Adelantos
Fragmento de Y sin embargo leen…, de Christian Baudelot, Marie Cartier y Christine Detrez, trad. de Francia María Gutiérrez Reyes, col. Textos Universitarios, 298 p.
Desde hace relativamente poco tiempo, en México se ha extendido la preocupación acerca de la lectura como práctica cultural (de los mexicanos) y de su promoción por parte del Estado, a través de sus últimos gobiernos, de asociaciones civiles y de profesionales intelectuales e investigadores. Un nuevo momento de preocupación, que cíclicamente se enciende y apaga al menos desde principios del siglo pasado, con José Vasconcelos.
Es así que recientemente se han impulsado en México los programas educativos para la dotación de acervos escolares y de aula (dando cierta continuidad al programa Rincones de Lectura, aunque variando sus políticas) con la esperanza de que los propios maestros los conviertan en bibliotecas, organizando y poniendo a circular los libros. Ha crecido la Red de Bibliotecas Públicas del país, además de que se ha avanzado en su organización. Se ha discutido, vetado, vuelto a discutir y a aprobar la Ley de fomento para la lectura y el libro, finalmente aceptada en julio de 2008 y, supuestamente, en vigor. Estos programas de carácter nacional han sido, con seguridad, seguidos de programas estatales y locales de fomento a la lectura. Un solo ejemplo lo constituye el Programa Universitario de Formación de Lectores de la Universidad Veracruzana, cuyo rector se ha propuesto, entre otras actividades del programa, reeditar y distribuir entre los jóvenes universitarios la Colección del Libro del Universitario, de clásicos de la literatura, bajo la dirección de Sergio Pitol.
Todas estas acciones han llevado a la necesidad de medir el impacto de los programas. Por ello, en 2004, se realizó la Encuesta Nacional de Prácticas y Consumo Culturales (Conaculta), la Encuesta Nacional sobre Prácticas de Lectura 2006 y la Encuesta Nacional de Prácticas de Lectura en las Escuelas de Educación Básica 2006. A nivel local, la UV se vio en la necesidad de hacer su propia encuesta de lectura, entre otras cosas para intentar medir el impacto de su programa, pues reeditar, según se tiene proyectado, 52 títulos con un tiraje de 15 000 ejemplares cada uno se traduce a un monto importante de recursos, además de los que signifiquen el programa en su conjunto (asesorías, personal participante, divulgación, etcétera).
Todos estos esfuerzos, loables sin duda, de promoción y medición están guiados, necesariamente, por las representaciones particulares que sus impulsores tengan de la lectura, campo de las ciencias sociales que ha evolucionado enormemente y se ha constituido como un campo autónomo a partir de trabajos históricos, antropológicos, sociológicos, psicológicos y pedagógicos durante las últimas tres décadas.
Es en este contexto de acción y discusión nacionales en el que nos ha parecido conveniente traducir y difundir los resultados de esta encuesta de lectura, que si bien reporta datos específicos de lo que estaba sucediendo en Francia, sus características teóricas, metodológicas y su postura analítica nos pueden ser de utilidad en el México de hoy.
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