Germán Álvarez Mendiola*
Introducción
A la luz de un estudio de caso realizado en tres unidades académicas
de ciencias sociales de la Universidad Autónoma de Sinaloa, en este
trabajo examino la emergencia de un nuevo patrón en las prácticas
disciplinarias. En términos de tipos ideales, este patrón
se compone de los siguientes elementos:1
a) Uso flexible de teorías, métodos y enfoques.
b) Formulación de problemas de investigación en contextos aplicados.
c) Uso de insumos provenientes de diversas ciencias sociales con tendencias hacia la multidisciplinariedad.
d) Definición de asuntos de frontera dada por el campo de problemas más que por las disciplinas individuales.
e) Nuevas ordenaciones del prestigio intelectual a partir de la solución de problemas, que tienden a desplazar los criterios que tradicionalmente usa la colegialidad disciplinaria como fuente de reconocimientos por méritos.
f) Formación de grupos flexibles, ad hoc, para realizar investigación; grupos interdisciplinarios, interinstitucionales y, con frecuencia, internacionales.
g) Acceso a recursos económicos en mercados de conocimiento externos a la academia.
h) Gestiones emprendedoras de proyectos, recursos y organizaciones académicas.
En dos de los casos estudiados, algunos de los rasgos de este patrón
se observan en la actividad de investigación. Se trata de experiencias
diferentes que guardan algunos aspectos en común: ambas unidades
son escuelas o facultades profesionales de corte tradicional que cuentan
con programas de maestría vinculados a la investigación de
un grupo de académicos con formación de posgrado. En una
de ellas, la Facultad de Historia, la consolidación disciplinaria
es un proceso que se remonta a los inicios de la década pasada en
la cual se observa una orientación expresa de desarrollar las capacidades
para la investigación y la formación de posgrado. En el otro
caso, la Escuela de Ciencias Sociales, se ubica un Centro de Investigación
que reúne académicos con formación de maestría
y doctorado, pero la experiencia es más reciente y no puede hablarse
de que institucionalmente la investigación y el posgrado estén
consolidados. En el tercer caso, el Instituto de Investigaciones Económicas
y Sociales, la práctica disciplinaria de algunos individuos es vital
y contiene diversos elementos del patrón típico ideal, pero
se trata de casos aislados.
Aunque en diversa medida, en las tres unidades existen investigadores que han logrado un nivel de maduración científica y han obtenido reconocimientos meritocráticos clásicos, es decir, aquellos que se valoran a través de los criterios y mecanismos comunes de atribución de prestigios, como los títulos, las publicaciones y otros reconocimientos. Pero es necesario introducir una distinción: la mayor parte de estos académicos concentra su trabajo en su disciplina básica de referencia, pero no desarrollan nuevos patrones de práctica disciplinaria. Sólo una parte pequeña de los investigadores ha desarrollado prácticas nuevas. Cabe subrayar que ambos tipos de académicos representan los segmentos de investigación más avanzados en la institución. Sin embargo, estos académicos enfrentan serios constreñimientos institucionales para desarrollar su actividad. No existen tradiciones científicas sólidas. De hecho, éstas chocan con otros bienes más preciados en las relaciones internas, como la ocupación de cargos administrativos y la realización de carreras políticas. La organización universitaria tradicional centrada en la docencia, en un contexto general de baja preparación profesional, también se opone a la generación de tradiciones científicas.
Los académicos invierten gran cantidad de energía no sólo en sus proyectos de investigación, sino en transacciones políticas y administrativas internas para lograr un espacio respetado, valorado y reconocido académicamente entre el resto de los colegas y ante autoridad administrativa de las unidades y del establecimiento. Esta inversión disminuye cuando comienzan a rendir frutos los esfuerzos. Pero no es clara aún la capacidad de investigación que generan, ni la extensión de las nuevas reglas que supone un juego centrado en la calidad académica y en nuevas formas de producir conocimientos. Por lo tanto, existen dudas respecto a la sustentabilidad de las capacidades desarrolladas.
El trabajo se compone de cuatro partes. En la primera
parte del trabajo expongo sintéticamente las consideraciones básicas
de la investigación en curso. En la segunda parte desarrollo la
argumentación sobre los límites que las instituciones y las
unidades académicas imponen a la actividad científica. Esta
segunda parte comprende dos apartados: en uno explico la lógica
del sistema político universitario, el carácter del uso de
los recursos, la naturaleza de los sistemas de recompensas, especialmente
de la carrera académica institucionalizada, y los rasgos básicos
de las políticas científicas. En el apartado siguiente analizo
las características de las unidades académicas estudiadas:
las huellas de los problemas de su génesis, los rasgos básicos
de la profesión académica y de la organización formal
de las tareas y los cambios en las formas de trabajo disciplinario. En
la tercera parte exploro algunos cambios que se han producido en la práctica
disciplinaria, los tipos de productos, los ritmos de producción,
las agendas de investigación y los criterios de validación
académica. Al final del trabajo se exponen algunas ideas a modo
de conclusión.
Primera parte: consideraciones básicas
Las organizaciones académicas son estructuras complejas que pueden analizarse con enfoques racionales (organización medios-fines en busca de la optimización), conflictivos (arenas de actores) y permeables al entorno (adaptaciones a presiones externas). Estos enfoques corresponden a tres tradiciones sociológicas que en teoría organizacional se clasifican como racionales, naturales o abiertas. Según Scott, es posible incorporar elementos de estos tres enfoques en modelos conceptuales. En suma, las organizaciones académicas, se organizan con arreglo a los propósitos que persiguen, pero su diversidad interna, las múltiples tareas y valores que en ella existen, generan conflictos que impactan el logro de las metas, las pone en cuestión o las redefine en el curso de los procesos. Pero tienen fronteras ambiguas con sus entornos y son susceptibles a las demandas y presiones que se generan externamente a ellas. Las organizaciones tienen un centro difícil de cambiar, de modo que muchos cambios se producen en las periferias de la organización impactando lentamente el núcleo (1992; 1994).
Para algunos enfoques, el cambio organizacional e institucional es lento, frío, pesado. En los establecimientos académicos, como lo propone Burton Clark, los cambios se originan por la "base pesada", es decir, por la producción de conocimientos orientada por lógicas disciplinarias (1992). Pero en muchas experiencias, esta lógica sólo es observable en el nivel de la práctica productora de conocimientos en contextos científicos altamente desarrollados. No es clara en otros niveles de la organización, como la docencia o la administración universitaria. La existencia de sistemas amortiguadores de conflictos es una fuente constante del no cambio en las prácticas y en las estructuras que ordenan y dan sentido a éstas. Las grandes administraciones y la multiplicidad de tareas ofrecen la imagen de la organización como "bote de basura" en el que las actividades no obedecen a orientaciones comunes, sino a orientaciones que los diversos agentes imprimen. Sin embargo, en las porosas fronteras de las organizaciones y en sus "tecnologías periféricas" se producen cambios por las interacciones con el medio.
Los cambios organizacionales son de diverso tipo según las experiencias. Pero en cualquier caso serán el resultado de esfuerzos racionales (limitados), de los avances de la práctica científica, de los conflictos y de las adaptaciones al medio. Estos cambios organizacionales responden a necesidades percibidas por diversos actores. Si el juego es el mismo para todos, las reglas lo serán también. Cuando las normas y sus componentes simbólicos dejan de ser funcionales a la organización es posible que ocurra un cambio institucional, es decir, una modificación de las reglas del juego.2 Pero puede ocurrir que el juego mismo esté en entredicho, es decir, que los bienes puestos en juego hayan perdido legitimidad. En estos casos, el cambio de juego implica el cambio en la organización y en sus reglas.
