Conferencia magistral dictada por el rector
de la uv
en la Universidad Villa Rica, el 24 de mayo de 2002.
El
principal problema que enfrentamos hoy en día es la abismal
desigualdad de niveles y oportunidades de desarrollo individual
y colectivo en la población mundial. Paradójicamente,
es apenas ahora cuando la humanidad puede crear las condiciones
para atacar frontalmente la ignorancia, la pobreza y los males
endémicos, tanto sociales como ambientales, que ambas ocasionan.
Es ahora cuando existe mayor conciencia global sobre la interrelación
e interdependencia de los problemas económicos, demográficos,
ambientales, climatológicos y sociales de todas las naciones;
y es ahora cuando puede aprovecharse la tecnología existente
y generar sinergias y alianzas para que el conocimiento se constituya
en el principal factor de mejoramiento del desarrollo humano,
de la productividad auto-sustentable, del crecimiento económico
y, por ende, de la calidad de vida.
En este trabajo se parte de la premisa de que la educación
superior mexicana y la universidad latinoamericana deben desarrollar
un paradigma alternativo basado en la distribución social
del conocimiento; un paradigma educativo que oriente el quehacer
institucional más allá del enfoque tradicional de
educar sólo a una población de edad acotada y a
poblaciones escolares convencionales; un paradigma que oriente
las reformas de organización, normativas y funcionales
de nuestras casas de estudio; un paradigma que rompa paredes y
derribe muros que atan y limitan la labor educativa y que propicie
la construcción de múltiples puentes, avenidas,
enlaces y reciprocidades entre las instituciones académicas
y entre éstas y los sectores social, público y privado
para hacer del conocimiento la verdadera moneda del bienestar
y el progreso; un paradigma educativo que promueva de manera distribuida
la capacidad individual y colectiva para el autoaprendizaje de
por vida, en todos los sectores y localidades. En suma, un paradigma
que multiplique exponencialmente la operación de programas
flexibles, diseñados ad hoc para aprendices diversos y
a través de todo tipo de medios.
Son múltiples las repercusiones y cambios que conlleva
la adopción de un paradigma tal. Aquí nos referiremos
a algunos de ellos. En esta necesaria transformación no
puede dejarse de lado el relevante tema de la educación
integral, a partir de la formación de valores y el desarrollo
de actitudes, habilidades y conocimientos que apuntalen la superación
individual y colectiva.
El
entorno contemporáneo de la educación superior
Los retos educativos de hoy en día son grandes, numerosos
y complejos. Se derivan de las demandas que impone el mundo contemporáneo,
en especial de lo que se ha dado en denominar la Sociedad del
Conocimiento, así como de las propias condiciones del país
frente a esa realidad. La velocidad y el alcance de los avances
de la ciencia y la tecnología en todas sus expresiones,
pero principalmente en las telecomunicaciones y la informática,
se han convertido en un poderoso motor que transforma todo de
manera vertiginosa. El conocimiento es la nueva moneda para el
progreso. La riqueza de los países reside hoy más
que nunca en su capital humano y en la información con
que se desenvuelve en la vida cotidiana. La ciencia ficción
del siglo pasado ha sido ya rebasada por las realidades de la
centuria que comienza.
México está en movimiento y engranado al mundo globalizado
e interdependiente. Nuestro país necesita atender en forma
concurrente los retos de este promisorio futuro y los rezagos
del pasado que obstaculizan el desarrollo equitativo y sustentable.
Esta dicotomía debe ser resuelta con inteligencia y trabajo
arduo, con la construcción de cimientos firmes que sustenten
nuevos paradigmas que interconecten futuro y pasado, que tiendan
puentes entre el conocimiento y la realidad, que tejan sólidos
enlaces entre el logro individual y social y que impulsen el bienestar
colectivo, a partir del desarrollo de cada individuo.
En tan sólo dos décadas, el proceso de globalización
ha transformado radicalmente las relaciones entre los países
y las personas y continúa transformándolas cada
vez con mayor velocidad. Considerado por muchos como un fenómeno
principalmente económico, sus efectos y ramificaciones
han conducido a una nueva visión del mundo y de las personas,
en la que se desvanecen diversos aspectos de las actuales fronteras
nacionales y geográficas, al tiempo que los nuevos saberes
y tecnologías imprimen un dinamismo y una diversidad a
la vida cotidiana nunca antes vistas en la historia de la humanidad.
