Universidad Veracruzana

Skip to main content

¿Quién te conoce mejor?

 

Adriana Daniels*

Cuando despertó, encendió su celular. Habían llegado algunos mensajes de correo electrónico, contestó algunos. Abrió la aplicación de música y se metió a bañar. Mientras se tomaba el primer café de la mañana, estuvo leyendo el periódico, yendo de una sección a otra con cada clic.

Al encender el carro, un mensaje apareció en su teléfono “Es necesario revisar el aceite del carro. ¿Deseas agendar una cita?” Clic en “Sí”, el taller mecánico recibe el aviso, éste le manda una sugerencia de cita, la cual es aceptada. Al siguiente día llevará su auto a revisión.

Buscó la mejor ruta en el mapa y la aplicación le recomendó irse por calles de atrás de su colonia. Así lo hizo… “Tu destino está a la derecha”, escuchó decir a la voz del mapa, se estacionó.

Ya en la oficina, encendió su computadora. Mandó algunos archivos, recibió otros. Su agenda electrónica le avisó que tenía una junta a las 11am con el jefe. ¿Dónde estaba la presentación? Había guardado el archivo en la nube, cuando lo estaba haciendo en la computadora de su casa, decidió ponerlo junto con esos archivos que, con internet, puedes consultarlos desde cualquier otra computadora en cualquier parte del mundo.

Al medio día sonó la alarma en su casa, le llegó un aviso a su teléfono. Clic, imágenes de las cámaras de seguridad, era la señora de la limpieza. Le llamó por teléfono, todo estaba bien, solo se había olvidado de la clave para apagarla. Él la apagó desde su celular.

Al estar leyendo un artículo que buscó en internet, apareció un comercial de un apuntador láser, justo lo que necesitaba. Decidió comprarlo: entró a la página con su nombre de usuario y su clave, ya estaban ahí los datos de su tarjeta de crédito, su dirección y todo lo necesario para que con solo dar un par de clics recibiera el producto en su casa pasado mañana. “Está comprando el apuntador, tal vez desearía comprar también esta funda”, también la compró. “Otras personas también han comprado la Tableta Pro”, clic, “Es ideal para proyectar presentaciones en tu empresa, te ahorra tiempo, ganarás el…” Clic, “Este es el total, selecciona si deseas pagarlo a meses…”, clic, “Gracias por tu compra, Oficzon siempre sabe lo que necesitas”.

¡Es cierto!, siempre sabe lo que necesita, y lo que le gusta, y el banco también, y el mapa también, le sugiere destinos a los que tiene que llegar…

Después de un rato, abrió el Yobook. En esta red social estuvo viendo lo que han hecho sus amigos, dio algunos “me gusta”, los “memes” de los candidatos estaban buenísimos, vio un comercial de croquetas… ¡La comida del perro!, de regreso a casa pasará a comprarla. Subió una foto de él y su esposa, que se habían tomado ayer en el cumpleaños de la abuela. De inmediato recibió varios “me encanta”. La abuela vive a dos cuadras de su casa y la visita seguido. ¿Qué cómo lo sé? Es por los datos, analizarlos me permite conocer muchas cosas.

Él no sabe que está siendo observado… algunos sí lo saben pero no les importa, las comodidades y las aplicaciones “gratis” lo valen. Él es solo un pequeño ejemplo de todos los datos que puedo conocer de cada uno de ustedes. En todo el mundo, hay más de 7 mil millones de personas en Internet proveyendo de datos al mejor postor, y yo soy el mejor postor.

Diariamente se generan millones de millones de datos en la red, que, si los metiéramos en celulares con gran capacidad de almacenamiento y formáramos una fila con ellos, ésta llegaría de Xalapa hasta La Habana, Cuba. ¡Con solo un día de datos!

Esos datos podrían llegar a ser muy valiosos, pero para eso es necesario analizarlos; debido a su enorme cantidad y complejidad, ningún ser humano podría hacerlo a mano. Sin embargo, si nos valemos de teorías y técnicas computacionales, y llevamos a cabo un proceso que utilice técnicas estadísticas y de la Inteligencia Artificial, podríamos transformar los simples datos en información útil, es decir, en conocimiento.

Imaginemos una mina de diamantes. A todos nosotros nos serviría tener unos cuantos diamantes a nuestra disposición, ¿no es así? Pues la mina son esos millones de datos, y yo, científico de datos, soy el minero.

La extracción de piedras preciosas es un proceso que debe llevarse a cabo por personas capacitadas para ello, ¡no queremos que la mina nos aplaste! Primero hay que explorar el terreno, evaluar para saber si lo que sacaremos valdrá la pena, luego se prepara todo para llevar a cabo la extracción, y una vez que hemos obtenido esa piedra con apariencia de vidrio opaco, hay que pulirla para aumentar su valor, y así obtenemos el diamante.

Algo similar pasa con el proceso de “Descubrimiento de Conocimiento en Bases de Datos” (KDD por sus siglas en inglés), que es un proceso para extraer conocimiento de una masiva cantidad de datos, en donde el encargado es el científico de datos. Primero hay que saber qué queremos: verificar una hipótesis, o descubrir patrones. Luego se preparan los datos, se elige o se crea el mejor programa para extraer la información, ésta se interpreta y se evalúa, y así obtenemos el conocimiento.

Ese conocimiento es el diamante para las empresas, los productores y los industriales, ya que gracias a él pueden tener ventajas competitivas, aumentar su eficiencia, mejorar el servicio, tener más ingresos; a los científicos les podría ayudar a construir sus teorías, los médicos podrían encontrar relaciones entre los datos de los pacientes, los gobernantes podrían mejorar su gestión, los bancos podrían tomar mejores decisiones y reducir fraudes… entre otras cosas, en muchas áreas más.

El éxito de la extracción del conocimiento se debe en gran medida a la pericia del científico de datos, quien conjunta el saber de varias disciplinas (Matemáticas, Estadística, Informática e Inteligencia Artificial, entre otras) para lograr que los programas puedan predecir tu comportamiento. ¡Llegan a conocerte!

 

daniels.adriana@gmail.com

*Estudiante del Diplomado en Comunicación Pública de la Ciencia de la Universidad Veracruzana

 

Enlaces de pie de página