México ocupa el cuarto lugar de países con mayor inflación en 2010 y el prospecto para este año no es mejor. Los mexicanos, cada año tenemos que renovar esta idea: debemos hacer más con menos, pero los ahorros y sacrificios que se realizan en la base social no tienen un reflejo en las alturas del poder político y económico.
La Bolsa de Valores experimentó ganancias de 20% en 2010. ¡20%!
Y las tasas de interés de los créditos bancarios son draconianas, asfixiando a las PYMES, frenando cualquier intento de crecimiento. El ahorro popular, por otra parte, es sacrificado, y no hay ningún incentivo para que la gente ahorre cuando las tasas de interés de los ahorros bancarios son absolutamente miserables.
Las alzas a la gasolina, gas y electricidad, arrasan con los diminutos aumentos al salario mínimo, y por doquier se ve la necesidad y la urgencia de la gente por recursos para su sostenimiento y el de sus familias.
Los mentados éxitos de la guerra contra el narcotráfico sigue ocupando las planas y encabezados de los diarios, pero la atmósfera de violencia e inseguridad lo que hace es acentuarse. La irritabilidad social salta a la vista de cualquiera que esté atento al fenómeno.
Por eso, hoy como siempre, más que nunca, urge que fomentemos el acceso a la información, la distribución social del conocimiento, la participación ciudadana informada en la toma de decisiones, la transparencia y la vigilancia de las acciones del gobierno en sus tres niveles.
La transformación que requiere el país debe fundarse en el conocimiento científico y en el de nuestras raíces más profundas: somos poseedores de una enorme riqueza histórica, arqueológica y cultural; debemos apostar por el desarrollo científico y tecnológico en todas las regiones, sin menoscabo, evitar la centralización excesiva de conocimiento, información y riqueza y disminuir el índice GINI, que mide la concentración de ésta en pocas manos, promover una distribución más equitativa del PIB a lo largo y ancho del país, diseñar y detonar proyectos de desarrollo para rescatar y aprovechar nuestra riqueza natural y humana.
México es un pueblo que ha sido impedido, literalmente frenado, desde tiempo atrás, para el desarrollo de su propia ciencia y su tecnología, las razones de ese impedimiento deben ser expuestas, estudiadas y superadas: no podemos desperdiciar a otras 10 generaciones o 20 generaciones de niños y adolescentes y dejar que crezcan al amparo de la televisión y los videjuegos, la magia y los nuevos mitos culturales de las empresas, y absolutamente ayunos o ignorantes de la ciencia y de la historia.
Cada día, cuando despertamos, vemos todo lo que hay aún por hacer. En este contexto, no pueden hacerse llamadas que condenen a las bibliotecas públicas, escolares y académicas a la extinción, incluso a pesar del avance avasallador de las nuevas tecnologías: en ningún país desarrollado se están haciendo esos llamados ¿por qué tendrían que hacerse en México? Hacerlo sería suicida e irresponsable, y atentaría contra una de las bases indispensables e irreductibles de una sociedad democrática.
La Encuesta Nacional sobre cultura más reciente, del CONACULTA , muestra que la mitad de los mexicanos nunca han pisado una biblioteca o una librería, que casi nadie lee, que lo que se lee deja mucho que desar.
Esto indica que se ha hecho algo, pero falta aún la mayor parte del trabajo por hacerse.
Ojalá este año 2011 sea uno que nos permita encontrar caminos en la dirección correcta.
Paradojas de las bibliotecas universitarias
Durante muchos años se han impartido cursos y se han hecho incontables presentaciones y demostraciones a estudiantes de nuevo ingreso, a estudiantes tesistas o de los últimos semestres de licenciatura, a estudiantes de posgrado, investigadores y académicos, sobre cómo utilizar y aprovechar las fuentes de información en línea con que cuentan las bibliotecas universitarias y que constituyen la oferta de información para sustentar los procesos de enseñanza, investigación y difusión.
A pesar de su costo, que es elevado, estos recursos informativos se aprovechan aún menos que los libros y revistas impresos, que también escasamente se usan.
Las universidades públicas en nuestro país, cuentan con recursos limitados en muchos órdenes, y aunque periódicamente se generan oleadas de interés por el quehacer de las bibliotecas y su función en el ámbito académico, generalmente se desestiman o relegan a un segundo plano, por considerarse que realizan simplemente una función «de apoyo» académico. Tal vez hasta hay quienes, obnubilados por las posibilidades de la tecnología, creen que las bibliotecas están pasando a ser poco menos que onerosas reliquias sin mayor valor o utilidad.
Es tiempo de que esa visión se transforme.
Las bibliotecas universitarias son el principal sustento de la formación profesional de los estudiantes. Como lo expresó en cierto momento el doctor Jesús Lau, si las universidades son panaderías, las bibliotecas son las que tienen la harina.
Esta es una metáfora cruda, pero elocuente. Y sin embargo, más allá de esa función formativa, las universidades han recibido de la sociedad la encomienda y tienen el compromiso de preparar profesionistas comprometidos con la atención de necesidades sociales.
No exclusivamente necesidades de tal o cual mercado, ni sólo las necesidades de alguna moda del consumo, sino las necesidades elementales y universales de todas y cada una de las personas que viven en el territorio nacional. En algunos casos, las soluciones aplicables aquí, generadas por los universitarios, pueden aplicarse a los problemas similares que experimentan otros grupos humanos en otras partes del mundo.
No obstante, ocurren paradojas como la siguiente: la sociedad financia investigaciones con fondos públicos que luego acaban beneficiando a intereses privados o particulares.
Esto debería de dejar de ocurrir en lo inmediato.