Los medios de comunicación han permitido tener información
en tiempo real de lo que ocurre y se crea en otros lugares, por
muy remotos que éstos sean, acercando a las personas, las
culturas y las naciones. Hoy existe mucha mayor conciencia de
la interrelación e interdependencia de todos en asuntos
económicos, culturales, científicos, demográficos
y ambientales, pues compartimos y necesitamos los recursos de
un mismo planeta.
En la nueva manera de ver el mundo, los valores y principios de
la llamada sociedad industrial son sustituidos por otro contexto
mundial, en el que la riqueza y el potencial de liderazgo de las
naciones se basan en su capacidad para contar con la mayor cantidad
de ciudadanos con mejor educación y destreza en la generación,
búsqueda, selección y aprovechamiento de información
para resolver problemas y generar nuevos conocimientos y tecnologías.
Las repercusiones del nuevo contexto mundial en las relaciones
y comunicaciones sociales, la organización para la producción,
el trabajo y las profesiones parecieran indicar que la única
constante de nuestros tiempos es el cambio y la innovación
permanente. En la producción y las relaciones económicas
los efectos más visibles son: la incorporación de
la cultura de calidad total, la aparición del llamado e-commerce,
el surgimiento de grandes alianzas estratégicas de empresas
y organizaciones multinacionales y la formación de bloques
comerciales regionales y continentales. Al mismo tiempo, impactan
la organización y la forma de trabajo de las empresas obligándolas
a la búsqueda constante de ventajas competitivas para la
captación y la atención de mercados cada vez más
diversificados y exigentes.
En el campo laboral y de las profesiones se ha generado una nueva
división del trabajo que, en los ámbitos nacionales,
desemboca en la integración de alianzas y cadenas productivas
donde la empresa con mejor capital humano y desarrollo concentra
su esfuerzo en actividades de creación, innovación
y actualización para obtener mayor valor agregado en sus
productos, subordinando las tareas repetitivas y rutinarias a
las de menor capacidad o incorporando procesos automatizados.
Por eso, cada día pierden terreno los empleos asociados
al sector productivo y crecen los empleos relacionados con los
servicios.
Otro tanto sucede en el terreno internacional. Los países
con capital humano altamente productivo e innovador conservan
y promueven las actividades relacionadas con la generación
de conocimientos y tecnologías, para mantener e incrementar
su liderazgo, transfiriendo a los de menor desarrollo las actividades
repetitivas, para las que no se requieren tecnologías de
punta ni competencias ni habilidades altamente especializadas.
El trabajo profesional, en consecuencia, se ha modificado profundamente
en los últimos años. Conforme los nuevos componentes
tecnológicos van irrumpiendo en todas las actividades laborales
y los nuevos conocimientos revolucionan radicalmente la capacidad
humana para transformar su realidad y comprender su naturaleza,
el desempeño profesional evoluciona en dos frentes. Por
una parte, cada día aparecen demandas de dominio de nuevos
conocimientos transdisciplinarios, algunos altamente especializados
y basados en tecnologías sofisticadas, que borran las fronteras
entre las profesiones tradicionales y dan lugar a nuevas necesidades
de actualización y formación acelerada para la reconversión
profesional.
Por la otra, al igual que en el caso de las economías,
el desempeño profesional muestra una tendencia preocupante
para las naciones con menores niveles de desarrollo que se manifiesta
en dos vertientes. La primera se relaciona con el perfil profesional
global para aquellos con sólida formación, creatividad,
habilidad para trabajar en equipos multidisciplinarios y alta
capacidad de innovación. La segunda, relacionada con el
perfil profesional local para los que tienen poca capacidad innovadora
y emprendedora, que no logran dominar las nuevas habilidades demandadas
y con formación poco flexible.
La manera de enfrentar con éxito ese aparente destino de
los países en desventaja, de constituirse en proveedores
de profesionales de segunda en el mercado ocupacional global,
debe hacerse a través de dos vías. Primero, asumiendo
el reto de formar profesionales con visión y perspectiva
frente a la posmodernidad y lo que ella significa. Segundo, mediante
el reconocimiento pleno de nuestras realidades en los ámbitos
nacional, regional y local; esto es, de nuestras fortalezas y
debilidades, logros y pendientes para que se intensifiquen los
esfuerzos de formación integral, orientada a la solución
de problemas concretos. Se ha dicho que la educación debe
formar para pensar globalmente y para actuar localmente.
