Los investigadores Domingo Canales y Jorge
Manzo hablan de experiencias, logros y expectativas de la investigación
que realizan académicos del Instituto de Neuroetología
en las áreas de neurología, neurobiología,
neurofisiología y etología.
El
de Neuroetología es uno de los tres institutos con mayor
producción científica en la uv. Publicaciones como
Physiology Behavior, Journal of Comparative Neurology o Neotropical
Primate han dado a conocer, año tras año, sus resultados
de investigación básica; seis de sus académicos
pertenecen al Sistema Nacional de Investigadores (sni), y cuatro
más al grupo de especialistas de la Unión Internacional
para la Conservación, lo que habla del reconocimiento que
han alcanzado en el país y en el extranjero.
Se le ha conferido la custodia del Parque de la Flora y Fauna
Silvestre Tropical, que forma parte de la reserva más importante
del estado, la de Los Tuxtlas, en la que desde hace años
se impulsan la investigación, la conservación de
los recursos naturales y la formación especializada en
un “laboratorio natural” conformado por dos áreas
naturales protegidas que suman casi 500 hectáreas, una
situada al norte del lago de Catemaco y otra localizada en las
inmediaciones de la laguna de Sontecomapan.
En la primera se protege la biodiversidad característica
de bosques tropicales de montaña, mientras que en la segunda
se atiende la biota que caracteriza a la zona de humedales, básicamente
del ecosistema manglar. El ine tiene a su cargo, además,
tres islas en el lago de Catemaco, donde habitan poblaciones de
primates que se encuentran bajo su estudio.
Pocos institutos han logrado en tan poco tiempo la consolidación
y el reconocimiento que ostenta. Hoy, cinco generaciones del programa
de maestría en Neuroetología respaldan su permanencia
en el Padrón de Excelencia del Conacyt. Para el próximo
año se pretende colocar también un programa de doctorado,
y aunque el área de formación de cuadros profesionales
es una de sus fortalezas, no es la única. Pero esta es
sólo la historia oficial...
Arrinconado en el antiguo convento de las Capuchinas, desde principios
de los ochenta funcionó en Xalapa un pequeño centro
de investigaciones biológicas, en el que un grupo de estudiantes
que se conocieron en los pasillos de su facultad tuvieron la iniciativa
de realizar estudios de los macacos que habitaban algunas islas
en el lago de Catemaco. Con los recursos apenas indispensables
para sobrevivir, ellos tomaron una decisión: dedicarse
a la investigación científica.
Esta fue quizá la elección profesional más
importante de su vida. Gracias a la constancia y a su evidente
deseo de trabajar, cada uno de los que formaron el equipo en ese
entonces se convirtieron después en los líderes
de su área de estudio. Sobre la historia del Instituto
de Neuroetología hablan su actual director, Domingo Canales,
y su secretario académico, Jorge Manzo.
¿Fue iniciativa de los estudiantes tanto la creación
del ine como el inicio de la investigación formal en esta
área en la Universidad Veracruzana?
Domingo Canales (dc). Sí, todo inició con una labor
intensa de los que eran en aquel entonces estudiantes de la Facultad
de Biología, como Ernesto Rodríguez Luna, Francisco
García Orduña, Mario Caba Vinagre, Guadalupe Manzo,
Margarita Martínez y Teresa Morales. Ellos hacían
sus trabajos de investigación desde el principio y ellos
mismos gestionaron la creación del Centro de Investigaciones
Biológicas a finales de los setenta. Claro, algunos de
ellos se fueron después, ya sea para hacer posgrados o
trabajar en otras partes, pero los que se quedaron pudieron estar
en julio de 1992 en la inauguración formal del Instituto
de Neuroetología. Recuerdo que fue determinante la interacción
dada entre Ernesto Rodríguez Luna y dos investigadores
invitados de la unam, Pablo Pacheco Cabrera y Carlos Contreras,
quienes ahora trabajan directamente con nosotros.