Las universidades públicas deben anteponer las necesidades de la mayoría de la población a los intereses de lucro o económicos que puedan tener unos u otros particulares. Las necesidades de la población han sido siempre, y seguirán siendo por mucho tiempo, las mismas, las relativas a los derechos humanos fundamentales que, en nuestro país, están cada día más lejos de resolverse y atenderse: derecho a la alimentación, derecho a la vivienda, derecho a la salud, derecho al trabajo, derecho a la información, derecho a la educación, derecho a la participación democrática, derecho a la seguridad personal y ambiental, derecho a la intimidad y privacidad, derecho a la libertad de creencias, derecho a un trato equitativo por parte de la justicia.
A ese propósito, las bibliotecas representan un bien público de incalculable valor.
Aquí, en las bibliotecas, aunque pueda tardarse, el que busca encuentra.
Si no encuentra de inmediato lo que busca, puede encontrar un puente que lo acerque o lo conduzca al objetivo deseado.
Hay que decirlo aunque lo sabemos con creces, en las bibliotecas existe más información relevante y de calidad publicada que la que, individualmente, podría procesar de manera razonable y útil cualquier ser humano.
Los bibliotecarios estamos llamados a servir de inmediarios entre nuestros usuarios y el conocimiento y la información, para ayudarle y facilitarle tanto como sea posible el acceso a dichos conocimientos e información.
Esta situación se reafirma cuando al buscar información de su interés, en el buscador más empleado por todos -Google- un estudiante obtiene dos millones de documentos como resultado, de los cuales tal vez apenas el 0.1%, es verdaderamente relevante.
Por lo anterior, el bibliotecario en la sociedad de la información, también es un educador y debe ser tomado en cuenta en las deliberaciones de la academia.
En primer lugar, las autoridades universitarias pueden empezar a prestar más atención a lo que ocurre realmente en las bibliotecas: los estudiantes universitarios no pueden conducirse adecuadamente y avanzar con éxito en su vida académica, si consideran al bibliotecario como un enemigo, un adversario o un oponente, o en el mejor de los casos alguien sobradamente indiferente, que cuida un espacio; no puede haber éxito educativo, ni científico ni técnico, en México, si la biblioteca escolar y universitaria, en lugar de ser un punto de encuentro con la información, el saber y los pares intelectuales, es el coto o dominio de una personalidad, por maravillosa que sea, o un sitio abandonado, mal iluminado, mal ventilado, mal dotado y mal equipado.
Las bibliotecas deben ser lugares tan atractivos como los jardines, los museos, las galerías, los restaurantes y las salas de cine, adonde todo invita a disfrutar la vida.
¿Y qué mejor lugar para conocer y apreciar realmente la vida, que la biblioteca, al lado de los grandes, medianos y pequeños autores y sus textos, o en la navegación inteligente por el ciberespacio?
Los planes y programas de estudio podrán ser espléndidos, pero la verdadera formación se va a dar tanto en la biblioteca, como en el laboratorio o taller, o en el campo de prácticas, si los docentes y los estudiantes cuentan con los recursos de información que son necesarios, suficientes y pertinentes para aprender, y si, además, saben emplearlos.
Por supuesto: es indispensable la experiencia y la visión pedagógica del maestro, del profesor, del tutor, pero sin recursos de información actualizados, de calidad y abundantes ¿qué se va a aprender y para qué?
Con el paso del tiempo, quienes trabajamos en bibliotecas llegamos a pensar que, como muchas otras cosas que ocurren en nuestro país, nuestro servicio es parte de un simulacro: sí, las bibliotecas figuran en los informes y en las estadísticas, se toman en cuenta las cifras que generan en todos los sentidos, pero la calidad y el propósito, la visión de mediano y largo plazo siempre o son postergadas o son desconsideradas; pero las bibliotecas no figuran como deberían -como prioridad- en los presupuestos, ni figuran alto en los organigramas, ni tampoco figuran en las actividades más visibles y emblemáticas de que se ufanan los universitarios, las bibliotecas están ahí y punto, una universidad sería inconcebible sin ellas, pero nada más.
Por ello, estamos obligados a reflexionar: si este servicio es una simulación, eso compete directamente a los académicos e investigadores y a los propios estudiantes universitarios, y entre ellos tendría que hablarse francamente si lo que llaman «docencia» e «investigación» -sin libros, sin bibliotecas, sin bases de datos, ni sistemas de información idóneos- no es también, acaso, una simulación.
Y podemos decir ésto porque vemos que no sólo en nuestra universidad, sino en general en la educación superior, las tecnologías de información han traido de la mano un desinterés de los estudiantes universitarios por la calidad de la información; una inmensa mayoría de ellos, se conforma con el equivalente a la «comida rápida» que sirve en Google, y menosprecian los platillos orgánicos o la comida gourmet que se pueden servir de las bases de datos especializadas, la lectura de un excelente libro impreso y la consulta de otras colecciones (audiovisuales, de obras raras y valiosas, de tesis, etcétera).
Para allegarse información calificada y evaluada por pares cognitivos, es decir, especialistas en los temas que ahí se abordan, debemos acudir a las publicaciones especializadas que actualmente se encuentran representadas en bases de datos de acceso abierto, o en bases y sistemas comerciales de información, tomemos el caso de SpringerLink.
Alguien puede acusar que se trata de bases de datos en inglés, pero eso no debería poder usarse como una objeción para no aprovecharlas. Teniendo como vecinos a inmediatos a los Estados Unidos de América, esa no puede ser una excusa.
Alguien puede objetar que se trata de información que está fuera del alcance del estudiante universitario promedio, por el nivel de comprensión, la especialización del vocabulario, etcétera. Pero si queremos que nuestro país supere su situación ancestral de atraso científico y tecnológico ¿qué clase de objeción es esa?
Los universitarios debemos aspirar a dar mejores resultados, no sólo en las estadísticas y los informes, sino en la vida misma, en el trato con nuestros semejantes, especialmente aquellos que enfrentan las peores desventajas: las de la pobreza, el desempleo y la falta de acceso a los bienes culturales.
