de antropología AB): “Se
dedica a estudiar al hombre en sociedad y da respuestas de cómo
eres tú como individuo pero siempre desde una perspectiva
social. Así que desde ese punto de vista, estudia el por
qué de las relaciones y de alguna manera se condiciona
su conocimiento a que seas capaz de prever cosas que pasarán
en la sociedad, pero eso es una perspectiva cultural o por asociarte
con la ciencia para darle más velocidad a la antropología.”
Alberto Córdova (estudiante de antropología histórica):
“El antropólogo es alguien que anda vagabundeando
por ahí, percatándose de esquizofrenias colectivas
para tratar de evocar su misma realidad ante el mundo.”
Jenny Contreras (estudiante de antropología social): “Trata
de conocer la problemática existente en la sociedad desde
sus niveles más pequeños (la colonia, el barrio,
el rancho, etcétera), hasta los más grandes, y trata
de proponer soluciones o alternativas a partir del contacto con
la gente. No es llegar e involucrarse, sino llegar e intercambiar
para llegar a mejores soluciones o alternativas, todo esto a partir
de un conocimiento antropológico”.
Conclusión: La labor del antropólogo es ser clarividente
y vagabundear, estudiar las esquizofrenias colectivas del hombre,
para así conocer su problemática e involucrarse
con ella para llegar a soluciones o alternativas.
Los profesionistas plantean la labor del antropólogo según
el área en el que se desarrollan:
Héctor Cuevas y Robert Krueger (arqueólogos): “Un
antropólogo, en el mejor de los casos y en forma ideal,
estudia hacia dónde vamos, de dónde vinimos y qué
estamos haciendo para entendernos mejor, para mejorar la situación
y para promover un mejor futuro. Por ejemplo, en arqueología
el patrimonio cultural que es rescatado y descubierto ayuda al
desarrollo económico y turístico de la regiones,
y si además hacemos museos y restauramos las zonas arqueológicas,
estamos contribuyendo a la difusión de la cultura”
Félix Darío Báez (antropólogo social):
“Trata de comprender el sentido general de la cultura en
tanto al tiempo, o sea, en tanto a las historias o a la historicidad
de la cultura en sí. La cultura no es tanto un marco sino
una especie de vivencia; sí es una vivencia temporalizada,
y por lo tanto culturalizada o mundanizada por cada individuo
de manera diferente. El antropólogo trata de encontrarle
sentido a todas estas formas de mundanizar las diferentes vivencias
de la cultura para encontrarle sentido a la cultura”.
René Cabrera (etnólogo): “Yo admiro mucho una
definición que dio Malinowski de la antropología;
él decía que la antropología es la ciencia
del sentido del humor, y se necesita ese humor y esa ironía
para ver al hombre tal y como es, para ver al hombre civilizado
y al salvaje. La ironía es lo único que nos puede
salvar de la amargura, de la tristeza o de esa intención
falsa que es la felicidad según el american way of life.
“En ese sentido, me parece que lo que hace el antropólogo
es tratar de interpretar para su vida y para su conocimiento cualquier
definición que quiera de la antropología; lástima
que no todos comparten la definición que tiene Malinowski.
Algunos la piensan como una ciencia aburrida y solemne, otros
como una actividad folklorista, o bien como una actividad piadosa:
¡ay pobrecitos indios! No tiene nada que ver con la piedad
ni con las cosas exóticas o curiosas, sino más bien
con la felicidad.”
Conclusión: La labor del antropólogo consiste en
estudiar hacia dónde vamos, de dónde venimos y qué
estamos haciendo para entendernos mejor, para mejorar la situación
y para promover un mejor futuro. Ayuda al desarrollo económico
y turístico de las regiones y además hace museos
y restaura las zonas arqueológicas para contribuir a la
difusión de la cultura. Trata de encontrarle sentido a
todas estas formas de mundanizar las diferentes vivencias de la
cultura. No tiene nada que ver con la piedad ni con las cosas
exóticas o curiosas, sino más bien con la felicidad.
IV.
