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Los
primitivos vistos por los europeos,
siglos XV a XXI
Fernando
Mata / Alumno de la licenciatura en Biología, región
Xalapa
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Trabajo
ganador del tercer lugar del V Premio al Estudiante Universitario,
en la categoría Ensayo Humanístico “Librado
Basilio”
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Introducción
Después de largos periodos de guerra, los reinos europeos
iniciaron una búsqueda fuera de sus territorios, que se consolidó
en varias expansiones transcontinentales que les permitieron la
posesión de grandes riquezas y el fortalecimiento de sus
dominios.
Durante esta etapa de colonización, Europa se apropió
de África y, más tarde, de América y Oceanía.
Encontró cuernos de la abundancia por doquier, otros mundos
que deshicieron mitos ancestrales pero crearon muchos otros.
Las tierras recién conquistadas no estaban solas, eran habitadas
por “criaturas insólitas”. Los nativos de piel
morena, hablantes de lenguas extrañas, causaron un choque
cultural a los occidentales que, hasta la fecha, no han podido superar
del todo. Estos aborígenes eran la versión grotesca
de lo que podía ser un humano para los europeos de ese tiempo.
Ciertamente tenían cabeza y no tenían un solo ojo,
no eran perros y carecían de cuernos. De hecho, no caminaban
como quien lo hace de manos.1 ¡No! Las criaturas insólitas
eran humanos y no monstruos como mucha gente lo esperaba.2
Durante el Siglo de las Luces, en plena Revolución Industrial,
los historiadores y científicos europeos colocaron a aquellos
salvajes y a su cultura en el peldaño inferior dentro de
la escala del progreso y de la civilización. Éstos
tomaron el lugar de sus ancestros desaparecidos, hombres bestia
vivientes, eslabones en la cadena de la evolución.
El siglo XX llegó y las excolonias se encontraban a caballo
entre la barbarie y las sociedades industrializadas modernas. Hoy
en día, bajo el escrutinio científico, los grupos
humanos que existen fuera del Occidente contemporáneo –aquellos
de las islas del Pacífico, las selvas tropicales americanas
y las sabanas africanas– viven todavía en el periodo
neolítico.
Europa se ha sacudido el polvo de la prehistoria, ¿cierto?
Pero el traumatismo sigue ahí de manera latente. Por ello,
intento hacer un recuento de cómo los europeos han visto
y ven las culturas del mundo, y de cómo los degenerados hijos
de Abraham,3 “los salvajes”, se han ganado a pulso el
estatus de sociedades primitivas.
Érase
una vez los monstruos
Los colonizadores del viejo mundo, al arribar a los nuevos territorios,
esperaban encontrar seres fantásticos derivados de las
narraciones plinianas y de bestiarios medievales. Se decía
que la puerta de entrada al mundo extraño estaría
custodiada por razas de gigantes; sin embargo, en ningún
lugar pudieron encontrar rastro de trogloditas, antípodas,
ni de gente con la cara en el pecho.4
Colón encontró hombres y no monstruosidades. Aun
cuando ofreció disculpas ipso facto, tuvo a bien escribir,
a manera de compensación, que en ciertas regiones de Cuba,
donde él no estuvo, la gente nacía con cola.5
Después de que la cacería de monstruos hubo fracasado,
el interés se centró en la vestimenta de la población
indígena y, sobre todo, en el esplendor dorado que desprendían
sus pechos y orejas. En el mejor de los casos las personas fueron
ignoradas; en el peor, exterminadas, y de esa manera las tierras
quedaban listas para habitarse.
