Universidad Veracruzana

Kaniwá

Bibliotecas, Información y Conocimiento



Por qué es importante que un político lea

José Manuel Ruiz Regil

“Conceptos, hijo, conceptos.”
Mi padre.

Soy un lector tardío. Lo confieso. Pero he tratado de salvar ese escollo en mi formación porque estoy convencido de los enormes beneficios que reporta la lectura, no sólo como ejercicio de cultivo del criterio y de la imaginación, sino como estímulo neuronal y endócrino.

“La escritura y la lectura son los mayores inventos de la humanidad. Esta afirmación puede sorprender a algunas personas encandiladas por el esplendor y utilidad de determinados productos tecnológicos. Ninguno de estos productos hubiera sido alumbrado sin esos garabatos que representan conceptos. Hablar de lectura y escritura es contar la historia del pensamiento de la humanidad, 6.000 años de palabra escrita. El poder de la lectura es inagotable. Permite introducirnos en el mundo secreto de las personas. Los psicólogos han consumido muchos años en la búsqueda de un método para indagar el mundo interior de las personas. La escritura y la lectura son los vehículos más expeditos, las ventanas más abiertas. Pero la lectura no sólo sirve como artefacto para acceder a la mente, también sirve a otros propósitos. Diderot creía en los poderes terapéuticos de las novelas “picantes”, las damas de la corte japonesa del siglo XI escribían los textos que ellas querían leer; Colette leía en la cama para protegerse del bullicio social; Borges pedía que le leyeran para sentirse vivo; y Stevenson no quería aprender a leer para no privarse del placer que le producían las lecturas de su niñera…”.

“La lectura tiene un poder extraordinario y subversivo. Los grandes cambios de la historia se inspiran en los libros y la mente de los niños cambia de una manera dramática desde el momento que aprenden a leer. Alinson Lurie, una profesora de la Universidad de Cornell (Nueva York), en su libro No se lo cuentes a los mayores, analiza el poder subversivo de ciertas obras clásicas de la literatura infantil, como Alicia en el país de las maravillas, Peter Pan, o Winnie el osito. Las mejores obras son aquellas que perduran a lo largo de la historia y además sirven para todos los niños, más allá de los valores particulares que transmite cada cultura. ¿Por qué perduran estas obras? Porque tienen un trasfondo universal y subversivo: ponen del revés al mundo de los adultos, satirizan sus valores convencionales y se dirigen a la imaginación de los jóvenes lectores en su propio lenguaje…”.

“Casi nadie de los que rigen los destinos del planeta desconoce que la lectura es un motor con muchos caballos de potencia. No es de extrañar que hace muy pocos años, Bill y Hillary Clinton mostraran un interés por el tema, en una década que fue definida como la “década del cerebro”. Algunos psicólogos, neurólogos y educadores se encargaron de convencerles de una relación que casi nadie discute: la lectura mejora el funcionamiento del cerebro; o sea la lectura hace que los cerebros estén mejor amueblados conceptualmente…”.

“El cerebro humano pesa aproximadamente 1400 gramos y posee millones de neuronas. Cada neurona cortical establece unas 20.000 conexiones con otras células nerviosas (Levi, 2000). El cerebro humano, como producto de la evolución, es la estructura más compleja que se conoce. Dentro del cerebro, en una estructura denominada corteza cerebral, se localiza las funciones superiores del habla, el pensamiento y la imaginación. Esta estructura es la más humana del sistema nervioso y la que nos distingue del resto de los mamíferos. Fue el histólogo Santiago Ramón y Cajál, quien describió hace más de 100 años, la organización de la corteza cerebral humana. Hablaba, entonces de lo que él denominó “gimnasia mental”. Consideraba que el ejercicio mental multiplicaba las conexiones nerviosas, lo que implicaba integrar una mayor cantidad de información: “…por tanto, cuantas más conexiones nerviosas tengamos más información seremos capaces de procesar”. (Congreso mundial de lecto-escritura. Valencia 2000.)