El espíritu de los universitarios es -debe ser- ese espíritu generoso del que hablaba José Vasconcelos, quien pedía que los bienes de la universidad se derramaran hacia la sociedad. Hablamos de los verdaderos bienes de la Universidad: de la información, el conocimiento, el saber, la ciencia, el arte, la literatura, la cultura.
Hacer eso, aseguraría el buen destino de los bienes intelectuales y culturales de la Universidad. De lo contrario, todos estos bienes acumulados en unas pocas manos, al servicio de unos pocos bolsillos, son bienes que en realidad se están desperdiciando.
La Sinfonía de la Ciencia
Bien. El contenido de Youtube ahora es consultable en la red universitaria. Excelente. Veamos de qué puede servirnos ésto:
Symphony of Science – ‘We Are All Connected’ (ft. Sagan, Feynman, deGrasse Tyson & Bill Nye)
Symphony of Science – A Wave of Reason
Symphony of Science – ‘The Case for Mars’ (ft. Zubrin, Sagan, Cox & Boston)
Symphony of Science – The Poetry of Reality (An Anthem for Science)
Estamos preparando la traducción de algunas de las letras de estas melodías… ¡vaya forma de divulgar la ciencia!
Inundaciones y alfabetización (ambiental, científica y financiera)
Karl, Mateo… ¿cuántos huracanes o depresiones naturales más nos esperan a los mexicanos en el futuro?
¿Cómo nos vamos a preparar para enfrentar las inundaciones que seguramente afectarán a la región veracruzana y al sureste del país?
¿Estamos dispuestos a asumir los costos en vidas humanas, infraestructura afectada, agricultura dañada, al seguir por el mismo camino de indolencia e impreparación? ¿Queremos estar cada año, cada dos años, reuniendo paliativos para nuevos damnificados?
¿O queremos enfrentar nuestros problemas como entidad y como nación con un enfoque integral, científico?
¿Así, con discursos, con visitas a las zonas devastadas, vamos a hacer frente al mayor reto de nuestras existencias: el cambio climático global?
¿Cuántas crisis humanas, alimentarias, económicas, de estabilidad política y social, tenemos que atravesar para ya ponernos, finalmente, a trazar el camino que queremos recorrer, para dejar de ser llevados por las circunstancias, y poner todos nuestros esfuerzos en una ruta, en un camino definido por nosotros mismos?
Para ello, toda la población del país, toda la población veracruzana, debe emprender en todo momento y en todas partes el camino de la alfabetización y el de la educación, mejor aún, el de la polialfabetización y el de la educación permanente y de por vida: necesitamos una alfabetización ambiental, que nos permita decidir de manera informada sobre cuestiones tan elementales y necesarias como el lugar adonde podemos construir nuestras viviendas, las normas mínimas de seguridad para la construcción, el uso racional y sustentable de los recursos naturales disponibles, la forma adecuada de manejar nuestros residuos domésticos e industriales y la administración eficaz de nuestros escasos recursos económicos; esto es parte de esa alfabetización financiera, tan urgente y necesaria cada día más, que tiene que ver con nuestros hábitos de consumo, de crédito, de inversión y de ahorro.
Por su parte, las autoridades de todo el país y en todos los niveles de gobierno, principalmente el poder legislativo, deben poner manos a la obra para crear condiciones de justicia social y económica en México, que presenta una desigualdad ignominiosa, que afrenta a las mentes civilizadas de todo el mundo: no puede persistir el estado de indefensión y desigualdad económica que mantiene a la mitad de la población sobreviviendo a base de puro ingenio o recurriendo a actividades delicitivas; los gobiernos deben dejar de administrar la pobreza y empezar a crear condiciones para que todos los mexicanos tengan igualdad de oportunidades en la vida, y exista un equilibrio razonable entre trabajo, productividad y remuneración. Hay reivindicaciones sociales y económicas de los trabajadores, que son el resultado de luchas históricas, que hoy se ven desmanteladas o se amenaza con su desmantelamiento, impúdicamente, no sólo en México, en todo el mundo.
Tampoco podremos hacer frente a los retos del futuro inmediato, ni a los del mañana, sin una amplia, constante y actualizada alfabetización científica. Ningún país desarrollado del planeta ha erigido instituciones, empresas y polos científicos, tecnológicos e industriales, generadores de riqueza económica y bienestar social, ignorando los avances de la ciencia y la técnica.
En la base del desarrollo civilizatorio está, de una manera o de otra, la gestión del conocimiento. Las sociedades que avanzan en alguna dirección, son las que aprenden de sus propios errores. Nosotros hemos dado un enorme rodeo de 200 años y otro de 100, para llegar a la misma condición de desigualidad, corrupción e injusticia de las épocas de la Colonia y el Porfiriato.
Nuestros grilletes ya no son físicos, ahora son mentales y están relacionados con una ideología dominante que se expresa día a día en los medios masivos de comunicación, en nuestras relaciones interpersonales incluso: luchamos a brazo partido por migajas de poder para sobrevivir, cuando nuestra lucha común, colectiva, debería ser por el conocimiento para todos, para convivir fraternalmente.
Vivimos bajo una nueva dictadura, la de los empresarios de la comunicación, que desdeñan la cultura, los libros y el conocimiento en general y difunden a todas horas precisamente los «valores», los estereotipos y los vicios que orillan a un adolescente de 17 años a empuñar las armas del sicario, o a prestarse a trasegar estupefacientes, en lugar de asistir a la escuela y abrazarse a los libros y el saber, o las redes de conocimiento e información como Internet. Es la política económica que privilegia el éxito de unos pocos, la que garantiza la exclusión de muchos, a los que se conculcan derechos humanos fundamentales: a la salud, a la vivienda, a la educación y al trabajo.
