Por José David Cano
Lo diré con cuidado, y sobre todo con respeto —le comenté de pronto a Carlos Prieto, mientras hablábamos sobre la Medalla Bellas Artes que mañana le será otorgada—: verá, suele decirse que los homenajes y galardones empiezan a llegar cuando ya lo están retirando a uno de circulación… Entonces el chelista mexicano, uno de los más reconocidos en el mundo, rió.
Luego, con la sonrisa todavía en su rostro, dijo:
—Qué va. Esos dichos a mí no me preocupan, en lo absoluto; porque no pienso para nada en el retiro… Por el contrario, mi agenda está llena de compromisos hasta terminar este año.
Tomó entonces su agenda electrónica, y con una destreza sin igual, don Carlos Prieto desglosó el largo trajinar que tiene por delante: tras recibir la Medalla Bellas Artes (la ceremonia será mañana, a partir de las 19 horas, en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes), sale a una breve gira por algunos países latinos. Lo hace también en su calidad de escritor. (El maestro lleva publicados al menos siete libros, lo que le ha valido además su ingreso a la Academia Mexicana de la Lengua este año.)
—Primero voy a Colombia, donde daré unos seis conciertos y una conferencia en la Academia Colombiana de la Lengua. De ahí parto a Ecuador, donde tendré varios conciertos; además, presentaré uno de mis libros… Por si hiera poco, la Academia Ecuatoriana de la Lengua me liará miembro honorario de esa institución, así que daré un discurso de ingreso y, al igual que hice aquí en México (cuando ingresé a la Academia), daré un concierto. Y así está casi el resto del año…
—O sea que de retiro ni hablar… —No, para nada. Antes de que termine el año también estaré en Baja California, luego iré a Phoenix, Arizona; ahí presentaré una nueva edición de un libro mío. En noviembre me esperan en el Instituto Tecnológico de Massachusetts, el MU, porque desde hace muchos años soy miembro de un comité asesor de música y teatro. El cargo quizá se deba a que en mi juventud cursé dos carreras allí; hasta donde sé, soy el único graduado de la institución que se ha dedicado a la música…
—¿En su juventud se veía lograr todo esto? Es decir, ¿se veta o se vislumbraba llegar a este momento de su vida?
—Depende de a qué edad. Empecé a estudiar el violonchelo a los cuatro años, porque había una tradición familiar de tocar cuarteto de cuerdas. Cuando nao, faltaba el chelista en la familia. Por esa razón empecé a estudiar el violoncello. Por casualidad; o llámale vocación, siempre me gustó mucho ese instrumento. Así que a los 14 años de edad estaba dando mis primeros conciertos en la Sala Manuel iL Ponce…
—… Perdón., ¿nunca dudó de su vocación?
—Fue en ese momento de mi vida. Calando tenía esa edad, no estaba seguro si seguía o no la vocación musical, porque en el colegio siempre me había ido bastante bien en materias como matemáticas y física. Por esa razón ingresé al Tecnológico de Massachusetts. Desde luego no abandoné la música, porque entré como primer chelo en la orquesta del instituto… Claro, el problema vino después: cuando 110 se tiene el promedio, lo echan sin misericordia de la institución. Así que mi prioridad era el estudio, ya que además estaba estudiando dos carreras a la vez: ingeniería y economía. La música no era mi primera prioridad. Luego me gradué, regresé a México a trabajar como ingeniero, y me iba bien. Pero a medida que iban pasando los años, iba creciendo en mí un sentimiento de cierta amargura por no haberme dedicado a la música… Después, va casado y con tres hijos, con gran ayuda de mi esposa, decidí abandonar todo para dedicarme completamente a la música.
—Habrán sido momentos difíciles. —Por supuesto. Esa transición me tomó cierto tiempo, porque no podía yo soltar las actividades que tenía así nada mas.
Articulo completo en: El financiero 4/09/2012