Creo que no hace falta resaltar el valor de la lectura en la formación educativa de cualquier individuo. Pero por si así fuera, me permito elegir, de manera muy caprichosa –como suelo hacer las cosas- algunos beneficios de la lectura, recogidos del blog de la Dirección General de Bibliotecas de la Universidad Veracruzana, para tener algunos puntos de referencia y evitar caer en soberbias declaraciones catastróficas que fomentan la idea de que la lectura y el arte son actividades dedicadas al ocio improductivo y al entretenimiento comercial, o que son bienes de consumo que generan status o están de moda, y que no son necesarias a la hora de gobernar (Adela Micha dixit).

Desafortunadamente, nos hemos quedado en la superficie al criticar la poca recordación o el nulo conocimiento en nuestras autoridades de títulos y autores. Pero perdemos de vista de que, en último caso, no es la poca familiaridad con la industria editorial de estos líderes lo que afecta a la sociedad, sino su lejanía con las ideas; su flaco acervo de conceptos; su nula reflexión acerca del Estado, la libertad, la justicia, la política, la equidad, el bien común, el servicio, el desarrollo, la salud, el contrato, la riqueza, y tantos otros temas cotidianos en la agenda de un funcionario público, sobre todo.

El blog Kaniwá propone cien ideas. Yo rescataré veinte puntos, como pretexto para ejercitar la memoria libresca, a partir de mis propias limitaciones. Ofrezco una disculpa a los lectores, por lo parcialmente literario de mis referencias, y dejo el link para los que quieran completar su experiencia en línea.

https://www.uv.mx/blogs/kaniwa//20

1.- (1) La soberbia se alivia leyendo un gran libro.
¿Qué es un gran libro? Aquel que nos ayuda a dimensionar el tiempo y el espacio en su justa medida, y nos ubica dentro de una realidad limitada y concreta, pero que al mismo tiempo nos catapulta hacia una dimensión desconocida donde aparece el lector con ese combustible listo para dar su propia versión de los hechos. Algunos autores que nos han legado obras de ese tamaño son: Dante Alighieri con la Divina Comedia, donde rescata los mitos fundacionales de nuestra cosmogonía y explora, a partir de una estructura metafísica, el mundo individual y social de manera crítica; Fiodor Dostoievsky con Crímen y castigo, donde explora el conflicto entre ética y moral. Honorato de Balzac con La comedia humana, en la que hace un retrato fidedigno de las pasiones y los motivadores esenciales del individuo, así como de sus respuestas más inverosímiles, pero reales. O John Milton con El Paraíso perdido, o Marcel Proust con el detalle exhaustivo del instante de En busca del tiempo perdido.

2.- (2) La tristeza revela su inagotable riqueza a la luz de la lectura de un gran libro.
La tristeza de William Burroghs, el Aullido de Allen Ginsberg y los beatniks ha dado sentido a las generaciones de post-guerra, y nutrido un ánimo melancólico hasta nuestros días, que justifica el deterioro progresivo de los valores como una estética posmoderna. Una temporada en el infierno, de Arthur Rimbaud, provee la más hermosa y aterradora descripción del castigo eterno; Oliver Twist de Charles Dickens, es una de las primeras novelas que reflexiona sobre el mal en la sociedad, y Los cantos de Maldoror de El Conde de Lautremont (Isidore Ducasse), donde se explora concientemente la búsqueda del mal esencial; ese mal de aurora que experimentaba el autor como una posesión ineludible, son lecturas que nos solidarizan con el dolor existencial y desarrollan la capacidad de empatía con el otro, a partir de la asunción del drama individual.
Otros ejemplos son Un hombre, de Oriana Fallacci, donde el registro del dolor se hace puntual y nos siembra la semilla de la indignación para siempre. Reportaje al pie de la horca, de Julius Fucik; Fuegos, de Marguerite Yourcenar, sublime poesía amorosa a partir del más profundo desencanto o los Aforismos de E.M. Ciorán, que le dejan a uno en la lengua ese sabor amargo que no se puede dejar de paladear.

3.- (7) La lectura nos dota de las palabras para expresar nuestros sentimientos, emociones y creencias.
La poesía da lenguaje, nos enseña a nombrar el mundo, a entender que las cosas, las emociones y los espacios suenan, y que nuestro pensamiento es musical. De esto nos han enseñado mucho los románticos, y los modernos, los vanguardistas y los postmodernos . Algunos autores son Apollinaire, Edgar Allan Poe, Rubén Darío, Enrique González Martínez, Pablo Neruda, y más en nuestros días Charles Bukovsky, Jaime Sabines, Octavio Paz, o Alberto Ruy Sánchez.