Como bibliotecarios, trabajadores de la información y el conocimiento, estamos convencidos de que ninguna alfabetización es posible, si no existe como fundamento de ellas una alfabetización en información. Ser alfabetizado en información significa que uno es capaz de reconocer cuándo necesita información, qué información necesita y cómo la necesita, capaz de saber adónde buscar y cómo recuperar esa información que se necesita, además de utilizar de manera ética, legal y efectiva la información obtenida con una finalidad personal o social. Los docentes de todos los niveles y los bibliotecarios de todos los ámbitos, debemos ser los primeros comprometidos con todas estas alfabetizaciones, por el bien de nuestros hijos.
Alfabetización informacional, ineludible en la Agenda Digital Nacional
En fecha reciente, la Asociación Mexicana de la Industria de las Tecnologías de la Información (AMITI), la Asociación Mexicana de Internet (AMIPCI) y la Cámara Nacional de la Industria Electrónica, de Telecomunicaciones y Tecnologías de la Información (CANIETI), demandaron a las autoridades del país, el establecimiento de una Agenda Digital Nacional (ADN), lo que supone la revisión, evaluación y mejora -o reemplazo- del proyecto preexistente, e-México, de la administración foxista, el cual ha sido criticado duramente casi desde su origen.
El primer desafío de dicha Agenda, pero no él único y quizás tampoco el más importante -pues pesa sobre nuestro país una gigantesca deuda social, una grave parálisis económica, los embates del cambio climático, el agravamiento de la inseguridad, etcétera-, tiene que ver con la escandalosa brecha digital que existe entre una cuarta parte de la población que tiene acceso y tres cuartas partes de la población que no lo tienen.
La brecha tecnológica es una brecha de capacidades económicas, pero también de capacidades humanas. No será suficiente con allanar o puentear la brecha desde el punto de vista de facilitar la adquisición o compra de la tecnología necesaria para llevar a los hogares la televisión digital interactiva, sino que habrá que superar rezagos de muy diversa índole que se relacionan con capacidad básicas como la lectura, la escritura y la resolución de problemas simples. Y ésto debería ser sólo el principio.
Antes, en este blog, se ha subrayado la importancia y la necesidad de la alfabetización informacional para sustentar sólidamente los procesos de enseñanza-aprendizaje, el aprendizaje significativo y de por vida, el autoaprendizaje, la autonomía cognitiva, para alentar verdaderamente los procesos de investigación e innovación, así como la responsabilidad social y la formación en valores.
Hemos afirmado que un ciudadano alfabetizado en información, reconoce que necesita información, busca la información que necesita, sabe adónde buscarla y cómo recuperarla, y utiliza de manera ética, legal y estratégica la información obtenida, para propósitos individuales y colectivos legítimos; además -y ésto es muy importante- es capaz de reconocer y discriminar la propaganda comercial y política, de entre toda la información revelante sobre la economía, el gobierno y la cultura, la ciencia y la tecnología, así como de todos los demás rubros que afectan su vida.
Desde la perspectiva de la educación, y de las bibliotecas en particular, en la Agenda Digital Nacional, por definir, no deben privilegiarse visiones que antepongan el comportamiento de indicadores económicos -productividad, competitividad, índice de penetración de las tecnologías de información y comunicación en el gobierno y las empresas, etc.- al ideal de una formación humanista e integral de los individuos, ni a la aspiración de una vida verdaderamente democrática, de respeto al medio ambiente e inclusión y respeto de la diversidad cultural.
Por ello, cuando las asociaciones mencionadas incluyen, entre los puntos obligados de la agenda, la necesidad de extender a toda la población acciones de alfabetización digital, advertimos que ésta no debe reducirse al desarrollo de competencias o capacidades para el uso de las tecnologías de información, nada más.
Si ocurre eso, seguiremos arrastrando rezagos en el ámbito de la lectura, la escritura, la comprensión de textos, y el razonamiento matemático básico, la resolución de problemas y el desarrollo en última instancia de una convivencialidad dialogante que contribuya a restituir el tejido social que ha sido destruido y erosionado por la aplicación autoritaria de las crudas medidas económicas, sociales y culturales del neoliberalismo. Hablamos de que más que alfabetización digital, se impone la urgencia de que la alfabetización informacional sea un eje rector de políticas públicas en esta y otras materias.
Por ello, en el sitio de la alfabetización digital en la Agenda, debe asentarse el compromiso de todos, de impulsar la alfabetización informacional de todos los ciudadanos, como parte de una política pública integral, con expresiones y compromisos concretos y progresivos, en las distintos ámbitos de la educación, la ciencia, tecnología, los medios de comunicación, las tecnologías de información, la innovación para el desarrollo y el desarrollo con sustentabilidad.
Foto tomada de: solucionpolítica.com, Evacúan Tlacotalpan por las inundaciones.
Apagón analógico, fugas de información, bibliotecas, internet y sustentabilidad
El gobierno federal anunció que en un lapso de cinco años -de 2011 a 2015- las transmisiones de televisión analógica serán totalmente reemplazadas con transmisiones de televisión digital.
Acostumbrado como está, el pueblo de México, a un escaso repertorio de ofertas televisivas -al menos en la televisión abierta-, es previsible que la posibilidad de recibir en los hogares, posiblemente decenas o centenas de señales televisivas a través del cable telefónico o de Internet, le represente un salto cualitativo enorme, y hasta un reto, a la inmensa mayoría de la población nacional.
Aunque la tasa de adopción del nuevo formato digital de televisión sea lenta al inicio por razones económicas y técnicas, en 2015 la oferta de canales y programaciones se habrá diversificado a una tasa aún desconocida.
Lo anterior plantea interrogantes en cuanto al impacto que tendrá esta transición, sobre la formación de la opinión pública en México.
