María Aldara Fernández Palomo
Profesora en la Maestría en Educación Intercultural
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Las soledades de Babel
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Uno de los propósitos socializadores de la educación colonial fue la ilusión de convertir al “otro” en alguien mejor. El salvaje se convirtió pues en el “buen salvaje”. De modo que aquello que no fue influido por la burguesía de occidente, no pasó de ser barbarie. Esa “otredad” vista como diferencia peyorativa en la ausencia de los rasgos europeos, dejó a la luz la idea de estar en falta para alcanzar un estadio evolutivo superior.
Los gobiernos post revolucionarios se propusieron asimilar al indígena y con José Vasconcelos al frente de la Secretaria de Educación Pública se dio continuidad al darwinismo social iniciado en el periodo colonial a través del proyecto modernizador. La idea fundamental era castellanizar al indígena y convencerle del valor de una identidad nacional homogénea.
En oposición, la antropología funcionalista nace del abandono a la noción de escala del progreso humano y encuentra a su principal exponente en el británico Bronislaw Malinowski (1884-1942), quien sentó las bases del relativismo cultural. El relativismo como método, considera que cada cultura satisface las necesidades básicas de un grupo a partir de una configuración sólo entendible desde sus propios parámetros, valores y sentidos en la interpretación cultural.
Mediante estas teorías el “otro” cultural deja de ser comprendido como lo diferente y comienza a interpretarse como lo diverso. Ya no se trata de ser evolucionados, ni culturalmente atrasados; la “otredad” era simplemente aquello diverso, ajeno a nuestra cultura y que debe ser pensado desde sus propios parámetros.
Bajo este paradigma, Manuel Gamio quien fue el primer antropólogo titulado en México, se confronta con los líderes del movimiento revolucionario quienes no reconocen la presencia indígena entre el campesinado. Este hecho le incita y compromete para estudiar en la Universidad de Columbia, la “otredad” de las sociedades originarias de México, con lo cual se pregunta cómo afrontar la complejidad del tejido social. Así, Gamio se constituyó en uno de los más grandes indigenistas en América Latina.