4.- (8) La lectura nos acerca cada vez más a la auto comprensión.
Hemos confundido la lectura de textos de autoayuda con la búsqueda de instructivos para la vida, con recetas infalibles para la felicidad o fórmulas para alcanzar el éxito. Pero todo esto tiene su gérmen en principios mucho más sencillos y bellos y menos comerciales o laicos. De ello ya hablaban Epicteto, Epicuro, Rabelais o Voltaire, siguiendo la premisa del Griego: “Conócete a ti mismo”.

5.- (9) La lectura es constructora de sociedades y de sueños.
La novela da estructura, el ensayo explora la posibilidad de una idea, el cuento es un fogonazo que le vuela la cabeza a la realidad, transformando entornos y valores; la poesía es revelación espiritual. Estar en contacto con estos géneros permite abordar los problemas desde dimensiones diferentes y con el lenguaje adecuado para cada una.
Thomas Hobbes, considerado el padre de la filosofía política plantea los gérmenes de la sociedad moderna en su Leviatán. Charles Louis de Montesquieu, exalta el espíritu de las leyes, Immanuel Kant, y David Hume plantean las diferencias entre ética y derecho. Aldous Huxley avizoró el determinismo materialista en el que nos encontramos, con Un Mundo feliz; Lewis Carol criticó a la sociedad victoriana con Alicia en el país de las maravillas, Gabriel García Márquez devela el tempo-vida latinoamericano; y Rayuela, de Julio Cortázar nos abre las puertas a la combinación. La realidad no es lineal.

6.- (13) La lectura brinda beneficios económicos: entender las cláusulas de los contratos ahorra dolores de cabeza y juicios.
Julio Cortázar, Jorge Ibarguengoitia, Augusto Monterroso, Juan José Arreola, Diane Ackerman, Elena Garro nos dan cátedra de letras chiquitas. Aprender a leer la realidad entre líneas es un seguro de vida. Y reírse o darle la vuelta a los usos y costumbres de un país Kafkiano por revelación es un gran alivio.

7.- (15) La lectura nos da una voz.
Los líderes de opinión no pueden ser tan soberbios como para creer que aquello que piensan inaugura el conocimiento en la historia. Es necesario reconocer el linaje que los ha traído hasta el presente y honrarlo, a través de la congruencia con las voces que se han alzado antes en pro de una idea o de una causa. De esta manera la voz del presente se engrandece con el corifeo de la historia, se confronta y se enriquece. “Al destino le agradan las variantes, las repeticiones y las simetrías…” –dice el poeta argentino Jorge Luis Borges en La trama, cuento breve donde refleja los actos de la muerte de César, por Bruto y, diecinueve siglos después, del Che, unidas prácticamente, por una misma frase: “¡Tú también, hijo mío!”, “¡Pero, Che!”, consignadas en su momento por Shakespeare, Quevedo y el mismo gaucho.
Así también en Ajedrez, cuando dice: “En el oriente se encendió esta guerra, cuyo anfiteatro es hoy toda la tierra. Como el otro, este juego es infinito”. Y más adelante acaba: “Dios mueve al jugador, y éste la pieza. ¿Qué dios detrás de dios la trama empieza, de polvo y tiempo y sueños y agonías?”

8.- (16) La lectura es lo más cercano a la telepatía y a la mediumnidad.
Se dice de los textos sagrados que han sido escritos por inspiración divina, canalizados o revelados a ciertos individuos cuya disposición espiritual o electromagnética los perfila para recibir mensajes. De tal suerte que leerlos nos transporta a dimensiones celestiales. Las palabras son como naves espaciales que nos llevan a mundos con nuevos significados. A nuestro regreso podremos leer e interpretar la realidad con ojos más luminosos. La Biblia, el Corán, el Zohar, el Libro tibetano de los muertos y otros evangelios son testimonios de estas experiencias.