¿Cuál será el papel de los grandes consorcios de comunicación en la conformación de auditorios y opinión pública, frente a una oferta ampliada, plural -y crítica, en el mejor de los casos-? ¿Podrán éstos consorcios volver a imponer puntos de vista de manera masiva en lo concerniente a lo político y electoral? ¿Qué nuevos actores tomarán la delantera en términos de creatividad e influencia, y cómo?
¿Abandonarán los espectadores los «canales» tradicionales, ante una oferta variada de mensajes y propuestas de comunicación?
¿Estarán dispuestos y preparados para elegir mejores contenidos? ¿Cuál será el impacto de este cambio en la cultura popular, en la educación, en los hábitos de la gente?
¿Sabrán los diferentes actores culturales -y, de manera destacada, las universidades públicas y las asociaciones civiles- aprovechar de la mejor manera estos nuevos espacios y auditorios para generar una revolución cultural como la que se esperaría?
¿Qué lugar ocupará el libro, la lectura y las bibliotecas en este nuevo panorama?
¿Será realmente accesible a todos la nueva oferta de entretenimiento y noticias, o seguirá manifestándose la brecha digital, brecha de oportunidades, entre los segmentos de mayores y menores ingresos de la población?
¿Se dará el mismo fenómeno de acaparamiento con las concesiones, pero ahora con la venta de decodificadores, servicios de instalación, etcétera?
¿Será la vigilancia total y permanente, el control social total -de lo que lee, escribe, ve y oye la gente en las nuevas redes de «servicios» digitales- el futuro de nuestras sociedades?
Todas estas preguntas no son triviales, si se considera el papel que ya tiene la red Internet a nivel mundial en el flujo de información alternativa o que, a pesar de que es considerarada por algunos gobiernos como «secreta», se filtra hasta amplios sectores de la población, como ha ocurrido a través del sitio de activistas informacionales y ciberperiodistas, Wikileaks, cuya filosofía se puede resumir -de acuerdo con una expresión de Julian Assange– en «vigilar a los perpetradores», para contribuir a la autodefensa de las sociedades que, en la mayoría de los casos, sufren las consecuencias de las malas decisiones económicas, financieras o en el ámbito de las relaciones exteriores, de sus gobiernos. Mucho puede avanzarse hacia una sociedad más igualitaria y adonde se respeten las normas básicas del derecho gracias a sitios como Wikileaks, si ponderamos lo expresado por Assange, durante una reciente entrevista que dio para las conferencias TED.
Así que, si se cumplen las expectativas del anuncio sobre el apagón analógico, más ciudadanos deberían tener la oportunidad de tener acceso a más información y conocimiento que no ha sido controlado o filtrado previamente por las empresas y los gobiernos.
Esto debería conducirnos tarde o temprano a un resurgimiento de aspiraciones democráticas e igualitarias, y a un debilitamiento del poder de grupos de élite, puesto que la participación en la toma de decisiones es imposible sin información, pero cuando ésta aparece, viene de la mano el interés de la gente por opinar, decidir y participar.
Por lo anterior, y tomando en cuenta el ejemplo de Colombia, es previsible que un cambio en la política bibliotecaria nacional, para abrir, consolidar y mantener nuevos y mejores espacios para las bibliotecas públicas en las zonas urbanas y rurales, más conflictivas del país, podría reorientar el desarrollo de regiones enteras, involucrar a la enorme masa de jóvenes, que no trabajan ni estudian, y de adultos desempleados, en actividades culturales y recreativas que ensanchen sus horizontes de realización personal y colectiva, reduzcan las probabilidades de que sean captados por el crimen organizado para trasegar estupefacientes, delinquir, robar, secuestrar y asesinar, y contribuyan a reactivar el desarrollo económico a través de un impulso al emprendimiento y la inversión productiva.
¿Cuál es el nuevo papel del bibliotecario, ante una sociedad que, a la vez, carece de la información fundamental para participar, y por otro lado vive saturada de mensajes que es incapaz de jerarquizar, filtrar y discriminar, a la velocidad que se generan y los recibe?
Esta es una de las razones más importantes para impulsar acciones de alfabetización informacional en todos los niveles de la enseñanza, y bajo modalidades tanto formales como informales, que cubran a todo el espectro social.
Sin ciudadanos alfabetizados en información será muy difícil, o acaso imposible, hacer avanzar cualquier política pública en todos aquellos ámbitos que impactan de raíz la vida nacional, estatal, regional y local: en educación, salud, productividad, sustentabilidad.
Una población más informada, necesariamente debe ser capaz de tomar mejores decisiones, y de actuar con mayor claridad y creatividad.
Así ocurre con los temas que se relacionan con el desarrollo regional y la sustentabilidad. Si en el proceso de convergencia de Internet y televisión podemos encontrar un punto de equilibrio, que transforme los sentidos de la comunicación, y ésta deje de ser unidireccional -de las empresas a los consumidores, de los gobiernos a los gobernados- y se vuelva bidireccional y multidireccional, las comunidades de consumidores y ciudadanos, podrán intercambiar entre sí experiencias exitosas y fallidas sobre el manejo de los recursos, los desechos y su efecto en el medio ambiente. Los ciudadanos podrán efectivamente calificar la actuación de las autoridades, a través de mecanismos de observación de las actividades de sus representantes, lo cual se vería reforzado si se crearan herramientas legislativas para participación pública, como el referéndum y la revocación de mandato.
Además de las repercusiones en lo social y político, la columna vertebral de intercomunicaciones que es Internet, tiene el potencial de servir para articular la acción de comunidades dispersas, de grandes sectores de la población tanto para el compostaje, como para el reciclamiento de residuos, el ahorro energético y el cuidado del agua. El impacto de dicha columna vertebral en la educación y el desarrollo económico debe explorarse, pero los beneficios parecen estar fuera de duda.
