Universidad Veracruzana

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AMBIENTE PAI – Número 7: Carta del editor

 


Núm. 7
(ene-jul 2021)

 

Salud y sustentabilidad: una pareja inseparable

 

 


 

Cuando pensamos en salud, es probable que una de las primeras ideas que vienen a nuestra mente sean las enfermedades y la invaluable labor de los médicos para curarnos de malestares y enfermedades existentes. Pensándolo un poco más, seguramente podremos evocar pensamientos de estilos de vida saludables como una forma de prevenir enfermedades y promover nuestra salud. Un poco más allá y podemos visualizar que nuestra salud está en buena parte influenciada por el ambiente en que vivimos. Es evidente que la contaminación ambiental trae consigo serios problemas de salud para la población humana, como es el caso de los problemas respiratorios asociados a una mala calidad de aire en las grandes ciudades o de las intoxicaciones, las enfermedades infecciosas (diarrea, disentería, cólera, entre otras) y algunas crónico-degenerativas (por ejemplo, desórdenes metabólicos, neurológicos, endócrinos o inmunológicos) derivadas del consumo de agua contaminada [1].

Pero también hay otras formas en que salud y ambiente se relacionan entre sí. Se sabe que la biodiversidad y la funcionalidad ecológica de los ecosistemas juega un papel esencial en la “dilución” de los riesgos de transmisión de enfermedades contagiosas entre especies. La reciente pandemia por SARS-CoV-2 (también conocida como COVID-19) es, en este sentido, una señal de alarma de que como humanidad estamos perdiendo la protección que los ecosistemas nos han brindado por tanto tiempo [2].

Otro ejemplo es el del cambio climático. Existen múltiples formas en las que éste afecta nuestra salud: desde cada vez más intensos choques de calor, que han ocasionado cientos muertes en países con climas principalmente fríos o templados hasta las afectaciones a nuestra integridad física, mental y emocional causadas por eventos meteorológicos de alta intensidad (se estima que anualmente hay en promedio 60 000 muertes relacionadas con estos eventos [3]). Pero también porque, nuevamente, cada vez hay más razones para creer que con el cambio climático estamos perdiendo la protección ante nuevas enfermedades que nos ha otorgado durante millones de años el sistema climático mundial actual. Esto es evidente con los cambios de distribución de algunas enfermedades vectoriales que solamente se daban en el trópico y que ahora se reportan en altitudes y latitudes más altas, como es el caso del dengue [4]. Además, recientes brotes de infecciones por hongos a lo largo del mundo parecen sugerir que el aumento de la duración de las rachas de calor ha propiciado la evolución de hongos patógenos más resistentes a temperaturas superiores a las que nuestro sistema inmune utiliza para protegernos de ellos [5].

Hay otras formas en las que se expresan las diversas relaciones entre salud y sustentabilidad, cuando pensamos en ambas desde un enfoque sistémico y multidimensional. Una de estas formas es cuando vemos la salud como un atributo no solamente individual, sino también comunitario o, más precisamente, como un bien común.

La teoría de los bienes comunes, surgida inicialmente en la Economía y adoptada por las Ciencias de la Sustentabilidad, nos habla de que, a diferencia de los bienes privados o públicos, los bienes comunes tienen la característica de que son compartidos entre varias o muchas personas, pero, cada vez que son utilizados, su capacidad de ser aprovechados por otras personas –al mismo tiempo o en un futuro– se reduce. Hay distintas formas en que puede ocurrir esta utilización, desde un consumo directo hasta el deterioro del bien por acciones indirectas (pensemos en el agua como un bien común que se agota entre más se usa, entre más se contamina o entre más se deforestan las cuencas que captan la precipitación).

Otra característica de los bienes comunes es que, para que perduren en el tiempo, se requiere que haya un balance positivo entre su desgaste (por uso o deterioro) y su cuidado (el cual puede ser en forma de protección, provisión, restauración, regeneración, entre otras medidas). Y, al ser un bien compartido, se requiere que haya acuerdos entre las personas involucradas para encontrar ese balance. Por ejemplo, un bosque en un ejido es un bien común; si todos los ejidatarios lo utilizan de manera indiscriminada y no toman acuerdos para conservarlo y permitir su regeneración, el bosque desaparecerá al poco tiempo.

Pero, ¿qué tienen que ver los bienes comunes con la salud? Una cosa son los bienes físicos, como el agua y los bosques, y otra cosa algo tan complejo e intangible como la salud. Resulta que los bienes comunes no son solamente físicos, sino que también pueden ser intangibles y, así, contribuir a un bienestar común. Usemos como contexto la actual pandemia por SARS-CoV-2. La salud individual se asemeja a un bien privado: es propia de cada persona y su condición depende de muchos factores, siendo el estilo de vida personal uno de ellos. Desde este enfoque individual, las medidas de protección ante la COVID-19 están pensadas en cuidar nuestra propia salud mediante medidas como la sana distancia y el uso de cubrebocas, caretas y otros equipos de protección personal.