9.- (23) A veces, cuando leo, descubro lo que pienso.
El poeta mexicano José Emilio Pacheco compartió en alguna ocasión que si quería enterarse cuánto sabía de algo, lo escribía. El proceso de lectura y escritura es un acto de reconocimiento. A veces, a través de la narración, la descripción de un personaje, la atmósfera emocional de una historia, los cambios en las épocas vistos a través de la óptica de un autor determinado, nos revelan aspectos de nuestra propia historia (individual o colectiva) que ni soñábamos podíamos tener. Es por eso que tras la gozada lectura de un buen texto regresamos vivificados, empoderados, enaltecidos en espíritu y razón. Tal es el caso de mi experiencia con los textos de George Bataille, El erotismo; Umberto Eco, Opera aperta; Nietzche, Así hablaba Zaratustra; J.J. Benitez, la saga de El Caballo de Troya; Jorge Ibarguengoitia, Autopsias rápidas, Instrucciones para vivir en México; Carlos Monsiváis, Los rituales del caos, Escenas de pudor y liviandad, o Francisco Martín Moreno por hablar de alguien muy actual. (Arrebatos Carnales). No citaré a Enrique Krauze sólo porque me suene el nombre o porque la publicación electrónica de este texto pueda traerme más lectores, a través de esa etiqueta. (La verdad es que no he podido acabar uno solo de sus textos sin que se me resbale el codo de la mesa). Pero sí mencionaré a un autor irreverente que me ha ayudado a saldar algunos fallos educativos en historia: Paco Ignacio Taibo II.

10.- (25) Los malos gobiernos temen a los buenos lectores.
Nada es más odioso que la crítica fundamentada. Y en un país tan variopinto como México es muy difícil generar beneficios para una comunidad sin afectar los intereses de alguna otra. Pero tomar en cuenta los principios estratégicos que plantea Sung Tzu, en El arte de la guerra, o los preceptos que expresa Maquiavelo en El príncipe; así como comprender el funcionamiento de El Capital expuesto por Carl Marx, o ahondar en las estructuras del poder con la luz que da Max Weber sobre la sociedad, lo mismo que conocer el pensamiento de compatriotas insignes que nos precedieron como Justo Sierra, Vasconcelos o Torres Bodet, quienes impulsaron las políticas culturales como nunca más se ha visto en la historia de México, puede ayudarnos a dar una lectura más completa de la realidad y plantear un futuro más viable.

11.- (36) Leer es una escuela, un templo, un hospital: me educo, me elevo, me repongo.
Entender la realidad, compararla con otras realidades, hacer acopio de herramientas para transformarla o trascenderla, y en el camino descubrir lo que uno es para reponerse e imponerse ante el destino, todo ello acompañado por la fuerza de la palabra. El filósofo Alemán Wittgenstein declara que “El límite de tu lenguaje es el límite de tu mundo”. ¿Hasta dónde llegan tus fronteras? Allá, donde ya no es posible nombrar las cosas con el leguaje común, está la poesía.

12.- (38) Leer cultiva la humildad.
Una de las características principales que subyace en la escritura es la capacidad de asombro de un autor. Para ello es necesario abismarse en la realidad con la inocencia de un niño, con la humildad de un santo, pero con los ojos llenos de sabiduría. Ese es el legado de Michel de Montaigne, quien sin mayor pretensión que la de expresar sus pensamientos sobre diversos temas, creó el género que hoy nos permite comunicar las ideas más extravagantes y dialogar con la historia, a través de los conceptos y las experiencias individuales: el ensayo.
Viajar, andar y ver, contar, volverse camino, decir la distancia, construir destino; conectar con la naturaleza de la roca, vivificar la neblina, abrazar el limo, dejarse modelar por la fuerza milenaria del fango, todas ellas experiencias reales a las que nos han llevado sensibilidades altas como la del poeta alemán Friedrick Hölderlin, el norteamericano Walt Whitman, el brujo Carlos Castaneda, Efraín Bartolomé y su poesía sagrada o el irreverente Osho, con su espiritualismo cínico. Todos ellos, a pesar de las poéticas disímiles y las anacronías, coinciden en la máxima lección de humildad que recoge la historia de las culturas: para vivir es necesario aprender a morir.