Si no se toman medidas a gran escala en torno a estos problemas, empleando las tecnologías de información y comunicación disponibles a nivel nacional, estaremos desaprovechando el potencial de estas para que México viva un gran proceso necesario de reconstrucción y reorientación nacional.
La información y el conocimiento para una vida democrática está en las bibliotecas
Desde la decáda de los 60, en plena erupción de las luchas por los derechos civiles en los Estados Unidos, algunos bibliotecarios estadounidenses enfatizaban ya el importante papel educativo, concientizador y de cambio social de las bibliotecas -en particular, el de las bibliotecas públicas-.
En nuestro país, tradicionalmente, las bibliotecas públicas han actuado como complemento o reemplazo de las diminutas -cuando existen- bibliotecas escolares y por ello, un segmento importante de la población tiene la idea de que las bibliotecas públicas sirven principalmente para que los estudiantes puedan ir a hacer sus tareas. Pero poco más que eso.
No obstante, las bibliotecas públicas -y las escolares, académicas- constituyen un bien social, un bien público, y por lo tanto un bien de interés público, que tiene por finalidad el garantizar el acceso, de todos los ciudadanos, a todo el conocimiento humano; en última instanca, así debería ser.
En realidad, la pobreza de la inversión pública en el ámbito de las bibliotecas públicas y de otros tipos, en nuestro país es un síntoma, o bien de la desinformación y, por lo tanto, de la insensibilidad de quienes toman las decisiones que afectan a este sector, olvidando o haciendo a un lado la obligación de un Estado verdaderamente democrático, de proveer a los ciudadanos información en cantidad y calidad suficiente, para que éstos a su vez puedan actuar como ciudadanos informados y responsables que mantengan vivos los rasgos de la democracia; o bien, aquello es evidencia del rechazo a que grupos crecientes de ciudadanos, informados y responsables, críticos y concientes gracias al acceso a la información y el conocimiento depositado en las bibliotecas, utilicen esos instrumentos de la razón y el intelecto, de la cultura, de la historia y de la ciencia, para diseñar alternativas, organizar y organizarse en acciones de largo aliento, con objetivos y metas claros, para transformar -de acuerdo a sus necesidades e intereses- las estructuras políticas, culturales y económicas existentes.
A la riqueza muchas veceses desestimada de las colecciones impresas de algunas bibliotecas públicas, académicas y escolares debe sumarse la inmensa oferta de información y conocimientos, muchos de ellos de acceso libre y gratuito, y que están depositados en la red mundial de Internet.
Han emergido en las dos últimas decádas nuevas posibilidades para la lectura y para la interacción con los conocimientos, que se suman a la oferta de servicios tradicionales de las bibliotecas, que complementan y refuerzan dichos servicios con modalidades virtuales o electrónicas.
Por lo anterior, y por que las bibliotecas son espacios ideales para realizar una extensa oferta de acceso a la tecnología de la información, se refuerza el papel de éstas en la transformación de nuestra sociedad.
Los bibliotecarios no podemos obviar, ni ser indiferentes a los ofensivos contrastes socioeconómicos, la insuficiencia de oportunidades reales para los productores, los manufactureros y los comerciantes del país, ya no digamos oportunidades para competir, sino tan sólo para participar activamente en los mercados internos y externos, ni podemos se ajenos al escaso o nulo acceso de la juventud a una oferta consistente, permanente y variada, de opciones para acceder a la cultura, la salud, la educación y un empleo digno; la acción de los bibliotecarios es indispensable para procurarnos una sociedad más igualitaria y justa, una adonde los individuos adopten concientemente una forma de vida basada en los valores de la democracia, la fraternidad, la sustentabilidad.
No se trata solamente de cubrir los requisitos formales de una democracia representativa -un modelo que cada día parece más insuficiente-, brindando información a los potenciales electores, sino de que los espacios bibliotecarios contribuyan a la búsqueda de una democracia participativa, en la que vida política y la vida privada de los individuos no sean más como compartimentos ajenos o estancos, sino adonde cada ciudadano asuma esa responsabilidad y esa congruencia que debe existir entre la vida privada y la pública en un sistema de vida democrático, como la que señalaba Pericles en su Discurso Fúnebre, pues «[…] no es posible que tomen decisiones equitativas y justas, quienes no exponen a sus hijos a que corran peligro como los demás».
Los 7 y medio millones de ninis -como ya se conoce a los jóvenes que ni estudian, ni trabajan- que hay en el país -como acusa el rector Narro, de la UNAM- son el fruto de las decisiones de sus padres, tomadas en los últimos 30 o 40 años.
De haber actuado en lo político y decidido en lo electoral de un modo distinto, todo ese potencial, hoy, estaría rindiéndole al país un lugar destacado en el ámbito internacional, viviríamos una de las etapas más dinámicas de nuestra historia: veríamos un florecimiento del genio y la cultura, de la ciencia, el arte y la tecnología, etc., pero no es así.
El destino a mediano y largo plazo de este número gigantesco de jóvenes es incierto, a falta de políticas públicas que, como en el caso de Colombia, orienten el esfuerzo social, entre otras medidas en el ámbito socioeconómico, educativo y cultural, a la creación de numeros espacios bibliotecarios, sumamente atractivos y bien equipados, en áreas cercanas a la población pobre, en la periferia de las ciudades -aún en regiones conflictivas- para brindar, en primer lugar, la oportunidad de que cada ciudadano se haga de una educación informal, audodidacta, de una formación basada en sus inquietudes e intereses, entre la lectura de libros y de la información disponible en las redes de datos, el diálogo y el intercambio, con la asesoría de bibliotecarios capacitados y con un alto espíritu de servicio y compromiso social, para avanzar en la construcción de una nueva ciudadanía, más informada y creativa, participativa, responsable y dispuesta a hacer frente al rezago económico y la injusticia social, no por la vía de las drogas, las armas y el delito, sino por la vía del trabajo conjunto, la creatividad y la participación en la vida política.
