Rubenson, K., & Schuetze, H. G. (2000). Transition to the Knowledge Society: Policies and Strategies for Individual Participation and Learning. Vancouver: UBC Institute for European Studies.
Martha de Jesús Portilla León
Instituto de Investigaciones en Educación
Universidad Veracruzana
El libro contiene 22 capítulos que abordan diversos aspectos de la transición a la sociedad del conocimiento. Este material se elaboró y recopiló como resultado de una conferencia internacional que se llevó a cabo en el mes de noviembre de 1998 en Vancouver, patrocinada por el Departamento de Desarrollo de Recursos Humanos de Canadá (HRDC por sus siglas en inglés), quien se ocupa de definir los elementos que requiere una sociedad basada en el conocimiento e identifica temas de investigación y de políticas vinculados con el problema del acceso a ese estilo de sociedad y las posibilidades que tienen los sujetos de participar en ella.
El tema central sobre el que giran las discusiones de los diferentes autores de cada uno de los capítulos es el del impacto de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (ICTs en inglés o TICs en español) en el desarrollo de las sociedades, hablando de una sociedad y una economía basadas en el conocimiento (abreviada KBES). El libro está dividido en cinco partes, las cuales hacen referencia a: 1) La política económica y social para la sociedad del conocimiento, 2) El mercado global, las regiones y las comunidades, 3) El trabajo en la economía del conocimiento, 4) Participación e inclusión en la sociedad del conocimiento, y 5) Sistemas de medición para la sociedad del conocimiento. Cada una de esas partes contiene de tres a seis capítulos que abordan temáticas vinculadas con esa sección particular; hablaremos sólo de algunos de ellos.
Para empezar, debemos decir que el capítulo 1 constituye una base general del libro, pues plantea algunas discusiones sobre el papel del conocimiento y la innovación para el crecimiento económico y el empleo en la era de la tecnología de la información y la comunicación. En él, Charles Edquist y Craig Riddell exponen sus ideas acerca de la interacción entre el cambio tecnológico, el crecimiento económico y las consecuencias en el mercado laboral, tanto como la cantidad y calidad del empleo, la distribución del ingreso y la naturaleza del trabajo. Los autores de este capítulo prestan particular atención a los mecanismos por los cuales los cambios en la tecnología de la producción, distribución y consumo afectan la economía y la sociedad; discutiendo a la vez el papel que juegan las políticas públicas y las estrategias individuales en los rápidos cambios del ambiente. Es muy interesante el planteamiento que los autores hacen respecto a las habilidades requeridas por los trabajadores, pues según la dimensión y rapidez de los cambios tecnológicos, éstos se ven afectados y obligados a desarrollar nuevas habilidades, así como a modificar estructuras laborales y tareas; para exponerlo recurren a varios estudios que analizan sobre todo los sectores de servicios, comunicaciones y turismo. Además revisan algunas implicaciones políticas en el contexto de la economía y la sociedad del conocimiento.
La segunda parte de este libro se avoca más a las innovaciones para el desarrollo económico, abordando el tema de las comunidades globales y enfatizando las implicaciones que tienen las tecnologías para la información y la comunicación en la globalización. Dentro de esa parte conviene resaltar los capítulos 7 y 8, de David Wolfe y Luigi Orsenigo respectivamente, quienes abordan la complejidad de la globalización respecto a las TICs y a la competitividad. Por un lado; es significativo que Wolfe enfatice el papel crítico que juegan el conocimiento y el aprendizaje para activar el potencial endógeno de las regiones, donde quienes participan en dicho proceso pueden desarrollar competencias y habilidades que conducen al éxito de la economía global; además, insiste en que es mejor utilizar el término “economía del aprendizaje” que el de “economía basada en el conocimiento”, pero sobre esto último habría que revisar con cuidado las implicaciones que tiene utilizar dicho término. Por otra parte, Orsenigo insiste en que hay una relación estrecha entre innovación y competitividad, en donde las actividades innovadoras (que ahora son “globales”) conducen a un crecimiento económico, y a la vez presenta dos cuestiones que son relevantes en torno al establecimiento de políticas y llevan a una discusión interesante: ¿Cuáles son las fuentes de la competitividad tecnológica y en dónde se localizan: en las firmas, las regiones, las industrias o los países? y ¿las actividades innovadoras están llegando a ser más “globalizadas” y si es así en qué sentido?
Al seguir revisando el libro encontramos que la parte tres aborda un punto central: el empleo; pues toda la economía basada en el conocimiento va transformando las exigencias de las empresas y va conformando nuevas necesidades tanto en las firmas como en los trabajadores. De esta forma, primero encontramos la preocupación de que los trabajadores generen nuevas competencias y habilidades de acuerdo con las demandas de la sociedad, lo que a su vez incide en el establecimiento de políticas acordes con dichas demandas. A esto hay que agregar la urgencia que se ha generado por mejorar las prácticas de organización de las empresas en cuanto al lugar de trabajo (además de la organización y distribución del trabajo mismo) y de la preocupación por el desarrollo de recursos humanos ad hoc a los nuevos requerimientos para el uso óptimo de las tecnologías de la información y la comunicación, así como de las tecnologías para la producción, lo que conlleva exigencias de todo tipo para incrementar el nivel de competitividad.
