Universidad Veracruzana

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TRANSGÉNICOS, UNA FALSA PROMESA

 

María Elena Álvarez-Buylla Roces*

 

Al igual que los genes en las redes genéticas complejas, los científicos formamos parte de redes sociales muy complejas de colaboradores, grandes maestros, estudiantes, así como la sociedad y el gran pueblo de México, sin cuyo apoyo no existiría el trabajo que hacemos. En consecuencia, tenemos la responsabilidad, en primer lugar, de devolverle a la sociedad el hecho de que podamos dedicar nuestra vida a esta actividad tan maravillosa, tan fascinante y emocionante que es la ciencia, la investigación científica.

Tenemos una gran responsabilidad para con nuestras instituciones educativas, para mantener el alto nivel de la universidad pública, para con los estudiantes en su formación y también para con la sociedad en un sentido más amplio, puesto que estas universidades se deben a la sociedad y al pueblo de México en particular. La responsabilidad tiene que ser, por supuesto, desde una perspectiva científica, comprometida con el conocimiento, no con ningún interés, ni partidista ni mucho menos corporativo.

Con ayuda de los principios del conocimiento debemos cuestionarnos, desde una postura crítica, cuál es el uso de lo que se produce dentro de la investigación científica. Por ejemplo, el desarrollo tecnológico en la agricultura está teniendo impactos muy negativos y sumamente destructivos en el ambiente. Me preocupa que últimamente estamos engolosinados con la palabra “innovación”, porque hay presión de los intereses corporativos de utilizar la ciencia como un insumo, no para generar conocimiento de frontera, en beneficio de la sociedad, sino para generar más ganancia; siendo que, dicho conocimiento de frontera es el fruto maravilloso, ya que sin esa ciencia básica no hay verdadera innovación.

No los necesitamos

Para los intereses corporativos la ciencia es un legitimador de la regulación de ganancias. Entonces, de ahí deriva que todos estén hablando de innovación, no de necesidades reales. Por ejemplo, en México no necesitamos transgénicos, no sé a quién se le ocurrió eso. En México tenemos suficiente maíz de la más alta calidad para alimentar a los mexicanos y para exportar al mundo; y podríamos hacerlo con una verdadera ciencia agrícola, pública, y sobre todo apoyando a los agricultores que producen las mejores variedades.  No soy fan de ese ímpetu por la innovación, pues creo que las verdaderas innovaciones, los verdaderos aportes a la sociedad salen de la ciencia básica, de la ciencia cabalmente comprometida con el conocimiento y no con los intereses económicos.

Hay evidencia acumulada desde hace 20 años que afirma que la liberación de cultivos transgénicos en el ambiente tiene impactos destructivos en la biodiversidad. Desde el punto de vista muy fundamental de la ciencia, los principios con los cuales se hicieron los transgénicos son incorrectos; la ingeniería genética asume que puede modificarse una parte de los organismos sin alterar el resto y, además,  predecir cómo esa alteración va a impactar en las características visibles o el fenotipo de los organismos, no solamente en condiciones de laboratorio, sino también en cualquier ambiente en el que lo liberes. Eso es falso.

Los organismos transgénicos son organismos y no hay un solo organismo que pueda ser tratado, aisladamente, como una máquina. Los principios de la ingeniería no se pueden aplicar a los organismos porque son sistemas complejos, la ingeniería genética es un absurdo porque no se puede hacer ingeniería con un sistema complejo. La mal llamada ingeniería genética es la posibilidad de transformar organismos genéticamente sin que realmente entendamos bien lo que estamos haciendo.

 Un modelo impuesto

Debemos tener claro que los organismos vivos no son máquinas, son sistemas complejos. Asimismo, debemos estar conscientes de que la complejidad es un reto para la ciencia que implica el ser muy humildes. No hay un buen científico que no sea humilde. Los investigadores somos verdaderos aprendices de lo que estamos haciendo, todo el tiempo estamos rectificando porque la ciencia no es algo estático. Por otro lado, si la ciencia no tiene un sentido ético puede tener impactos negativos.  Uno de mis mayores aportes ha sido poder sopesar la verdadera innovación (como es la milpa, la nixtamalización, la generación de diversidad) versus otras quimeras que prometen muchas cosas, pero que realmente son impuestas no por el conocimiento, sino por intereses corporativos. Muchas innovaciones (siento decirlo por algunos colegas que están muy deslumbrados por ellas) no son más que promesas falsas que llegan al mercado porque hay campañas mercadotécnicas que las promueven.

 

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* Doctora en Botánica por la Universidad de California, Berkeley (U.S.A.) (9/86-3/92).

Investigador Titular «C» de Tiempo Completo, Instituto de Ecología, UNAM.

Premio Nacional de Ciencias 2017. Presidenta de la Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad.

Correo: admin@uccs.mx

Edición: Eliseo Hernández Gutiérrez

Ilustración: Francisco J. Cobos Prior

Redes Sociales: Katya L. Zamora

Dir. de Comunicación de la Ciencia, UV

dcc@uv.mx

 

 

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