A modo de introducción diré que: Si reparamos en cómo la Educación artística en México, tiene aún que abrirse paso y con mucho esfuerzo en las escuelas primarias, secundarias y preparatorias públicas, veremos que la existencia de un importante número de Carreras artísticas a nivel Licenciatura en distintos Estados del país, es un logro innegable tanto en el plano nacional como internacional.
No obstante, es sorprendente la falta de reconocimiento social que todavía impera para dichas Carreras en comparación con otras, como derecho, economía, medicina… Falta de reconocimiento y deslegitimización de la que se hacen eco, en muchos casos, las propias familias de los estudiantes, a través del retiro de apoyo económico, de una franca oposición a sus proyectos, de cuestionamientos, desvalorización, etc.
Todo esto impacta seriamente en los alumnos y puede generarles, sentimientos de culpabilidad, problemas de autoestima, sobre exigencias, desmotivación, déficit en su rendimiento y aprovechamiento escolar, y hasta apatía, enfermedad, deserción.
Por todo ello es muy importante que nosotros, como artistas, docentes e investigadores tengamos conciencia de esta situación y desde nuestros lugares de trabajo podamos ayudar a nuestros estudiantes a legitimizar la tarea artística y la profesionalización en artes como un dador de identidad personal y social.
En base a lo anterior, compartiré ahora con ustedes algunas reflexiones derivadas de mi ejercicio pedagógico durante 20 años, como maestra de actuación en la Facultad de Teatro de la Universidad Veracruzana y en diversos talleres que he impartido en las Facultades de Danza, Música y Artes Plásticas. Entendiendo que, si bien cada una de estas disciplinas tiene sus especificidades, también existen problemáticas comunes a todas.
Dentro de este marco, puedo afirmar que los retos son constantes y de distinta índole; abarcando desde lo estrictamente material (características y estado de los salones de clase, mobiliario, equipamiento tecnológico, etc.) hasta lo complejo de los procesos artístico/ académicos y su implementación práctica en las aulas. Tema del que hablaré más adelante.
Así mismo, es importante señalar que los retos de la Educación en Artes varían con el tiempo y están estrechamente ligados a las nuevas tendencias en las políticas educativas a nivel mundial y sus consecuentes cambios de modelos pedagógicos y de paradigmas, en cuanto a conceptos, corrientes y teorías.
Un ejemplo representativo de ello es la Declaración Mundial de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) sobre la Educación Superior en el Siglo XXI. En sus lineamientos, trazados en 1998, se destaca la necesidad de concentrar los esfuerzos en el aprendizaje y se hace hincapié en la formación integral de los estudiantes, en tanto ciudadanos y futuros egresados universitarios que deben contribuir a forjar una mejor sociedad
Así mismo, se flexibiliza el proceso educativo haciéndolo más versátil y adecuado a las necesidades, exigencias, inquietudes y problemáticas de los correspondientes campos profesionales, se propicia que los estudiantes diseñen su propia ruta de aprendizaje de acuerdo a sus proyectos; se diversifican los perfiles de egreso y se elaboran nuevas estrategias didácticas en virtud de la heterogénea constitución de los grupos; por mencionar sólo algunos objetivos. Este giro radical de concepción nos ha llevado y nos lleva a reflexionar de una manera continua y colegiada con el fin de lograr una adaptación congruente entre el currículo formal y el currículo vivido.
Currículo vivido que, como bien sabemos, arroja señales contundentes sobre el real impacto que produce en los alumnos la aplicación práctica de los planes y programas de estudios establecidos. Quedando en las autoridades y en los docentes a cargo el tomar en cuenta dichas señales y estar dispuestos a hacer los cambios necesarios en cuanto les es posible.
Como vamos viendo los retos se suceden y no hay unos menores que otros, sin embargo me detendré alrededor de una problemática que considero nodular dentro de la Educación formal en Artes; me refiero específicamente a cómo mantener el equilibrio entre lo artístico y lo académico.
Un equilibrio siempre delicado y precario, donde intervienen factores pedagógicos, psicológicos y sociales. Daré algunos ejemplos de ello.
Desde el punto de vista del docente y tratándose de experiencias educativas prácticas es a veces muy difícil cubrir la totalidad de contenidos programáticos durante periodos lectivos cada vez más cortos, donde no hay el tiempo suficiente para transmitir a profundidad los conocimientos, herramientas y técnicas actorales correspondientes; viéndonos cohercionados, en muchas ocasiones, a desviar nuestra atención hacia los resultados finales en detrimento del proceso didáctico y creador.
Por otra parte y en cuanto a los alumnos, esa misma falta de tiempo, hace que se les reduzca las probabilidades de una suficiente y adecuada asimilación cognoscitiva y heurística de dichos conocimientos, técnicas y herramientas.
De igual manera he observado frecuentemente en los estudiantes, cómo, poco después de haber ingresado a la Carrera, va apareciendo en ellos una tendencia a identificar inconscientemente la estructura académica con la estructura familiar con la consecuente retaliación y/o el desafío hacia la autoridad y a las reglas de la institución académica. O lo que es peor, vivenciando como una obligación e imposición las tareas solicitadas en clase, levantando, en muchos casos, una serie de resistencias para el cumplimiento de éstas y olvidando en el camino su vocación original, el placer por lo que hacen y el sentido profundo de por qué están allí.
Esto es muy preocupante porque fagocita las células de la creatividad y del compromiso con los propios sueños.