13.- (51) Leer evita costosas reparaciones y composturas.
Los mexicanos tenemos fama de ser impulsivos e improvisadores; de ir construyendo sobre la marcha y de echarle mucho “feeling” a las cosas. Pero para eso es necesario tener mucho callo, la experiencia suficiente y la osadía que no sólo venga de la ignorancia, sino del conocimiento profundo de las cosas que se vuelve método, por heterodoxo que sea. Pero mientras esto sucede nos exponemos a muchas fallas, errores, pérdida de tiempo y desperdicio de recursos. Eso es lo que nos ha puesto en desventaja frente a otras culturas que tienden a estudiar los tiempos y movimientos para lograr el máximo rendimiento del esfuerzo y los materiales.
Sentimos que algo nos quitan cuando no nos vamos por la libre, que si el trabajo no lleva nuestro sello personal no es lo mismo. Pero es importante aprender a leer en el sentido de decodificar los signos de la realidad, no sólo las palabras; comprender lo que se tiene enfrente y dar la mejor respuesta. Podemos aprender de la experiencia de otros. Podemos ser humildes y aceptar que no solo a nuestro modo salen las cosas; o que no es sólo nuestra comprensión de las cosas la única vía para el entendimiento y la negociación. Equivocarnos puede llevarnos a cometer errores costos y que incluso pueden afectar a las generaciones futuras. “Leer con el diccionario no basta. No es el significado de las palabras lo que embaraza o propicia nuestras posibilidades de comprensión. Es la sociedad de las palabras lo que tiene sentido y lo que decide el significado de cada una de ellas. Leemos con toda nuestra historia, nuestra experiencia, nuestra información, nuestras lagunas, nuestra manías a cuestas; cargamos de sentido y de significado el texto -eso es comprender-; con los prejuicios, los deseos y el humor del día. Sin comprensión no hay lectura (Revista Algarabía Núm. 62 “Leemos fuera del diccionario” Felipe Garrido P.p. 46).
Heredamos de los griegos el concepto de Tekné (técnica), ampliamente expuesto por Aristóteles en el libro del mismo título.

14.- (91) Leer nos da un sentido de anticipación.
No soy experto en novela de detectives pero algo me dice que el hábito de seguir la pista desarrolla la habilidad de descubrir al asesino. Y no sólo de eso, de anticiparse a las situaciones. Una suerte de ajedrez macro en el que se desarrolla por hábito la necesaria empatía como para adivinarle el pensamiento al contrincante, a la manera de un enroque de Sherlok Holmes y Moriarty, su némesis. ¿No aportaría valor esta habilidad a un líder nacional? Un sinfín de historias, métodos, procedimientos y conclusiones ya sea dentro de la ficción o en la vida real, contribuyen al bagaje de referencias que hacen, en un momento dado, la diferencia a la hora de tomar decisiones y hacer estrategias. A veces la ficción es más real que la vida misma, y tiene mucho que enseñar.

15.- (58) Leer las palabras ayuda a leer los síntomas, los rasgos, el clima, los rostros, las estrellas.
Leer entre líneas, bajo líneas, sobre líneas, alrededor de las líneas; aspirar las atmósferas creadas con familias de palabras; habitar los espacios que diseñan las frases, sentarse en el mullido sillón de la evidencia; reconocer los rostros de la verdad y la mentira y sus reflejos, y reconocerse parte de ellos; compartir la misma naturaleza de los objetos; aceptar que estamos hechos de lo mismo que están hechos los sueños (Shakespeare). Mogador para Ruy-Sánchez, Las ciudades invisibles para Italo Calvino, Itaca para Ulises, Shambala o Avalón para los místicos.

16.- (62) Leer es el máximo placer casto.
Quien ha experimentado el orgasmo intelectual sabrá de lo que hablo. Pocos placeres con ropa son tan disfrutables como el momento en que se resuelve el acertijo; cuando, sin que realmente podamos explicarlo, sabemos que ya entendimos algo, que rompimos el himen de la ignorancia y traspasamos el umbral de la iniciación cognoscitiva. A veces es tan solo un aroma, como cuando nos encontramos frente a un aforismo, una sentencia, un Koan o una gregería. A través de los siglos nos sigue pegando en la cabeza como un badajo de campana el pensamiento sintético de Diógenes, Sócrates, Juvenal, Pascal, Lao Tsé, Bertrand Russel, Walter Benjamin, Macedonio Fernández o Ramón Gómez de la Serna. Y si, como en este último caso, agregamos humor a la revelación, el placer es extático.