¿Todos
coincidieron en hacer investigación en Neuroetología?
Jorge Manzo (jm). Bueno, ese fue el grupo inicial, pero con los
que se fueron y regresaron y los que nos integramos después
se conformaron dos grandes grupos: los que hacíamos neurofisiología
en el labora-torio tratando de entender las bases de la conducta
animal, y los que estudiaban la conducta animal en condiciones
de libertad. En el lenguaje científico, quienes investigamos
en neurofisiología hacemos neurociencias y quienes hacen
conducta animal en libertad hacen etología. Cuando nosotros
propusimos la integración del instituto elegimos que fuera
bajo el nombre de Neuroetología, que agrupaba a las dos
corrientes principales de investigación.
¿Cómo
está organizado el instituto?
dc. Básicamente en dos áreas. Hay laboratorios de
investigación fisiológica donde se estudian aspectos
de conducta; también se realiza trabajo de campo en la
zona de Los Tuxtlas, donde se hace etología, principalmente
con las dos especies de primates que tenemos en México,
aunque además se hacen estudios con anfibios y reptiles;
incluso estamos trabajando con algunas especies de flora en ecología
y conservación.
¿Qué
líneas de investigación trabajan actualmente?
Jm. Son varias; las de los laborato-rios dentro del instituto
son cuatro.
Neurofarmacología, dirigida por el doctor Carlos Contreras
y la doctora Margarita Saavedra, en términos generales
estudian farmacología de trastornos afectivos y trabajan
con modelos animales de depresión en los que se prueban
fármacos antidepresivos, aunque tienen líneas de
investigación más extensas.
Neuroendocrinología, dirigido por la doctora María
Elena Hernández, donde se trabaja en torno a las hormonas
de la conducta, particularmente en torno a la prolactina, que
se conocía en un principio como la hormona encargada de
producir la leche en las hembras de algunos animales cuando tienen
crías. La investigación en el instituto está
centrada en machos, porque pese a que la consideramos una hormona
femenina, existe también en el sexo masculino y tiene un
papel importante en los trastornos de la hiperplasia y en el cáncer
de próstata. Es verdaderamente un estudio con enorme potencial.
También está Biología del Desarrollo, que
dirigen los doctores Porfirio Carrillo y Miguel Camacho. Ellos
tienen dos modelos animales. Por un lado, están viendo
el efecto de la desnutrición neonatal sobre el desarrollo
conductual de los individuos, es decir, tienen sujetos que desnutren
totalmente, que es uno de los problemas que afectan a nuestro
país, y examinan sus efectos conductuales. Por otro lado,
utilizan otro modelo, también de la sociedad mexicana,
que es el consumo de la capsicina, una sustancia que le da el
sabor picante al chile y que se ha descubierto como un factor
que mata a un grupo selecto de neuronas, de las cuales las del
cerebro y la médula espinal son más sensibles entre
más joven es el individuo. Los doctores están tratando
de determinar el efecto de la acumulación de capsicina
neonatal sobre el desarrollo conductual del individuo y, durante
el proceso, analizan también líneas de conducta.
Otra línea de investigación es la de Neurociencias,
donde el doctor Pablo Pacheco y yo estamos trabajando en el análisis
y observación de la conducta sexual. Fundamentalmente vemos
la participación de los nervios que salen de la médula
espinal en el control de esta conducta, lo que nos ha llevado
a un estudio sobre los procesos de lesión dentro de la
médula.
Sabemos que cuando se lesiona la médula espinal los sujetos
quedan paralíticos, y hasta la fecha no hay manera de volver
a hacer la reconexión espinal que se requiere para que
puedan moverse. Sabemos que el movimiento es producido por un
tipo de neuronas especiales que se llaman motoneuronas, y que
la lesión espinal hace que éstas se hagan pequeñas.
Lo que nosotros hacemos hoy es dar tratamientos con una hormona
que se produce naturalmente en el cerebro que se llama oxitocina
y con ella hemos podido producir una recuperación del tamaño
de la motoneurona; no hemos producido movimiento todavía,
pero cuando menos ya empezamos a ver esa parte de la recuperación.
