Mientras cientos de sitios espejo intentan eludir la censura en Internet de los documentos del Cablegate, el periodista James Ball de Wikileaks pide a los EE.UU. recordar sus principios sobre la libertad de Internet.
Si Wikileaks llegara a desaparecer definitivamente de la Internet hoy, mañana los cables de las embajadas continuarían apareciendo.
La eliminación de Wikileaks ha demostrado que no será sencilla: aunque el sitio principal ha tenido que trasladar sus servidores después de que Amazon le retiró el alojamiento, y cambiar su dirección de Internet después de EveryDNS cancelará la cuenta de Wikileaks, aún está activo y funcionando.
Incluso el miércoles, el día en que el sitio fue más obstruido , Cablegate recibió 54 millones de hits, de al menos 3,6 millones de individuos únicos. Duplicados de los Cables de Wikileaks están ahora cargados en cientos de servidores diferentes, de todo el mundo. Incluso el cierre de la cuenta de PayPal de Wikileaks ha sido hasta ahora poco más que una molestia menor.
Pero incluso aunque todas éstas pudieran desaparecer mañana, gracias a un respaldo tradicional: los viejos medios. El New York Times, The Guardian, Der Spiegel, Le Monde y El País estarían circulando el material de Wikileaks.
Todos compartieron el mismo criterio editorial de Wikileaks tras haber vistola información : ellos la juzgaron de interés público y decidieron darla a conocer. En este instante, estos sitios publican los mismos cables que Wikileaks. Ellos han contribuido a las redacciones.
El sitio web de The Guardian, en el momento de escribir estas líneas, en realidad contiene más material sobre EE.UU. que el propio Wikileaks. Ninguno se han enfrentado a la reacción política o técnica que enfrentó el sitio principal de Wikileaks, sin embargo, todos tendrían que ser desconectados o apagados, para enterrar la historia de los cables de la Embajada.
Sin embargo, a pesar de la ineficacia de los esfuerzos de censura del Gobierno de EE.UU., el senador Joe Lieberman y otros están empeñados en impedir su circulación.
En cierto sentido, los intentos por Lieberman y el gobierno francés para impedir el suministro de servidores de alojamiento web a Wikileaks son la cuestión menos problemática – en la era de la prensa escrita, impresores y distribuidores fueron atacados regularmente con demandas cuando los gobiernos o algunos individuos particulares trataron de evitar que las historias circularan.
Enfocarse en los proveedores de alojamiento web es simplemente la versión moderna de un viejo truco, uno que no parece funcionar en la era web. Por otro lado, aún publicaciones polémicas pero que carecen de la audiencia Wikileaks así como su resiliencia, observan con ansiedad los acontecimientos actuales.
Lo que resulta novedoso -y preocupante – son los intentos de los gobiernos para evitar que millones de sus ciudadanos lean este material. Los 19 millones de empleados del gobierno federal estadounidense han sido instruidos de no leer el material de los cables – o de cualquier publicación que los contenga. Las agencias han añadido a casi todos los medio de comunicación convencional, filtros web, y lbloqueos, un movimiento que recuerda a la Gran Muralla de Fuego China.
Los estudiantes de la Universidad de Columbia han sido aconsejados no hacer comentarios sobre los cables si pretenden aspirar a un trabajo en el gobierno. Y una compañía de visualización de datos de los EE.UU., Tableau, incluso ha rechazado trabajos basados en las historias de Wikileaks, sin recibir una sola solicitud específica para hacerlo.
Los esfuerzos del gobierno de EE.UU. para poner fin a esta historia muestran tanto una preocupante falta de compromiso con los principios básicos de Internet, de transparencia y neutralidad, así como una carencia fundamental de comprensión de su infraestructura.
Los últimos acontecimientos no deben inquietar sólo a los periodistas o a los activistas – de acuerdo con sus declaraciones públicas recientes, ha demostrado ser un motivo de preocupación para un par de estadounidenses prominentes, también.
La primera voz estridente, hablando en una reunión de ayuntamiento en China, dijo:
«A medida que la información fluye con más libertad, más fuerte se vuelve la sociedad, porque entonces los ciudadanos de países de todo el mundo pueden exigir cuentas a sus propios gobiernos. Pueden empezar a pensar por sí mismos.”
El mismo, concluyó:
«Puedo decirles que en los Estados Unidos, el hecho de que tenemos un Internet libre -o acceso a Internet sin restricciones- es una fuente de fortaleza, y creo que debe ser alentado»,
Un segundo orador, en enero de este año dijo:
«La censura no debe de ninguna manera ser aceptada por ninguna empresa de ningún lugar. Y en Estados Unidos, las empresas estadounidenses deben hacer de ésto un principio de partida… Dbe ser parte de nuestra marca nacional. Estoy segura de que los consumidores en todo el mundo premiarán a las empresas que siguen estos principios.»
¿Las identidades de estos dos agitadores radicales? Nada menos que el presidente Barack Obama, y la secretaria de Estado, Hillary Clinton.
No podría estar más de acuerdo con ellos.
James Ball es un periodista de investigación, trabaja actualmente con Wikileaks.
Traducido de: www.indexoncensorship.org