Las organizaciones académicas definen racionalmente sus objetivos como la búsqueda del conocimiento y la formación de profesionales. Estas grandes metas implican valores de calidad y excelencia intrínsecas. Sin embargo, esto es una definición que se expresa de formas muy diferentes entre las distintas organizaciones académicas. Unas, incluso, comparten tan sólo de forma discursiva y no práctica estas metas y valores. Las ciencias sociales, como en general todos los conocimientos organizados disciplinariamente, se desarrollan tradicionalmente en la polémica intelectual y en la producción académica de los centros más dinámicos. Y estas polémicas y aportaciones circulan por diversos medios a los centros donde se pone en práctica la ciencia social, ya sea como docencia o como investigación.
Los avances de las ciencias sociales, por tanto,
no ocurren tan sólo en el ámbito de la circulación
de ideas, sino que tienen bases institucionales y actores que las desarrollan.
La comunicación entre los practicantes dentro y fuera de las instituciones
a través de los canales disciplinarios establecidos, como las revistas
especializadas y los congresos, es consustancial al avance científico.
Teóricamente, los practicantes de la disciplina, en particular los
que pretenden generar conocimientos nuevos, deben estar en permanente comunicación
con el resto de sus colegas, en escalas que rebasan las fronteras institucionales
y nacionales. Estas comunicaciones se realizan también a través
de redes de trabajo y de intercambios que los científicos van construyendo
a lo largo de sus trayectorias profesionales. Lo anterior implica una base
institucional sólida que respalda el trabajo de los científicos
y permite el establecimiento de comunicaciones y redes. No obstante, esta
base institucional es diversa y sus niveles de consolidación son
muy diferentes dentro de los sistemas de educación superior y entre
los sistemas de distintos países del mundo. Resulta claro que en
las instituciones más desarrolladas, aquéllas que tienen
capacidades sustentables para soportar la investigación, se concentran
los académicos que más contribuciones hacen al conocimiento.
Sin embargo, no sabemos a ciencia cierta qué ocurre en las instituciones
que no cuentan con suficientes capacidades de investigación. Sus
comunidades académicas son básicamente consumidoras y reproductoras
de cierto tipo de ciencia social y, en pocos casos, productoras de conocimientos,
en las cuales suelen coexistir investigadores localistas y cosmopolitas.
Estos últimos tienen mayores posibilidades de generar conocimientos
nuevos y trabar contactos con colegas de diversas partes del mundo para
dar a conocer sus hallazgos. Las ciencias sociales, por tanto, se componen
no sólo de las instituciones, académicos y conocimientos
situados en la vanguardia o frontera, sino también por los que consumen
conocimientos o producen en contextos institucionales poco desarrollados.
En todos los establecimientos se operan cambios disciplinarios, no sólo
en el campo de los conocimientos, sino también en las formas como
estos conocimientos se producen.
Segunda parte: los límites institucionales a la actividad académica
1. La lógica política y el desarrollo institucional
a) El sistema político, las recompensas y el cambio institucional
El bien más preciado en el establecimiento estudiado es la ocupación de puestos académicos y administrativos. En las élites dirigentes este bien significa capital para las carreras políticas, las cuales se extienden con mucha frecuencia más allá de las fronteras institucionales. Este bien se logra mediante una intensa competencia política, regulada por un sistema de autoridad, de representación de intereses y de procedimientos electorales con reglas formales del juego débiles, cuyo cumplimiento está sujeto a cambios y negociaciones. Lo que predomina en la relación política son las negociaciones, las presiones, las distribuciones clientelares de posiciones, las lealtades y la obtención de votos.
En esta Universidad, el sistema de incentivos y coerciones y la definición de roles se ha organizado fundamentalmente alrededor de la acción política, lo cual hace que la carrera política sea altamente valorada. Los actores despliegan estrategias para ocupar cargos, obtener influencia y acrecentar clientelas. Para los académicos interesados en crear instituciones con capacidad de investigación la única posibilidad de conseguir sus objetivos, así sea parcialmente, es participar en los circuitos de relación política y actuar conforme a las reglas no escritas. Acceder a la élite política, tener influencia o ejercer presión sobre ella son recursos imprescindibles para conseguir determinados fines. Los esfuerzos por generar relaciones cooperativas en las unidades académicas suelen fracasar si no son acompañadas de acciones políticas para conseguir apoyo o aprobación de las autoridades locales, centrales y de otros colegas.
El sistema político, sin embargo, está en transición, en buena parte por las cambiantes exigencias de los entornos que condicionan las posibilidades de reproducción de las estructuras de poder. Estos cambios generaron aprendizajes y cambios en los sistemas de creencias y en los intereses.3 Las políticas públicas, el marco competitivo en la educación superior, la pérdida de legitimidad social y política del establecimiento, el cuestionamiento generalizado a la distribución incondicional de recursos presupuestarios, el desplazamiento del sindicalismo universitario en la definición de las políticas salariales, y la bancarrota de las ideologías revolucionarias propiciaron cambios en los actores que intervienen en la toma de decisiones. Existe un consenso básico sobre los efectos negativos de la politización en el entramado institucional y la necesidad de poner en el centro el desarrollo académico del establecimiento.
No es un cambio radical que modifique el excesivo peso de la política. Es un cambio que pretende regularla y darle forma académica. Han cambiado las reglas formales de la competencia política y las élites se han nutrido con dirigentes con trayectorias académicas. Pero ante la escasa existencia de núcleos académicos consolidados o en proceso de desarrollo no existe base social para generar un poder académico. Ese vacío sigue llenándose con poder político. Las reglas informales siguen vigentes y los asuntos se resuelven mediante negociaciones en diversos niveles del establecimiento. En ese marco, hay escaso capital social, el nivel de confianza es bajo y no existen ambientes políticos cooperativos.4
Parte de los cambios que ahora se observan proviene
de la nueva valorización política de algunos recursos y discursos
académicos. Adquiere importancia la formación académica
para ocupar posiciones de liderazgo político y los discursos se
han desplazado hacia asuntos académicos. Pero el ejercicio del liderazgo
depende en gran medida de un uso eficiente de los recursos disponibles
en el contexto del sistema político interno de la Universidad, lo
cual equivale a reeditar prácticas políticas que discursivamente
se busca superar. Por ello, coexisten las viejas formas de la actividad
política con el uso de nuevos medios. Así, obtener un doctorado,
inscribir un programa en el padrón de excelencia, contar con profesores
en el SNI, tener profesores en cátedra patrimonial u obtener financiamientos
externos son recursos que se valorizan en las transacciones políticas,
aunque dichos recursos no sean considerados como objetivos estratégicos
de la política institucional.
b) Los recursos: usos no estratégicos y escasez
Como parte de los cambios en el marco institucional formal, se han generado nuevas disposiciones para administrar y vigilar el uso del patrimonio. Un mayor número de actores participan en la vigilancia del presupuesto, se han modificado parcialmente las reglas de asignación de los presupuestos y se han emprendido programas para modernizar la administración y generar sistemas de información institucional.
Ahora la institución confiere mayor importancia a la obtención de recursos externos. En una tradición que entendía a la educación superior como un derecho social que debía ser financiada enteramente por el gobierno, el aumento de cuotas estudiantiles y los señalamientos para que el profesorado, especialmente los investigadores, busquen recursos externos, es un cambio importante, en términos financieros y simbólicos. Las grandes escuelas cuentan con volúmenes grandes de recursos propios que les permiten resolver ciertas necesidades operativas. Los posgrados, por resolución del Consejo Universitario deben ser autosuficientes. Pero los aumentos de cuotas estudiantiles han sido relativamente bajos y los posgrados aún tienen una baja matrícula.
