Durante muchos años se han impartido cursos y se han hecho incontables presentaciones y demostraciones a estudiantes de nuevo ingreso, a estudiantes tesistas o de los últimos semestres de licenciatura, a estudiantes de posgrado, investigadores y académicos, sobre cómo utilizar y aprovechar las fuentes de información en línea con que cuentan las bibliotecas universitarias y que constituyen la oferta de información para sustentar los procesos de enseñanza, investigación y difusión.
A pesar de su costo, que es elevado, estos recursos informativos se aprovechan aún menos que los libros y revistas impresos, que también escasamente se usan.
Las universidades públicas en nuestro país, cuentan con recursos limitados en muchos órdenes, y aunque periódicamente se generan oleadas de interés por el quehacer de las bibliotecas y su función en el ámbito académico, generalmente se desestiman o relegan a un segundo plano, por considerarse que realizan simplemente una función «de apoyo» académico. Tal vez hasta hay quienes, obnubilados por las posibilidades de la tecnología, creen que las bibliotecas están pasando a ser poco menos que onerosas reliquias sin mayor valor o utilidad.
Es tiempo de que esa visión se transforme.
Las bibliotecas universitarias son el principal sustento de la formación profesional de los estudiantes. Como lo expresó en cierto momento el doctor Jesús Lau, si las universidades son panaderías, las bibliotecas son las que tienen la harina.
Esta es una metáfora cruda, pero elocuente. Y sin embargo, más allá de esa función formativa, las universidades han recibido de la sociedad la encomienda y tienen el compromiso de preparar profesionistas comprometidos con la atención de necesidades sociales.
No exclusivamente necesidades de tal o cual mercado, ni sólo las necesidades de alguna moda del consumo, sino las necesidades elementales y universales de todas y cada una de las personas que viven en el territorio nacional. En algunos casos, las soluciones aplicables aquí, generadas por los universitarios, pueden aplicarse a los problemas similares que experimentan otros grupos humanos en otras partes del mundo.
No obstante, ocurren paradojas como la siguiente: la sociedad financia investigaciones con fondos públicos que luego acaban beneficiando a intereses privados o particulares.
Esto debería de dejar de ocurrir en lo inmediato.
Las universidades públicas deben anteponer las necesidades de la mayoría de la población a los intereses de lucro o económicos que puedan tener unos u otros particulares. Las necesidades de la población han sido siempre, y seguirán siendo por mucho tiempo, las mismas, las relativas a los derechos humanos fundamentales que, en nuestro país, están cada día más lejos de resolverse y atenderse: derecho a la alimentación, derecho a la vivienda, derecho a la salud, derecho al trabajo, derecho a la información, derecho a la educación, derecho a la participación democrática, derecho a la seguridad personal y ambiental, derecho a la intimidad y privacidad, derecho a la libertad de creencias, derecho a un trato equitativo por parte de la justicia.
A ese propósito, las bibliotecas representan un bien público de incalculable valor.
Aquí, en las bibliotecas, aunque pueda tardarse, el que busca encuentra.
Si no encuentra de inmediato lo que busca, puede encontrar un puente que lo acerque o lo conduzca al objetivo deseado.
Hay que decirlo aunque lo sabemos con creces, en las bibliotecas existe más información relevante y de calidad publicada que la que, individualmente, podría procesar de manera razonable y útil cualquier ser humano.
Los bibliotecarios estamos llamados a servir de inmediarios entre nuestros usuarios y el conocimiento y la información, para ayudarle y facilitarle tanto como sea posible el acceso a dichos conocimientos e información.
Esta situación se reafirma cuando al buscar información de su interés, en el buscador más empleado por todos -Google- un estudiante obtiene dos millones de documentos como resultado, de los cuales tal vez apenas el 0.1%, es verdaderamente relevante.
Por lo anterior, el bibliotecario en la sociedad de la información, también es un educador y debe ser tomado en cuenta en las deliberaciones de la academia.
En primer lugar, las autoridades universitarias pueden empezar a prestar más atención a lo que ocurre realmente en las bibliotecas: los estudiantes universitarios no pueden conducirse adecuadamente y avanzar con éxito en su vida académica, si consideran al bibliotecario como un enemigo, un adversario o un oponente, o en el mejor de los casos alguien sobradamente indiferente, que cuida un espacio; no puede haber éxito educativo, ni científico ni técnico, en México, si la biblioteca escolar y universitaria, en lugar de ser un punto de encuentro con la información, el saber y los pares intelectuales, es el coto o dominio de una personalidad, por maravillosa que sea, o un sitio abandonado, mal iluminado, mal ventilado, mal dotado y mal equipado.