Por su parte, si pensamos en la salud como un bien común, resulta entonces que es un atributo compartido entre una comunidad amplia de personas, sea una población, un país o el mundo entero. Al ser un atributo compartido, la cuestión no está en que el uso de la salud la desgaste, pues no es un bien físico que se agota; el verdadero meollo del asunto está en que ésta disminuye cuando no es cuidada de manera colectiva. ¿Qué significa esto? Que no deberíamos pensar en el uso del cubrebocas y de caretas como medidas de protección personal, sino como medidas de protección comunitaria. Los usamos no para protegernos a nosotros mismos, sino para proteger a las demás personas a nuestro alrededor y, desde una mirada más amplia, para evitar que aumenten los contagios comunitarios y, así, contribuir desde las acciones individuales a la conservación de la salud como un atributo comunitario.

En síntesis, hay muchas formas en que la salud y la sustentabilidad se relacionan entre sí: alimentación, estilos de vida, habitabilidad de las ciudades, servicios ecosistémicos de protección, exposición a químicos, por mencionar algunas. Vivimos un momento en que resulta esencial prestar más atención a aspectos tan esenciales de la humanidad como son la salud y la sustentabilidad desde un enfoque sistémico. El número 7 del boletín Ambiente PAI ha sido dedicado a explorar algunas de las relaciones entre salud y sustentabilidad, desde miradas diversas de integrantes de las instituciones de educación superior del Sursureste de México.

Pérez Herrera y colaboradores nos muestran los riesgos no percibidos a la salud, especialmente en niños, de actividades económicas familiares, como es el caso de la zapatería, la alfarería y la agricultura. Asimismo, nos comparten la experiencia muy relevante de un proyecto de investigación e incidencia social de la Universidad Autónoma de Yucatán, enfocado en identificar y reducir, junto con las poblaciones involucradas y afectadas, los riesgos a la salud y al ambiente generados por dichas actividades.

Limón Aguirre y Sántiz García nos comunican la importancia de la alimentación sustentable como un modo de cuidar nuestra salud y la del ambiente, así como promover relaciones socioeconómicas más justas y mantener nuestras raíces culturales. También nos presentan la experiencia del huerto comunitario de ECOSUR, Unidad San Cristóbal, y nos exponen las bondades de los huertos con prácticas agroecológicas como espacios educativos y comunitarios por excelencia, con múltiples beneficios para la salud, la convivencia social y el ambiente, entre otros aspectos.

Por su parte, Martínez Paredes y Quintero Rodríguez nos exponen la experiencia de gestión institucional de la Universidad Autónoma de Campeche en respuesta a la contingencia sanitaria por la COVID-19, como parte de su sistema integrado de gestión. Esta experiencia resulta un ejemplo muy claro de la importancia de la gestión ambiental institucional para el mantenimiento de la seguridad y la salud laboral.

Finalmente, en la sección general de este número, Martínez Fernández y Gordillo Guevara nos comparten los resultados preliminares de un estudio que identifica los problemas socioambientales de Ciudad del Carmen considerados como más relevantes por diversos actores sociales, en el contexto de la historia de desarrollo socioeconómico de la isla. Sus resultados, que probablemente podemos ver reflejados en otros contextos, nos arrojan una luz sobre los retos que la sociedad se enfrenta para entender y atender la complejidad de los problemas socioambientales desde una mirada sistémica y crítica. Esto es de gran relevancia para las instituciones de educación superior y sus integrantes, por su papel como generadoras de conocimiento y formadoras de profesionales, pues es cada vez más evidente que los complejos problemas socioambientales requieren aproximaciones inter- y transdisciplinarias, guiadas por enfoques sistémicos y críticos.

El comité editorial del boletín Ambiente PAI y los autores de los trabajos aquí presentados esperamos que este número sea el detonante de muchas reflexiones, ideas y acciones en torno a la salud y la sustentabilidad en las funciones de docencia, investigación, vinculación y gestión de nuestras instituciones de educación superior y su relación con las necesidades de nuestra sociedad.

Les invitamos a leer y compartir éste y los números anteriores, así como a enviar sus contribuciones en forma de artículos de divulgación, ensayos de reflexión o reseñas de recursos educativos.
 

José Antonio Pensado Fernández
Editor responsable
Coordinación Universitaria para la Sustentabilidad, Universidad Veracruzana
apensado@uv.mx

 
 

Referencias

1 Organización Mundial de la Salud. (2019). Agua (página web). https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/drinking-water

2 La paradoja de Jevons. (2020). ¿Sueñan las ovejas con COVID-19? Ganadería intensiva y las nuevas pandemias (página web). La paradoja de Jevons, un blog colectivo sobre ciencia y poder. https://www.elsaltodiario.com/paradoja-jevons-ciencia-poder/suenan-las-ovejas-con-covid-19-ganaderia-intensiva-y-las-nuevas-pandemias

3 Organización Mundial de la Salud. (2018). Cambio climático y salud (página web). https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/climate-change-and-health

4 Welsh Rodríguez Carlos Manuel, Ochoa Martínez Carolina Andrea, Monaghan Andrew J. y colaboradores. (2014). Cambio climático y dengue: una aproximación sistémica. Publicaciones de la Asociación Española de Climatología Serie A, 9. https://repositorio.aemet.es/handle/20.500.11765/8236?mode=full

5 Casadevall Arturo, Kontoyiannis Dimitrios P. y Robert Vincent. (2019). On the Emergence of Candida auris: Climate Change, Azoles, Swamps, and Birds. ASM Journalsvol. 10, núm. 4. https://doi.org/10.1128/mBio.01397-19

 
 

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