Varios testimonios, sin embargo, indican que continúan operando las viejas reglas inerciales y políticas de asignación: tras cubrir una nómina que absorbe más del 90% del presupuesto, el rector distribuye los escasos recursos a partir de "irreductibles" y de los resultados de las negociaciones con los dirigentes de diversas unidades académicas, y conserva todavía un importante control discrecional sobre las distribuciones. Las obras de infraestructura y la apertura de programas de posgrado se financian con recursos adicionales (estatales y federales provenientes de Fomes y, en poca medida, de Conacyt), pero son recursos reducidos y focalizados en unos pocos programas. Recientemente, la universidad logró que prácticamente todas sus unidades académicas entraran al Promep con programas de desarrollo académico, logrando con ello obtener recursos no regulares para ampliar las plantas académicas, financiar su formación de posgrados e introducir prácticas de planeación para prever el futuro. En el caso de la investigación, salvo algunos casos en los que la autoridad central tiene especial interés, la gestión de los recursos adicionales no es activamente promovida por la administración, sino por los grupos académicos que se ven obligados a presionar a las autoridades para formalizar sus peticiones.
En su conjunto, el diseño y manejo de los presupuestos no están estratégicamente orientados hacia el desarrollo de las capacidades de investigación, docencia, formación de profesores, mejoramiento de los procesos de enseñanza aprendizaje y reclutamiento de talentos académicos. El elevado porcentaje de los recursos destinados a nóminas, los altos costos del contrato colectivo y de los convenios con el sindicato, así como los gastos superfluos son factores que encarecen los presupuestos y limitan las posibilidades de usos estratégicos.
En suma: las viejas reglas fundadas en la lealtad
política, el clientelismo, las presiones y las negociaciones; los
estrechos márgenes financieros; los elevados costos del contrato
colectivo; los gastos onerosos y las consideraciones políticas para
tomar decisiones sobre cuotas impiden ejercer los recursos con una clara
visión de desarrollo institucional.
c) El sistema de carrera académica
Una de las características más notorias de la planta académica es que, pese a su juventud relativa, en pocos años cerca de la tercera parte podrá solicitar su jubilación, con cargo financiero interno pues la SEP no otorga recursos para esta prestación laboral. Por contrato colectivo los académicos pueden jubilarse a los 25 años de antigüedad con las percepciones íntegras (menos becas de desempeño), más los aumentos anuales, que reciben en el momento del retiro. Existe la posibilidad de que su planta académica se retire sin que se hayan preparado los relevos o, en caso contrario, que la planta se haga más vieja sin que se pueda remontar una larga historia de baja producción y formación. En caso de retiros masivos, la Universidad puede declararse insolvente. En el futuro cercano estarán en cuestión la viabilidad financiera de la institución, el peso y el papel del sindicato, las formas de contratación y las condiciones de trabajo.
La jubilación de una porción tan grande en un mismo periodo tiene relación con la forma como se constituyó la planta académica. De un lado, como en todas las universidades públicas, la acelerada expansión obligó a contratar a un gran número de jóvenes docentes de manera improvisada. De otro, la expulsión de una gran cantidad de profesores en los primeros años de la década setenta por conflictos políticos acrecentó las necesidades de personal académico. Así, los cargos académicos y administrativos de la Universidad fueron ocupados en gran medida por una sola generación.
Formalmente, la contratación y la promoción son reguladas por comisiones mixtas de autoridades y sindicato. El instrumento que norma estos procedimientos es el contrato colectivo. La obtención de nombramiento de tiempo completo depende básicamente de la antigüedad y en la calificación para los ascensos tienen excesiva importancia actividades no académicas, como las administrativas. En cuanto a las actividades académicas el énfasis se centra en la docencia y, en menor medida, en la investigación. Este sistema de carrera no tiene mecanismos o criterios que obliguen o estimulen a sus académicos a concluir sus estudios de licenciatura, maestría o doctorado, a realizar planes de trabajo, entregar los resultados de los proyectos de investigación o a cumplir adecuadamente con las obligaciones de enseñanza. Están previstas las sanciones para el incumpliendo de las obligaciones, pero su aplicación ha sido excepcional.
En ese marco, un alto porcentaje de los académicos es de tiempo completo o medio tiempo (44%) y las dos terceras partes tienen nombramientos definitivos. Hace algunos años se cancelaron las promociones, de modo que el bajo estímulo para ocupar las categorías más altas actúa como freno a las carreras centrada en el interés académico. La cantidad de profesores con posgrado en baja. Sólo cuenta con 28 doctores y 352 maestros en un universo de más de 5 mil académicos. La creciente importancia dada al posgrado ha generado cierto estímulo en algunos segmentos del profesorado. La Universidad permite a sus profesores realizar estudios conservando sus ingresos. Los profesores más activos, son los protagonistas del incremento, aún modesto, de la investigación y de los programas permanentes de posgrado.
El programa de estímulos al desempeño académico no establece bolsas ni criterios diferenciados para carreras orientadas hacia la enseñanza o hacia la investigación. Por ello, se premia más la docencia y otorga altos puntos a factores no académicos como la antigüedad o el simple cumplimiento de las obligaciones laborales. Para los académicos dedicados a la investigación, los estímulos representan escasa ventaja. Además, en la segunda convocatoria disminuyeron los montos porque el beneficio se hizo extensivo no sólo a la tercera parte como lo establece la política gubernamental, sino a todo el personal de tiempo completo, que es la mayoría, incluyendo a los profesores del bachillerato.
No se han modificado las reglas de ingreso y promoción,
pero en la presente década han ocurrido cambios importantes en los
órganos que las administran y en la toma de decisiones sobre la
plantilla. Las nuevas contrataciones de personal de tiempo completo son
decididas por la autoridad central con menor intervención del sindicato.
d) Las políticas científicas
Hasta hace muy poco tiempo, los principales problemas detectados en el posgrado de acuerdo con estudios institucionales y declaraciones de funcionarios en entrevistas son: falta de una normatividad común, escasez de recursos e infraestructura física y humana, escasa vinculación entre docencia en posgrado e investigación, dispersión de acciones para vincular posgrados e investigación con entornos regionales, duplicación de programas, creación de programas tradicionales, ausencia de criterios de rigor académico para la aprobación de programas y proyectos de investigación, existencia de posgrados caros con profesores visitantes y apertura de programas sin planta académica propia, desaparición de programas por ser insustentables, escasez de posgrados de investigación y predominio de los profesionalizantes, pocos programas inscritos en el Padrón de Excelencia del Conacyt e inconsistencias en su permanencia en éste, programas sin profesores de tiempo completo dedicados a ellos, etcétera.
En cuanto a la investigación, los principales problemas detectados son: inexistencia de estrategias para el desarrollo de la investigación; crecimiento desordenado e individualista, carencia de proyectos institucionales; desarrollo desequilibrado en las distintas áreas del conocimiento; reducida inversión estatal y federal; lento crecimiento de grupos de investigación de alto nivel; escasa vinculación con sectores productivos; limitada difusión y divulgación de avances y resultados; carencia de instalaciones, equipos e insumos específicos; carencia de estímulos y salarios atractivos para la carrera de investigador; inexistencia de un rubro en el presupuesto con porcentaje definido para investigación; débil capacidad de gestión de recursos externos; desarrollo incipiente de programas de investigación regionales y de cooperación interinstitucional; inexistencia de criterios académicos de calidad para registrar los proyectos; disminución del número de proyectos postulados para obtener recursos del Conacyt; desestímulo de los investigadores para postular ante el Conacyt, los jóvenes investigadores impulsados por el Programa de Formación de Doctores difícilmente encuentran sitio en la Universidad por la cancelación de plazas, etcétera.
Ante esos problemas se ha expedido un reglamento
para la investigación y posgrado y se ha constituido un órgano
para coordinar esas actividades. Es una novedad que aún permanece
en la formalidad. En lo que respecta a las políticas científicas
explícitas sólo existe un programa de reducido tamaño
para la formación de doctores en áreas estratégicas.
Los apoyos del Conacyt para cátedras patrimoniales apoyan sólo
un programa de doctorado en ciencias sociales. En general, el desarrollo
de las actividades científicas y del posgrado ha sido resultado
de las iniciativas individuales o de pequeños grupos académicos
pero no el fruto de esfuerzos estratégicos.
2. Las unidades académicas de ciencias sociales
En la universidad estudiada, la investigación en ciencias sociales
se realiza en escuelas o facultades y en institutos y centros de investigación.