17.- (63) Leer a otros es encarnar las palabras.
La ignorancia nos hace suponer –o comportarnos como si supusiéramos- que el mundo se inventó cuando llegamos él. La lectura nos entera de que no es así; de que antes que nosotros hubo muchísimas otras personas afines o adversos, y que es gracias a ellos que nosotros pudimos llegar. Por ello es importante reconocer e insertarse en el árbol genealógico de la vocación, del oficio o del pensamiento que nos nutre. Conectarse a él como a una fuente de luz de donde mana el discurso de los siglos, ese que nuestro propósito ha de continuar. Michael de Montaigne, decía en su infinita humildad: “No cito a otros sino para explicarme mejor a mí mismo”. Es, exactamente, en la confrontación del discurso, en el péndulo de la dialéctica que se encuentra el camino. Pensar es un oficio, y hay que aprender a hacerlo, recomienda el filósofo mexicano Oscar de la Borbolla.
No basta desbocar a la loca de la casa, hay que saberla dirigir. Y aún más, aspirar a lo que expresó George Sand en su metáfora: “El pensamiento es el corcel; la razón es el jinete”.

18.- (73) Un gobierno que no alienta lectores, alienta fracasos.
Un gobierno que no está dispuesto a escuchar la réplica de sus gobernados, se priva de la gran riqueza de saber si va por buen camino o si está fracasando en sus intentos. Su mayor reto es establecer las políticas públicas que permitan que los ciudadanos se desarrollen de la forma más idependiente para hacer crecer al Estado. Un ejercicio de poder en que se mutila a los ciudadanos de las herramientas para discernir y ejecutar con autonomía, es suicida a largo plazo.

19.- (77). Leer debe reducir la pobreza, la marginación, la exclusión y la injusticia.
Podría sonar bastante utópico si se considera el valor económico que la lectura per se genera. Y un absurdo. Pero mucho han mitigado el saber y la fe el rigor de la miseria. Las religiones orientales (de las cuales el cristianismo malentendió el concepto de negación) reducen perceptualmente en el individuo el concepto de pobreza a cambio de una plenitud filosófica que sustenta su presente. Ese sería un uso colateral de la ideología para compensar las carencias de la colectividad, si la intervención del Benemérito de las Américas no hubiera puesto al clero en su lugar y al estado en su momento. Y aunque en la práctica hay un deslinde operativo, la creencia popular todavía lo percibe junto.
Aunque enriquece la experiencia –y de hecho la convierte en otra cosa- no hace falta viajar, carecer, sufrir o vivir en la opulencia para suponer el medio ambiente en que se mueve un indígena de la sierra gorda o un magnate que sube a un jet privado para ir a una junta de consejo. La lectura acerca algunos referentes, pero, sobretodo, genera sensaciones propias. Es más fácil la discriminación cuando se siente al otro ajeno. Beber de su realidad mitiga la marginación. Autoras como Doris Lessing, Tony Morrison, Mario Benedetti o Viktor Frankl serían cabos de hilo que podríamos enhebrar para hacer la madeja de la solidaridad.

20.- (95). Leer es arriesgarse, exponerse, aventurarse.
Inaugurar rutas de pensamiento, criticar, transgredir la costumbre, vencer el miedo al ridículo son algunos de los salvoconductos que algunas lecturas exigen. Quien logra cruzar las fronteras del pensamiento lineal, de la abominable repetición, de la institucionalidad y transita por el carril de la experimentación, el hallazgo involuntario, el sinsentido y la improvisación, es probable que cuente con más herramientas para la vida que, sumadas a las certezas de lo inevitable, harán de su experiencia un viaje lleno de sorpresas y satisfacción. La lectura de textos como El caballero inexistente, de Italo Calvino, Elogio de la locura de Erasmo de Rotterdam, Diario de un genio de Salvador Dalí, Varia invención de Juan José Arreola, Historia de cronopios y de famas, de Julio Cortázar, La historia interminable de Michel Ende, Centuria de Giorgio Manganelli… la lista es tan larga como el directorio telefónico, y la experiencia tan grande como la vida nos permita leer, discutir, pensar y escribir.

