Universidad Veracruzana

Blog de Lectores y Lecturas

Literatura, lectura, lectores, escritores famosos



Tertulia literaria de la abominable inteligencia artificial de un boticario.

1.Negrete Video 

 Por  Maria Lilia Calatayud Duhalt

Me da gusto hablar de un personaje de cuyo nombre sí quiero acordarme y recordará el mundo entero, ya que se lo asignaron a un premio internacional. José Negrete Martínez, Jonemar –como nombra a uno de los personajes de la novela de la que se va a platicar hoy es el premio al mejor artículo de investigación presentado en los congresos bianuales de IBERAMIA,  Sociedad Iberoamericana de Inteligencia Artificial.  El Dr. José Negrete es una de las personas más importantes de la Inteligencia Artificial en el planeta, como lo demuestra su trayectoria, sus trabajos en la frontera sobre robótica evolutiva y la existencia de este premio; es a quien a partir de que vio el ostiolo de una hoja a través de un microscopio en la primaria, le surge una imaginación y creatividad ilimitada, aunque la palabra “crear” le parezca “muy gorda, muy cargada de magnificencia”.[1] Es maestro –formador de personas “aptas para la robótica, de lo que hace tanta falta”,[2] dice–,  es investigador, ensayista, novelista y poeta. La abominable inteligencia artificial de un boticario está inspirada en una obra de su autoría: Un paciente difícil, publicada en los setenta, y en otra inédita, suya también, a la que denominó Ginecoide; inspiración con la que ingresó al taller literario de Marco Tulio Aguilera, y del que salió con el original de libro bajo su brazo hace apenas un par de años.

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Adelanto: ‘El fondo de la noche’

Fragmento de la nueva novela del poeta Javier Sicilia, ‘El fondo de la noche’.


Ciudad de México  (22 marzo 2012).- El bosque de Borice olía a pino. Aunque los pulmones de Kolbe estaban seriamente dañados, su olfato capturó una brizna de frescura y por un momento el horror desapareció para hacer brotar el paraíso del suelo insalubre de Oswiecim. La presencia de aquel universo hecho de verdes, azules, amarillos envueltos por el viento de la mañana y el trino de los pájaros acentuaban más el absurdo en el que los nazis querían encerrar el mundo de los hombres: Dios hacía salir su sol sobre buenos y malos y tal vez, desde donde estaba, debía mirarlo como los hombres miraban un montón de hormigas devorando un grillo sobre el maravilloso equilibrio de un inmenso y hermoso campo. Vivir en ese paraíso –pensó Kolbe mientras el aroma y el rumor del viento que llegaban por pequeñas oleadas a su olfato y a su oído lo hacían olvidar el furor que el encuentro con Krott le había despertado– era muy simple. Pero los hombres habían preferido destrozar el equilibrio en nombre de todo tipo de abstracciones y velarlo. Quienes creyeran que estaba perdido, se equivocaban: se encontraba allí, delante de sus ojos, envolviéndolo todo. Bastaba con que quisieran mirarlo para que inmediatamente apareciera en toda su belleza. El pecado era simplemente el orgullo que, en nombre de la interpretación, velaba los ojos y rompía el misterio de la relación.

Krott dio varias órdenes y Kolbe, apartado bruscamente de su intimidad, se dio cuenta de que el cuerpo le dolía y de que en un claro del bosque, hacia donde los SS los empujaban, había algunos cobertizos bajo los cuales había hatos de estacas, leña, hachas y carretillas. El trabajo al que los llevaban consistía en cortar árboles y llevarlos del bosque al cobertizo y del cobertizo a una cerca que se encontraba a doscientos metros del lugar. Lo absurdo de todo aquello no era sólo que se realizaba en el centro del paraíso, sino que, a pesar del gran número de carretillas, los prisioneros estaban constreñidos a llevar los troncos sobre sus espaldas.

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Mi pasión empieza con un llavero del Barça

Juan Cruz

Juan Villoro evoca su afición por el fútbol y por el Barça, que arrancó en su infancia con un regalo de su padre

Juan Villoro es alto como un jugador de baloncesto y desde que era un crío lleva un llavero del Barça que entonces era casi tan grande como él. Se lo regaló su padre, el filósofo mexicano Luis Villoro, barcelonés de nacimiento. Ese llavero se parece a su afición al Fútbol Club Barcelona: no se ha perdido jamás.

