Beatriz Cano*
Las personas que trabajamos estudiando a los animales en libertad, en especial en el campo de la etología o estudio de la conducta, pasamos muchas horas observándolos. Hace no mucho un conocido me decía: “Y si se pasan tantas horas en una misma zona de investigación, ¿por qué sólo analizan a los monos y no a todos los animales que hay allí?” Desde luego, esta persona no sabe que para entender a una especie como la de los monos aulladores (Alouatta palliata), es necesario contemplar a sus integrantes a diversas horas del día, en distintas estaciones, condiciones climáticas y contextos sociales, para detectar cuáles son los factores que los llevan a comportarse de una determinada manera; no consiste sólo en tomar una fotografía instantánea.
Para la conservación
Ahora bien, otra pregunta que escucho a menudo es: ¿Y para qué sirve la etología? La mayoría de la gente está de acuerdo con que se dediquen esfuerzos a la conservación, entendiendo que mantener las poblaciones naturales tiene mucha importancia, tanto para el ecosistema como para la sociedad de esa región. Pero de lo que no se habla mucho es del estudio de la conducta no sólo como aportación a la ciencia y al entendimiento de los seres vivos, sino también para la conservación.
Un cambio en el comportamiento puede ser indicador de alteraciones en el hábitat que afectan a la supervivencia del conjunto. Las hembras de pato joyuyo (Aix sponsa) suelen practicar el denominado “parasitismo de cría”, que consiste en que una hembra incuba los huevos de otra. Éste es un proceder normal y adaptativo, puesto que lo practican las hembras jóvenes que de otra manera no podrían criar. Pero en condiciones de deforestación (estas aves anidan en cavidades de los árboles), la densidad aumenta y el parasitismo se intensifica en demasía, con lo que se produce una pérdida masiva de huevos.
A veces la modificación del hábitat es inevitable, pero hay que tratar de que perjudique lo mínimo posible a las especies que allí viven. Escudriñar el actuar de grupos de una misma especie que vivan en entornos con diferente grado de transformación, permite conocer hasta qué punto es posible cambiar el medio sin causar perjuicios demasiados severos que llevarían al descenso de sus integrantes.
Para mitigar las amenazas
No sólo la pérdida de hábitat provoca cambios en el proceder. Las actividades humanas ídem. Un caso muy llamativo es el de los elefantes (Loxodonta africana). Los machos atraviesan por un período llamado musth, en el que presentan altos niveles de testosterona, lo que hace que se vuelvan muy agresivos. Esto sucede sobre todo en los jóvenes, pero si hay machos más viejos y dominantes dicha situación se mitiga, pues éstos actúan como freno. Los cazadores furtivos suelen atacar principalmente a los machos adultos, lo cual supone eliminar a los “mediadores”, originando así una perturbación en la organización social del grupo que lo pone en peligro.
A su vez, la contaminación lumínica y el ruido perjudican la comunicación entre los animales. En aves como el carbonero común (Parus major), el ruido hace que la frecuencia de sus cantos se incremente. Las orcas (Orcinus orca) aumentan la duración de sus llamadas en presencia de barcos con sónar. La contaminación química llega a producir trastornos hormonales, al igual que cambios en las señales sexuales de aves y peces que usan el canto o la coloración para atraer al sexo opuesto.
Estos problemas en la comunicación alteran de manera considerable al sistema social, lo mismo que a la reproducción, dado que perturban procedimientos que son un medio para atraer a la pareja. La detección de tales cambios en las pautas normales de socialización y reproducción ayuda a tomar medidas para mitigar las amenazas que enfrentan los animales.
Diseñar reservas, pasos de fauna, proyectos de reintroducción
Es muy importante tener en cuenta el comportamiento de los animales a la hora de diseñar reservas, pasos de fauna, o proyectos de reintroducción. Una especie cuyo rango vital es amplio no vivirá adecuadamente en una reserva muy pequeña, tenderá a desplazarse fuera de los límites de ésta, con los peligros que eso conlleva.
Los pasos de fauna no deben diseñarse de cualquier manera, hay que considerar las preferencias de las especies. Un oso grizzly (Ursus arctos horribilis) optaría por caminos descubiertos que transiten encima de una carretera, mientras que el oso negro (Ursus americanus) quizá no los use, porque gusta de los pasos subterráneos y cerrados.
El estudio de la conducta es esencial para determinar el éxito de una reintroducción, ya sea de especímenes que han estado en cautiverio, ya sea en el caso de una translocación. Los animales criados en cautividad pueden desarrollar apego a los humanos y conductas anómalas. Los esfuerzos de cría o rehabilitación en cautiverio para su posterior liberación no sirven de nada si el animal no es capaz de desplegar todo el repertorio de conductas naturales que le ayuden a sobrevivir en ese entorno.
El caso de los primates no humanos
Hay muchos más ejemplos, pero creo que con lo mencionado aquí es factible vislumbrar algunas de las aplicaciones prácticas que tiene la etología. Cabe destacar, particularmente, su importancia en lo que se refiere a los primates no humanos, dado que ellos también presentan conductas complejas como nosotros, de comunicación, cooperación, guerras, infanticidio, uso de herramientas e incluso una cultura definida que varía entre poblaciones.
Presentan, además, una flexibilidad conductual que los capacita para adaptarse a distintas eventualidades del entorno, contando con una gran variedad de estrategias alimentarias, reproductivas y sociales. El análisis de diferentes especies de primates permite conocer tanto el origen como el sentido de estas conductas; por ende, entender mejor las bases biológicas y evolutivas que explican el comportamiento humano.
Para efectuar estas investigaciones se requiere comparar entre varias especies emparentadas; en consecuencia, es imprescindible conservar el mayor número posible de ellas, puesto que muchas se encuentran en peligro debido en gran parte a la pérdida de su hábitat, situación que urge remediar antes de que sea demasiado tarde.
*Licenciada en Biología por la Universidad de Granada (España). Maestra en Etología por la Universidad de Córdoba (España). Actualmente realiza el doctorado en el Instituto de Neuroetología de la Universidad Veracruzana.
Diseño: L.D.G Francisco J. Cobos Prior