Por ejemplo, la doctrina Terra Nullius estableció que los
aborígenes australianos no tenían existencia social
ni política; por consiguiente, su tierra estaba abierta
para la ocupación y colonización británicas.6
Para la mayoría de los exploradores europeos, la razón
por la cual estas personas habían llegado a sus respectivos
lugares no causó ningún interés; no obstante,
se formularon algunas teorías. En 1589, José de
Acosta afirmó que los primeros pobladores de América
llegaron impulsados por el viento, así como por vía
terrestre, atravesando Asia.7 En esa época, los historiadores
aseguraban que los indígenas eran una de las tribus perdidas
de Israel,8 y los fenicios, asirios, tártaros, egipcios,
hunos, vikingos, malgaches, entre otros, fueron propuestos como
pueblos-origen de las razas americanas.9
Y
su cadena hizo de los monstruos seres primitivos
A partir del siglo XVII, los habitantes no europeos reaparecen
como piedras angulares para generar nuevas teorías, entre
ellas la de la naturaleza progresiva del desarrollo social. Ésta
distingue cuatro estadios por los cuales la humanidad atravesó
antes de llegar a la civilización moderna: la edad de los
cazadores, la de los pastores, la de la agricultura y aquella
del comercio.10
En el mismo campo, Turgot en 1750, al referirse a la historia
de la raza humana y sus diferentes etapas, situó al barbarismo
aún existente como punto de partida de la civilización
de las más iluminadas naciones europeas.11
Lubbock sugirió que, para entender las antigüedades
de Europa, había que compararlas con los utillajes rudimentarios
de los salvajes que habitaban en otras partes del mundo.12 Por
consiguiente, para observar a los salvajes había que considerar
emprender un viaje en el tiempo hasta los inicios de la historia.
Darwin relató con estupefacción la experiencia que
tuvo al estar en una fiesta de fueguinos,13 a quienes consideró
sus ancestros. De hecho, alguna vez comentó que quien viera
a un salvaje en su propia tierra no sentiría demasiada
vergüenza, al reconocer que la sangre de una criatura más
humilde corre por sus venas.14
De manera contundente el reverendo Wood, en su Historia natural
del hombre, sitúa en el pináculo de la creación
al hombre blanco, anglosajón protestante (W. A-S. P.)15
, el cual Biblia en mano recibe los honores de las razas inferiores
que lo rodean.
Bajo ese punto de vista existe una forma para estar en la cima
de la evolución humana, sin embargo, hay muchas otras para
no estarlo. La progresión evolutiva del estado salvaje
al civilizado muestra que hay un sinfín de razas inferiores
que se han quedado estancadas en el desarrollo sociocultural.
Otra teoría considera que la degeneración es el
mecanismo por medio del cual se expresan las diferencias raciales.
El sistema de castas de la Nueva España situaba al europeo
conquistador en el nivel más alto de aquella sociedad jerarquizada.
Si había algún parentesco con indio o negro la raza
degeneraba. Mulatos, castizos, coyotes, chamizos, salta-patrás
pertenecían a las castas del subsuelo, puesto que poseían
sólo un pequeño porcentaje de sangre española.16
El creacionismo racial que se documenta en el Génesis dice
que las razas tuvieron origen a partir de los hijos de Noé,
vagabundos después del diluvio. Según Fitz-Roy,
los salvajes modernos, si bien descendientes de Abraham, degeneraron
conforme se alejaban del centro de la creación.17
Para muchos filósofos, como el Duque de Argyll, la posición
era indiscutible: el aumento de la presión ejercida por
la población expulsaba a los grupos más débiles
hacia la periferia (del centro de creación), en donde el
clima ejercía su influencia causando detrimento físico
y cultural.18
Siglo
XX
La llegada del siglo xx no marcó un cambio real en el enfoque
de los estudios antropológicos. Los científicos
aún influenciados por las ideas decimonónicas, entre
ellas el eugenismo,19 se dedicaron a medir cráneos para
demostrar la inferioridad de las tribus apartadas de Europa. Asimismo,
la idea que proponía la disminución de las poblaciones,
conforme más alejadas estuvieran del supuesto centro de
dispersión cultural, seguía en boga. A mediados
del siglo, El edén se trasladó a África;
no obstante, esto no ha representado un cambio positivo en la
manera de ver las civilizaciones del mundo.20
Ernst Mayr, al reafirmar la validez del concepto de especie en
la naturaleza, relata de manera darwiniana un pasaje de su vida.