Creció para ser barcelonista. Tiene más mérito esa pertenencia azulgrana porque se ha desarrollado en México, donde nació en 1957 y donde ha vivido siempre, con extensos intermedios en Barcelona y en ciudades alemanas.

Como si narrara, al estilo de su vecino Gabriel García Márquez, el instante en que el abuelo llevó a su personaje más ilustre a ver el hielo, Villoro cuenta cómo su padre lo ungió barcelonista: “El primer regalo que recibí de mi padre fue un llavero del FC Barcelona. Él tuvo que dejar su ciudad a los nueve años. Muchos años después me inculcó en México sus nostalgias por el equipo blaugrana, del que entonces solo nos enterábamos por los recortes impresos en tinta color sepia que nos enviaban los parientes. Ese llavero me produjo una adicción no solo al fútbol, sino también a frotar las llaves para tratar de concentrarme al escribir. Hace poco se me cayó de las manos. Mi hija de 11 años lo tomó y dijo: ‘¡He heredado el negocio de la familia!”.

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La gran tortura

Por Vincent Gallo

Mientras los mortales rasguñamos millas de vuelo y esperamos las vacaciones todo el año, el actor y director gringo confiesa su amarga relación con la vida de viajero.

Mi familia no viajaba mucho. Los viajes más largos de mi infancia fueron antes de que empezara a estudiar. Mi mamá trabajaba todos los días en su salón de belleza al frente de nuestra casa. Mi papá, que no quería trabajar, se mantenía pegado a mí y me arrastraba en carro los siete días de la semana a ver carreras de caballos en Búfalo. Mucho viaje. Y hombre, eso sí que era diversión. Tenía que aguantar hambre todo el día y, por fin, tal vez recibir un perro caliente y una taza de agua tibia, mientras veía a mi papá perder la plata arduamente ganada por mi mamá.

Una vez me fui solo en bicicleta (lejos, lo más lejos que pude), atravesé cinco barrios hasta una parte de Búfalo que se llama Fruit Belt. Los nombres de las calles tenían nombres de frutas, ¿sabían? Como, por ejemplo, calle Banano. Digamos solo que en este barrio había más que un puñado de negros. En realidad, creo que el único blancuzco ese día era yo. De pronto, tres negros de diecisiete años me asaltaron, me golpearon y me robaron la única moneda que tenía en el bolsillo. Yo tenía seis años. Cuando llegué a casa, mi papá me pegó y me dijo que era un mariconcito, que por qué no los había llevado a la casa para que se robaran el resto. Ése fue mi primer viaje. Creo que se puede decir que llevo el viaje en la sangre.

De niño, solo había visto aviones por televisión. Venía de gente que solo había viajado en barcos. No conocí a nadie que hubiera viajado en avión hasta que tuve dieciséis y viví en Nueva York. Para ir allá tuve que pedir aventones. Un marica que me recogió me lo quería mamar; lo obligué a que parara. Nadie me recogió en las siguientes siete horas. Hacía frío ese día.

Mi primer viaje en avión fue a Europa. Me fui a través de uno de esos servicios de mensajería en los que uno viaja gratis si lleva un paquete. Tenía diecisiete. Fue realmente fácil. Lo único que tuve que hacer fue dormir en el aeropuerto cuatro o cinco días y esperar a que algún paquete necesitara ser transportado a Europa. Una vez allá, lo único que tenía que hacer era conseguir comida gratis, dónde dormir y rebuscarme la forma de regresar. ¿Por qué quiere viajar la gente pobre en avión? ¿Por qué la gente quiere viajar? Es toda una tortura. Una gran y horrible tortura. ¿Por qué alguien quiere viajar si no es porque le están dando millones por hacerlo? Realmente no lo entiendo. La gente huele mal y los aviones también huelen mal y están llenos de enfermedades. En el aeropuerto son mezquinos, todo es caro y sucio, qué fastidio. Todo un fastidio y toda una tortura. ¿Quién putas quiere volar en clase económica? Es horrible. Las vacaciones deberían ser en la cama comiendo papitas con salsa y viendo televisión, mientras un robot te masajea y te lo mama: ésas sí son vacaciones. Eso sí es viajar. Viajar al extranjero no tiene sentido, es estúpido, sobre todo a Francia, mi primer destino. ¿Cuánto queso, tabaco, cafeína, vino y azúcar le mete un asqueroso francés al cuerpo en un día? Ni siquiera el asqueroso aire de París podría reducir la fetidez de esos pendejos franceses fermentados.

