«Hablo mal el rumano, pero por mi tesitura interna soy rumana»
Juan José Flores Nava
Muchos apostaban a que este año sería para un estadounidense o un hispanohablante. Pero no. Los cálculos han fallado otra vez. La Academia Sueca decidió otorgar el Premio Nobel de Literatura a la rumano-germana Herta Müller.
Con ello, por tercera ocasión en una década las letras alemanas son reconocidas por el comité Nobel: en 2004 lo fueron por la austriaca Elfriede Jelinek y en 1999 por Günter Grass
Herta Müller es una novelista, poeta y ensayista nacida el 17 de agosto de 1953 en Nitzkydorf, una localidad de la región de Banat, en Rumania, en la que desde hace dos siglos habita un importante grupo de personas de origen alemán. El Premio Nobel de Literatura, según la Academia Sueca, es entregado a esta mujer como reconocimiento a una obra que «con la concentración de la poesía y la franqueza de la prosa, describe el paisaje de los desposeídos».
La escritora, que vive en Berlín desde 1987, es hija de granjeros suabos, una minoría alemana en Rumania a la que también pertenecía el gran poeta Paul Celan. El padre de la autora, ha dicho ella misma, era un hombre callado, que con silencio respondía a las preguntas que le hacía sobre su labor para la SS alemana durante la Segunda Guerra Mundial. Fue su muerte repentina, en 1979, lo que llevó a Herta Müller a la escritura.
La madre de Herta Müller, por su lado, debió pasar cinco años en un campo de trabajo en la actual Ucrania, tras el fin de la guerra. Esta fue la razón por la que mucho más tarde hablaría del obligado exilio de los alemanes de Rumania en la Unión Soviética en su obra Atemschaukel (2009), donde cuenta la historia de un chico de 17 años que después de la Segunda Guerra Mundial es llevado por los rusos para ayudar en un campo de trabajo a la reconstrucción de la Unión Soviética. Atemschaukel es el intento de Herta Müller por desentrañar un momento que muchos rumanos de origen alemán se han negado por años ha recordar: su estancia forzada en campos de trabajo soviéticos, por medio de los cuales los rusos creían estar haciendo pagar sus culpas a quienes consideraban cómplices de Hitler, sin tomar en cuenta que algunos de ellos fueron también víctimas del nazismo.
Herta Müller estudió literatura alemana y rumana simultáneamente entre 1973 y 1976 en la Universidad de Timisoara. Durante este tiempo tuvo contacto con Aktionsgruppe Banat, un círculo de jóvenes escritores de habla alemana que se oponía a la dictadura de Nicolae Ceaucescu y buscaba libertad de expresión. Después de terminar sus estudios trabajó como traductora en una fábrica de maquinaria entre 1977 y 1979, de donde la despidieron cuando se negó a cooperar con la policía secreta y a actuar como informante. Después del despido fue objeto de acoso por parte de la Securitate.
Ya en su primer libro: Niederungen (1982) -traducido al español y publicado por Ciruela con el nombre de En tierras bajas-, describe, a través de la mirada de un niño, la terrible vida de los alemanes de Banat y su deseo obstinado de considerarse germanos. Con este mismo estilo, que le valió varios reconocimientos en lo que fuera la República Federal de Alemania, Müller escribiría y publicaría en 1999 Der fremde Blick oder Das Leben ist ein Furz in der Laterne (traducido al español y también publicado por Ciruela como El hombre es un gran faisán en el mundo), una obra cuyo título hace referencia a la doble cultura en la que creció la autora, pues mientras en Alemania el faisán representa el orgullo, la presunción, en Rumania este animal no es considerado más que un ave incapaz de volar que debe ocultarse en la maleza para perderse.
En una entrevista hecha por el cubano Carlos A. Aguilera, traducida del alemán por Jorge A. Pomar y publicada en junio de 2008 en la revista Crítica, que edita la Universidad Autónoma de Puebla, Müller decía:
-El idioma rumano posee muchos niveles inexistentes en las lenguas germánicas. No todo en él se vuelve enseguida vulgar. Puede ser frívolo pero no vulgar, lo cual es absolutamente imposible en mi lengua materna [el alemán]. Cuando traduzco algo del rumano al alemán todo se vuelve ordinario, obsceno. No se corresponde en absoluto con lo traducido, simplemente porque ese plano lingüístico no existe en alemán. Y eso es lo que me fascina del idioma rumano. Igual que sus contradicciones. El título del libro El hombre es un gran faisán en el mundo es un giro rumano. En rumano es muy frecuente decir: «He vuelto a ser un faisán», que significa: «He vuelto a fracasar; no lo he logrado»; o sea, en rumano el faisán es un perdedor, mientras en alemán es un arrogante fanfarrón. Como se sabe, el faisán es un ave incapaz de volar, vive en el suelo. Cuando empiezas a cazar y todavía no sabes hacerlo bien, cazas faisanes. La presa más fácil, puesto que el faisán no puede escapar. Los rumanos han incorporado ese rasgo a su metáfora. ¿Y cuál han tomado los alemanes para la suya? Las plumas, lo cual es muy superficial. La vida del animal no interesa a la metáfora alemana; a los rumanos les interesa la existencia del ave, y eso me fascina. El faisán rumano ha estado siempre más cerca de mí que el faisán alemán. Lo mismo me pasa con otras cosas. A menudo me da la sensación de ser, atendiendo a mi estructura, realmente una rumana. Hablo muy mal el rumano pero, estructuralmente, por mi tesitura interna y por lo que realmente me convence, también en poesía y sensualidad, soy rumana.
Luego de que Peter Englund, secretario permanente de la Academia Sueca, le comunicara que había sido la ganadora del Premio Nobel de Literatura 2009, Herta Müller se declaró sorprendida: «Todavía no me lo puedo creer -dijo-. De momento no pue- do expresar nada más.» No obstante, advirtió que recuperaría el habla a más tardar el 10 de diciembre, cuando le sean entregados en Estocolmo el galardón y su cheque de diez millones de coronas suecas (por ahí de un millón 435 mil dólares). En declaraciones a la televisión sueca, Müller remató: «No me lo creo, no me lo puedo creer, no lo merezco. Estoy desbordada.»
Tomado de: El financiero, 09/10/09