Pero el desarrollo de las capacidades institucionales en cada una de estas
unidades es heterogéneo.
a) Las huellas genéticas
La Facultad de Historia destaca por su dinamismo académico. Se trata de una pequeña unidad, con un elevado porcentaje de profesores de tiempo completo con estudios de maestría y doctorado, que cuenta actualmente con dos maestrías, una de ellas inscrita en el Padrón de Excelencia del Conacyt y otra de reciente creación. Los profesores de esta facultad mantienen relaciones de trabajo con colegas de otras instituciones nacionales e internacionales, realizan trabajo en equipo con frecuencia, publican regularmente una revista de buena factura especializada en estudios de historia regional y realizan eventos académicos sistemáticamente, como un congreso de historia regional. Sin lugar a dudas, es la unidad académica de mayor desarrollo en el contexto de las ciencias sociales de la Universidad y una de las más importantes en el conjunto de actividades de investigación y posgrado del establecimiento.
Este perfil de la unidad académica pudo lograrse gracias a tres factores básicos: a) el pequeño tamaño de las actividades docentes en licenciatura que permitió a los docentes dedicarse a su formación académica, a la investigación y al impulso de sus ofertas de posgrado; b) el elevado nivel formativo de los profesores, muchos de los cuales cursaron experiencias en posgrados de otras instituciones del país y del extranjero; c) la presencia de liderazgos académicos que han logrado dar dirección al desarrollo de las actividades de investigación; d) el bajo nivel de conflictos políticos internos; y e) el claro predominio de un campo disciplinario especializado, que en el país ha tenido un importante desarrollo en los últimos quince años: la historia regional. Como puede observarse, esta experiencia comparte los rasgos de un patrón de desarrollo científico clásico.
En contraste, una unidad dedicada exclusivamente a la investigación en ciencias sociales muestra una escasa vitalidad académica.5 Este instituto fue creado por profesores sin experiencia en la investigación y su desarrollo, salvo algunas excepciones individuales, no se pautó por criterios de investigación centrados en la excelencia. Sus investigadores siguieron las pautas de carrera que predominaban en la institución en un clima politizado poco propicio para el desarrollo académico. Varios de sus creadores salieron del Instituto, algunos por seguir carreras políticas o administrativas y otros para crear nuevos programas o unidades académicas. Esta unidad depende directamente de la Rectoría, de modo que los rectores que no eran apoyados por los investigadores han tenido poco interés en su desarrollo.
El Instituto se creó en la primera mitad de la década setenta con una denominación que expresaba el deseo de abarcar todas las áreas del conocimiento sin tener el personal necesario para hacerlo. No había investigadores consolidados, eran muy jóvenes los que se iniciaron en la experiencia y había un ambiente político poco favorable para las actividades académicas. Sólo pudo realizarse trabajo en las ciencias sociales debido al perfil e intereses de sus integrantes. Pero la redefinición nominal del instituto como unidad de investigación en ciencias económicas y sociales se dio hasta 1982.
Otra unidad de investigación está ubicada en una escuela profesional de diversas licenciaturas en ciencias sociales, en la que prevalece un clima general poco estimulante para la vida académica. Dentro de esta escuela se ha impulsado un centro de investigación que en la actualidad sostiene una maestría en ciencias sociales. Tanto el centro como la maestría es resultado de un proceso de revitalización poco común en el contexto de la Universidad. La hipótesis es que se conjugaron los siguientes factores: a) un grupo formado en posgrado fuera de la institución más o menos en el mismo periodo (segunda mitad de los ochenta y principios de la noventa) con interés en la investigación y en la apertura de programas de posgrados con planta propia; b) un liderazgo político, académico y administrativo que reunió intereses y los proyectó en una empresa común; c) dictámenes académicos externos a la Universidad que legitimaron ante las autoridades centrales la viabilidad del proyecto; d) relaciones diversificadas con otros centros de investigación y con otros colegas nacionales y extranjeros; y e) la existencia de una base de apoyo entre profesores sin posgrado interesados en cursar una Maestría en Ciencias Sociales.
El centro de Investigación se creó
hace varios años, pero no fue sino hasta mediados de los años
noventa que recobró vida como unidad de investigación. Antes
era una pequeña oficina en la que se escenificaban diversos debates
y disputas político-académicas pero en la que no se realizaba
investigación propiamente dicha. En décadas pasadas los conflictos
internos y externos, así como la inexistencia de condiciones para
realizar investigación (locales, equipos, materiales, financiamientos,
personal capacitado) obstaculizaron su desarrollo. El elemento más
importante para su reactivación fue que un grupo relativamente grande
(15 profesores) realizó estudios de maestría y doctorado
fuera de la institución más o menos en el mismo periodo (segunda
mitad de los ochenta y principios de la noventa). A partir de la iniciativa
de tres profesores se logró un consenso sobre la conveniencia de
reactivar el centro, darle una perspectiva programática de desarrollo
(que incluyó la apertura de la maestría) y gestionar recursos.
b) La profesión académica
La mitad de los profesores de estas unidades tiene más de veinte años en la Universidad y la renovación de las plantas académicas es casi inexistente. Sin embargo, las experiencias son distintas. En las tres unidades los profesores han aprovechado las oportunidades que ofrece la universidad para realizar estudios de posgrado conservando el salario. En el primer caso, los profesores han concluido rápidamente los estudios; en el segundo, existe un gran rezago y en el tercero han comenzado a concluir las maestrías y los doctorados. Mientras que en la primera los esfuerzos por reproducir investigadores se remontan a principios de la década ochenta, el instituto no ha logrado consolidar políticas de renovación de las plantas académicas ni de entrenamiento de nuevos investigadores. La mayoría de los académicos, como en otras partes de la Universidad, podrá jubilarse en los próximos años, razón que explica en parte la poca proyección académica de sus investigadores, especialmente de los que no tienen estudios de posgrado. En un ambiente poco propicio para la actividad intelectual varios de sus integrantes están en espera del retiro. El Centro de Investigación, por su parte, tampoco ha renovado su planta pero ya cuenta con un programa de formación de investigadores.
Los bajos recursos, las presiones por elevar los grados académicos y la productividad, y por conseguir recursos externos han llevado a los integrantes del instituto a aceptar la necesidad de realizar o concluir estudios de posgrado para estar en mejores condiciones de elevar los ingresos económicos personales y competir por financiamientos. Los programas de becas y estímulos podrían ser el único instrumento directo de la institución para alentar estos objetivos, pero son poco atractivos por su bajo monto, por su distribución «democrática», por su periodicidad incierta y por el privilegio a las actividades docentes y administrativas. Llama la atención que este problema haya cobrado relevancia casi 10 años después de la implantación del SNI. Elevar los grados representa un enorme reto para el instituto: casi la tercera parte de los investigadores son licenciados (cuatro de ellos cursan estudios de maestría), más de la mitad (12) sólo tienen maestría (10 sin concluirla aún) y tres son doctores, de cuales sólo uno pertenece al SNI.
El caso del centro de investigación de la
escuela es diferente. Aunque no tienen programas formales de formación
de profesores, sus integrantes han realizados o se encuentran realizando
estudios de doctorado.
c) Vinculación investigación-docencia
Discursivamente, la Universidad procura vincular la docencia con la investigación. Pero ello no se verifica salvo en contadas excepciones: programas de posgrado de investigación y contactos aislados de los investigadores en la licenciatura.
La Facultad tiene programas de docencia en licenciatura y en posgrado en nivel de maestría. Los investigadores son docentes en estos programas. Los programas de enseñanza tiene relación con las investigaciones y los resultados de éstas forman parte de los materiales de estudio. Los estudiantes del posgrado desarrollan investigaciones relacionadas con los proyectos de investigación y asisten a los eventos académicos organizados por los profesores. En esta Facultad la vinculación de la docencia con la investigación ocurre gracias a una estructura que enlaza ambas actividades y a que sus profesores se hacen cargo de ambas actividades. La pequeñez de la matrícula es un factor de suma importancia pues las necesidades docentes pueden satisfacerse sin que los profesores destinen gran parte su tiempo a dar clases.