Tomado de: http://elmalpensante.com



El amor después del amor

Por Derek Walcott

Llegará el día
en que, exultante,
te vas a saludar a ti mismo al llegar
a tu propia puerta, en tu propio espejo,
y cada uno sonreirá a la bienvenida del otro,
y dirá, siéntate aquí. Come.
Otra vez amarás al extraño que fuiste para ti.
Dale vino. Dale pan. Devuélvele el corazón
a tu corazón, a ese extraño que te ha amado
toda tu vida, a quien ignoraste
por otro, y que te conoce de memoria.
Baja las cartas de amor de los estantes,
las fotos, las notas desesperadas,
arranca tu propia imagen del espejo.
Siéntate. Haz con tu vida un festín.

Tomado de: http://www.elmalpensante.com



Tu palabra

Por Eduardo Monte verde

Enrollada en un ovillo

de casa deshabitada

huele a paso digital

por una cadencia sin palabras.

Nos miramos tanto

al pasar por la reja colegial

de tu uniforme.

Repetimos palma con palma

el gerundio atigrado de los versos

y recorrí el declive de tu frente

hasta tocar el horror entumido en la hiedra

cuando me despedí de ti

frente a tu casa.

 

Tomado de: Poemas para un poeta que dejó la poesia. Antología de Eusebio Rubalcaba. Ed. El Financiero.



Literatura en medio de la crisis

Por Aurora  Intxausti

Historias que contar. Historias que escribir. Amores, desamores, zombies, ciencia-ficción, drogas, mafiosos que hacen desaparecer cuerpos. La oferta de temas que ofrecen un grupo de nuevos escritores españoles y extranjeros es variada y, en algunos casos, pegada a la realidad.

Son los mundos que empezarán a conformar el catálogo de Conspicua, la nueva colección del sello editorial Suma de Letras. Una apuesta del editor Pablo Álvarez que creen en la literatura y los lectores en medio de la crisis: «Salimos en un momento duro, económicamente difícil, pero no por eso hay que dejar de crear, ni dejar de hacer libros. Me llegaban manuscritos que no estaban englobados en ningún género concreto, con temas más contemporáneos, con narrativas alternativas y de mundos más cercanos que creía que tenían un hueco en el mercado editorial».

Conspicua llega a las librerías con Submarino, de Joe Dunthorne; Todo lo que deberías saber antes de amarme, de Gerard Guix, y Taksim, de Juan Sardá. Todas las obras saldrán publicadas en papel y en edición digital. El precio en este último formato será de 5 euros.

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Suspiros

Por Criseria  Escudero Ortiz

Sin perder la esperanza, lloro,

aun con la fe en alto, me ensombrezco,

convencida de de que el girar del mundo tiene un sentido

no lo cuestiono, no lo discuto

mas no siempre lo concibo.

Pido por una paz que no se alcanza,

pido por una paz que no se ha existido,

imploro no obstante y, sin dudarlo,

me vence la fuerza de soñar, mis pulmones se niegan a reusar

este aire que respiro.

La fuerza que los amos me estampan

desaparece por momentos, se evapora,

más resurge ante los que me rodean

por aun los que no están, nos acompañan por siempre,

nos impulsan a lidiar.

Tomado de: Poemas para un poeta que dejó la poesia. Antología de Eusebio Rubalcaba. Ed. El Financiero.



Natura me dio los padres…

Por Carlos Alberto Sánchez Velasco

El día de ayer se realizó en la USBI de Xalapa, la presentación del libro de Walter Isaacson, “Steve Jobs”‘ en el marco de programa de Lectores y Lecturas de la Universidad Veracruzana.

