Universidad Veracruzana

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Literatura, lectura, lectores, escritores famosos



Tomas Tranströmer ganó el premio Nobel de Literatura del 2011

Según la academia, distinguió con el premio al poeta sueco «porque, a través de sus imágenes condensadas, translúcidas, aporta un acceso nuevo a la realidad»

El poeta sueco Tomas Tranströmer ganó el premio Nobel de Literatura del 2011 debido a sus obras surrealistas sobre la mente humana, que le han valido elogios como uno de los más importantes escritores escandinavos desde la Segunda Guerra Mundial.

Según la Academia Sueca, el autor de 80 años de edad se merece el galardón «porque, a través de sus imágenes condensadas, translúcidas, aporta un acceso nuevo a la realidad».

En 1990, Tranströmer sufrió un derrame cerebral que lo dejó semiparalizado y le privó del habla, aunque continuó escribiendo y publicando una colección de poemas – «El gran enigma» – en el 2004. «Caminar es un salto en paracaídas de los sueños. Libre de la sofocante turbulencia en la que se hunde el viajero hacia la zona verde de la mañana», escribió en ese poema.

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7 poemas de Tomas Tranströmer

Tomas Tranströmer es una de las grandes placas tectónicas de la poesía mundial. Un gran poeta del amor, un poeta erótico con velocidad y elegancia. También es participe del amor espiritual, una poesía del momento como una oración secular.
No es raro que Tranströmer tenga influencias místicas. La esencia de la poesía sueca, la mejor poesía sueca, es la poesía mística.
Esa visión no ha trascendido a todo al mundo, por el dominio que tuvo la poesía descreída e irónica, la poesía concretista y coloquial y política de los años 60 y 70 en Suecia -como en todo el mundo.
Pero, al final, ha resurgido triunfante la mejor poesía sueca, una poesía compacta como un diamante.
Tomas Tranströmer se alza como incomparable.

7 poemas de Tomas Tranströmer

APUNTES DE FUEGO
Durante los meses tristes, centelleó mi vida sólo cuando hice el amor contigo.
Como la luciérnaga se enciende y se apaga, se enciende y se apaga- a medias puede uno seguir su camino
en la noche oscura del olivar.
Durante los meses tristes, estaba el alma desesperada y sin vida
pero el cuerpo caminó directo hacia ti.
El cielo de la noche rugió.
Sigilosamente ordeñábamos cosmos y sobrevivimos.
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Lo jerónimo en Sor Juana

Por Gabriel Zaid

San Jerónimo creía que las mujeres tienen que hacer cosas más importantes que casarse. Promovió que se dedicaran al estudio, la contemplación y la oración, con tanto éxito que fue acusado de subversivo de la buena sociedad y líder de aristócratas rebeldonas. Su ejemplo era un apoyo frente a la pequeñez moral que no ve en la cultura más que vanidad y perdición. Era posible tener cultura y fe. Era posible ser mujer y letrada. Era legítimo tener una gran biblioteca y dedicarle mucho tiempo. San Jerónimo no quería ser sacerdote, y, cuando lo presionaron, aceptó, a condición de que no lo distrajeran de sus libros, con misas y esas cosas.

En el convento de las jerónimas, Sor Juana se encontró a sí misma. Tenía lo que Virginia Woolf llamó después Un cuarto propio (de hecho, un dúplex). En el “sosegado silencio de mis libros” vivió veintisiete años como una de las cristianas doctas apoyadas por San Jerónimo; contenta de que “debía por el estado eclesiástico profesar letras, y más siendo hija de un San Jerónimo y de una Santa Paula, que era degenerar de tan doctos padres, ser idiota hija” (Respuesta a Sor Filotea).

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La literatura y los que la leen

Por Fernando Aramburo

El autor cocina, el lector degusta. De autores con talento y de lectores avezados se hace la literatura

Un texto redactado con voluntad literaria constituye un acto de comunicación con aditivos. Uno expresa algo de cierta manera que aspira a ser tenida en cuenta como tal manera. El escritor que favorezca lo primero, lo que tradicionalmente ha venido llamándose el contenido, adoptará un tipo de escritura escueto, sobrio, de baja densidad ornamental. El que, por el contrario, resalte las propiedades estéticas preferirá las estructuras complejas y los modos expresivos alejados de la lengua estándar.

Entre ambos extremos se alarga una variada gradación de estilos, todos matizables, ninguno ilegítimo. Cualquier novedad que se incorpore a los usos literarios orienta el texto en la dirección de la sencillez o de la dificultad. La sencillez no tiene por qué dar forzosamente frutos populares. La dificultad nunca es popular.

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