Las bibliotecas deben ser lugares tan atractivos como los jardines, los museos, las galerías, los restaurantes y las salas de cine, adonde todo invita a disfrutar la vida.
¿Y qué mejor lugar para conocer y apreciar realmente la vida, que la biblioteca, al lado de los grandes, medianos y pequeños autores y sus textos, o en la navegación inteligente por el ciberespacio?
Los planes y programas de estudio podrán ser espléndidos, pero la verdadera formación se va a dar tanto en la biblioteca, como en el laboratorio o taller, o en el campo de prácticas, si los docentes y los estudiantes cuentan con los recursos de información que son necesarios, suficientes y pertinentes para aprender, y si, además, saben emplearlos.
Por supuesto: es indispensable la experiencia y la visión pedagógica del maestro, del profesor, del tutor, pero sin recursos de información actualizados, de calidad y abundantes ¿qué se va a aprender y para qué?
Con el paso del tiempo, quienes trabajamos en bibliotecas llegamos a pensar que, como muchas otras cosas que ocurren en nuestro país, nuestro servicio es parte de un simulacro: sí, las bibliotecas figuran en los informes y en las estadísticas, se toman en cuenta las cifras que generan en todos los sentidos, pero la calidad y el propósito, la visión de mediano y largo plazo siempre o son postergadas o son desconsideradas; pero las bibliotecas no figuran como deberían -como prioridad- en los presupuestos, ni figuran alto en los organigramas, ni tampoco figuran en las actividades más visibles y emblemáticas de que se ufanan los universitarios, las bibliotecas están ahí y punto, una universidad sería inconcebible sin ellas, pero nada más.
Por ello, estamos obligados a reflexionar: si este servicio es una simulación, eso compete directamente a los académicos e investigadores y a los propios estudiantes universitarios, y entre ellos tendría que hablarse francamente si lo que llaman «docencia» e «investigación» -sin libros, sin bibliotecas, sin bases de datos, ni sistemas de información idóneos- no es también, acaso, una simulación.
Y podemos decir ésto porque vemos que no sólo en nuestra universidad, sino en general en la educación superior, las tecnologías de información han traido de la mano un desinterés de los estudiantes universitarios por la calidad de la información; una inmensa mayoría de ellos, se conforma con el equivalente a la «comida rápida» que sirve en Google, y menosprecian los platillos orgánicos o la comida gourmet que se pueden servir de las bases de datos especializadas, la lectura de un excelente libro impreso y la consulta de otras colecciones (audiovisuales, de obras raras y valiosas, de tesis, etcétera).
Para allegarse información calificada y evaluada por pares cognitivos, es decir, especialistas en los temas que ahí se abordan, debemos acudir a las publicaciones especializadas que actualmente se encuentran representadas en bases de datos de acceso abierto, o en bases y sistemas comerciales de información, tomemos el caso de SpringerLink.
Alguien puede acusar que se trata de bases de datos en inglés, pero eso no debería poder usarse como una objeción para no aprovecharlas. Teniendo como vecinos a inmediatos a los Estados Unidos de América, esa no puede ser una excusa.
Alguien puede objetar que se trata de información que está fuera del alcance del estudiante universitario promedio, por el nivel de comprensión, la especialización del vocabulario, etcétera. Pero si queremos que nuestro país supere su situación ancestral de atraso científico y tecnológico ¿qué clase de objeción es esa?
Los universitarios debemos aspirar a dar mejores resultados, no sólo en las estadísticas y los informes, sino en la vida misma, en el trato con nuestros semejantes, especialmente aquellos que enfrentan las peores desventajas: las de la pobreza, el desempleo y la falta de acceso a los bienes culturales.
El espíritu de los universitarios es -debe ser- ese espíritu generoso del que hablaba José Vasconcelos, quien pedía que los bienes de la universidad se derramaran hacia la sociedad. Hablamos de los verdaderos bienes de la Universidad: de la información, el conocimiento, el saber, la ciencia, el arte, la literatura, la cultura.
Hacer eso, aseguraría el buen destino de los bienes intelectuales y culturales de la Universidad. De lo contrario, todos estos bienes acumulados en unas pocas manos, al servicio de unos pocos bolsillos, son bienes que en realidad se están desperdiciando.