Además de dar a conocer algunas obras literarias y de divulgación recientes, el propósito de estas pláticas con y para los lectores es intercambiar impresiones sobre dichas obras, alentar a otros a conocerlas, a leerlas y formarse su propio punto de vista sobre los temas que abordan.

Tuve la oportunidad de concurrir con el maestro Felipe Garrido como moderador, con el doctor Porfirio Carrillo y con el maestro Guillermo de León, para hablar de lo que, a todas luces, ha sido uno de los personajes sin los cuales serían inexplicables algunas de las experiencias más significativas de nuestras vidas.

En corto, el doctor Porfirio nos confesó que habría querido mostrar cómo la vida de este hijo adoptivo californiano -Steven Paul Jobs- tiene visos de tragedia griega, así sea por el hecho de haber iniciado no una, sino varias revoluciones en cuanto a la forma en que los seres humanos interactuamos con la tecnología informática -a pesar, o tal vez gracias a que no contaba con ningún título universitario-, y haber alcanzando, por ello, la fama y riqueza mundiales y por morir antes de cumplir los 60 años. Y es que el hecho de que Jobs no hubiera escrito en su vida una línea de código, no demerita para nada el hecho de que tuvo la visión para detectar a tiempo las oportunidades que su época le ofrecía, la tenacidad y la voluntad férrea hasta el grado de la obsesión y el exabrupto para motivarse a si mismo y para motivar a otros, para hacer realidad sus proyectos.

Con conocimiento de lugares y acontecimientos, el doctor Carrillo ilustró a los asistentes con una serie de imágenes que hablaron por si mismas del ambiente, el clima cultural, las obsesiones y la pasión personal que definieron la vida de Steve, a quien se le compara sin exagerar con Tomás Alva Edison y con el propio Gutenberg.

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Steve Jobs, la biografia

Steve Jobs

Mi pasión siempre ha sido la de construir una compañía duradera en la que la gente se sienta motivada para crear grades productos. Todo lo demás era secundario. Obviamente, era fantástico obtener beneficios, porque eso es lo que te permite crear grandes productos. Pero la motivación eran los propios productos, no los beneficios… es  una diferencia sutil, pero acaba por afectar a todos los campos: la gente a la que contratas, quien recibe ascensos, qué se discute en las reuniones.
Algunas personas proponen: “Dales a los clientes lo que quieren”. Pero esa no es mi postura. Nuestro trabajo consiste  en averiguar que es lo qué van a querer antes de que lo sepan. Creo que fue Henry Ford quien dijo una vez “Si les hubiera preguntado a mis clientes qué querían, me habrían contestado: “Un caballo más rápido””. La gente no sabe lo que quiere hasta que se los enseñas.  Por eso nunca me he basado  en las investigaciones de mercado. Nuestra tarea estriba en leer las páginas que todavía no se han escrito…
No creo que haya sido desorientado con los demás, pero si algo es un asco, se lo digo a la gente en su cara. Mi trabajo cosiste en ser sincero. Sé de lo que estoy hablando, y normalmente acabo teniendo la razón. Es la cultura que he tratado de crear.  Somos brutalmente honestos los unos contra los otros, y cualquiera pueden decirme que creen que no les cuento más que chorrada,  y yo puedo decirles lo mismo. Hemos tenido algunas discusiones en las que nos hemos arrojado al cuello del otro, en que todos nos chillamos, y han sido algunos de los mejores momentos que me a pasado. Me siento completamente a gusto al decir: “Ron, esa tienda tiene un aspecto de mierda” ante el resto de los presentes. O podría decir: “dios mío, la hemos podido bien en estos circuitos” frente a la persona responsable. Ese es el precio que hay que pagar por entrar al juego: tienen que ser capaz de ser sincero al cien por cien. Tal vez haya una alternativa mejor,  como un club inglés de caballos en que todos llevemos corbata y hablemos una especie de lenguaje privado con aterciopeladas palabras en clave, pero yo no conozco esa alternativa, porque provengo de una familia californiana de clase media.

Texto tomado de: Steve Jobs, Walter Isaacson, Debate, pag. 703-705.