¿La
investigación en los laboratorios, aunque es con animales,
se hace pensando en el bienestar humano?
Jm. Tu pregunta se responde de manera muy sencilla. Más
de 80 por ciento de los medicamentos para humanos ha salido de
la investigación que se hace con animales, fundamentalmente
con la rata. Realmente el trabajo que nosotros estamos haciendo
tiene una repercusión enorme en los procesos de salud humana.
Si nosotros vemos un proceso fisiológico en un órgano
de una rata es, por supuesto, el órgano de un animal más
pequeño que el hombre, pero en proporción es lo
mismo. Esto es lo que se conoce como investigación básica.
En el caso de la lesión de médula espinal, muchos
están trabajando en hacer la reconstrucción. Todos
quieren hacer que el sujeto vuelva a caminar, pero en un sujeto
normal no sabemos cómo funcione la comunicación;
por eso lo primero que tenemos que hacer es estudiar cómo
está conectada la médula en un sujeto normal, para
que cuando se desconecte podamos reconectarla.
¿Los
estudios sobre conducta también persiguen el mismo objetivo?
jm. También es comparable. Un gran boom que hay actualmente
con la conducta sexual surgió a partir de la creación
del viagra. Todas las investigaciones básicas con respecto
al viagra se hicieron por medio de investigaciones en ratas. Luego
se realizaron investigaciones en humanos y se descubrió
que funcionaba igual; de hecho, todos los mamíferos compartimos
una fisiología. Cuando surgió una compañía
farmacéutica que ofreció directamente el producto
al humano, ésta tenía todo el antecedente de una
investigación básica anterior en animales que respaldaba
su funcionamiento. Es una repercusión totalmente directa
sobre una actividad humana conductual importante, como es el acto
sexual.
Y
fuera de los laboratorios, ¿cuál es el trabajo de
investigación que realizan?
dc. El instituto tiene un laboratorio de campo que se llama Parque
de la Flora y Fauna Silvestre Tropical, que cuenta con tres islas
en el lago de Catemaco donde tenemos colonias de primates, una
reserva de 220 hectáreas de selva que está situada
en el municipio de Catemaco y una reserva de manglar –una
vegetación particular– de 400 hectáreas situada
en la laguna de Sontecomapan, ubicada en el mismo municipio.
Cuenta con cinco investigadores: Ernesto Rodríguez Luna,
Francisco García Orduña, Jorge Morales Mávil,
un investigador español que se ha integrado con nosotros
por medio de un sistema de intercambio entre la Universidad Veracruzana,
la anuies y la Agencia Española que se llama Incorporación
de Doctores Jóvenes a Universidades Mexicanas, y yo.
El Parque se mueve en torno a tres objetivos principales, que
son la investigación, la conservación de los recursos
naturales, y la formación de personal especializado. Estamos
estudiando aspectos de biología de la conducta, pero al
mismo tiempo estamos trabajando muy fuertemente en cuestiones
de conservación de los recursos naturales, específicamente
en la región de Los Tuxtlas, que es probablemente la zona
natural más estudiada de México.
Es una región con una biodiversidad enorme y que requiere
de una atención constante de los investigadores. ¿Por
qué? Bueno, porque hay un proceso de pérdida del
hábitat y de la biodiversidad en Los Tuxtlas, por lo que
además de investigar la conducta de grupos de primates
en libertad, estudiamos aspectos de ecología y conservación
en zonas aledañas a las áreas protegidas, como son
los casos del volcán de San Martín Tuxtla y la sierra
de Santa Marta.
Todo lo anterior le da una diversidad muy rica al instituto. Lo
fundamental es que a ninguna investigación le damos menor
valor, porque cada una tiene una aplicación en el área
del conocimiento. No es menos importante trabajar en un área
donde se está pretendiendo conservar el hábitat,
que estudiar aspectos que pueden ser particularmente necesarios
en cuestiones de salud humana, como las lesiones en médula
espinal. Definitivamente es algo muy diverso, pero todas las cosas
las hacemos pensando en que cada trabajo es el más importante.