Y en esa medida construir un proyecto personal que tenga resonancias comunitarias para influir como líder de opinión en otros grupos donde se pueda derramar el deseo de saber, de ser y de existir como una sociedad que se enorgullece de sus integrantes y no hace del árbol caído, leña para su hogar.
Estoy seguro que a más de alguno se le ocurrirán más títulos y otro tanto de autores. He escrito con lo que tengo a la mano; con la intención, no de lucir mis carencias o apantallarlos con el altar de mis favoritos, sino con la urgencia de no perder la oportunidad de señalar que lo que importa son las ideas, de las que todos los demás somos meros obreros.



Un libro nuevo…

«Un nuevo libro es siempre un motivo de alegría, una verdad que nos sale al paso, un amigo que nos espera, la eternidad que se nos adelanta, una ráfaga divina que viene a posarse en nuestra frente. Tendemos involuntariamente las manos hacia toda obra que nos es desconocida, como involuntariamente tendemos siempre el alma en busca inquieta de la gran verdad. Nos parece que cada libro es una respuesta a nuestras ansias, un paso más adelante hacia el cumplimiento final de nuestros incógnitos destinos. Como que al tender las manos a él vamos a empujar un poco más la puerta que nos separa del misterioso mundo donde se cumplen entre tinieblas las maravillosas revoluciones de lo eterno». – José Martí

Tomado de: Guerra Díaz, Ramón. José Martí, la lectura y la modernidad. Cultura Cuba. Blog en Monografías.com



Bibliotecas, educación y descomposición social: una reflexión

Es cierto que «Cuando México se refleja en el espejo colombiano, ¡se refleja tanto!», como dice la Rayuela de La Jornada del día de hoy. Salvo en una cosa, que es fundamental: que llevamos 20 o 30 años de desventaja, con respecto a ese país en cuanto a la adopción de una estrategia para contrarrestar con información y conocimiento para todos, a las drogas, el secuestro y la delincuencia.
El proyecto colombiano de bibliotecas es una apuesta de ese país por su juventud, su niñez, una apuesta por la fortaleza de valores como la búsqueda de la verdad, la comprensión racional del mundo y la justicia y la belleza. Una solución radical a un problema de desintegración nacional que se enfrenta no con la fuerza de ejércitos y armamento de alta tecnología, sino con información, libros y bibliotecas, para frenar en su raíz el avance de los mercaderes de las drogas.
Colombia ha apostado así a su viabilidad democrática, con una ciudadanía más informada. ¿Qué estamos haciendo, en México, por nuestra parte?
Mientras en nuestro país se busca elevar la calidad de la educación considerando una diversidad de indicadores técnico-pedagógicos -la llamada evaluacionitis- y se aplican engorrosas y costosas pruebas de evaluación del desempeño académico de los estudiantes, en Colombia la apuesta ha sido más simple: dar información y conocimientos a toda la población  en una red vigorosa de bibliotecas públicas dotadas con personal capacitado, suficientes recursos impresos y nuevas tecnologías.
Dice, en consonancia con lo anterior, Manuel Pérez Rocha que incluso la interacción entre docentes y alumnos, durante algunos minutos, puede tener beneficios educativos insospechados y que no pueden medirse, ni ponderarse. Al respecto, refiere una historia personal.
¿No será que hemos equivocado, profundamente, los enfoques y criterios con los que pretendemos medir el desempeño del sistema educativo nacional?
¿Qué relación guardan el creciente número de «ninis», el número alarmante de los ahora llamados eufémísticamente «chiquisicarios» y el abandono en que se encuentra la mayor parte del sistema nacional de bibliotecas públicas, así como el grueso de las mal llamadas «bibliotecas escolares» que, en muchos casos, se limitan a ser un par de estantes desorganizados o semivacíos a los que los estudiantes de primaria, secundaria y bachillerato jamás tienen acceso?
Una educación sin bibliotecas, ni libros, ni nuevas tecnologías es, más que educación, un despojo, pues así se impide el acceso de generaciones de mexicanas y mexicanos a la literatura, el conocimiento científico y humanístico, y en última instancia, se les obstaculiza para siempre el acceso a lo que Tomás Segovia considera que es «la oportunidad de descifrar el mundo».

