Universidad Veracruzana

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Tertulia literaria de la abominable inteligencia artificial de un boticario.

1.Negrete Video 

 Por  Maria Lilia Calatayud Duhalt

Me da gusto hablar de un personaje de cuyo nombre sí quiero acordarme y recordará el mundo entero, ya que se lo asignaron a un premio internacional. José Negrete Martínez, Jonemar –como nombra a uno de los personajes de la novela de la que se va a platicar hoy es el premio al mejor artículo de investigación presentado en los congresos bianuales de IBERAMIA,  Sociedad Iberoamericana de Inteligencia Artificial.  El Dr. José Negrete es una de las personas más importantes de la Inteligencia Artificial en el planeta, como lo demuestra su trayectoria, sus trabajos en la frontera sobre robótica evolutiva y la existencia de este premio; es a quien a partir de que vio el ostiolo de una hoja a través de un microscopio en la primaria, le surge una imaginación y creatividad ilimitada, aunque la palabra “crear” le parezca “muy gorda, muy cargada de magnificencia”.[1] Es maestro –formador de personas “aptas para la robótica, de lo que hace tanta falta”,[2] dice–,  es investigador, ensayista, novelista y poeta. La abominable inteligencia artificial de un boticario está inspirada en una obra de su autoría: Un paciente difícil, publicada en los setenta, y en otra inédita, suya también, a la que denominó Ginecoide; inspiración con la que ingresó al taller literario de Marco Tulio Aguilera, y del que salió con el original de libro bajo su brazo hace apenas un par de años.

La anécdota de la novela, cuyos personajes emergen de la maestría en Inteligencia Artificial donde Negrete es maestro fundador y activo, aborda el tema de la robótica, sus aplicaciones, métodos de enseñanza, documentos fuente, investigación de operaciones, etc. –incluso su relación con la música, en especial la de Bach y su Ofrenda Musical–, salpicada de datos biográficos del autor y su interesante currículum trasnacional; todo lo anterior en un entramado de intrigas e historias amorosas, con el infaltable factor sorpresa en el desenlace. El lector quedará sorprendido de un emocionante final inesperado.

A propósito de su actividad en la enseñanza, en el número 2 del volumen XIII de la revista La Ciencia y el Hombre, (2000), en entrevista concedida a una servidora, Negrete habla sobre muchas cosas; entre otras argumenta la necesidad imperante de que los estudiantes de inteligencia artificial poseen “agarraderas intelectuales”. Dice: “la incultura nos condena a una mediocridad intelectual y a una productividad de nivel técnico o del más bajo”.  Dice también que siempre se está a tiempo para obtener esas “agarraderas intelectuales”, por ejemplo, el gusto por la estética. A sus estudiantes les plantea que si quieren hacer robots que vean el mundo como uno, habrá que hacerlos como uno. En un ejercicio para la comprensión de lo antes dicho alude a “Las señoritas de Avignon” de Picasso, una de las obras que inicia el cubismo; y describe: “las señoritas están dibujadas en diversas posiciones, pero hay una, la figura sedente o sentada, que tiene al mismo tiempo las caras y posiciones de todas ellas; ésta es una manera en que Picasso muestra cómo es que vemos el mundo”. Es decir, la inventiva impuesta al momento de mirar; se puede inventar viendo el mismo objeto desde otro ángulo. Al tiempo que se ve directamente, se ve desde otra perspectiva para descubrir un aspecto que no tiene que ver con la figura misma. Miramos pero inventamos, e interpretamos, percibimos.

Así enseña a sus estudiantes para el diseño de los robots del futuro cómo deben ver el mundo e inventarlo. Además, a través de este ejercicio, es una forma para empezar a interesarlos en el arte. Luego, a la pregunta de que si el cerebro no es una computadora, ¿qué es?: dice: “Si se quieren hacer robots inteligentes, recurramos a máquinas cerebroides”. (Tiene que ver con Picasso). Tal máquina tiene que estar inventando un presente, tiene que completar patrones esencialmente.

Ante la posibilidad de lograr la emoción en el diseño de los robots, habla también de que ésta nos permite decidir cosas que nuestra racionalidad tan limitada como la que tenemos, no nos permite.

Por otra parte, al indispensable abordaje de su inicio en la investigación científica un tanto autodidacta, comenta “Yo hubiese querido tenerme a mí mismo como un maestro que me dijera: ya no, ahí párale, vete por allá, etcétera…Vivo en el romanticismo más asqueroso, feliz de tener todas las dificultades, casi como Hemingway. Yo me siento a veces como ese gran personaje, allá en Cuba, creando grandes novelas en medio de grandes problemas, de incomprensiones, de luchas, de muchas cosas”.

Y agrega en otra parte de la entrevista: “El investigador requiere más de veinticuatro horas diarias de trabajo. Si uno llega a su casa y duerme tranquilamente, está jodido. Tiene que tener el sueño invadido de ideas nuevas y si no lo tiene no está bien. El requisito es tener la vida llena, llena, llena de cosas que hacer, que explorar, que aprender, de decir: ¡chin! cómo me gustaría saber o experimentar tal o cual cosa, de estar lleno de proyecto de ideas y no dormir bien; es importantísimo no dormir bien para dejar al cerebro funcionando siempre”.

“Mi vida ha sido un ritornello, un rondó caprichoso que me vuelca sobre mí mismo y que para mi fortuna hace mis días extraordinariamente cortos, los quisiera de más horas y tengo al mismo tiempo esta sensación horrible de que se está acabando la vida cuando hay tantas cosas por hacer”.

Sin duda alguna, la novela de Negrete: La abominable inteligencia artificial de un boticario, formará parte incondicional de “la Mínima”, la bibliografía instituida por él mismo en la maestría de Inteligencia Artificial –según el libro– como el aprendizaje básico para el principiante en el tema.


[1] José Negrete en entrevista. La Ciencia y el Hombre, volumen XIII, número 2, Universidad Veracruzana, 2000.

[2] Ídem.