Por Silvina Espinosa de los Monteros
«Si la vida no sirve para armar un gran poema, no sirve para nada».
En la primavera de 1995 Ricardo Garibay abrió las puertas de su casa en Cuernavaca para platicar sobre el que entonces era su más reciente libro publicado: Paraderos literarios, un delicioso mosaico de reflexiones literarias, que dio pie a una extensa conversación en la que el escritor habló sobre la vida y la muerte, temas íntimamente signados por su apasionada relación con los libros.
Sitiado por una enorme biblioteca y con varias decenas de bolígrafos dispuestos verticalmente como una inesperada formación de soldaditos de plomo sobre su mesa de trabajo, Ricardo Garibay articulaba su elocuente discurso al tiempo que hacía frente a molestas interrupciones domésticas como el timbre del teléfono o los ladridos de una jauría de canes fugitivos, sobre los cuales hizo de pronto un llamado enérgico: «¡Echen esos perros para adentro o mátenlos, cualquiera de las dos cosas!» Leer más…