DOK Library Concept Center
En Flickr podemos ver la galería de The Shifted Librarian, quien comparte imágenes de la Biblioteca Pública de Delft, en Holanda, «la más moderna biblioteca del mundo». Viendo las imágenes, entendemos por qué.
Bibliotecas 2.0 para Ciudadanos 2.0
Ya está disponible el número 9 de El Referencista
Los invitamos a leer y conservar el número 9 de El Referencista, el Boletín Electrónico de la Dirección General de Bibliotecas. Como en cada número, se presentan en ésta última edición enlaces, textos y reflexiones que invitan al público en general a repensar la educación, las bibliotecas y el desarrollo humano como elementos de una misma realidad indisoluble. No basta con buscar a toda costa el desarrollo económico, éste no debe ser un fin. El fin de toda sociedad debe ser el pleno desarrollo de los individuos. Las necesidades materiales son básicas, si nos atenemos a lo que propone Abraham Maslow, pero la vida adquiere verdadero valor y sentido cuando hay acceso a la educación y a los bienes de la cultura. Cuando se puede convivir armoniosamente en un estado de derecho democrático e igualitario. Tenemos el ejemplo de Finlandia, entre otros.
En esta edición hemos agregado un cuento, que es una contribución de una bibliotecaria connacional. Aparte de circular ya en un blog de la red, amerita ser difundido más ampliamente, leído y considerado tanto por bibliotecarios, como por otros interesados en los temas de la información y las bibliotecas.
Esperamos que disfruten y encuentren útil este número, y que nos envíen sus comentarios, sugerencias y/o aportaciones para los siguientes, al buzón electrónico.
Scirus: búsqueda de información científica (410 millones de objetos).
Scirus es la herramienta de investigación científica «más comprehensiva de la web» -al menos así lo declara en su portal. Con sus más de 410 millones de objetos científicos indizados, permite buscar y localizar no solamente el contenido de publicaciones periódicas y journals, sino también las páginas web de investigadores, courseware, borradores de investigación (pre-prints) en servidores colaborativos, así como en patentes, repositorios institucionales y sitios web.
Apagón analógico, fugas de información, bibliotecas, internet y sustentabilidad
El gobierno federal anunció que en un lapso de cinco años -de 2011 a 2015- las transmisiones de televisión analógica serán totalmente reemplazadas con transmisiones de televisión digital.
Acostumbrado como está, el pueblo de México, a un escaso repertorio de ofertas televisivas -al menos en la televisión abierta-, es previsible que la posibilidad de recibir en los hogares, posiblemente decenas o centenas de señales televisivas a través del cable telefónico o de Internet, le represente un salto cualitativo enorme, y hasta un reto, a la inmensa mayoría de la población nacional.
Aunque la tasa de adopción del nuevo formato digital de televisión sea lenta al inicio por razones económicas y técnicas, en 2015 la oferta de canales y programaciones se habrá diversificado a una tasa aún desconocida.
Lo anterior plantea interrogantes en cuanto al impacto que tendrá esta transición, sobre la formación de la opinión pública en México.
¿Cuál será el papel de los grandes consorcios de comunicación en la conformación de auditorios y opinión pública, frente a una oferta ampliada, plural -y crítica, en el mejor de los casos-? ¿Podrán éstos consorcios volver a imponer puntos de vista de manera masiva en lo concerniente a lo político y electoral? ¿Qué nuevos actores tomarán la delantera en términos de creatividad e influencia, y cómo?
¿Abandonarán los espectadores los «canales» tradicionales, ante una oferta variada de mensajes y propuestas de comunicación?
¿Estarán dispuestos y preparados para elegir mejores contenidos? ¿Cuál será el impacto de este cambio en la cultura popular, en la educación, en los hábitos de la gente?
¿Sabrán los diferentes actores culturales -y, de manera destacada, las universidades públicas y las asociaciones civiles- aprovechar de la mejor manera estos nuevos espacios y auditorios para generar una revolución cultural como la que se esperaría?
¿Qué lugar ocupará el libro, la lectura y las bibliotecas en este nuevo panorama?
¿Será realmente accesible a todos la nueva oferta de entretenimiento y noticias, o seguirá manifestándose la brecha digital, brecha de oportunidades, entre los segmentos de mayores y menores ingresos de la población?
¿Se dará el mismo fenómeno de acaparamiento con las concesiones, pero ahora con la venta de decodificadores, servicios de instalación, etcétera?
¿Será la vigilancia total y permanente, el control social total -de lo que lee, escribe, ve y oye la gente en las nuevas redes de «servicios» digitales- el futuro de nuestras sociedades?