“Recuerdo siempre una experiencia que tuve cuando vivía
solo dentro de una tribu primitiva de papúas en Nueva Guinea:
esos hombres magníficos del bosque empleaban ciento treinta
y seis nombres para las ciento treinta y siete especies de aves
que yo había contado... El hecho de que el hombre de la
edad de piedra reconozca en la naturaleza las mismas entidades
que el universitario occidental experimentado, refuta de manera
definitiva la idea en la cual la especie no sería más
que el producto de la imaginación humana.21
Recientemente, Bernadette Arnaud escribió un artículo
acerca de la tribu Corubo en el Amazonas. Narra su situación
aislada y los esfuerzos de la organización FUNAI para su
protección. Sin embargo, la autora se refiere a los corubo
como pueblos de la Edad de Piedra y describe como algo insólito
que todavía hagan el fuego frotando madera y que cacen
con arco y cerbatana.22
¿Por qué primitivos? ¿Por qué Edad
de Piedra? El término litismo debe utilizarse como un concepto
cronológico que estudia civilizaciones que vivieron hace
miles de años. No es un concepto válido para referirse
a las culturas contemporáneas fuera del Occidente europeo,
a menos que se parta de la premisa darwiniana “como te ves
me vi y como me ves te verás”.
Lo sorprendente de la declaración de Mayr no es que la
“gente de la Edad de Piedra” tenga conocimientos,
sino que el occidental universitario crea que sólo en su
Alma mater se puede aprender inequívocamente lo que es
la naturaleza, luego explicarla correctamente.
Tiempo atrás, Darwin afirmó que los salvajes, como
los simios, aprenden por imitación, y que si bien los primitivos
tienen invenciones ingeniosas, lo inhóspito del clima donde
viven frena todo progreso. Considera que en la barbarie los individuos
débiles de cuerpo o espíritu son rápidamente
eliminados: “por el contrario, nosotros construimos hospitales
para los idiotas, inválidos y enfermos, hacemos leyes para
ayudar a los indigentes y nuestros médicos aplican su ciencia
para prolongar lo más posible la vida de cada uno.23
Pobre hombre tribal tan sobajado por el pensamiento iluminado.
¿Será posible que su pobre intelecto bárbaro
sea incapaz de elaborar ideas concretas o de procurar el bien
de sus semejantes?
Un jefe samoano de nombre Tuiavii, a principios del siglo XX,
decidió salir de su isla Tiavea, Samoa, y pisar tierras
europeas. Atónito describió la experiencia que tuvo
en el viejo continente, destacando aspectos fundamentales del
comportamiento e ideología europeos, por ejemplo, el dinero,
el cual nombra como “papel tosco y metal redondo”,
que es la máxima admiración del papalagi.24
Respecto a las máquinas, Tuiavii concluye que “son
los magos más grandes de Europa”. Ellas hacen volar
al hombre, navegar grandes distancias y producir más objetos
que todos los samoanos juntos: “los papalagi hacen muchas
cosas que nosotros no podemos hacer... cosas que no comprendemos
y que no tienen significado para nuestras cabezas, cosas que son
admiradas por los que son débiles entre nosotros. Resulta
que quieren vencer al gran espíritu y tomar posesión
de sus poderes, pero dios es todavía más fuerte
que los papalagi, incluso que su máquina más fuerte.25
El jefe samoano habla también acerca de cómo su
gente recibió a los europeos cuando llegaron a sus tierras:
los recibieron como hermanos y compartieron con ellos su comida.
Tuiavii dice a sus hermanos que, por el contrario, bajo las normas
europeas la gente de las islas es desdichada pues no tiene suficiente
papel tosco para llenar siquiera un cofre.26
Monotonía
evolutiva
A través de las edades de Europa, los monstruos transoceánicos
cayeron y dieron paso a los seres salvajes y primitivos. Hasta
la fecha, no hay otro lugar ni categoría para las personas
que, bajo un punto de vista limitado de análisis, constituyen
la prehistoria viviente. Esta es la opinión de muchos científicos
demasiado habituados al darwinismo, a clasificar individuos en
función de semejanza hacia cierto tipo.27 Incluso las civilizaciones
son consideradas más o menos desarrolladas según
el grado de adopción de modo de vida occidental que posean.
Demasiado tiempo la periferia ha sustentado el prototipo de sociedad
primitiva. Si uno enfatiza la manera en que se ha escrito la historia,
la manera en que se han exterminado culturas y esclavizado poblaciones,
resulta que el héroe conquistador se convierte en un sublime
cretino que ha borrado del mapa la diversidad humana, diversidad
de pensamiento necesario para evitar la monotonía y el
estancamiento que proporciona la visión lineal del progreso
que rige nuestro presente.