El caso del Instituto es muy diferente. No tiene programas de docencia y sus investigaciones no impactan las carreras de ciencias sociales, salvo en contados casos de textos usados como materiales didácticos. Algunos investigadores participan de manera aislada en actividades docentes en la Licenciatura. El Instituto no incorpora estudiantes como ayudantes de investigación. Las conflictivas relaciones políticas de la Universidad ha jugado malas pasadas a esta unidad académica. De ella han salido dos de las más importantes iniciativas de posgrado pero nunca logró impulsarlas. La disputa por el control de nuevos espacios se ha sumado perniciosamente con la desconfianza respecto a la capacidad del Instituto para hacerse cargo de programas de formación: si no ha logrado consolidar sus plantas académicas ni su nivel de producción ¿cómo podría hacerlo con un programa nuevo?
El caso del Centro de Investigación de la
escuela de ciencias sociales tiene otras características. La maestría
a cargo del Centro está organizada en líneas de investigación
que corresponden a las líneas de los investigadores. Varios de sus
alumnos son profesores de la licenciatura. Los profesores del Centro imparten
clases en la licenciatura y en la maestría.
d) Capacidad de reproducción de investigadores
En la Universidad no existen políticas estratégicas para
formar a nuevos académicos. Pero la facultad de historia desde hace
15 años y la escuela de ciencias sociales desde hace cuatro, son
casos excepcionales. Quienes se formaron antes de la apertura de los programas
de posgrado o en programas de otras instituciones, debieron emprender esfuerzos
individuales y aprovechar las facilidades que la Universidad ofrece a sus
académicos para cursar posgrados. No obstante la relativa mejora
de las calificaciones del personal académico en las unidades estudiadas,
en ellas no existen condiciones para reproducir investigadores debido a
que no se han abierto nuevas plazas. Sin embargo, las unidades que tienen
maestría tendrán en el futuro mayores posibilidades de reclutar
profesores con mayor entrenamiento en la investigación.
e) Formas de trabajo
La idea de que el trabajo de investigación es o debe ser colegiado en ciencias sociales está muy arraigada entre los académicos mexicanos. Apoyada en algunas experiencias aisladas y, sobre todo, en cierta prescripción sobre las bondades de la colegialidad en el trabajo, esta idea ha dado lugar a la creencia de que el trabajo académico ha sido colegiado en todos o en muchos establecimientos. Es verdad que a lo largo de la historia reciente se pueden ubicar algunos momentos en los que se desarrolló cierto tipo de trabajo colectivo, pero no se puede concluir que todos los académicos haya participado de la experiencia. Al parecer, México no se distingue demasiado respecto a lo que ocurre en otros países: el trabajo en ciencias sociales tiende a ser individualista, a diferencia del trabajo en equipos que se observa en las ciencias naturales.
En la actualidad, sin embargo, existen tendencias que pueden afectar las formas como se organiza el trabajo de investigación en las universidades. De un lado, según algunos autores (Gibbons et al., 1997), el nuevo modo de producción del conocimiento implica trabajos de equipos interdisciplinarios alrededor de problemas aplicados.6 De otro lado, algunas políticas públicas recompensan la formación de equipos para la investigación vinculada a problemas de los entornos regionales en los que se insertan las instituciones. Ciertas instituciones, como la UAM, han comenzado a desarrollar de manera explícita una reestructuración de su organización académica con la perspectiva de influir en las formas de trabajo de los investigadores.
Las arraigadas creencias, las experiencias efectivamente cursadas y las tendencias hacia el trabajo en equipos que se derivan de las nuevas formas de producción del conocimiento, de algunos programas de política pública y de la reestructuración organizativa de algunas universidades chocan, sin embargo, con el individualismo tradicional de la investigación en ciencias sociales. Hay aquí una dimensión poco explorada de las nuevas tensiones a las que se enfrentan los profesores y las instituciones.
Sin embargo, no hay una idea clara sobre lo que significa la colegialidad académica; de hecho hay diversas concepciones que se refieren a asuntos de diferente naturaleza: la organización de la investigación, la evaluación de los resultados, la pertenencia a colegios invisibles, la agrupación institucional básica para la investigación, la toma de decisiones, la participación en organismos de representación y decisión académica, los valores ideales de la profesión académica y de los científicos sociales, etcétera. La diversidad de asuntos a los que se alude bajo la noción de colegialidad hace en ocasiones difícil determinar la naturaleza de las formas de trabajo en cada unidad académica.7
En la Facultad de Historia se combina el trabajo individual con actividades colectivas de investigación y publicación de resultados. Internamente existen reconocimientos intelectuales y algunos profesores ejercen claramente roles de liderazgo no sólo académico, sino también político y administrativo. Hay un ethos interiorizado sobre la responsabilidad en el cumplimiento del trabajo. Los investigadores buscan comunicar sus resultados de investigación dentro y fuera de la Universidad.
En el seno del Instituto las actividades son individualistas, muy pocos investigadores colaboran con colegas de otras unidades de la Universidad o de otras instituciones y los resultados del trabajo no son sometidos al escrutinio de los colegas. Formalmente existe una organización por programas de investigación, cuyo diseño obedeció a la necesidad de integrar el trabajo en forma colectiva. Algunos investigadores que tenían experiencias en trabajo colectivos continuaron haciéndolo porque es una forma que les resulta conveniente y estimulante en términos intelectuales. Pero en los investigadores que básicamente realizan trabajos individuales, la estructura por programas es ineficaz para sus propósitos.
En sus 24 años de existencia el Instituto ha desarrollado un ambiente de relaciones en el que los reconocimientos científicos son casi inexistentes; no han emergido liderazgos académicos que logren articular y dar sentido a las actividades de investigación. No existen controles (registro de actividades, seguimiento de avances) sobre el trabajo que se realiza dentro de los programas de investigación. El programa general del Instituto establece que los titulares de cada programa deben dar seguimiento a los proyectos y pedir cuentas de los avances a los investigadores. Pero ello no ocurre. El director del Instituto y algunos titulares señalaron que los informes sobre el avance de las investigaciones son arbitrarios y que no están en condiciones de garantizar la autenticidad de los reportes que hacen sus investigadores.8 Las intervenciones administrativas de la dirección y del consejo no han sido eficaces para clausurar proyectos inconclusos y forzar a los investigadores a presentar nuevos proyectos.9
En el seno del Instituto, difícilmente existen reconocimientos académicos sobre la importancia del trabajo de los colegas, incluso del que realizan los profesores más productivos. Sólo uno de ellos es ampliamente reconocido por una larga y sostenida trayectoria de investigación y publicaciones internas y externas. La obtención de recursos externos para financiar la investigación y la mejora de los equipos individuales para el trabajo (mobiliario, computadora) no tiende a ser reconocida como un logro por el empeño y la calidad del trabajo. En el Instituto hay unos cuantos investigadores reconocidos por su dedicación. Son investigadores cosmopolitas con relaciones con colegas de otras universidades nacionales y extranjeras.
En el centro de investigaciones la experiencia tiene
semejanzas, pues predomina el trabajo individualista. Sin embargo, tienen
experiencias de investigaciones de grupo y muchas iniciativas son puestas
en práctica de manera colectiva. Algunos profesores, además
de sus actividades académicas en la Universidad, participan en actividades
culturales relevantes en el contexto local (archivo municipal, museo regional,
carnaval) de modo que no sólo cumplen un típico rol de intelectuales
locales, sino también son constructores de instituciones e impulsores
de la cultura.
