Conocí personalmente a Carlos Montemayor durante unos breves minutos, durante una visita que realizó hace algunos meses a la biblioteca en que laboro. En esa ocasión tuvimos la oportunidad de ayudarle a localizar información sobre reformas constitucionales en México, relacionadas con el delito de disolución social. Con suma sencillez nos explicó que entre las reformas a la Constitución en proceso, existía la intención gubernamental de revivir o de reeditar la figura de ese delito. Como si nos hubiera conocido de mucho tiempo atrás, hasta bromeó sobre nuestra habilidad para recuperar información, una tarea sencilla en el fondo, pero a la que él seguramente no dedicó mucho tiempo, al delegarla quizás en otras personas, mientras él se enzarzaba con lo importante.
Con la misma sencillez con que llegó se marchó, no sin que yo pudiera evitar decirle que su obra Los informes secretos, a medio camino entre la novela y el reportaje pero basada sin duda en la realidad escalofriante de la persecución política en México, había dejado una honda impresión en mí.
Sin duda, Carlos Montemayor era un investigador extraordinario, un intelectual vigilante y comprometido con los intereses de la sociedad, un humanista en el mejor sentido del término y su obra intelectual y literaria se mantendrá viva para muchas generaciones aún por venir. En paz descanse.
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