Todas estas preguntas no son triviales, si se considera el papel que ya tiene la red Internet a nivel mundial en el flujo de información alternativa o que, a pesar de que es considerarada por algunos gobiernos como «secreta», se filtra hasta amplios sectores de la población, como ha ocurrido a través del sitio de activistas informacionales y ciberperiodistas, Wikileaks, cuya filosofía se puede resumir -de acuerdo con una expresión de Julian Assange– en «vigilar a los perpetradores», para contribuir a la autodefensa de las sociedades que, en la mayoría de los casos, sufren las consecuencias de las malas decisiones económicas, financieras o en el ámbito de las relaciones exteriores, de sus gobiernos. Mucho puede avanzarse hacia una sociedad más igualitaria y adonde se respeten las normas básicas del derecho gracias a sitios como Wikileaks, si ponderamos lo expresado por Assange, durante una reciente entrevista que dio para las conferencias TED.
Así que, si se cumplen las expectativas del anuncio sobre el apagón analógico, más ciudadanos deberían tener la oportunidad de tener acceso a más información y conocimiento que no ha sido controlado o filtrado previamente por las empresas y los gobiernos.
Esto debería conducirnos tarde o temprano a un resurgimiento de aspiraciones democráticas e igualitarias, y a un debilitamiento del poder de grupos de élite, puesto que la participación en la toma de decisiones es imposible sin información, pero cuando ésta aparece, viene de la mano el interés de la gente por opinar, decidir y participar.
Por lo anterior, y tomando en cuenta el ejemplo de Colombia, es previsible que un cambio en la política bibliotecaria nacional, para abrir, consolidar y mantener nuevos y mejores espacios para las bibliotecas públicas en las zonas urbanas y rurales, más conflictivas del país, podría reorientar el desarrollo de regiones enteras, involucrar a la enorme masa de jóvenes, que no trabajan ni estudian, y de adultos desempleados, en actividades culturales y recreativas que ensanchen sus horizontes de realización personal y colectiva, reduzcan las probabilidades de que sean captados por el crimen organizado para trasegar estupefacientes, delinquir, robar, secuestrar y asesinar, y contribuyan a reactivar el desarrollo económico a través de un impulso al emprendimiento y la inversión productiva.
¿Cuál es el nuevo papel del bibliotecario, ante una sociedad que, a la vez, carece de la información fundamental para participar, y por otro lado vive saturada de mensajes que es incapaz de jerarquizar, filtrar y discriminar, a la velocidad que se generan y los recibe?
Esta es una de las razones más importantes para impulsar acciones de alfabetización informacional en todos los niveles de la enseñanza, y bajo modalidades tanto formales como informales, que cubran a todo el espectro social.
Sin ciudadanos alfabetizados en información será muy difícil, o acaso imposible, hacer avanzar cualquier política pública en todos aquellos ámbitos que impactan de raíz la vida nacional, estatal, regional y local: en educación, salud, productividad, sustentabilidad.
Una población más informada, necesariamente debe ser capaz de tomar mejores decisiones, y de actuar con mayor claridad y creatividad.
Así ocurre con los temas que se relacionan con el desarrollo regional y la sustentabilidad. Si en el proceso de convergencia de Internet y televisión podemos encontrar un punto de equilibrio, que transforme los sentidos de la comunicación, y ésta deje de ser unidireccional -de las empresas a los consumidores, de los gobiernos a los gobernados- y se vuelva bidireccional y multidireccional, las comunidades de consumidores y ciudadanos, podrán intercambiar entre sí experiencias exitosas y fallidas sobre el manejo de los recursos, los desechos y su efecto en el medio ambiente. Los ciudadanos podrán efectivamente calificar la actuación de las autoridades, a través de mecanismos de observación de las actividades de sus representantes, lo cual se vería reforzado si se crearan herramientas legislativas para participación pública, como el referéndum y la revocación de mandato.
Además de las repercusiones en lo social y político, la columna vertebral de intercomunicaciones que es Internet, tiene el potencial de servir para articular la acción de comunidades dispersas, de grandes sectores de la población tanto para el compostaje, como para el reciclamiento de residuos, el ahorro energético y el cuidado del agua. El impacto de dicha columna vertebral en la educación y el desarrollo económico debe explorarse, pero los beneficios parecen estar fuera de duda.
Si no se toman medidas a gran escala en torno a estos problemas, empleando las tecnologías de información y comunicación disponibles a nivel nacional, estaremos desaprovechando el potencial de estas para que México viva un gran proceso necesario de reconstrucción y reorientación nacional.