Tercera parte: los cambios en la práctica disciplinaria
1. Tipos de productos
El común denominador de los practicantes de las ciencias sociales es la participación como articulistas de opinión o redactores de artículos de fondo en la prensa local. Otros también han incursionado en publicaciones académicas de la Universidad o de otras instituciones. En la Facultad de Historia tiene gran peso la publicación de resultados de investigación, con notable base empírica. De forma notable, tiene la mayor cantidad de libros y artículos en ciencias sociales. Publica una revista de historia regional que destaca por su continuidad y buena calidad.
En las otras dos unidades predominan las publicaciones ensayísticas, pero a juicio de varios profesores la producción ha comenzado a adquirir un carácter propiamente académico, de investigación. En el Instituto existe una revista desde 1974 que ha publicado 46 números (incluidos los dobles). Su periodicidad es irregular y ha cambiado de presentación en cinco ocasiones. Carece de una línea editorial bien definida: hay cambios en su diseño, se incluyen textos de seminarios, notas de lectura, la calidad de la impresión es baja, etcétera. No tiene un comité de dictaminadores externos y básicamente sirve para publicaciones endógenas. Según los registros, hacia 1996 en el Instituto sólo se habían producido nueve libros en 22 años de existencia.
En el Centro de Investigaciones no existe un registro
pormenorizado de las publicaciones de sus integrantes. Pero los testimonio
indican que tan sólo en los últimos cuatro años se
han editado seis libros. El Centro cuenta con dos números de una
revista que apareció en 1997. Es una revista de buena calidad con
ensayos, resultados o avances de investigación, traducciones de
artículos publicados en revistas internacionales y colaboraciones
de autores nacionales prestigiados. A diferencia de la revista de la Facultad
de Historia, la del Centro aún no logra superar la falta de regularidad
en su salida, en buena medida porque depende de una imprenta universitaria
sumamente ineficiente. La publicación no tiene un cuerpo externo
que dictamine los artículos, pero se ha previsto la formación
de un consejo con académicos de diversas partes de México
y América Latina.
2. Ritmos de producción
El ritmo de producción de la Facultad es muy dinámico no sólo en el contexto de su Universidad, sino en el de muchas unidades de ciencias sociales del país. En la actualidad ha editado 22 números de su revista especializada en historia regional. Sus investigadores han publicado varios libros. Los trabajos cuentan con una sólida base empírica, producto de un trabajo con fuentes documentales primarias. Esta revista dictamina los artículos y mantiene criterios rigurosos para admitir la publicación de textos y aunque la mayoría de los colaboradores son internos tiene una importante participación de autores de otras unidades de la Universidad y de otros establecimientos externos (24.2%). Estas revista tienen una auténtica línea editorial: los artículos se dictaminan, tiene secciones definidas para diferentes materiales, hay criterios para la presentación de los artículos, está destinada a especialistas, etcétera.
La situación del Instituto es contrastante. Su producción ha decaído en los últimos años. La revista está permanentemente atrasada y sólo cuatro investigadores sostienen una elevada producción. El resto de manera esporádica publica ensayos. La investigación empírica, en general, es escasa, aunque desde mediados de la década pasada comenzó a observarse una tendencia a abandonar las disquisiciones teóricas y los ensayos ideológicos. La nota común de los profesores más productivos es su empeño individual y su vinculación con investigadores de la Universidad y de otras instituciones nacionales y extranjeras.
Los integrantes del Centro constituyen un conjunto
de profesores sumamente activos en el terreno de las publicaciones. Pero,
a diferencia de los investigadores en la Facultad, su participación
como autores de artículos de investigación en revistas es
menor. En cambio, como en los otros casos, muchos investigadores constantemente
publican artículos de opinión o ensayos en la prensa de la
localidad.
3. Agenda de investigación
En la Facultad de Historia los temas son regionales. Pero los investigadores no son localistas, es decir, están insertos en redes disciplinarias en las que se debate y exponen problemas de la teoría y la historia regionales. Los ámbitos son distintos: temas locales, regionales, nacionales y en poca medida internacionales. En los temas predominan los de historia económica regional sobre empresarios, industria azucarera, fundición y electricidad, comercio, minería, ferrocarriles. También hay temas de historia de la cultura y de historia política.
En el Instituto predominan los estudios de economía e historia regionales. Algunos incursionan en temas de ciencia y sociología política (estudios electorales, cultura política, educación). Aquí lo regional de los temas tratados se mezcla con el aislamiento o localismo del trabajo por la escasez de contactos con el exterior. En ese contexto, los cambios que se han operado en los referentes teóricos de las ciencias sociales en los últimos veinte años han afectado a los investigadores, especialmente a quienes no han cursado estudios de posgrado. Algunos profesores manifestaron sentirse aún perplejos ante la declinación del marxismo, la ausencia de una crítica reflexiva sobre ello y la proliferación de enfoques, temas y formas de abordar los objetos.
En buena medida, la perplejidad y la conservación de interpretaciones marxistas están asociadas a la falta de actualización respecto a los temas y enfoques que actualmente se debaten y emplean en las ciencias sociales. En el área de economía se concentra una buena parte del pensamiento marxista a la vieja usanza pero, al mismo tiempo, ahí también se sitúan profesores que han introducido nuevos enfoques, principalmente para realizar diagnósticos y pronósticos, y vincular sus capacidades a un mercado que comienza a demandar cierto tipo de conocimientos.
En estas condiciones, los propósitos institucionales de realizar estudios multi o interdisciplinarios han sido infructuosos. Los nexos con colegas de otras unidades que trabajan temas similares son prácticamente inexistentes. No obstante, algunos investigadores cuentan ya con varias experiencias de trabajos multidisciplinarios en los que colaboran colegas de varias disciplinas y unidades académicas. Son, no obstante, experiencias que surgen gracias a la iniciativa de individuos o grupos pequeños, pero no constituyen una práctica general institucionalizada.
Los profesores del Centro de Investigaciones tienen
orígenes disciplinarios más diversos que en el Instituto
(economía, sociología, ciencia política, historia).
La Maestría se agrupa en tres áreas básicas (teorías
social, económica y política) y en líneas de investigación
que obedecen al perfil formativo y a las áreas de interés
del profesorado. Al igual que en el Instituto, realizar estudios empíricos
fue durante muchos años considerado como positivismo, revisionismo
o ciencia burguesa. La investigación empírica en la escuela
era hace 15 años una novedad que posteriormente impulsaron los investigadores
que han cursado estudios de posgrado. Los intereses de investigación
se relacionan generalmente con temas locales o regionales. De hecho, ello
ha sido una antigua preocupación entre los profesores que en la
actualidad coincide con las orientaciones del Conacyt y, en general, de
diversos organismos nacionales e internacionales relacionados con la educación.
4. Formas y criterios de validación
Hay pocos investigadores asociados al SNI. Entre estos profesores existe una opinión positiva del Sistema por los beneficios económicos que reporta y por las ventajas que las instituciones pueden obtener.10 Sin embargo, los investigadores son escépticos sobre la calidad de los juicios del SNI y, sobre todo, de su capacidad para ser un referente que califique de forma adecuada el prestigio de los investigadores.11
En el seno del Instituto, difícilmente existen reconocimientos académicos sobre la importancia del trabajo de los colegas, incluso del que realizan los profesores más productivos. La obtención de recursos externos para financiar la investigación y la mejora de los equipos individuales para el trabajo (mobiliario, computadora) no tiende a ser reconocida como un logro por el empeño y la calidad del trabajo.
En el Centro de Investigación existe mayor acuerdo sobre la importancia de los instrumentos de la política pública para validar la calidad de los trabajos realizados. Las autoridades del Centro, al igual que el entonces director de la escuela12 y muchos investigadores, muestran una abierta disposición a ajustarse a los criterios y procedimientos que se desprenden de la política pública: evaluaciones, participación en el SNI, incorporación de la Maestría al Padrón de Excelencia, elevación de los grados formativos, etcétera.