La experiencia de los países con mayor desarrollo humano
y el surgimiento de la Sociedad del Conocimiento confieren a la
educación, particularmente a la del nivel superior, un
papel de la máxima importancia para elevar la calidad de
vida y la capacidad de inserción equitativa de las naciones
y los individuos en la nueva cultura y realidad del mundo globalizado.
El reconocimiento de que la fortaleza de un país reside
en la educación de todos sus habitantes, y no sólo
en la calidad formativa de algunos sectores, ha llevado a la incorporación
de nuevas perspectivas sobre el papel de las universidades en
la distribución social del saber. La Universidad debe abandonar
su concepción centrada exclusivamente en la oferta de carreras
a estudiantes escolarizados y en la investigación endogámica,
abriéndose a la sociedad, para asegurar que el conocimiento
y los saberes que en ella se generan y desarrollan estén
al alcance de toda la población sin restringirlos a programas
profesionalizantes ni a grupos de edad acotados.
La Universidad debe, por tanto, ampliar su papel social, en coordinación
y colaboración con otras organizaciones, reconociendo su
potencial para inducir el abatimiento de la ignorancia como causa
y efecto de la pobreza, además de apoyar el crecimiento
y la modernización de los diversos agentes económicos
y sociales. Debe entonces llevar instrucción, información
y saberes al mayor número de personas y grupos sociales
necesitados de habilidades y conocimientos para emprender cambios
en sus vidas o para dar mayor impulso y solidez a los que ya han
emprendido, con un enfoque de autosustentabilidad.
En los albores del siglo xxi, es más evidente que la concepción
de una formación profesional unívoca resulta incongruente
e insuficiente en un mercado laboral y de servicios profesionales
regido por principios y necesidades muy distintas a las vigentes
hace apenas una década. La diversificación y la
creciente complejidad de las tareas que debe realizar un profesionista
para resolver los problemas que se presentan en su ámbito
de acción tienen tantos componentes de innovación
tecnológica y de interdisciplinariedad que han producido
una pérdida gradual de la exclusividad laboral que solían
mantener las carreras tradicionales frente a los actuales campos
y demandas de ejercicio profesional.
Esta circunstancia impone retos tremendos al papel que hasta hace
poco tenían las universidades como instancias privilegiadas
para la formación especializada. Cada vez hay más
organizaciones, empresas y corporaciones que afrontan la formación
de recursos humanos a través de esfuerzos propios y de
distintas modalidades, siendo una de ellas el establecimiento
de alianzas con universidades, dando lugar a lo que ahora se conoce
como Universidad Corporativa.
Se ha llegado a la conclusión de que, para enfrentar adecuadamente
las demandas del mercado del trabajo, la educación universitaria
debe tener un fuerte componente de formación general en
ciencias y conocimientos básicos, acompañada de
una sólida capacitación para el autoaprendizaje
y el desarrollo de nuevas habilidades y, por la otra, lo que es
cada vez más relevante para el mercado laboral: que, independientemente
de la carrera de origen, el profesionista posea las competencias
y las actitudes necesarias para desempeñarse exitosamente
en un medio competitivo y en constante evolución.
La transformación del trabajo y el empleo pide que las
universidades redefinan el perfil de sus egresados, incorporando
en la función docente los elementos necesarios para desarrollar
en todos los estudiantes, aparte de los conocimientos y destrezas
propias de su carrera, un conjunto de habilidades básicas
para el desempeño profesional en el mundo moderno.
De ellas, basta mencionar las siguientes, que constituyen lo que
se ha dado en llamar la nueva alfabetización para el trabajo:
uso eficiente de herramientas, técnicas, sistemas de cómputo
y telecomunicaciones; dominio de por lo menos dos idiomas; capacidad
de trabajo en equipo y de liderazgo de grupos; motivación
y efectividad en el logro de metas; inclinación al estudio,
la actualización y la formación constante; capacidad
para detectar problemas y proponer y emprender soluciones adecuadas;
conocimiento del contexto, de la relevancia socio-económica
y del impacto de su trabajo; capacidad para comunicar claramente
las ideas y planteamientos de manera oral y escrita; y, por tanto,
una sólida formación humanista basada en valores
sociales y en una amplia cultura general.