La realidad del país nos plantea un grave dilema: condenamos a 7 y medio millones de jóvenes a la demencia del mercado de las drogas y las armas, los abandonamos para que los absorban en sus filas los enemigos de México, o abrimos espacios bibliotecarios a lo largo y ancho del país adonde esos millones de jóvenes puedan acudir a aprender cosas nuevas, a nutrir su inteligencia con la cultura universal; o los involucramos en un gran proyecto de reactivación nacional basada en la educación para adultos, el fomento a la lectura y el uso inteligente de las nuevas tecnologías, o simplemente esperamos a que sigan cayendo sin vida, como frutos cosechados a destiempo, derramada su sangre inútilmente sobre los aparentemente interminables campos de la muerte.
(Imagen: Wikimedia Commons. Discurso fúnebre de Pericles).
Alfabetización informacional, científica y ambiental
Aunque a nivel internacional es creciente el interés por la alfabetización en información -o más correctamente: alfabetización informacional (AI), es decir aquella alfabetización relacionada con la capacidad de cada individuo, para definir sus propias necesidades de información, el conocimiento de y la habilidad para utilizar las fuentes de información que permiten resolver dichas necesidades y el uso eficaz, ético y legal de la información así obtenida, para los fines individuales y colectivos que se plantea-; por más que en algunos círculos bibliotecarios y bibliotecológicos, la AI aún es una idea marginal, considerada como un matiz de las actividades académicas de las instituciones educativas, adonde las bibliotecas suelen estar enclavadas, la alfabetización informacional es un asunto pendiente de una profunda reflexión colectiva, reflexión que cobra cada día mayor urgencia e importancia.
Lo mismo se puede decir de las otras alfabetizaciones, que pueden verse como preparaciones indispensables para una ciudadanía plena, efectiva, en una sociedad cada vez más convulsa y compleja, arrastrada de manera incesante hacia diversas contradicciones: entre la tecnología y la naturaleza, el bien individual y el colectivo, el mercado, la mercadotecnia y las variadas formas de realización humana. Hablamos de la alfabetización científica y la ambiental, que suponen o implican también una alfabetización para los medios de comunicación, para los derechos humanos y para la salud, en suma: todas las alfabetizaciones que suponen lo que podría considerarse en el fondo una alfabetización política.
Se piensa que la escuela y las experiencias educativas formales brindan, ya, dicha alfabetización. Sin embargo, observamos que en el lenguaje de los especialistas de la pedagogía, de la biblioteconomía, de las ciencias del ambiente, aún el de las ciencias de la salud, suele pasarse por alto el asunto de la alfabetización en sus disciplinas, tal vez porque se trata de algo -a primera vista- muy fundamental y básico, que se da por supuesto.
Pero es precisamente en la base de la idea de educación, adonde las nociones alfabetizadoras tienen un enorme potencial de transformación y de cambio. El fin de la alfabetización es la autonomía, la responsabilidad y el aprendizaje de por vida: un proyecto de vida conciente, creativo, único y por ello potencialmente alternativo.
Una persona autónoma y responsable debería ser capaz de regular sus procesos de autosostenimiento, autoaprendizaje, dirigir éticamente su labor creativa, su gestión tanto individual como grupal, en el marco del primer círculo de quienes le rodean, y también en el de las comunidades más extensas a las que está integrado.
El problema parece ser que hemos diseñado, alimentado y nutrido un sistema educativo, un sistema de medios masivos de comunicación y entornos laborales que promueven, o al menos parecen facilitar la desintegración y la atomización, aún la disolución, la dispersión de las individualidades.
Zapatero a tus zapatos -parece que es el leit motiv en muchas instancias educativas y aún científicas– y se hacen todos los esfuerzos para mantener intactas las murallas que mantienen estancos los cuerpos de conocimiento de las distintas especialidades, y a salvo los intereses -profesionales, en el mejor de los casos- de los miembros con la voz cantante.
Hacer algo distinto -se predice- lleva ya el signo del fracaso, en primer lugar, porque la eliminación de fronteras no conviene a esos cuerpos de intereses constituidos: la política. En segundo lugar, porque la inercia obliga a verlo todo desde la óptica de la propia disciplina y ¡qué difícil es adoptar un punto de vista diferente, ya no digamos contrario!
Precisamente la riqueza problemática en las «fronteras» disciplinarias, es lo que puede garantizar una serie de descubrimientos e integraciones, que el trabajo de investigación, disperso y atomizado por ahora, no se permite.
Las bibliotecas representan una matriz cultural, cognitiva e intelectual para los pueblos. Viendo la fortaleza -o las debilidades- del sistema bibliotecario en cualquier sociedad dada, podemos hacernos una idea bastante acertada de las inequidades y asimetrías que existen dentro de dicha sociedad.
Muchas injusticias sempiternas en nuestra sociedad tienen como fundamento, principalmente, la ignorancia del pueblo. Las que son producto de la violencia o el monopolio de las distintas fuerzas sociales -la religión, la educación, los medios, los cuerpos armados- tal vez sean más difíciles de desterrar. pero un pueblo medianamente informado debería ser capaz de redescubrir tarde o temprano el espíritu griego de la democracia.
No se trataría, entonces, nada más de una democracia representativa, que termina en el recuento numérico -ahora siempre sospechoso- de papeletas electorales, sino de una democracia participativa, de una verdadera representación y rendición de cuentas, en la que el funcionario público es conceptualizado realmente como un servidor público y en la que el gobierno es una continua autoevaluación del camino recorrido y del destino trazado.
