Corre, lee y dile
Por Germán Martínez Aceves
Hay lectores que son conocidos por su voracidad lectora, la vida les va libro tras libro; hay lectores que buscan la soledad de un café, de un parque o de su propia casa; hay otros más que perciben a las bibliotecas como grandes templos de consagración a la lectura; en los tiempos actuales, hay lectores con su Kindle bajo el brazo, pero hay otros, tal vez sean los menos, que viajan para encontrar lectores y descubrir sus bibliotecas particulares.
Es el caso de Javier Varga de Luna, viajero que emprende caminos que lo llevan a entrar a casas de ávidos lectores y de coleccionistas de libros insospechados con ediciones inconseguibles.
El periplo lo realiza en: la Ciudad de México, Nicaragua, Argentina, Cuba, Colombia, Bolivia, España, República Dominicana, Panamá, Uruguay, Paraguay, Chile y Perú. En todos ellos hace la crónica de sus viajes con la descripción de los lugares, de las calles, de los cafés, de la gente y de los lectores que conoce para visitar las Bibliotecas ajenas, título que le da nombre al libro publicado por la Editorial de la Universidad Veracruzana en su colección Ficción.
Javier Vargas de Luna (Tampico, Tamaulipas, 1967) es poeta, narrador, ensayista, docente, cronista e investigador literario, maestro por la Universidad de Ottawa y doctor en Letras por la Universidad McGill, de Montreal, actualmente vive en Quebec, Canadá donde es catedrático en la Universidad Laval.
El libro tiene la virtud de encontrar a su lector en librerías, en ferias o en kioscos; siempre habrá un texto que será adquirido por alguien que de a poco conforma su biblioteca particular, hay incluso quienes son compradores compulsivos de libros que apilan y no saben si les alcanzará la vida para leerlos, pero ahí están, siempre listos para una consulta, una búsqueda o el momento oportuno para ser leídos.
Quien tenga la curiosidad de revisar una biblioteca ajena, de alguna forma se asoma a la biografía del lector o como dice el propio autor: “Mirar libreros ha sido siempre una forma ágil de entender la vida, los anhelos y las mediocridades, los sueños y las frustraciones, de cualquier individuo”.
Javier Vargas de Luna nos ofrece trece crónicas que inician en los alrededores del Zócalo de la Ciudad de México, justo en calle de Donceles, conocida por sus librerías “de viejo” donde todo bibliófilo va en busca de joyas editoriales. Pero Javier no solo tiene la fortuna de encontrarse libros si no también a lectores como Óscar con quien intercambia lecturas y llega a visitar a su departamento en la calle Bolívar, histórico lugar que habitaron Fidel Castro y el Che Guevara y ahí, en un cuarto, está su biblioteca. “Nos encontramos varias veces en el umbral de los años y de los títulos, sin forzar nunca la coincidencia y sin pasar jamás una crítica sucia, claro que no, sobre las lecturas del otro”, escribe Vargas de Luna.
En Granada, Nicaragua, visita la casa de Fernando y hace un inventario de sus libros que contienen guardas y dedicatorias; en Salta, Argentina, en la calle España, encuentra en esa ciudad de montaña, un galpón de libros donde se abastecen los bibliópatas, y en su censo inevitable que levanta en cada librería, localiza entre los anaqueles Memorias de África, de Isak Dinesen, lectura que lo lleva a reflexionar que: “mientras en silencio comprendo que la ciudad, la granja, la montaña, la tierra, la palabra -¡y también la biblioteca!-, todas ellas son ideas atravesadas por un signo de maternidad. Acaso allí pueda explicarse nuestro eterno afán de reintegrarnos en su seno en nuestra mágica filiación de lectores”.
En Cuba conoce a Maikel y Orestes, actores que le hablan de don Ángel, un ingeniero mecánico naval con gran afición literaria; en Cartagena, Colombia, en la Plaza de los Mártires, halla a una lectora, Martha, talladora de esmeraldas que no le abre las puertas de sus libreros y se desarrolla una historia con el espíritu de Joseph Conrad; en Bolivia contacta a Roberto, propietario del ejemplar El desierto de los tártaros, de Dino Buzzati, donde “el libro levanta la voz de sus espejos con el objeto de apuntar hacia la vulnerabilidad del lector”.
En Madrid, la ciudad de los miles de libros, encuentra A contrapelo de Joris-Karl Huysmans del que concluye que “la ciudad no solo nos transforma en seres multiplicados, en proyecciones retóricas o en copias al carbón de lo que tal vez nunca quisimos llegar a ser”; en Montevideo, Uruguay, hace contacto con Roberto, recolector de libros que lo lleva a Un puente sobre el Drina de Ivo Andric y la relación negra que provocan las dictaduras.
En la República Dominicana, donde casi no hay librerías, un empleado le da El diario de Satanás de Leonid Andreív; en Asunción, Paraguay asiste al penal femenino El Buen Pastor que tiene una celda con libros; en la localidad chilena de San Pedro de Atacama, recurre a las bibliotecas de la memoria y revisa las repisas de una maestra extraviada.
En Panamá conoce a Yván, un taxista que lee ciencia ficción y es propietario de una versión inglesa de Sueñan los androides con ovejas eléctricas, de Philip K. Dick; mientras que en el lago Titicaca, en Perú, encuentra Las ventanas cegadas, de Alexandre Vona y sus metáforas inesperadas de libertad.
Como bien escribe Alberto Manguel en las primeras páginas de Bibliotecas ajenas: “Deambular, pasear, viajar, son actividades intelectuales. En busca de libros (tanto ediciones de bolsillo como volúmenes gargantuescos) y de bibliotecas (algunas exageradamente famosas, otras vergonzosamente secretas) Javier Vargas de Luna ha recorrido, y recorre aún, nuestro mundo, volviendo páginas y abriendo bibliófilas puertas”.
Bibliotecas ajenas, de Javier Vargas de Lun, con palabras preliminares de Alberto Manguel, es de la colección Ficción de la Editorial de la Universidad Veracruzana, 296 páginas, 2022. Se puede adquirir en Xalapa en la librería Hyperión, cuenta con envíos a todo el país.
