Llamamos su atención sobre un texto que, como otros que hemos señalado en este blog, a nuestro parecer no tiene desperdicio, y éste lo tiene menos en la medida en que hace hincapié en una conducta que, si es cierto lo que dicen algunos biólogos evolucionistas, es un parteaguas en la historia de la conducta animal sobre nuestro planeta: somos nosotros, los seres humanos, los mejor predispuestos para ayudar a otros -y a otras especies- de manera desinteresada, no egoísta.
Esta noción choca, desde luego con la explotación irracional que hacemos de nuestros recursos naturales, tanto los renovables como no renovables, la desidia con que manejamos nuestros desperdicios, el daño que hacemos constantemente con nuestros sistemas de transporte, productivos, etc., a la atmósfera y la hidrósfera, y el daño colectivo que unos grupos realizan a otros ya sea por vías económicas, políticas, culturales, cuando no francamente bélicas y militares, etcétera.
Como contrapeso al ecocidio egocentrista con que a diario dañamos la naturaleza y a nuestros congéneres, tenemos muchas actividades de resarcimiento que buscan en la medida de lo posible aminorar o contener tales daños: la educación, las manifestaciones artísticas, la investigación científica, y el avance de una cultura de la sustentabilidad biológica y ecológica. Lamentablemente las cotas más altas de la sensibilidad bióetica son aún dominio de unos cuantos, tal vez los menos, a contracorriente de la fuerte deriva socioeconómica consumista y depletoria de recursos.
De ahí la pregunta ¿somos altruístas los universitarios? Y si lo somos ¿en qué medida? Mirando el paisaje social, no encontramos en el ámbito de la instituciones, ninguna llamada con mayor intensidad al altruismo, que la propia universidad pública.
Más allá del interés propio, la Universidad dispone los espacios, las personas y los recursos para el engrandecimiento de la vida comunitaria y de los individuos. Una obra de teatro o musical no solamente es el momento para la exhibición de dotes individuales, sino también ofrece un espejo para que la sociedad pueda mirarse a si misma, en sus potencialidades y logros. Una lección impartida con todos los sentidos puestos en el aprendizaje de los estudiantes y esa comunicación prodigiosa que llegan a establecer ciertos docentes-alumnos, son una promesa de una mejor sociedad, un mejor país.
Una biblioteca -como es el caso de las universitarias- es un tesoro acumulado por generaciones, preservado hoy en día por acuciosos bibliotecarios que la ordenan y la disponen de la mejor manera para su utilización y para la obtención del mayor beneficio de ella.
¿Por fuera de las universidades, qué otras entidades tendrían tal interés y pasión natural por el rescate de lo que ha sido y es nuestra memoria colectiva, los rasgos esenciales de nuestro caracter? ¿Adónde se gestaría con mayor responsabilidad y autenticidad la voz de todos, que no sea entre los muros de un aula universitaria? Así es, o así debería de ser.
Por eso hacemos este llamado a la reflexión a todos los universitarios, para que dirijan una mirada hacia su propio bien, que es un bien social tan grande, la propia universidad, a la que los universitarios llamamos con gran elocuencia y tino: ALMA MATER, madre de nuestra alma, la Universidad que nos dota de los saberes necesarios para superar día con día, individualmente y en grupos, nuestra condición humana ¿acaso no merece todo nuestro apoyo y respeto, así sea en la medida escasa o pequeña con que cada uno de nosotros podamos reforzarla?
Fuente: Araque y otros. El altruísmo en el ámbito universitario. Universitat Jaime I. España. Consultado el 3 de noviembre de 2006 en : http://www.uji.es/bin/publ/edicions/jfi1/altruismo.pdf.