Justo en la era de la información y del conocimiento, cuando la ubicuidad de la información y la movilidad de la conexión y el acceso a las redes de datos, van a propagarse como un polvorín en toda la sociedad -al menos, entre la que cuenta con recursos económicos para poder pagársela- que vemos, en Colombia, una interesante apuesta por las bibliotecas de libros -claro, dotadas con la más moderna tecnología para aprovechar también lo que ofrece la red Internet, que es mucho-: bibliotecas parques, centros culturales en el más amplio sentido de la palabra, enclavadas en aquellos lugares de las urbes colombianas adonde se hizo evidente la disrupción de la convivencia, el desgaste de las relaciones sociales y el agravamiento de todas las crisis la educativa, la económica, la de seguridad… Construyeron bibliotecas, allí adonde la juventud y la niñez, estaban en peligro: como obedeciendo el espíritu del verso de Hölderlin: «Allí donde se vive en peligro, crece lo que salva».
Bibliotecas, computadoras y libros, eso le están dando -sus legisladores- a los colombianos, que conocen y viven desde años atrás su propia versión de una guerra intestina. con un alto costo en vidas humanas.
¿No tendríamos que ver con más detenimiento experiencias como ésta, y aprender de ellas, ahora que en nuestro país andan sueltos los demonios de la inseguridad y la delincuencia? ¿Y si se dotara de inteligencia a las comunidades, construyendo bibliotecas-parque públicas y verdaderas bibliotecas escolares en los municipios y aún en las zonas apartadas, si se interconectaran plenamente, con texto, voz y video en la red, y se recrearan al menos virtualmente todas esas relaciones humanas que se han ido erosionando y deteriorando con la crisis?
¿La confianza así creada, no alentaría por lo menos el comercio, los intercambios de todo tipo entre regiones? ¿Los niños, olvidarían la llegada de los libros y las computadoras a esos espacios bien diseñados, atractivos, en nada semejantes a sus antiguas «bibliotecas públicas» oscuras, abandonadas, tristes, vacías? ¿Cuál sería el beneficio potencial para México si nos aseguraramos de crear las condiciones para formar, ya no digamos 8 millones de ninis bibliófilos, sino al menos 8 millones de ninis lectores?
La biblioteca universitaria al servicio de la comunidad
¿Siente que su hijo sabe mucho de computación? ¿Le hace preguntas sobre Internet que no sabe cómo responder?
Me es muy grato comunicarles a todos nuestros lectores que, como parte de la preocupación permanente de los bibliotecarios por contribuir al bienestar social, al desarrollo cultural y a la distribución social del conocimiento -que es un leit motiv de la educación superior a nivel mundial- la Dirección General de Bibliotecas está emprendiendo una actividad de largo aliento, para brindar cursos gratuitos dirigidos a sectores particularmente sensibles de nuestra sociedad veracruzana y xalapeña, en particular.
Por lo anterior, los días 16, 20, 23, 27 y 30 de julio de los corrientes, se impartirá un curso-taller dirigido a amas de casa (y padres de familia), con la finalidad de que conozcan las generalidades que necesitan saber acerca de las herramientas informáticas, el uso básico del correo electrónico, la búsqueda de información en Internet y algunos recursos de información que consideramos que serán de su interés.
La invitación está abierta, pues, para esos cinco días del mes próximo. El curso-taller se realizará con un horario de las 10 a 12 horas del día. La invitación es extensiva tanto a madres como padres de familia con nociones mínimas elementales de computación.
Nos importa mucho la asistencia de madres de familia. Nos vemos en el Módulo de Servicios Informáticos ubicado en el Primer Nivel de la Unidad de Servicios Bibliotecarios y de Información (USBI) de Xalapa.
Por cuestiones de espacio y equipamiento existe un número límite de asistentes al curso-taller, por lo que rogamos confirmar con anticipación su participación en el curso, o inscribiéndose a otros cursos semejantes en los meses siguientes, llamando al teléfono 8-42-17-00, extensión 12126, con nuestra compañera Nora Olivares. Favor de llamar en un horario de 10 de la mañana a 6 de la tarde.
British Petroleum y el legado del capitalismo energético: lluvia tóxica
¿Es previsible que en los meses y años próximos conozcamos un fenómeno que podría calificarse como lluvia tóxica? Todo mundo ha escuchado hablar del Ciclo Hidrológico. El ciclo hidrológico es el proceso por el cual el agua de los océanos se evapora, traslada, condensa, precipita y escurre sobre las superficies de los continentes, hasta las costas para dar inicio a un nuevo ciclo. El ciclo hidrológico permite explicar fenómenos como la formación de ríos, mantos de agua subterráneos y toda la variedad de fenómenos como la formación de nubes, la lluvia, la nieve y el granizo.
A raíz del accidente de la plataforma perforadora de British Petroleum, en el Golfo de México, la entrada de agentes tóxicos y contaminantes al ciclo hidrológico en su totalidad, es una posibilidad. De hecho, recientemente, científicos rusos alertaron sobre esta secuela del derrame de millones de barriles de petróleo en una extensa zona del Golfo de México, en lo que algunos consideran es la peor catástrofe ecológica de la historia. Peor que el efecto de la explotación petrolera de Texaco en el Amazonas, peor que Chernobyl.
A este respecto, poblaciones de indios de Amazonas acusan y han demandado a Texaco desde hace varios años, por los graves daños ocasionados a la selva y a la vida de sus comunidades como resultado de la explotación petrolera que la empresa llevó a cabo en el Amazonas ecuatoriano.
En la nota referida, se indica que el uso de un dispersante del petróleo -Corexit- puede tener efectos aún más tóxicos que el petroleo mismo.
Siendo Veracruz un estado costero, con una población cercana a los 7 millones de habitantes ¿qué vamos a hacer, cómo vamos a enfrentar, asumir y revertir los efectos perniciosos potenciales en la agricultura, el consumo del agua y la salud de la población en general, si la lluvia tóxica se vuelve un fenómeno recurrente?