En el día a día del año que termina hemos visto como afloran aquí y allá síntomas de una grave situación que no solamente afecta a nuestro país, sino al mundo entero. La interminable ocupación de un país petrolero, como es Irak -y como lo es también México-, las catástrofes bursátiles de las que se espantan sus propios autores y que ahora acuden a los gobiernos en busca de salvamentos, la caída en picada de índices de ocupación, mercado interno, poder adquisitivo y el clima de inseguridad y de violencia prefiguran una etapa de delicadas consecuencias.
Desde el ámbito de las bibliotecas tales situaciones deben verse desde el punto de vista que privilegia la necesidad apremiante para todos, de acudir a la información y de buscar el conocimiento, pero también de propiciar la discusión y al diálogo racionales, para buscar soluciones y alternativas que pongan fin a este complejo de crisis que amenaza no solamente con desintegrar el tejido social en el país, sino la paz global y los recursos naturales sobre los que tenemos una responsabilidad intergeneracional.
Desafortunadamente no parece estarse generando en las instituciones universitarias del país una actividad destacada que busque reivindicar la creatividad de nuestro pueblo para encarar la carestía, la escasez, el encarecimiento de los servicios (agua, luz, comunicaciones) o la reducción en las posibilidades de que los universitarios que egresan tengan acceso a empleos dignos, ni siquiera para que emprendan, en condiciones propicias, negocios o proyectos propios que generen empleos, brinden o extiendan los servicios de seguridad social, etcétera.
Gran parte del trabajo y esfuerzo dedicados a la construcción de espacios públicos de conocimiento y creación, de claustros adonde de manera libre y racional se generen fermentos de conciencia social es puesto en entredicho a diario ante las situaciones que violentan los derechos humanos fundamentales en la pérdida de empleos, la carestía de los alimentos y los medicamentos, en la falta de acceso a servicios de salud adecuados, o a la vivienda adecuada.
Si las crisis acumuladas de los últimos 20 años no son motivo suficiente para que la inteligencia y el saber de los universitarios se pongan en marcha ¿qué falta?
Todas estas reflexiones -si así puede llamárseles, pues son más bien apuntes incipientes- son desarrollados con mucha mayor consistencia y sustento en información, en un artículo de Eduardo Rosenzvaig que merece lectura y reflexión por parte de quienes laboramos en bibliotecas y de quienes en la docencia y la investigación se preguntan qué podemos hacer ante lo que se avecina.
Dicho artículo es el texto de una ponencia presentada en el II Seminario Internacional de Sustentabilidad, que se realizó el 19 de noviembre de 2008 en la ciudad de Guadalajara, México.
Archivos diarios: 18 diciembre, 2008