Universidad Veracruzana

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LA OTRA CARTOGRAFÍA: Mapas para el conocimiento y la defensa del territorio

 

Adolfo de Jesús Rebolledo Morales*

Citlalli López Binnqüist**

 

Los mapas son algo más que papeles, son narraciones, conversaciones y vidas, que son inseparables de los contextos políticos y culturales en los que son utilizados.

Andrew Warren

 

Para comenzar a hablar de la cartografía, encargada de la elaboración de mapas, planos y atlas, debemos tomar en cuenta que la información con la que se realizan estos materiales geográficos se basa en un conocimiento espacial determinado, en el que el aspecto político-cultural es fundamental para entender el espacio físico que se traduce como territorio.

Incorporación del conocimiento local

Hagamos un viaje al pasado, a la época en que floreció la cultura griega, ya que es en este periodo cuando se comenzaron a elaborar algunas de las primeras representaciones sobre la forma esférica de nuestro planeta. Esta aportación se le atribuye a Tales de Mileto (siglo VII-VI a.C), filósofo que revolucionó la forma de pensar, concebir o imaginar el espacio físico de la Tierra.

Otro pensador que aportó bases teóricas a la geografía fue Ptolomeo (siglo II d.C), quien llevó a cabo algunas proyecciones para la creación de los primeros mapamundis; a éstos posteriormente se les integraron los datos de latitud y longitud, lo cual permitió ubicar puntos específicos, siendo de mucha ayuda para los navegantes al momento de establecer rutas marítimas, así como en las exploraciones encaminadas a descubrir nuevos continentes.

En México la historia de la cartografía tiene sus raíces en la época prehispánica, cuando las culturas indígenas representaban ríos, zonas de pesca, montañas, pueblos, caminos y zonas de cultivo sobre hojas de papel amate y pieles de animales; mapas que fueron utilizados por los colonizadores en el periodo de la Conquista para poder guiarse y adentrarse en las tierras mesoamericanas, además de identificar los sitios de producción de oro, plata y otros recursos valiosos.

Estos hechos resaltan la influencia del conocimiento local sobre el espacio geográfico y el territorio en el establecimiento de las bases de la cartografía hasta principios del siglo XVIII, momento en el que las herramientas para realizar mapas se fueron transformando y modificando al ritmo del avance tecnológico y los conocimientos científicos, lo que ayudó a conformar las bases para la elaboración de mapas con mayor exactitud espacial.

En la actualidad se pueden elaborar y consultar mapas digitales, impresos y virtuales; los  programas (software) conocidos como Sistemas de Información Geográfica (SIG) son los que mayormente se utilizan para la creación de mapas, debido a su exactitud y fidelidad en la calidad de la imagen que se obtiene como resultado final.

Esta nueva forma de elaborar mapas, sin embargo, ha marginado el conocimiento de los pobladores sobre su territorio. Por este motivo se hace hincapié en la importancia de articular las herramientas tecnológicas, como los SIG, con el conocimiento de los pobladores locales. Una manera de llevarlo a cabo es utilizando las herramientas participativas con el fin de establecer un diálogo con los pobladores acerca del conocimiento que tienen sobre su comunidad, municipio o ciudad, de modo que se integre y valore su visión propia del territorio.

 

La cartografía excluida

Tanto el Mapeo Participativo como los Sistemas de Información Geográfica-Participativos (SIG-P) son propuestas que parten de la necesidad de establecer una relación entre la cartografía moderna y la cartografía local. El surgimiento de estas dos herramientas cartográficas es a mediados de la década de los noventa, cuando un grupo de investigadores dirigidos por la antropóloga Jo Abbot comenzó a preguntarse si estas corrientes de mapeo podrían contribuir al beneficio de los pueblos indígenas y rurales del mundo, o si simplemente se trataban de otro recurso metodológico para extraer información y conocimientos de los pobladores locales buscando beneficios académicos.

Dicho cuestionamiento hizo que en varias partes del mundo comenzaran a surgir iniciativas en las que el Mapeo Participativo ha sido utilizado con diferentes propósitos; por ejemplo  en Indonesia, al rescatar cantos tradicionales relacionados con el respeto a la tierra, buscando recuperar la cosmovisión sobre el paisaje y su territorio; o en Ghana, donde se empleó para la resolución de un conflicto entre dos comunidades que explotaban los recursos de un bosque, generando la cooperación y la construcción de acuerdos mutuos entre los diferentes agentes locales.

En nuestro país también han surgido iniciativas para implementar esta clase de herramientas participativas y cartográficas. En el estado de Michoacán los campesinos de varias comunidades han puesto en práctica dichos instrumentos para el reconocimiento de sus bosques y la forma de su aprovechamiento. En el estado de Puebla, en Tehuacán, se han utilizado para la reconstrucción de presas hídricas prehispánicas, al igual que para la restauración ecológica en sitios degradados por la sobre explotación de los recursos naturales, como es el caso de las áreas de los agaves mezcaleros; en la Sierra Norte existe el ordenamiento territorial integral comunitario en la región de Cuetzalan, llevado a cabo por la cooperativa Tosepan Titataniske y los pobladores de las comunidades, con el objetivo de proteger y resguardar los sitios con importancia ecológica y cultural de la zona, así como iniciar la resistencia contra los mega proyectos de minería e hidroeléctricas que se tienen planeados para la región.

En otra parte de la Sierra Norte de Puebla, en el municipio de Pahuatlán, jóvenes estudiantes del bachillerato Xolotl, dentro de la zona nahua, han utilizado las herramientas del Mapeo Participativo para el reconocimiento y revitalización de los recursos bioculturales de sus comunidades. Estos jóvenes han elaborado mapas participativos en los que identifican los diferentes usos de suelo, pero también los rituales, sitios sagrados, cuerpos de agua (ríos y manantiales), los sitios donde se elaboran artesanías, lo mismo que otros aspectos de la vida y cosmovisión náhuatl.

Un gran camino por recorrer

Tanto el Mapeo Participativo como los SIG-P constituyen una nueva forma de cartografía que se ha comenzado a utilizar, desde el ámbito local hasta el nacional, con el objetivo de incorporar la tecnología y el conocimiento local para establecer alternativas de solución a los problemas dentro de los territorios.

A pesar de que está demostrado que esta manera de hacer cartografía ha contribuido a la conservación y salvaguarda de los recursos naturales y culturales de muchas comunidades indígenas y rurales del mundo, además de haberse establecido como una herramienta legal para el reclamo y defensa de territorios, actualmente es poco usada.

Su escasa utilización es el motivo por el cual nosotros la denominados “la otra cartografía, la cartografía del pueblo para el pueblo”, que todavía tiene un gran camino por recorrer.

 

Descargar versión impresa

*Estudiante de Doctorado en Ecología Tropical, CITRO-UV.

Correo: adolfo411gmail.com

**Investigadora del CITRO-UV.

 

Edición: Eliseo Hernández Gutiérrez

Ilustración: Francisco J. Cobos Prior

Dir. de Comunicación de la Ciencia, UV

Correo: dcc@uv.mx

 

 

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