¿Cómo puede desarrollarse en México el hábito de la lectura si los maestros no leen? En vez de lamentarse ante esta situación desoladora, Gabriel Zaid propone una serie de medidas prácticas para propiciar que los docentes lean y enseñen a leer.
Por Gabriel Zaid
El vicio de leer se adquiere por admiración. Admira ver a una persona absorta en el trance de leer: desconectada de la realidad. Y los padres, maestros y otras personas que hablan de sus lecturas con animación despiertan la curiosidad, la emulación, el deseo de viajar silenciosamente por ese mundo aventurado y distinto, el deseo de pertenecer. Así se llega a la imitación, al experimento de leer y a encontrarle el gusto, aunque al principio no guste (como sucede en las primeras experiencias de fumar). Es un gusto adquirido, que se va refinando por exploraciones propias y la conversación con otros lectores. Es una tradición de lector a lector.
Cuando esta tradición se debilita, ¿cómo reanimarla? No partiendo de cero, que es ilusorio, sino reforzando lo que existe. En particular, concentrándose en los vectores del virus (sobre todo los maestros, por su efecto multiplicador) y en los focos de infección (sobre todo la escuela), como hacen los epidemiólogos; aunque, naturalmente, con el propósito contrario: facilitar el contagio.