El fenómeno de la globalización también ha
incorporado profundos cambios culturales que se desenvuelven en
dos dimensiones aparentemente contradictorias, pero que, en el
fondo, se realimentan una a la otra. Es evidente que paulatinamente
se va desarrollando una cultura universal contemporánea,
cuyo vehículo son los medios de comunicación y la
inmediatez de la información.
Gracias a las telecomunicaciones, los rasgos culturales de los
países más poderosos, así como los productos
y movimientos culturales, artísticos y políticos,
rebasan las fronteras geográficas, enriqueciendo el conocimiento
de la diversidad cultural de la humanidad, a la vez que promueven
la adopción de pautas y rasgos unificadores asociados al
concepto de vanguardia, abrazadas y propulsadas principalmente
por los jóvenes. De manera paralela, y casi como reacción
al proceso de globalización cultural, se acentúa
la búsqueda de identidad, de fortalezas fundadas en lo
propio, surgiendo nuevos movimientos nacionalistas y de afirmación
de grupos autóctonos y regionales.
La evolución cultural contemporánea plantea retos
adicionales a la educación superior. Por una parte, debe
tener la capacidad y el cuidado necesarios para rescatar los valores
centrales de nuestras culturas nacionales, hurgando en las tradiciones
y manifestaciones de los diversos grupos sociales y sintetizando
aquello que nos da la unidad nacional. Por la otra, tiene que
estar abierta a la otredad del mundo, a ver la riqueza de la humanidad,
a aceptar lo diferente, a promover la tolerancia como requisito
para la coexistencia pacífica y justa en un planeta que
nos pertenece a todos.
Por ello, la Universidad no puede ubicarse solamente en el plano
de la cultura universal sin desarrollar la conciencia y el conocimiento
de las realidades locales. La Universidad debe actuar localmente
con pensamiento global, debe llevar su acción al mundo
entero, pero empezando por la realidad de los habitantes de su
propio entorno y con especial énfasis hacia los sectores
marginados.
La globalización en la educación superior demanda
de las universidades que atiendan con decisión, oportunidad
y relevancia las necesidades y problemas de la dimensión
local, estatal y nacional, así como abrir caminos, puentes
y enlaces para incorporar nuevos sectores y brindar acceso a experiencias
y programas educativos de otras naciones y al mundo global de
la información.
Todo lo anterior implica una evolución de los sistemas,
modelos y funciones de la educación superior. Debe hacerse,
además, de manera oportuna para que las universidades mexicanas
y latinoamericanas puedan alcanzar a las instituciones que llevan
la vanguardia educativa mundial y mantenerse entre ellas.
La propuesta de la anuies para orientar el desarrollo de la educación
superior en el siglo xxi, que tiene poco más de un año
de divulgada, incorpora una visión de largo plazo. No obstante,
algunas de sus previsiones futuras ya están presentes hoy.
Hace más de un lustro que la educación superior
se desenvuelve en un ambiente cada vez más distribuido,
con fuertes componentes tecnológicos y desde una plataforma
multinacional.
Los cambios en México también sobrepasan las expectativas:
El número de usuarios de Internet se duplicó en
tan sólo dos años, pasando de un millón 222
000 usuarios en 1998 a más de dos millones 712 000 en el
año 2000. La población atendida por telesecundaria
aumentó 73 por ciento de 1995 al 2000, representando actualmente
al 20 por ciento de la matrícula nacional en este nivel
educativo y ya están en operación más de
100 Secundarias 21, dotadas de equipamiento especial para llevar
a cabo programas de aprendizaje con fuertes componentes de tecnología
virtual, en los que se forman más de 70 000 estudiantes
en diversas entidades del país.