Por todo lo anterior considero sustancial que, como parte de la planeación educativa en artes se tome en cuenta esta problemática para detectar los factores académicos que puedan estar contribuyendo a su conformación.
Así mismo, se ponga el énfasis en la importancia que los procesos creativos tienen dentro de la formación en artes.
Al respecto diré que, desde mi punto de vista, los procesos creativos son el alma de la educación artística que, aunados a la preparación técnica específica de cada disciplina, y a la adquisición de las bases teóricas correspondientes, debieran constituir una unidad indisoluble y un cuerpo de conocimiento sensible e intelectual sólido en la formación académica de todo profesional de las artes.
Sin embargo, en la realidad de las aulas, nos encontramos habitualmente con que los procesos de creación quedan relegados a segundo plano por la preparación técnica. Generándose una separación inaudita entre creatividad y dominio técnico, convirtiendo a este último en el principal objetivo pedagógico.
Y si bien el dominio de la técnica es de suma importancia, no debemos olvidar que en artes, la técnica es sólo un medio y no puede pensarse como un fin en sí mismo.
Hegel en su obra Introducción a la Estética lo manifiesta claramente cuando dice : “La obra de arte presenta un lado puramente técnico, que sólo consigue dominarse con la práctica. Cualquier arte se ejerce sobre una materia más o menos densa, más o menos resistente, que hay que aprender a dominar.
Pero por otra parte el artista debe conocer tanto más las profundidades del alma y del espíritu humanos cuanto más elevado sea el rango que ambiciona, este conocimiento no se adquiere de una forma directa, sino tras un estudio del mundo exterior e interior, y es este estudio, este conocimiento el que suministra al artista los temas de sus representaciones…”
Es por ello que los alumnos de las distintas áreas de arte requieren, además de la técnica, el entrenarse e involucrase en procesos de creación continuos que les permitan proyectar su subjetividad y establecer un contacto profundo y verdadero con su interior y su mundo inconsciente.
Al respecto, y refiriéndose específicamente al trabajo del actor y del bailarín, Eugenio Barba nos dice: “El trabajo actoral y dancístico requiere de una precisión exterior, pero tiene raíces profundas en el organismo viviente y en la motivación, a su vez ésta se extiende en ramificaciones visibles hacia el exterior”.
Por todo lo anterior es necesario que, como docentes, conozcamos, comprendamos y manejemos, con la mayor solvencia posible, el complejo territorio de los procesos creativos; sus características, sus momentos o etapas, sus bloqueadores, así como, sus condiciones de posibilidad.
En referencia a dichas condiciones, vale la pena destacar la necesidad de ambientes de trabajo humana y materialmente adecuados que permitan una buena concentración, que liberen la energía creadora de los estudiantes; que sensibilicen al alumno y despierten sus percepciones, desarrollen su imaginación y fortalezcan la integración de su cuerpo, mente y emociones, buscando la toma de conciencia de sus bloqueos, para poder aceptarlos y transformar su situación. Y desde ya, propiciando la utilización de su pensamiento vertical como de su pensamiento lateral o inventivo, dialécticamente.[1]
Por supuesto que todas estas condiciones hay que generarlas y defenderlas día a día y solo pueden darse sobre las bases interpersonales de confianza, respeto, generosidad, aceptación de las diferencias, apertura y por sobre todo de la ética que el o los facilitadores practiquen e inculquen en el grupo, no permitiendo la crítica destructiva que utiliza generalmente discursos técnicos a veces brillantes, pero con fines espurios, competitivos y narcisistas. Así tampoco siendo cómplices, menos aun propiciadores de chistes, burlas sobre el trabajo de ningún compañero alumno.
Como bien sabemos dichas condiciones por optimas que sean, no garantizan un estado creativo pleno, pero sí son lo necesario e indispensable, para que las personas que están con una actitud creativa, que se ponen en riesgo, que se “abren”, permitiéndose bajar sus defensas, estando por lo tanto sensibles y vulnerables no sean maltratadas, agredidas, inhibiendo su creatividad en ese momento y bloqueándola a corto plazo.
En mi opinión este es una de las grandes retos que debe asumir un docente si pretende lograr un trabajo creativo por parte de sus alumnos dentro de una disciplina artística determinada.
Aquel que funja como guía tiene que poder acompañar sin imponer. Contener sin asfixiar. Exigir sin paralizar. Evaluar sin condenar. Saber poner los límites cuando sea necesario. Estimular sin aplastar el imaginario del otro. Propulsar la independencia y el autoconocimiento para que los jóvenes creadores aún en formación puedan ir creciendo en su contacto interior así como en su disciplina formal. Un pedagogo en artes que no olvide la empatía, que haga de ella su principal estrategia didáctica y un puente de comprensión profunda con sus alumnos.
Un docente en artes que sea creativo, que ame su trabajo y que sepa mantener vivo y saludable el tejido de la pasión en sus estudiantes y en el mismo.
Mtra. Laura Moss
Ponencia leída en la Feria Internacional del Libro Universitario (FILU) 2013. Mesa 2: Retos en la Educación de las Artes. Lunes 29 de Abril de 2013. Auditorio Facultad de Música. Universidad Veracruzana. Xalapa. Veracruz. México. Y en el 3° Encuentro de Talleres Libres de Arte de la Universidad Veracruzana. 16 y 17 de mayo de 2013. Coatepec. Veracruz. México.
[1] Cfr. De Bono “Pensar Bien, ED. Selector, 1994, pp. 69 a 82