Desde nuestro punto de vista consideramos de gran relevancia los cinco capítulos que integran esta tercera parte del libro, tan sólo mencionaremos los títulos y sus autores pero la recomendación que hacemos es la de abordarlos con detenimiento, ya que si se desea realizar una investigación acerca de las políticas para la formación de recursos humanos estos autores dan varias pautas que podrían retomarse y trabajarlas desde nuestro contexto mexicano. Los capítulos son: Empleo en una economía basada en el conocimiento, de Pascal Petit; La organización del trabajo y las tecnologías de la información y la comunicación, de Henri Rouilleault; Las prácticas de recursos humanos y la tecnología de la información en Canadá, de Carolina Weber; Cambiando la estructura de habilidades para el empleo en Canadá, de Gingras, Massé y Roy; Tecnología, empleos y habilidades: la evidencia desde Europa, de John Van Reenen.
Del mismo modo, las partes cuarta y quinta del libro son un aporte valiosísimo para las consideraciones políticas y económicas que se tienen que hacer desde la perspectiva de la participación y la inclusión de los individuos en la sociedad del conocimiento.
En la cuarta parte el capítulo De Bosch es un ejemplo de que existe un gran número de factores que influencian las decisiones de las firmas para proporcionar capacitación a sus empleados, lo que también incide en la organización y distribución del trabajo (funciones y obligaciones), pues una mano de obra instruida y debidamente catalogada (cada persona en el puesto apropiado) es garantía de mayor rendimiento empresarial y mejores condiciones de trabajo.
La última parte del libro es un claro ejemplo de la preocupación que siempre se tiene de “medir” o “evaluar” los logros de las personas, ya sea como estudiantes, empleados, gobernantes, etc., manifestando que como miembros de una sociedad cambiante hay que evaluar constantemente si las metas están siendo alcanzadas. Los capítulos que se incluyen tratan de exponer algunos instrumentos de medición y los resultados que se han obtenido con ellos, generando reflexiones en torno a sus resultados.
En general, este libro resultará interesante para todo aquel estudioso de los cambios económicos y de la incidencia de éstos en el ámbito de la formación académica y laboral. Sobre todo actualiza la discusión acerca de las demandas de los consorcios hacia su personal, en especial respecto a la actualización constante y al manejo de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, toda vez que el desarrollo de innovaciones se vincula directamente con ellas e incrementa los niveles de competitividad en un contexto “globalizado”.
Para los interesados en el análisis de dichas cuestiones, el libro ofrece datos que corresponden a las realidades de países como Canadá y los Estados Unidos de América, además de ofrecer un panorama acerca de la Unión Europea. Esto permite al lector latinoamericano enriquecer su visión y poder ser más crítico hacia las políticas gubernamentales y de las empresas que promueven una sociedad basada en el conocimiento, lo cual es motivo de orgullo por las posibilidades de formación académica que los trabajadores pueden tener, pero también es motivo de desdicha para aquellas personas rezagadas educativa y tecnológicamente. Esto conlleva una reflexión más amplia sobre la marginación y, podríamos decir también, sobre la desesperanza de los que pugnan por un mercado más abierto (no en términos de “tratados de libre comercio”) que garantice fuentes de trabajo y mejores ingresos para la sociedad en su conjunto, lo cual permitiría un crecimiento económico efectivo y no ficticio, en cuanto a un mayor número de personas que serían beneficiadas y no sólo datos estadísticos globales (que no reflejan que se incrementa la economía en función de las transacciones de unos cuantos). Esto último no es propiamente el tema del libro, sino más bien es la serie de reflexiones que puede desatar un texto de este tipo, que surge con la preocupación de actualizar las discusiones en torno a una economía basada en el conocimiento.
Realmente las firmas, las regiones, las comunidades y la globalización (que envuelve todo y que nos sobrepasa) siguen siendo puntos de contacto para encuentros y desencuentros en torno a la discusión sobre el empleo, la naturaleza del trabajo, la economía y las políticas.
Para un investigador en cuestiones educativas quizá este texto no dice mucho (literalmente) pero sí permite generar dudas (lo que es más valioso) acerca de las políticas educativas en torno a las tecnologías de la información y la comunicación, respecto de la formación de técnicos y universitarios, así como cuestionarse si la política educativa en el país contempla la transición hacia una “sociedad basada en el conocimiento” y desde qué bases la plantea, pues en un país como el nuestro, donde el analfabetismo es como un fantasma que acecha permanentemente y al que muchos gobernantes no quieren ver, resulta de gran importancia conocer qué sucede con las personas que necesitan “capacitarse” para acceder a un empleo o evitar el desempleo, a la vez que si cuentan con un capital cultural deficiente es poco probable que se abra para ellos el mercado laboral del que tanto se habla en el contexto de la globalización.
Finalmente, podríamos decir que este libro es un acertado compendio respecto del tema de la sociedad del conocimiento, el cual deja muchas puertas abiertas para la discusión de los interesados en el tema, en especial acerca de las transformaciones y dinámicas que genera la transición hacia ese tipo de sociedad.