Una revisión general de portales de información gubernamental, desde el mismo portal del Instituto Federal de Acceso a la Información hasta los de gobiernos estatales y municipales, revelan una lista interminable de problemas y de detalles que tienen que ver, en última instancia, con la gestión de la información y el conocimiento.
Cuando no se ignoran criterios básicos de usabilidad y accesibilidad, la información no es accesible de manera expedita, simplemente las soluciones implementadas resultan engorrosas, poco claras y eficientes y ello frusta las intenciones del usuario para explotar a fondo los recursos a su disposición. El problema se extiende a portales del gobierno, instituciones educativas públicas y privadas, empresas, organismos civiles, etcétera.
Hay que decir que algunas empresas se esfuerzan más por gestionar adecuadamente la información que ofrecen, y es posible encontrar algunos paradigmas de sencillez y claridad que deberían servir de inspiración para asegurar un acceso fluido, expedito y eficaz a la información requerida. Y no hablo de la interfaz de Google, con todo y que ésta es sobradamente minimalista.
Así como no hay, hoy en día, un registro detallado de los 40 mil muertos que han resultado de la guerra del gobierno de Felipe Calderón, entre los que se cuentan muchos inocentes, tampoco se cuenta con registros detallados de las desapariciones y secuestros que todos los días tienen lugar en el país.
Recientemente, una especialista de archivos alertaba acerca de los riesgos de centralizar el control de archivos de todo tipo, en la instancia del Archivo General de la Nación, una medida que de inicio parece violatoria del pacto federal, que está consagrado en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.
Más allá de ser un dolor de cabeza nacional que nos tiene postrados, amnésicos y con las manos atadas, el desorden en nuestra información pública, la incapacidad de rastraer con certeza el origen de decisiones y medidas, de seguir el curso de recursos públicos de todo tipo, que se hacen perdedizos en una selva selvaggia de papeles y documentos, nos impide constituirnos en una nación moderna.
Sin información y conocimientos no puede haber democracia, pues el pueblo no puede tomar decisiones sabias sin información, ni conocimientos.
Las nuevas tecnologías de información agregan una capa de incertidumbre, complejidad y desorden al caos documental existente en el país. Este lastre acumulado de desorganización documental ocasiona retrasos, incontables molestias, desorden administrativo, retrasos en pagos a trabajadores y proveedores, y abusos por parte de autoridades de diverso tipo.
La falta de una cultura de la información en general, y de una cultura documental, archivística y digital en particular, es una de las condiciones de nuestro atraso como sociedad, por mucho que se diga que la macroeconomía es boyante.
No lograremos salir de la condición de país subdesarrollado si nuestros sistemas de soporte de decisiones se basan en información alterada, incompleta, desordenada, cuando no francamente inexistente.
La Sección Amarilla, como un servicio asociado a la prestación de servicios de telefonía, ha hecho su parte para interconectar el vasto tejido social de fabricantes, prestadores de servicios y comerciantes; Google y otros servicios de Internet, especialmente los de comercio electrónico como Mercado Libre, también han encontrado un nicho de imperiosas necesidades sociales sin atender.
Pero la barrera económica (el costo del anuncio en la Sección Amarilla) y de habilidades (aunque es relativamente fácil de emplear el buscador de Google, no da mayor provecho hasta que se conoce un poco más a fondo) que estas iniciativas privadas imponen al acceso a la información, deberían ser atendidas por el Estado para allanar dicho acceso, procurando la inclusión de todos los ciudadanos y no sólo de los que tienen la capacidad de anunciarse en las páginas amarillas de su ciudad, o de utilizar con éxito el buscador mencionado.
Lo que hay que hacer aún en el campo de la gestión de información y conocimiento, en todos los ámbitos de la vida social de nuestro país, parece interminable. Mientras prevalezca la desinformación o el desinterés por enfrentar este problema, vamos a padecer de la baja productividad, la deficiente calidad, la mala prestación de servicios y la inmemorial insatisfacción de los ciudadanos, de siempre.
Tan sólo en el campo de las bibliotecas públicas, escolares y universitarias, estamos lejos aún de contar con un único y verdadero Catálogo Nacional que de cuenta de qué libros, revistas y tesis existen y adónde se localizan, dentro del acervo bibliográfico que debería beneficiar a todos los mexicanos.