La evolución de la educación superior hace patente
el nuevo papel del conocimiento en un mundo cada vez más
diversificado y complejo: exige incorporar tendencias y retos
a los que no se pueden sustraer las universidades latinoamericanas;
se debe ampliar el rango de edad de la población atendida
e incorporar modelos educativos que permitan la flexibilidad y
la multidisciplinariedad necesarias para diversificar y modernizar
la oferta de estudios; se deben establecer condiciones y reglas
para asegurar la movilidad nacional e internacional de estudiantes
y profesores, y al mismo tiempo abrir nuevas posibilidades de
acceso a cursos y otros elementos formativos orientados a la adquisición
de competencias para enfrentar las necesidades de reconversión
profesional o de desarrollo humano; y se deben fortalecer los
mecanismos de acreditación y certificación internacional
de la calidad de los programas educativos.
En fin, surgen nuevos propósitos y requerimientos tan diferentes
a los tradicionalmente asumidos que obligan a considerar pertinente
y prioritario la construcción de un paradigma universitario
alternativo, que permita enfrentar e inducir el cambio institucional
desde una perspectiva propia, en la que se ponderen, asimilen
y proyecten las innovaciones a partir de los valores esenciales
de nuestra educación. En este ejercicio, deberá
tenerse presente que la condición básica y el fin
último de la educación y la academia es conducir
procesos distributivos del conocimiento y el desarrollo de la
capacidad autoformativa individual y colectiva que desemboquen
en mejores perspectivas de calidad de vida.
Hacia
un paradigma universitario alternativo
Con el fin de multiplicar y enriquecer las contribuciones de la
Universidad a la sociedad, se requiere consolidar logros y continuar
avanzando con firmeza en nuestras funciones sustantivas, pero
también es necesario dar pasos firmes hacia un paradigma
universitario alternativo orientado cabalmente hacia la distribución
social del conocimiento.
Cuando se habla de construir un paradigma universitario alternativo,
se reconoce la profundidad y complejidad de lo que esto significa.
La sociedad contemporánea enfrenta dos mundos bipolares:
el mundo de los que tienen y el de los que no tienen. Antes, esta
connotación se refería más a la riqueza material.
Hoy, nos referimos al conocimiento, la información, la
cultura universal y al reconocimiento y valoración de la
identidad propia. La Universidad contemporánea, la Universidad
latinoamericana, debe abrir sus puertas y ventanas; más
aún, debe derribar paredes y muros, tanto los que la bloquean
hacía dentro como hacia fuera. En el interior es insostenible
el concepto de propiedad feudal. Entre académicos que recrean
el conocimiento, compartir y trabajar en equipo es fundamental.
Las entidades académicas necesitan puentes, avenidas, enlaces
y reciprocidades entre ellas. Hoy, las distancias físicas
ya no pueden ser el pretexto para la no colaboración y
la insuficiencia del trabajo colegiado. Por otra parte, las relaciones
estrechas con el mundo extramuros son cruciales para desarrollar
conocimiento socialmente útil. Los puentes y avenidas también
deben dirigirse hacia las pequeñas comunidades; los pequeños
productores y empresarios; las pequeñas, medianas y grandes
industrias; los grupos y las organizaciones civiles, y los programas
públicos y privados.
En este esfuerzo es necesario asumirse como auténticos
agentes para la distribución social del conocimiento. Bajo
esta perspectiva, la universidad debe cambiar la concepción
tradicional de orientar su papel de trasmisión del conocimiento
sólo a sus usuarios habituales: los alumnos escolarizados
y a través de los medios más conocidos como son
sus salones, publicaciones y programas culturales. Las nuevas
tecnologías dan la pauta también para acrecentar
la presencia educativa en sectores no convencionales y que han
estado históricamente marginados del conocimiento. Abrir
puertas y ventanas y establecer múltiples puentes de enlace
no debe hacerse de manera improvisada; requiere de trabajo arduo,
sistemático y eficaz. Este es un gran reto para la Universidad
latinoamericana de los próximos años y debe concretarse
en la oferta de todo tipo de programas, cursos y modalidades de
calidad y relevancia, una oferta educativa que responda a los
grandes retos del país.
En este aspecto, es crucial también el proceso de internacionalización
de nuestras casas de estudio. El establecimiento de redes y colaboraciones
con instituciones de otros países, el acceso a algunos
de sus cursos y programas, la movilidad de nuestros profesores
y estudiantes hacia ellas y la acreditación interinstitucional
recíproca son de primer orden, si es que aspiramos a que
nuestros egresados cuenten con la formación, las habilidades,
las actitudes y la autoestima para ser individuos, ciudadanos
y profesionales exitosos en el actual contexto de la globalización.