Cómo dar una respuesta convincente de qué hace un
antropólogo en tres pasos fáciles
Una vez llegado a este punto, creo que es posible dar una definición
de la labor del antropólogo. Para ayudarme en la explicación,
he ideado el siguiente modelo:
Nivel 1. Satisfacción de necesidades básicas (alimentación,
vivienda, salud):
Agronomía, ingeniería, medicina, enfermería,
albañilería y otros oficios, artes culinarias, medicina
tradicional, etcétera.
Nivel 2. Satisfacción de necesidades suplementarias (autos,
viajes, estudios, prestigio social y político, computadora,
tv, dvd, clubes deportivos):
Mercadotecnia, derecho, ingeniería industrial, comercio,
relaciones internacionales, administración, turismo, comunicación,
publicidad, contabilidad, ciencias políticas, etcétera.
Nivel 3. Satisfacción de necesidades de carácter
mundial (avances en medicina, informática, telecomunicaciones,
química física, farmacéutica, electrónica,
genética):
Genética, química, física, telecomunicaciones,
farmacéutica, astronomía, medicina especializada,
meteorología, ingeniería electrónica, etcétera.
Nivel humanístico. O de satisfacción de necesidades
espirituales (identidad, cultura, mitos, patrimonio, cultura,
preguntas universales, misterios de la mente y de la raza humana,
cuestionamientos sociales, literatura, sentimientos emociones,
artes):
Antropología, filosofía, letras, historia, economía,
pedagogía, ecología, sociología, etnología,
bellas artes, etcétera.
Desde el punto de vista occidental, podríamos considerar
cuatro niveles de necesidades de las sociedades urbanas. Cada
nivel tiene una serie de ciencias y disciplinas que pretenden
satisfacer estas necesidades. Sin embargo, hay un nivel que engloba
a los tres primeros: el nivel humanístico o de satisfacción
de necesidades espirituales. En este nivel se encuentra la antropología,
es aquí donde habrá de encontrar su razón
de ser, ya que este nivel funciona como una base para los anteriores.
¿Qué sería de un mercadólogo sin historia,
sin pasado, sin identidad?, ¿qué sería de
nosotros sin nuestro patrimonio cultural?, ¿sin ritos ni
mitos? Imagina qué aburrida sería la vida sin diferencias
culturales, un mundo de igualdad y equidad. Sin embargo, más
triste sería no conocer esas diferencias, no darnos cuenta
de que para sobrevivir es necesaria una identidad, una raíz,
un pasado. No darnos cuenta de que hay alternativas de vida, otros
sistemas económicos, otros sistemas políticos, otras
formas de convivir en el mundo. Esos conocimientos son los que
ha transmitido el antropólogo a través de los años.
Para eso sirve un antropólogo, para crear conocimiento.
Esto es lo que hace: ayuda a satisfacer las necesidades del nivel
humanístico, busca con los ojos y con el corazón
en otras sociedades elementos diferentes para mostrarlos al mundo.
Grita que las sociedades del planeta somos diferentes y clama
por la tolerancia, porque conoce, porque no sólo tu sistema
es el correcto, porque, como dice René, no sólo
el american way of life trae la felicidad. El antropólogo
busca en los restos materiales, en la cultura viva y en cualquier
lugar donde haya huella de seres humanos para que entonces sí,
señor doctor, publicista, ingeniero, deportista, comunicólogo,
político, contador, etcétera, pueda usted vivir
tranquilo, que nosotros nos encargaremos de mantener su nivel
cubierto satisfactoriamente. (Y seguramente nosotros, los antropólogos,
seremos felices).
Bibliografía
– Barley, Nigel. El antropólogo inocent.e. Anagrama,
Barcelona, p. 28.
– Baels, Ralph L. y Harry Hoijer. Introducción a la
antropología, Aguilar, Madrid, 1976.
– Harris, Marvin. Antropología Cultural, Alianza Editorial,
Madrid, 1990.
– Ember, Marvin y Cowl Ember. Antropología Cultural,
Prentice Hall, Madrid, 1997.
– Loberá, Joseph R. Hacia una historia de las ciencias
sociales. Anagrama, Barcelona, 1980.
– Boas, Franz. A Boas reader. The shapping of american anthopology,
University of Chicago Press, Chicago, 1974.
– Kaplan, David y Robert A. Manners. Introducción
crítica a la antropología, Editorial Nueva Imagen,
México, 1979.