Juan Pablo Zebadúa Carbonell
Responsable de la Orientación en Comunicación
Docente, UVI Totonacapan
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A NOMBRE DE TODOS LOS PROFESORES DE LA UVI, SEDE ESPINAL:
(Palabras pronunciadas en la Graduación de la Primera Generación de la UVI Espinal, el 27 de julio de 2009)
Hoy es un día histórico. Lo es porque representa la primera vez, en la historia del Totonacapan, que egresan profesionales universitarios de una institución de educación superior de carácter pública. Hoy es historia porque se abre la posibilidad, también por vez primera en la vida de estas tierras, de que sean los propios hijos/as quienes tiendan los puentes para que el anhelado desarrollo de los pueblos de la región llegue por fin; que sean los propios totonacos quienes cuiden a su sol, su luna, a los grandes paisajes que adornan la tierra de sus antepasados; que sean ellos/as los que, en diálogo constante con su propia gente, puedan seguir siendo lo que ellos quieren ser, dejando atrás los dramáticos caminos de la intolerancia, el racismo, el abandono y la pobreza.
Hoy es un día histórico y los brillos del día son más radiantes.
Por ello, queremos agradecer a la comunidad de Espinal que con su lucha, su tenacidad, su enorme confianza en la apuesta a que una Institución de Educación Superior se quedara en la comunidad, ha hecho posible este día. Para todo el pueblo de Espinal, en especial a aquellas personas que expresaron su disposición a pelear por la UVI, nuestro agradecimiento de corazón, de palabra y de espíritu. Con toda la fuerza que tenemos: muchas gracias.
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II. Los sujetos de la historia
Desde mucho tiempo atrás, decir “pueblo campesino”, “pueblo rural” o “pueblo indígena” era hacer mención a lo peor de nuestra herencia. Siempre estos sectores de la sociedad estuvieron bajo el yugo del olvido y del insulto; del señalamiento y de la defenestración; de una condición que ha sido de las más repudiadas en cualquier espacio de la nación mexicana.
No debemos olvidar que decir “naco” -término que significa lo que no debe ser uno en la sociedad-, es una abreviación de «totonaco«. Es decir, toda una etnia significa todo lo malo de un país; un etnia, con todo y su gente, hombres, mujeres, niños, jóvenes, abuelos, todos nuestros muertos, no son más que “cosas” que no sirven a las “buenas conciencias” del país.
Por eso, de una vez por todas, esa noche muy obscura de la historia de México debe terminar. Y hoy, en este día, donde los brillos del sol son más radiantes, decimos: “ya basta”, a toda esa cadena de infortunios y marginación a la que estuvieron, por siglos, todas las etnias del país y, por supuesto, la totonaca.
Ser indígena en México no ha sido cosa fácil. Antes del drama de la Conquista, los/as indígenas hicieron de lo que hoy se llama territorio nacional, una tierra que aportó mucho a la cultura universal. Fueron, durante milenios, los hijos del maíz, los interlocutores de las lluvias, los descifradores de los vientos, los hermanos íntimos del trueno y del jaguar. Todo esto se truncó, se intentó desaparecer, cuando los europeos españoles llegaron a América. Fue el comienzo de la entrada a la negrura de la boca del lobo. El comienzo de la desesperanza y de la muerte. El comienzo de uno de los más sangrientos episodios de la humanidad.
Con la Conquista, los/as indígenas se convirtieron en poco menos que “objetos”, en “artefactos” que se podían hacer lo que se quisiera con ellos. Una bestia de carga podía valer más que una persona. La esclavitud hacia las etnias de América se convirtió en una forma de vida, en una condición social, donde la vileza y lo más ruin de los hombres europeos aparecía en su forma más bestial.
En la etapa de la Independencia, los varones indígenas fueron sacados con lujo de fuerza de sus comunidades para pelear en una guerra que no les incumbía, sino a las castas políticas nacionales, en donde los llamados “indios” no tenían que ver con la construcción de la nación mexicana. Seguían siendo lastres, no aparecían en ningún tratado político ni Constitución alguna. Y mientras monárquicos y liberales libraban batalla para tratar de hacer del incipiente México un país con todas las de la ley, las etnias mexicanas seguían en el olvido y el atraso. Pobres entre los pobres, nunca fueron considerados en ningún proyecto de Nación.
En la Revolución Mexicana los/as indígenas fueron llamados a combatir a la dictadura, si, pero como “carne de cañón”, como una parte de aquella proclama revolucionaria para cambiar un estado de cosas por demás injusto para la mayoría de los mexicanos, incluidos los/as indígenas, pero que al fin de cuentas éstos fueron usados y utilizados por los intereses políticos que vieron en ellos una masa manipulable y prescindible. Resultado: casi 3 millones de campesinos muertos, y una revolución que prontamente se olvidó de los que pusieron la sangre en los campos de batalla.
¿Qué tienen los pueblos indígenas que siempre causan temor y precaución en todos los proyectos políticos? ¿Acaso se les teme por poseer un capacidad, tenaz y casi heroica, de morir y de volver a nacer? ¿O porque ellos sí tienen la fórmula que logra convivir en paz con los semejantes y eso forma parte de la poesía de su vida cotidiana? Hay que recordar que ninguna guerra nacional ha provenido de estos pueblos.