 

Lecciones de Colombia I

«Tanto los Estados Unidos como el gobierno colombiano deben reconocer que ni una estrategia exclusivamente militar, ni los beneficios potenciales del TLC, lograrán sostener la seguridad en el campo. Sólo a través de la integración entre el crecimiento económico, el fortalecimiento institucional, y el orden público, Colombia será capaz de avanzar y lograr una salida efectiva y estable de su crisis de seguridad.» Ann C. Mason, «El TLC y la seguridad en Colombia«.



Ahora que el Mundial es «oficialmente» educativo

Viene a la mente un texto un tanto antiguo de Eduardo Galeano, que a la sazón dice:

«¿En qué se parece el fútbol a Dios? En la devoción que le tienen muchos creyentes y en la desconfianza que le tienen muchos intelectuales.

«En 1880, en Londres, Rudyard Kipling se burló del fútbol y de «las almas pequeñas que pueden ser saciadas por los embarrados idiotas que lo juegan». Un siglo después, en Buenos Aires, Jorge Luis Borges fue más que sutil: dictó una conferencias sobre el tema de la inmortalidad el mismo día, y a la misma hora, en que la selección argentina estaba disputando su primer partido en el Mundial del ’78.

«El desprecio de muchos intelectuales conservadores se funda en la certeza de que la idolatría de la pelota es la superstición que el pueblo merece. Poseída por el fútbol, la plebe piensa con los pies, que es lo suyo, y en ese goce subalterno se realiza. El instinto animal se impone a la razón humana, la ignorancia aplasta a la Cultura, y así la chusma tiene lo que quiere.

«En cambio, muchos intelectuales de izquierda descalifican al fútbol porque castra a las masas y desvía su energía revolucionaria. Pan y circo, circo sin pan: hipnotizados por la pelota, que ejerce una perversa fascinación, los obreros atrofian su conciencia y se dejan llevar como un rebaño por sus enemigos de clase.

«Cuando el fútbol dejó de ser cosas de ingleses y de ricos, en el Río de la Plata nacieron los primeros clubes populares, organizados en los talleres de los ferrocarriles y en los astilleros de los puertos. En aquel entonces, algunos dirigentes anarquistas y socialistas denunciaron esta maquinación de la burguesía destinada a evitar la huelgas y enmascarar las contradicciones sociales. La difusión del fútbol en el mundo era el resultado de una maniobra imperialista para mantener en la edad infantil a los pueblos oprimidos.

«Sin embargo, el club Argentinos Juniors nació llamándose Mártires de Chicago, en homenaje a los obreros anarquistas ahorcados un primero de mayo, y fue un primero de mayo el día elegido para dar nacimiento al club Chacarita, bautizado en una biblioteca anarquista de Buenos Aires. En aquellos primeros años del siglo, no faltaron intelectuales de izquierda que celebraron al fútbol en lugar de repudiarlo como anestesia de la conciencia. Entre ellos, el marxista italiano Antonio Gramsci, que elogió «este reino de la lealtad humana ejercida al aire libre».

Ahora que la SEP ha solicitado con carácter de urgente, que en el sistema de telesecundarias haya condiciones para que todos los estudiantes puedan ver el partido inaugural del Mundial de Sudáfrica 2010, uno se pregunta ¿y las condiciones necesarias -por ejemplo, la dotación suficiente de libros para las bibliotecas escolares- para que los niños y los jóvenes se formen con calidad, cuándo se asegurarán?



Lévi-Strauss y la función primaria de la escritura

«Uno de los fenómenos invariablemente presentes [con la aparición de la escritura] es la formación de ciudades e imperios: la integración en un sistema político, es decir, de un consideranble número de individuos, y la distribución de esos individuos en una jerarquía de castas y clases… [La escritura] Parece favorecer la explotación y no el esclarecimiento de la humanidad. Esta explotación hizo posible reunir a los trabajadores por millares y fijarles tareas que los agobiaron hasta los límites de su fuerza. Si mi hipótesis es correcta, la función primaria de la escritura, como medio de comunicación, es facilitar la esclavitud de otros seres humanos. El uso de la escritura con fines desinteresados, y con vistas a satifacer el espíritu en el campo de las ciencias y las artes, es un resultado secundario de su invención (y tal vez no sea sino una manera de reforzar, justificar o disimular su función primaria).» Claude Lévi-Strauss (1961).