Paradójicamente, el movimiento del progreso coarta el movimiento
específico del humano y lo conduce al exterminio, al cuello
de botella, a ser y estar en el primer mundo que de primitivo
tiene nada. En Europa, al igual que en las excolonias, se puede
encontrar la ambivalencia primitivo/contemporáneo. Algunas
tradiciones del viejo continente se remontan a la época
celta, por ejemplo, el Toussaint, la Candelaria o la Hoguera de
San Juan.28 Estas fiestas siguen arraigadas en la colectividad
y poseen un poder místico precristiano, a pesar del advenimiento
de Dios Padre omnipresente.
No hay más verdad en la charla del universitario occidental
europeo que la del papú. El paradigma de las revoluciones
científicas puede caer ante el tosco cantar del montagnard.
Europa no se ha sacudido el polvo de la prehistoria, aun utilizando
como escalones de la evolución a las culturas que considera
primitivas. Ni uno ni otro bando ha superado el choque cultural
surgido con el encuentro de los continentes.
En efecto, existe gente que vive fuera de Europa y Occidente;
Colón encontró humanos y no bestias; Darwin encontró
gente y no salvajes; Mayr vivió entre hombres que no eran
de la Edad de Piedra. En todo este tiempo ha existido un intercambio,
en el cual se han trocado demasiadas perlas por tan pocas cuentas
de vidrio.
Notas
1. J. B. Friedman, The monsters races inmedieval art and thought.
Harvard University Press, Cambridge Mass, 1981.
2. J. M. Cohen, The four voyages of Christopher Columbus. Cresset
Lybrary, London, 1969.
3. R. Fitz-Roy, Narrative of the surveying voyages of His Majesty
Ships Adventure and Beagle between the years 1826 and 1836. Vol
2. Proceedings of the second voyage, Colburn, London, 1839.
4. Friedman, Op. cit.
5. Cohen, Op. cit.
6. C. Timewalkers Gamble, The prehistory of global colonization.
Harvard University Press, Cambridge Mass, 1993.
7. J. Acosta, “Historia natural y moral de Las Indias”,
en Martínez del Río, Los orígenes del hombre
americano. Conaculta, México, 1989.
8. Ibídem.
9. A. Laming-Emperaire, Le problème des origins americains.
Theories, hypopthèses, documents. Cahiers d’archeologie
et d’ethnologie d’Amerique du Sud. Editions de la
maison des sciences de l’homme. Presses Universitaires de
Lille, 1980.
10. Timewalkers, Op. cit.
11. Ibídem.
12. J. Lubbock, Prehistoric times, as ilustrated by ancient remains
and mannerstand the customs of modern savages. Williams &
Norgate, London, 1685.
13. En Le problème des origins americains… se encuentra
detallada la clasificación de las razas americanas según
Imbeloni.
14. C. Darwin, La descendance de l’homme. Trad. Edmond Barbier,
Complexe, France, 1871.
15. White anglo saxon protestant.
16. B. Grunberg, “Un peuple ne du massacre ”,
en Revista geo, núm 285, noviembre 2002, France.
17. Fitz-Roy, Op. cit.
18. Timewalkers, Op. cit.
19. P. Thuillier, Le darwinisme aujourd’hui. Editions du
Seuil, France, 1979.
20. Según numerosos estudios genéticos del adn mitocondrial,
realizados en distintas poblaciones humanas, el genoma africano
es el más antiguo, debido a la mayor cantidad de mutaciones
que presenta con respecto a las poblaciones no africanas. Ver
Wallace D. C. Mitochondrial dna sequence variation in human evolution
and disease, 1994.
21. E. Mayr, La biologie de l’evolution, Herman, France,
1981.
22. B. Arnaud, “Les tribus primitives sous haute protection”,
en Revista geo, núm 289, marzo 2003, France.
23. Darwin, Op. cit.
24. Tuiavii de Tiavea, Los papalagi. Discursos compilados por
Erich Scheurmann, rba integral, Barcelona, 2002.
25. Ibídem.
26. Id.
27. A. Jacquard, “Darwinisme et génétique
des populations”, en Le darwinisme aujourd’hui. Editions
du Seuil, France, 1979.
28. La Toussaint o Todos Santos, corresponde a la celebración
del inicio del año celta, que tenía lugar la última
noche de octubre. La Candelaria y la hoguera de San Juan eran
fiestas en homenaje al renacimiento de la vida después
del invierno y al solsticio de verano, respectivamente. También
eran ritos de iniciación masculino y femenino.
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