La Maestría de Historia Regional (Facultad de Historia) está inscrita en el Padrón de Excelencia del Conacyt y la de Ciencias Sociales (escuela de ciencias sociales) se formuló con la perspectiva de incluirse en éste, pues cuenta con planta de tiempo completo dedicada a la investigación, miembros del SNI, estudiantes de tiempo completo, requisitos estrictos de titulación, procesos de selección de estudiantes, líneas de investigación relacionadas con el entorno local y regional, etcétera.
Existen críticas puntuales a los diversos órganos e instrumentos, pero también se les reconoce su importancia no sólo por la posibilidad de acceder a recursos no regulares, sino también por el prestigio que tanto a los individuos como a la Institución les reportan. Sólo un investigador, uno de los que más méritos académicos tiene a juzgar por su productividad y por gozar de una beca de repatriación tras sus estudios doctorales en Europa y estancias en Estados Unidos, sostiene una opinión muy desfavorable sobre el SNI y el Conacyt. En este caso, se observa un patrón semejante entre investigadores con mejores calificaciones y prestigio obtenidos en ámbitos disciplinarios e institucionales externos, nacionales e internacionales: el SNI y el Conacyt no representan a la comunidad y no pueden atribuir prestigios que sólo los colegas puedan dar.
En esta Universidad, una parte de los profesores que se acercan al tipo científico tienen poco aprecio al SNI y al Conacyt como órganos distribuidores de prestigio. No obstante, los profesores que aún no tienen un nivel de producción reconocida suelen aceptar que el SNI y los apoyos del Conacyt a los proyectos son una fuente de prestigio, aunque no necesariamente de naturaleza disciplinaria. Vale la pena preguntarse en qué medida el SNI u otros instrumentos de política pública han servido para otorgar prestigios a académicos que aún no los habían conseguido y a redefinir los referentes a través de los cuáles éstos valoraban su actividad. Las políticas estarían funcionando como una fuente para obtener prestigio que en contextos institucionales de bajo desarrollo disciplinario sería difícil de obtener. Acceder al SNI proyecta a los académicos en el mundo de las ciencias sociales, cuyos prestigios están fuertemente centralizados en algunas instituciones del centro del país.
Así, asistiríamos a un efecto de sumo interés: los cuerpos académicos en instituciones con pocas condiciones para el desarrollo disciplinario pueden acceder al mercado de prestigios por una vía externa a la vida colegiada que teóricamente se desarrolla en los ámbitos disciplinarios. El acceso al SNI en instituciones con bajo desarrollo disciplinar implica un doble esfuerzo individual: realizar una carrera académica a contracorriente y disputar el acceso al SNI en contextos cada vez más competidos. En estos casos, el SNI opera como un sistema de recompensas que van más allá de los ingresos económicos adicionales al salario para situarse también como recompensas intrínsecas, esto es, aquellas que se derivan de la satisfacción intelectual.
Resulta evidente que una cosa es la forma como los investigadores perciben y usan al SNI y la forma como lo hacen los establecimientos. El establecimiento en su conjunto usa la pertenencia al SNI como un símbolo de estatus institucional de primera importancia. Esto se debe fundamentalmente a que contar con un buen número de profesores adscritos al Sistema reporta mayores ventajas a las instituciones para conseguir ciertos beneficios de los órganos financiadores y tener mejores recursos de negociación (acreditar programas de posgrados en el Padrón de excelencia, conseguir cátedras patrimoniales y becas de repatriación, competir mejor por financiamiento a proyectos, solicitar recursos, etcétera).
De todas maneras, se perciben dos procesos muy interesantes.
Por un lado, una vez puestas en sintonía con las políticas,
las unidades académicas tienen mayores oportunidades para seguir
avanzando en la obtención de las ventajas. Tener miembros del SNI
apoya las solicitudes de ingresar al Padrón de Excelencia y de obtener
becas; al mismo tiempo, coloca en mejores condiciones a los investigadores
para solicitar financiamientos ante el Conacyt. Por otro lado, pese a las
críticas a los instrumentos de las políticas públicas
(especialmente las referidas a los criterios de evaluación y a los
trámites), la obtención de los recursos y reconocimientos
que otorgan ejerce una influencia sobre los investigadores que estimula
cambios en su actividad, refuerza los que se hallan en curso y modifica
los referentes de valoración y prestigio.
5. Recursos
La urgencia de contar con recursos externos para financiar la investigación no se ha traducido en una práctica sistemática orientada a organizar colaboraciones que sumen los recursos intelectuales disponibles para competir en un mercado local por conocimientos aun pequeño pero existente o para solicitar financiamientos en el Conacyt o en el Sistema de Investigación Mar de Cortés (Simac).
No hay venta de conocimientos o servicios, salvo contadas excepciones de carácter individual y/o colectivo. Algunos investigadores del Instituto tuvieron en la década pasada algunas experiencias en la venta de servicios. Recientemente, las acciones emprendidas por algunos investigadores se han concentrado en asesorías para la elaboración y posterior evaluación de los Programas de Desarrollo Municipal. En el futuro cercano se tiene previsto firmar un convenio de colaboración con una Fundación para el Desarrollo Económico del estado para realizar investigaciones específicas. Actualmente está en marcha un amplio proyecto de investigación sobre indicadores de desarrollo económico y social, que cuenta con la participación de investigadores de diferentes unidades académicas y de diferentes disciplinas. Como en muchas otras necesidades detectadas, salvo pocos casos, las iniciativas para vincular la investigación con el entorno y obtener recursos provienen de las autoridades y, en poca medida, de los investigadores. Los esfuerzos por organizar desde la administración convenios y proyectos de vinculación no tienen base de sustentación en la actividad de los profesores y son poco sistemáticos.
El uso de los recursos disponibles no obedece a una visión estratégica de desarrollo de las capacidades intelectuales de la institución. Los pocos recursos y su uso no estratégico se combinan negativamente con la práctica politizada de la institución. Es frecuente escuchar la queja entre los investigadores de que los escasos recursos institucionales para la investigación se distribuyen por afinidades políticas antes que por merecimientos comprobadamente académicos.13
A diferencia del Instituto, el Centro ha desplegado diversas iniciativas para obtener recursos. La creación de la Maestría contó con recursos gestionados por los interesados ante organismos como Capfce, Supera, Promep para construir un edificio, contar con becas para profesores y adquirir algunos equipos de cómputo. Otros recursos han provenido de dos diplomados organizados por el Centro. Aunque algunos han concursado, ninguno cuenta en la actualidad con proyectos financiados por el Conacyt. Como el Consejo Universitario ha establecido que los posgrados sean autosuficientes, la Facultad y el Centro tienen una fuente propia de recursos, pequeña pero útil para solventar gastos menores.
Existe la opinión generalizada de que la Universidad
debería destinar recursos a la investigación y al posgrado
para permitir que los profesores se dediquen básicamente a sus actividades
de investigación. Sin embargo, tienen claro que eso es muy difícil
por la escasez de recursos y la inexistencia de políticas financieras
de apoyo a la investigación. Además, muchos investigadores,
bajo la idea de vincular las actividades universitarias con su entorno
y generar conocimientos concuerdan con la necesidad de ofrecer sus servicios
educativos y de investigación a diversos sectores sociales y económicos
de la región. Esto guarda estrecha relación con el papel
que han jugado los investigadores como intelectuales públicos en
la entidad y con los contactos que mantienen con fuerzas políticas
locales y con el gobierno del municipio.14
Conclusiones
Pese a los cambios positivos que se observan en las unidades analizadas, la dificultad para construir un ethos académico centrado en el rigor y la calidad es una característica de la Universidad que perpasa todo el tejido institucional. La práctica de las disciplinas, salvo en los casos individuales, está lejos de ser una tradición de trabajo científico reproducible en las unidades básicas de la institución. En esta Universidad no se ha construido una tradición de pensamiento científico ligado al mundo de las disciplinas. El marxismo ha perdido vigencia explicativa, pero aún se observan sus rastros en buena parte de los profesores e investigadores de diversas disciplinas sociales. Varios investigadores, especialmente los rezagados en la conclusión de sus maestrías, se muestran perplejos ante un entorno disciplinario cambiante, plural y diversificado.