Nuestros egresados, profesores e investigadores deben ser también
promotores del desarrollo auto-sustentable y de las capacidades
exportadoras locales frente al mercado global, dado que nuestro
país necesita lograr una participación más
competitiva.
En síntesis, nuestras casas de estudio deben y pueden construir
en tiempos predeterminados la capacidad institucional para ampliar
el acceso de nuestra población al conocimiento socialmente
útil y relevante, indispensable hoy en día para
lograr una mejor calidad de vida.
Así, a partir de la misión de la universidad, como
instancia generadora de la movilidad y el desarrollo social, en
el contexto actual de cosas, es que se hace evidente la necesaria
construcción de un paradigma universitario alternativo.
He aquí algunos atributos institucionales que se derivan
de dicho paradigma:
“Con una filosofía educativa sustentada en el desarrollo
humano y la formación integral, en la capacidad de aprender
de por vida, en la iniciativa y la autoestima individual como
ejes para el desarrollo social; cuyo funcionamiento académico
esté centrado en la excelencia, en programas sólidos
acreditados externamente, en la innovación continua y mediante
ofertas educativas flexibles con opciones y modalidades múltiples
y diversificadas; enfocada hacia los retos que impone el mundo
contemporáneo, impulsora del reconocimiento a la diversidad
u otredad y, por tanto, a la tolerancia; traductora de los nuevos
códigos de la cultura internacional y global, la ciencia
y la tecnología; y también, de manera simultánea,
fuertemente comprometida y promotora de la identidad regional
y nacional;
”Con un compromiso acrecentado para ampliar, multiplicar
y reforzar su misión estratégica para la distribución
social del conocimiento, esto es, del saber y la cultura, en todo
tipo de sectores y para una gama diversa de poblaciones, donde
la nueva plataforma tecnológica, las redes virtuales, las
alianzas estratégicas, la educación a distancia,
la educación continua, el extensionismo universitario y
los programas culturales sean la pauta para cumplir con ese gran
propósito;
“Que realice investigación científica de punta,
y cuyos resultados realimenten los programas de docencia y extensión
universitaria para apoyar, respectivamente, la actualización
académica y la transferencia de tecnologías y conocimientos
útiles para las demandas y requerimientos del entorno;
“Cuyas labores de docencia, investigación y extensión
se sustenten en núcleos académicos de alto nivel
y se magnifique su impacto a través de la constitución
de múltiples redes virtuales con la participación
de nuestras entidades académicas y de otras instituciones
nacionales e internacionales de excelencia, orientadas a dar respuesta
a las áreas prioritarias para el desarrollo local, estatal,
regional y nacional; con un énfasis también hacia
los pequeños y medianos productores y empresarios, así
como hacia el desarrollo comunitario autosustentable; entrelazada
intensa y extensamente con la sociedad, mediante múltiples
puentes, redes de comunicación y sinergias, así
como con una vocación institucional y una organización
abierta, dinámica y de gran adaptación que esté
apoyada en una plataforma multivalente de tecnologías unificadas
en una red que permita el acceso distribuido y plurimodal a múltiples
programas educativos y a ilimitadas fuentes de información.”
Un comentario final: como sabemos, la demanda juvenil de educación
superior ha rebasado nuestra capacidad instalada para responder
con calidad, oportunidad y pertinencia, mediante programas tradicionales
escolarizados. Si a ello sumamos los requerimientos de actualización
y reentrenamiento de nuestros profesionales y técnicos
en ejercicio, la demanda se convierte en inmanejable mediante
los programas convencionales. Por tanto, es urgente detonar, ya,
estrategias que permitan la democratización de oportunidades
educativas.
Para ello, es necesario salir de nuestros muros, acudir a los
escenarios reales de trabajo, sustituir los roles académicos
tradicionales de enseñanza en las aulas, propiciar una
mentalidad de administración eficazmente útil de
la información y aceptar que los retos educativos los enfrentaremos
más exitosamente colaborando juntos. Debemos compartir
experiencias, abrir cauces de cooperación y fortalecer
nuestra capacidad nacional de contribución a lo más
valioso que tenemos, que es nuestra gente.