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III. La UVI y su acervo
Así, de ser parte de la historia como el grupo el cual todos se han peleado por obtenerlo, pero para seguirlo marginando, ahora, en este día, donde la luna será más brillante que nunca, vemos que jóvenes del Totonacapan (y de Oaxaca), se convierten en los propios poetas de sus futuros, sus anhelos y sus deseos. En una palabra: sujetos de su propia historia.
Por primera vez en la historia, los ciudadanos del Totonacapan pueden tomar las decisiones por ellos mismos, sin que nadie medie entre la decisión de afrontar un futuro por ellos/as mismas; en ser en lo que ellos, y nada más que los totonacos, quieran ser.
La Universidad Veracruzana Intercultural (UVI), a lo largo de estos cuatro años, no hizo más que dar cabida a una cantidad de saberes que los/as jóvenes totonacas han heredado del enorme cúmulo de conocimientos que sus padres y madres tienen, a su vez heredados también por sus padres y madres, a su vez por sus padres y madres, y así, eternamente.
La UVI nada más fue el enlace para que esa sabiduría que gobierna los pueblos totonacos fuese “traducida” y “conversada” con otros saberes, de esta forma que los/as estudiantes pudieran formarse en la organización y gestión de su propia cultura, dentro de un horizonte intercultural. Formarse para que no tengan que salir a buscar su trabajo a las fronteras del norte sino que, en sus propios paisajes y comunidades, puedan percibir que esta forma de vida milenaria -la de los/as indígenas totonacos-, puede, y tiene que ser, una forma de vida en donde ya no quepan los racismos y los olvidos de una etnia que, a fin de cuentas, ha sido parte de nuestro origen como país.
En este punto, queremos agradecer infinitamente el enorme, el colosal esfuerzo de los padres y las madres de esta generación de la UVI. Ustedes, que han sido siempre guerreros y guerreras de la vida, han hecho posible este sueño. Este evento es un agradecimiento eterno, para siempre, para ustedes, los verdaderos creadores de los nuevos egresados de la UVI: gracias. Y hasta cuando el sol se apague en el horizonte, nunca olvidaremos su esfuerzo y su confianza.
En la UVI intentamos terminar, junto a los/as estudiantes, con esa idea bastante caduca que existe en México, cuando se vanagloria y se enaltece al “indio muerto”, es decir, en las fotografías, pinturas y museos nacionales (de los más famosos del mundo); mientras que el “indio vivo”, los hijos de quienes hicieron las pirámides y demás monumentos, todavía persisten en condiciones de marginación inimaginables para el siglo XXI.
En la UVI les decimos “hasta siempre”, una frase que no es una despedida sino una bienvenida a estar juntos toda la vida, ya sea en la mente, en el corazón y en el espíritu. Todos los profesores y personal administrativo de la UVI les decimos que nunca olviden a su universidad que en su legado, para todos lo que trabajamos en ella, les dice que:
a) Deben ser humildes ante la vida, eso les garantiza fuerza y grandeza.
b) Deben ser solidarias/os y éticos/as con sus semejantes; eso debe ser una condición de todo ser humano.
c) Deben ser luchadoras/es. Luchen siempre por lo que quieren, luchen porque haya justicia en su entorno y en el mundo entero.
d) Sean nobles y nunca escatimen esfuerzos para ayudar a la gente.
e) Sean bastante rabiosos/as. Enfurézcanse, monten en ira cuando vean una injusticia y cuando vean que un indígena está siendo marginado.
f) Cuando les toque gobernar y mandar -que seguro lo harán- practiquen, toda la vida, el principio básico de cualquier convivencia social democrática: “el mandar obedeciendo”. La fórmula ideal para erradicar autoritarismos y abusos de poder.
g) Sean también dignos en su lucha por su futuro. El tener dignidad vale un millón de veces más que mil ejércitos intolerantes y eso nos hace indestructibles.
Dice Silvio Rodríguez, nuestro Silvio, en una de sus canciones-poemas, que tenemos que dejar un testamento para nuestras vidas futuras. Una parte dice así:
“Le debo una canción a lo imposible,
A la mujer, a la estrella, al sueño que nos lanza,
Le debo una canción indescriptible
Como una vela inflamada en vientos de esperanza”
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IV. Tiempos de esperanza
De la misma manera, queremos decirles que nunca dejen de tener esperanza. Nunca dejen de tener sueños. Nunca, jamás, olviden ser buenas personas. Eso es lo que necesitamos de ustedes.
Hoy es un día histórico. Las luces del día están más brillantes. Nos gustan mucho. Nos enorgullecen y ojalá nunca olvidemos este día.
Ustedes representan la esperanza para sus pueblos, porque con ustedes se inaugura una etapa de posibilidades de construir un “mundo donde quepan muchos mundos”, donde esté para siempre el mundo los totonacos (y zapotecos); para seguir preservando lo que han sido por mucho, mucho tiempo, y de esa forma, mantener la dignidad como pueblo y como ciudadanos mexicanos.
La vida está llena de instantes; polvos en el viento que nos guían en nuestra existencia. Pero en nosotros está que esos momentos sean dignos de recordarlos, siempre, cada vez que nos sintamos vivos. Hagamos de este instante, un espacio de vida, de felicidad y de esperanza.
Brindemos, pues, por la primera generación de la UVI, región Totonacapan, Sede Espinal. Brindemos porque, finalmente, estamos reunidos, aquí, en esta tarde radiante, con la certeza de que siempre, para siempre, en donde quiera que estemos, sabremos con exactitud que nunca más. Nunca más, estaremos solos.
Muchas gracias
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