La vida académica en la institución transcurre en muchos sentidos al margen de los debates y avances contemporáneos en ciencias sociales. El sistema político del establecimiento, cargado de intereses y sin reglas académicas, ejerce gran influencia sobre la mayoría del profesorado. En ese marco, las recompensas que reciben los que logran remontar el peso de la institución son auténticas recompensas intrínsecas, es decir, provienen del interés y la satisfacción intelectuales. No obstante, los cambios institucionales por adición de estructuras (posgrados, centro de investigación) han producido efectos entre los investigadores y reforzado vocaciones académicas. Algunos han apresurado el ritmo para concluir sus estudios de posgrado y tienen mayor actividad de investigación.
El patrón típico de una nueva forma de producir conocimientos no se observa plenamente en ninguna de las unidades analizadas. Encontramos algunos de sus elementos. El rasgo más importante en los casos de académicos con elevada capacidad de producción es que han alcanzado un nivel de maduración disciplinaria que incorpora los valores de la actividad científica clásica: el rigor y la seriedad, la elegancia y la claridad expresivas, la correcta sustentación teórica, empírica y metodológica, la exhaustividad y la pertinencia de las revisiones, el anhelo de obtener hallazgos y hacer contribuciones al saber, etcétera. Una parte de los académicos que procura cultivar estos principios ha comenzado a tener una práctica que se asemeja en algunos de sus rasgos a las nuevas formas de producción de conocimientos: trabajo en grupos por proyectos interdisciplinarios, en torno a problemas situados en contextos de aplicación, con financiamientos que no provienen de los recursos universitarios, sino de agencias y o clientes externos. Entre estos académicos, la obtención de recursos externos es una fuente adicional de prestigio. No descuidan el prestigio que les proporciona la disciplina, pero también han comenzado a obtener reconocimientos que provienen de ámbitos distintos al mundo de las disciplinas o de las universidades.
En este tipo de académicos, la pertenencia
la SNI otorga recursos individuales y prestigios, pero no necesariamente
es un referente científico de calidad. Entre los académicos
con mayor trayectoria el SNI tiene poca importancia. Pero entre los académicos
que se inician, la pertenencia al SNI es una oportunidad de acceder a mercados
de prestigios que debido a las condiciones de aislamiento y a los climas
académicos poco propicios estaban reservados a los académicos
de los Centros más desarrollados del país, especialmente
los de la ciudad de México.
Notas
* Investigador del Departamento de Investigaciones Educativas, Centro de Investigación y Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional (DIE-Cinvestav-IPN). Este trabajo se desprende de una investigación más amplia que incluye a otras instituciones y que fue coordinada por Rollin Kent (1999). Una versión anterior de este artículo fue presentada como ponencia en el en el I Congreso Nacional de Ciencias Sociales, organizado por el Consejo Mexicano de Ciencias Sociales, del 19 al 23 de abril de 1999 en la ciudad de México.
1 Gibbons et al. (1997) designan a este patrón como un nuevo modo de producción de conocimientos que tiende a diseminarse en diversas esferas no académicas, impactándolas. Es resultado de la extensión de formas disciplinarias tradicionales o clásicas. Esta perspectiva es sumamente fructífera para entender con-temporáneamente los cambios en la producción de conocimientos también dentro de las universidades. Según estos autores, las sociedades estarían llegando a ser sociedades que demandan, usas y producen conocimientos. Es la universidad extendida.
2 Uso la noción de institución como reglas del juego y de cambio institucional como cambio en éstas. Al respecto véase March y Olsen (1997) y North (1995).
3 Sobre cambios en las creencias y en los intereses como producto de los cambios en los entornos y en las condiciones de reproducción de las estructuras de poder véase Capano (1996).
4 Como capacidad de los individuos de trabajar junto a otros en grupos y organizaciones para alcanzar objetivos comunes (Coleman 1988, citado por Fukuyama, 1995). Esta capacidad surge a partir del predominio de la confianza en una sociedad o en un determinado sector de ésta. Adquirir capital social exige la habituación a las normas morales de una comunidad y, dentro de ese contexto, la adquisición de virtudes como lealtad, honestidad y confiabilidad. El capital social no se adquiere sólo por individuos que actúan por sí solos, no es producto de decisiones racionales de inversión individual (Fukuyama, 1995).
5 Sobre la vitalidad académica véase el trabajo de Clark y Lewis (1988).
6 Este modo de producción está presente en organismos e instituciones no académicas, distribuye prestigios no disciplinarios (clásicos) y pone a disposición de diversos mercados un repertorio flexible de conocimientos para solucionar problemas, lo cual implica acceder a recursos de diversas fuentes para financiar el trabajo y remunerar a los investigadores.
7 Un esfuerzo por esclarecer conceptualmente los significados y funciones de la noción de colegialidad la realizó Bess (1990).
8 Hay casos de investigadores que llevan varios años reportando el mismo proyecto sin que se sepa cuándo habrá de concluir y sin que se observen en verdad avances verificables. Ante eso, la dirección y el Consejo Académico se ha propuesto revisar caso por caso para dar por cancelados aquellos proyectos que tienen más de tres años sin concluir. Estas revisiones ya han ocurrido en el pasado, pero aún existen proyectos con 10 o 12 años que se siguen reportando como proyectos vigentes.
9 El director del Instituto manifestó que los proyectos que surjan después de la clausura de proyectos inconclusos deberán ser colectivos para sumar esfuerzos y obtener recursos externos.
10 Hay otros dos doctores en el SNI, pero actualmente tienen comisión para trabajar en otros programas o unidades. Uno de ellos dirige el Doctorado de Ciencias Sociales y el otro es director de un Centro de Investigaciones Educativas de la Universidad.
11 Por ejemplo, un profesor que posee una obra ininterrumpida en su campo de especialidad y cuyos libros son consulta obligada en el tema y se usan como materiales de texto en cursos de sociología rural, ha tenido experiencias semejantes a la de investigadores de otras instituciones: exclusiones no justificadas y exigencias difíciles de cubrir (como tener alumnos de doctorado). La opinión de otro profesor es sumamente adversa al SNI. Se trata de un joven investigador, de tipo cosmopolita y científico, que aún no concluye su tesis de doctorado, pero que tiene un ritmo de producción inusual no sólo en el contexto de la Universidad, sino de muchas otras instituciones de ciencias sociales; es profesor invitado año con año en universidades de EUA (UCLA, Illinois), incursiona en temas históricos, literarios y culturales (ha ganado premios de cuento, poesía y ensayo literario) y financia sus investigaciones y equipos con recursos externos de diversas fuentes (Conaculta, Fondo Estatal para la Cultura y las Artes y Conacyt).
12 Después de la realización de las entrevistas hubo cambio de director de la escuela. Según informes obtenidos, fue un proceso menos conflictivo que en épocas pasadas. No obstante, marcó un quiebre entre los miembros del Centro que será necesario analizar, sobre todo por las consecuencias prácticas que parece tener en la organización académica y el rumbo de la maestría. Además, el tema requiere observarse con cierto detenimiento pues puede ilustrar, visto en retrospectiva, el grado de solidez o debilidad de los acuerdos que sellaron la alianza académica a través del Centro y la Maestría.
13 Es difícil comprobar documentalmente estas afirmaciones, pero su sola existencia es un claro indicador del ambiente poco propicio para la academia que aún se vive en la Universidad.
14 Por ejemplo, la realización de dos
diplomados de análisis político dirigido a líderes
locales, partidos, regidores y otros funcionarios del municipio no sólo
produjo ingresos extras, sino que además cumplió, en opinión
de sus impulsores, un importante papel en la educación política
de líderes y funcionarios. Al respecto, pusieron énfasis
en que el tema de la tolerancia y la pluralidad —bien poco apreciado en
la cultura política local— fue colocado en la agenda de preocupaciones
de los participantes.
Bibliografía
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