La información y el conocimiento para una vida democrática está en las bibliotecas
Desde la decáda de los 60, en plena erupción de las luchas por los derechos civiles en los Estados Unidos, algunos bibliotecarios estadounidenses enfatizaban ya el importante papel educativo, concientizador y de cambio social de las bibliotecas -en particular, el de las bibliotecas públicas-.
En nuestro país, tradicionalmente, las bibliotecas públicas han actuado como complemento o reemplazo de las diminutas -cuando existen- bibliotecas escolares y por ello, un segmento importante de la población tiene la idea de que las bibliotecas públicas sirven principalmente para que los estudiantes puedan ir a hacer sus tareas. Pero poco más que eso.
No obstante, las bibliotecas públicas -y las escolares, académicas- constituyen un bien social, un bien público, y por lo tanto un bien de interés público, que tiene por finalidad el garantizar el acceso, de todos los ciudadanos, a todo el conocimiento humano; en última instanca, así debería ser.
En realidad, la pobreza de la inversión pública en el ámbito de las bibliotecas públicas y de otros tipos, en nuestro país es un síntoma, o bien de la desinformación y, por lo tanto, de la insensibilidad de quienes toman las decisiones que afectan a este sector, olvidando o haciendo a un lado la obligación de un Estado verdaderamente democrático, de proveer a los ciudadanos información en cantidad y calidad suficiente, para que éstos a su vez puedan actuar como ciudadanos informados y responsables que mantengan vivos los rasgos de la democracia; o bien, aquello es evidencia del rechazo a que grupos crecientes de ciudadanos, informados y responsables, críticos y concientes gracias al acceso a la información y el conocimiento depositado en las bibliotecas, utilicen esos instrumentos de la razón y el intelecto, de la cultura, de la historia y de la ciencia, para diseñar alternativas, organizar y organizarse en acciones de largo aliento, con objetivos y metas claros, para transformar -de acuerdo a sus necesidades e intereses- las estructuras políticas, culturales y económicas existentes.
A la riqueza muchas veceses desestimada de las colecciones impresas de algunas bibliotecas públicas, académicas y escolares debe sumarse la inmensa oferta de información y conocimientos, muchos de ellos de acceso libre y gratuito, y que están depositados en la red mundial de Internet.
Han emergido en las dos últimas decádas nuevas posibilidades para la lectura y para la interacción con los conocimientos, que se suman a la oferta de servicios tradicionales de las bibliotecas, que complementan y refuerzan dichos servicios con modalidades virtuales o electrónicas.
Por lo anterior, y por que las bibliotecas son espacios ideales para realizar una extensa oferta de acceso a la tecnología de la información, se refuerza el papel de éstas en la transformación de nuestra sociedad.
Los bibliotecarios no podemos obviar, ni ser indiferentes a los ofensivos contrastes socioeconómicos, la insuficiencia de oportunidades reales para los productores, los manufactureros y los comerciantes del país, ya no digamos oportunidades para competir, sino tan sólo para participar activamente en los mercados internos y externos, ni podemos se ajenos al escaso o nulo acceso de la juventud a una oferta consistente, permanente y variada, de opciones para acceder a la cultura, la salud, la educación y un empleo digno; la acción de los bibliotecarios es indispensable para procurarnos una sociedad más igualitaria y justa, una adonde los individuos adopten concientemente una forma de vida basada en los valores de la democracia, la fraternidad, la sustentabilidad.
No se trata solamente de cubrir los requisitos formales de una democracia representativa -un modelo que cada día parece más insuficiente-, brindando información a los potenciales electores, sino de que los espacios bibliotecarios contribuyan a la búsqueda de una democracia participativa, en la que vida política y la vida privada de los individuos no sean más como compartimentos ajenos o estancos, sino adonde cada ciudadano asuma esa responsabilidad y esa congruencia que debe existir entre la vida privada y la pública en un sistema de vida democrático, como la que señalaba Pericles en su Discurso Fúnebre, pues «[…] no es posible que tomen decisiones equitativas y justas, quienes no exponen a sus hijos a que corran peligro como los demás».
Los 7 y medio millones de ninis -como ya se conoce a los jóvenes que ni estudian, ni trabajan- que hay en el país -como acusa el rector Narro, de la UNAM- son el fruto de las decisiones de sus padres, tomadas en los últimos 30 o 40 años.
