Papantla, pueblo totonaco fundado a principios del siglo XIII, a 4 horas de México D. F. (289 km), en el marco de su sincretismo con las culturas europeas y africanas que le influyeron, conserva lo admirable de sus costumbres centenarias: la albura de su traje, su agudo idioma, la variada gastronomía, los rituales danza y su medicina tradicional.
Arropado en la naturaleza siempre verde de sus cerros guardianes, despierta con la frescura del canto de sus aves, mitiga su sed en los veneros del Pozo de la Cruz, El Calderón, el Naranjo y el San Juan, pasea en el Parque “Israel C. Téllez”, reza en la Catedral de Ntra. Sra. de la Asunción y baila en viernes del Danzón.
Desde lo alto baja el hechizo, un sonido penetrante y atrayente, notas esparcidas al viento que se escurren como agua en las laderas de los viejos centinelas de lo sacro. Notas que brotan del flautín de carrizo al rítmico golpeteo del teponastle y el zapateado sobre la manzana, que atrapan al oído y dirigen la mirada reverente al cielo. Es el ritual de la Danza de los Voladores que en su acto reafirman la solemnidad de Chichiní, Señor Sol.
El parque -en su fiesta anual de Corpus Christi- vibra en la acompasada carcajada de los botines de “Los Negritos” zapateando sobre el tablado, al ritmo del son de la Huazanga y la Media Bamba, de la Danza de los Guaguas, Santiagueros, Moros y Españoles, luego de la procesión del Santísimo, en tanto desde su kiosko se esparcen las melodías cargadas de recuerdos de la Banda de Música de Viento.
Qué decir de la entrega del pueblo a sus fiestas de Semana Santa, Carnaval, Ninín (Día de Muertos) y Cantores de Noche Buena y Año Nuevo; de los cantos de alabanza en sus ceremonias de recuerdos familiares que nos transportan al mundo mágico indígena pleno de valores humanos y sociales.
En las viejas paredes del caserío de adobe y techos de teja, cuelgan las historias y leyendas de la indomable casta totonaca con el grito insurgente de Serafín Olarte, el levantamiento antimperialista de Simón Tiburcio, la lucha revolucionaria de Rodolfo Curtí y la obra educativa de Jorge de Castro Cancio.
También se yerguen majestuosas, como el Mural en relieve “Homenaje a la Cultura Totonaca” de Teodoro Cano, el mural pictórico “Ceremonial de la danza prehispánica de los voladores del Totonacapan” de Imelda Reyes o el “Mural en relieve a Papantla” de Rubén Solís Rincón.
La vainilla con su aroma inunda los talleres de los hábiles orfebres, creadores de figuras religiosas, coronas y al gusto interesado; también los recintos donde expenden extracto o licor de Vainilla y en la repostería enriquecida con su esencia o picadura.
A 5 km el Dios Tajín con su pirámide de Nichos, guarda en canto de piedra la palabra que nuestros antepasados nos legaron y que los artistas papantecos escanden, pintan y dan su voz. Este es Papantla, Pueblo mágico.