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descendientes
artísticos de Richard Wagner.
Guida, originario de Turín y a quien la prensa de Nueva York
define como "un director wagneriano a la manera de Arturo Toscanini",
puso de manifiesto la contundencia de un arte interpretativo que
ha dejado una gratísima impresión entre los aficionados
que deseaban no sólo asistir al estreno en Veracruz de la
portentosa Quinta sinfonía en si bemol mayor de Anton Bruckner,
sino además observar un desempeño marcado por la nitidez
y, de manera sumamente especial, la devoción hacia el trabajo
de un compositor como Bruckner.
Si bien es cierto que la obra de Mahler ha encontrado ya "su
tiempo", la de Bruckner espera aún su justa valoración.
En Xalapa apenas hemos tenido la oportunidad de escuchar una interpretación
reciente de la Cuarta, la conocida como Romántica, mientras
que el resto del repertorio bruckneriano nos es por completo desconocido,
incluidas sus numerosas piezas religiosas. Es entonces que cobra
una mayor relevancia la efectividad con que Guido condujo a los
músicos de nuestra osx, para hacer sonar una conmovedora
lectura a la obra que Bruckner concluyó en 1878 y que manos
ajenas deformaron posteriormente.
El director lo había expresado de una muy especial forma,
que además puso en evidencia la admiración que deposita
en la figura histórica de un hombre profundamente religioso
y de noble corazón: "Bruckner tenía como modelo
a Bach, y esto es evidente en su forma de trabajar el contrapunto
que, en su Quinta sinfonía, tejió en medio de un estilo
clasicista llevado hasta los límites de la ruptura y la desintegración.
Las sonoridades organísticas son manejadas en forma sorprendente,
sobre todo en la coral del final, un portentoso fragmento que es
indicativo de una increíble pureza de espíritu..."
Bruckner estaba convencido de las bondades en la vida celestial,
después del periplo vital humano, a diferencia de Mahler,
quien depositaba sus esperanzas en una vida espiritual terrenal.
Todos ellos Bach, Mahler y Bruckner, cada uno a su manera,
profesaba una firme convicción religiosa, deísta,
más que sectarista, en el poder de un Ser Supremo. Ha sido,
entonces, una experiencia aleccio-nadora todo lo que se deja sentir
en la Quinta sinfonía de Bruckner y en la devota lectura
de un maestro que condujo a la Sinfónica de Xalapa a una
transfigurante y apasionada interpretación.
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