De haber actuado en lo político y decidido en lo electoral de un modo distinto, todo ese potencial, hoy, estaría rindiéndole al país un lugar destacado en el ámbito internacional, viviríamos una de las etapas más dinámicas de nuestra historia: veríamos un florecimiento del genio y la cultura, de la ciencia, el arte y la tecnología, etc., pero no es así.
El destino a mediano y largo plazo de este número gigantesco de jóvenes es incierto, a falta de políticas públicas que, como en el caso de Colombia, orienten el esfuerzo social, entre otras medidas en el ámbito socioeconómico, educativo y cultural, a la creación de numeros espacios bibliotecarios, sumamente atractivos y bien equipados, en áreas cercanas a la población pobre, en la periferia de las ciudades -aún en regiones conflictivas- para brindar, en primer lugar, la oportunidad de que cada ciudadano se haga de una educación informal, audodidacta, de una formación basada en sus inquietudes e intereses, entre la lectura de libros y de la información disponible en las redes de datos, el diálogo y el intercambio, con la asesoría de bibliotecarios capacitados y con un alto espíritu de servicio y compromiso social, para avanzar en la construcción de una nueva ciudadanía, más informada y creativa, participativa, responsable y dispuesta a hacer frente al rezago económico y la injusticia social, no por la vía de las drogas, las armas y el delito, sino por la vía del trabajo conjunto, la creatividad y la participación en la vida política.
La realidad del país nos plantea un grave dilema: condenamos a 7 y medio millones de jóvenes a la demencia del mercado de las drogas y las armas, los abandonamos para que los absorban en sus filas los enemigos de México, o abrimos espacios bibliotecarios a lo largo y ancho del país adonde esos millones de jóvenes puedan acudir a aprender cosas nuevas, a nutrir su inteligencia con la cultura universal; o los involucramos en un gran proyecto de reactivación nacional basada en la educación para adultos, el fomento a la lectura y el uso inteligente de las nuevas tecnologías, o simplemente esperamos a que sigan cayendo sin vida, como frutos cosechados a destiempo, derramada su sangre inútilmente sobre los aparentemente interminables campos de la muerte.
(Imagen: Wikimedia Commons. Discurso fúnebre de Pericles).
Ya está disponible El Referencista, No. 8
¿Cuántos libros hay, en las bibliotecas universitarias, sobre fútbol? ¿Y sobre pesca?
Según una consulta reciente en nuestro Catálogo por la palabra Fútbol, éste arroja el número: 105. Resulta curioso que, al buscar por la palabra Pesca -un tema relevante para nuestro estado de Veracruz, naturalmente costero-, sólo aparecen 92.
La biblioteca universitaria al servicio de la comunidad
¿Siente que su hijo sabe mucho de computación? ¿Le hace preguntas sobre Internet que no sabe cómo responder?
Me es muy grato comunicarles a todos nuestros lectores que, como parte de la preocupación permanente de los bibliotecarios por contribuir al bienestar social, al desarrollo cultural y a la distribución social del conocimiento -que es un leit motiv de la educación superior a nivel mundial- la Dirección General de Bibliotecas está emprendiendo una actividad de largo aliento, para brindar cursos gratuitos dirigidos a sectores particularmente sensibles de nuestra sociedad veracruzana y xalapeña, en particular.
Por lo anterior, los días 16, 20, 23, 27 y 30 de julio de los corrientes, se impartirá un curso-taller dirigido a amas de casa (y padres de familia), con la finalidad de que conozcan las generalidades que necesitan saber acerca de las herramientas informáticas, el uso básico del correo electrónico, la búsqueda de información en Internet y algunos recursos de información que consideramos que serán de su interés.
La invitación está abierta, pues, para esos cinco días del mes próximo. El curso-taller se realizará con un horario de las 10 a 12 horas del día. La invitación es extensiva tanto a madres como padres de familia con nociones mínimas elementales de computación.
Nos importa mucho la asistencia de madres de familia. Nos vemos en el Módulo de Servicios Informáticos ubicado en el Primer Nivel de la Unidad de Servicios Bibliotecarios y de Información (USBI) de Xalapa.
Por cuestiones de espacio y equipamiento existe un número límite de asistentes al curso-taller, por lo que rogamos confirmar con anticipación su participación en el curso, o inscribiéndose a otros cursos semejantes en los meses siguientes, llamando al teléfono 8-42-17-00, extensión 12126, con nuestra compañera Nora Olivares. Favor de llamar en un horario de 10 de la mañana a 6 de la tarde.