Destaca en este derrotero la aportación de Rafael López Castro (Degollado, Jalisco, 1946), cuyo empeño y oficio se han distinguido por escudriñar acuciosamente y resolver a pulso y ojo la composición de elementos, integrar el montaje o el collage con el trazo a tinta china en el original mecánico, definir la selección tipográfica y cromática y ajustar las indicaciones y recursos técnicos para la impresión, sin importar el formato o género que involucre su proyecto gráfico. Cinco décadas invertidas en su casa-taller del barrio de Mixcoac, en imprentas o editoriales para aterrizar trazos, signos y metáforas visuales en el papel, para crear imágenes “legibles y bellas, por la mágica, real e íntima relación de la tipografía consigo misma o con la ilustración, el grabado, la pintura y con la fotografía”.
Dibujante y fotógrafo aleccionado en las artes gráficas por Carlos Flores Heras y seducido por las influencias del cartel polaco y cubano, López Castro fue partícipe del desarrollo de importantes sellos editoriales como Joaquín Mortiz —invitado por Joaquín Díez-Canedo—, el Fondo de Cultura Económica y la célebre Imprenta Madero, su alma mater. Fue en esta extensión de la Librería Madero que, bajo la dirección artística de Vicente Rojo, se conformó un equipo “especializado en la ejecución de impresos estricta y exclusivamente de temas culturales, al margen de trabajos comerciales”. Esta vocación definiría la ruta de López Castro y sus colegas: dedicar su talento a la difusión de la cultura y las artes, labor que encontraría plena comunión con las estrategias publicitarias y visuales enfocadas a la promoción de obras literarias, actividades artísticas, cineclubes, producciones cinematográficas, programas académicos, universidades, conmemoraciones cívicas, ferias tradicionales y festivales culturales.
La calidad de su trabajo no le pide nada a quienes han protagonizado la historia universal del diseño gráfico y es “impecable y diamantina”, como la Patria del poeta Ramón López Velarde. Su obra muestra una convicción progresista y mexicanista, y es el lugar donde símbolos y efigies se le arrebataron al mausoleo del poder hegemónico o al dogma, siempre defendiendo a través de sus ensayos visuales —realizados por comisión o impulsados por iniciativa personal— las causas más justas, convocando a sus colegas y a la solidaridad colectiva, trabajando en equipo y recuperando las herencias de las luchas sociales. En su trabajo todo es arte y todo es política por igual.
Su identidad ha cabalgado entre su origen alteño y su orgullo chilango. Viajero de a pie y con cámara en mano, Rafael “Lápiz” Castro —como se refiere a sí mismo con sentido del humor— registra y traslada a su crónica visual un amplio repertorio gráfico que rinde honesto homenaje a la lectura, al dibujo y a la historia patria, lo mismo al arte prehispánico que a la modernidad, a las culturas populares y urbanas, así como a referentes de la tradición gráfica y plástica de nuestro país, celebrando también la renovación de los códigos visuales en el diseño contemporáneo internacional.
La Universidad Veracruzana, a través de la Galería Ramón Alva de la Canal y el Instituto de Artes Plásticas, celebra cinco décadas y años más de la prolífica trayectoria de un precursor y referente del diseño gráfico mexicano contemporáneo; al maestro sin aula de muchas generaciones de colegas, al hombre solidario y a la perseverancia y honestidad intelectual que distinguen a Rafael López Castro.
Santiago Pérez Garci