Iñaki Ezkerra
‘Los pastores de la noche’ es la novela con la que Lumen inaugura la publicación de toda la obra del autor brasileño y un canto a los placeres sencillos
A pacentábamos la noche como si fuese un rebaño de muchachas, y la conducíamos a los puertos de la aurora con nuestros cayados de aguardiente, nuestros toscos bastones de carcajadas». Estas son las primeras palabras de una novela que es el mejor canto a la vida que puede proponerse un escritor. Jorge Amado no es un autor que se adentre en ambiciosos y profundos pensamientos metafísicos; no urde grandes razones filosóficas para convencer al lector de que la existencia es algo que merece la pena. Se limita a narrar, a contar la felicidad del vino y del placer sexual, de la noche que se promete eterna y que, ciertamente, se convierte en un simulacro de eternidad en el escenario de Salvador Bahía, donde se desarrollan todas las historias que nos cuenta. De este modo, su apuesta vital es puro hedonismo griego. Como para el dios Dionisios, que los romanos rebautizaron con el nombre de Baco, el disfrute del vino, para Jorge Amado y para ‘Los pastores de la noche’, está unido íntimamente a la risa.