¿Cómo
han logrado durante 20 años trabajar en equipo?
dc. Porque creo que todo nuestro trabajo partió del enorme
deseo, que compartimos desde que éramos estudiantes, de
dedicarnos a hacer investigación. Porque estos primeros
10 años del instituto son sólo la parte oficial,
pero como equipo tenemos todo una historia detrás, desde
que con 40 pesos al mes via-jábamos a Catemaco a hacer
nuestras primeras investigaciones, y apenas nos alcanzaba para
medio comer, pero ahí estábamos, haciendo ciencia.
Estoy seguro que hubo en nosotros una enorme aspiración
de ser líderes en la investigación en cada una de
nuestras áreas desde que éramos universitarios,
como seguramente la hay en muchos de los estudiantes de hoy. Además,
seguimos una dinámica de trabajo desde hace años,
somos gente que nos conocimos desde estudiantes, que andábamos
en los pasillos de la facultad como todos y que después
nos consolidamos como equipo de investigación.
Además, ya en el instituto procuramos no perder el contacto
entre nosotros; por eso nos vemos siempre en el seminario que
tenemos todos los viernes, porque muchas veces pasan semanas sin
que nos encontremos, pero ésa es nuestra mejor opor-tunidad
de reunirnos, y lo hemos hecho durante años.
¿Estudian
en Los Tuxtlas otras especies además de primates?
dc. Sí, aunque la línea principal son los primates.
Hay investigaciones con reptiles y anfibios porque se presenta
el endemismo, es decir, que hay especies que sólo viven
en esa área en particular.
Los Tuxtlas es un área rica en endemismo y, además,
parte de los reptiles, como las iguanas y los cocodrilos son especies
susceptibles de ser explotados. Hemos notado que pueden ser un
importante proveedor de recursos para pobladores, además
de que representan un aporte al conocimiento de la biología
de las especies; de ahí la importancia del trabajo. También
hay otros trabajos con tepezcuintles, un roedor nocturno de aproximadamente
12 kilos de peso que, aunque parezca difícil de creer,
es la carne de monte más consumida y más rica en
todo el sur de México y en Centroamérica. En fin,
hay varias especies que se encuentran en las mismas condiciones,
entre ellos ve-nados cola blanca, jabalíes, cocodrilos
e iguanas. Creemos que ésta podría ser una alternativa
de solución a la problemática social de las comunidades
alejadas que los ayude a vivir mejor. Pensamos que por medio de
la investigación se podría crear toda una tecnología
que pueda ser transferida a las comunidades pobres para crear
granjas, ya sea para consumo, autoconsumo, venta de carne, usos
de piel, etcétera.
¿Cuanto tiempo requiere una investigación para arrojar
resultados evidentes?
Jm. Un fenómeno completo no lo acabas de estudiar nunca,
hay que analizarlo por partes. Creo que una investigación
desde que se inicia hasta que sale una publicación final
llevará dos años, pero las publicaciones internacionales
son de un grupo de resultados que generan un conocimiento parcial.
Por ejemplo, la conducta sexual de las ratas se describió
en los cincuenta, pero hasta ahora se sigue utilizando como modelo,
vamos avanzando poco a poco. Ahora, por ejemplo, el sni hace evaluaciones
periódicas que exigen que el investigador asociado tenga
una publicación internacional al año; eso quiere
decir que debemos hacer la restricción del fenómeno
que estudiamos para que las publicaciones salgan a tiempo.
¿Y
cuáles son los productos de sus investigaciones?
dc. Estudios publicados básicamente en revistas especializadas
de impacto internacional: Physiology Behavior, Journal of Comparative
Neurology, Primates and Behavior, Neotropical Primate y Primate
Conservation; además, en publicaciones más locales
como el periódico de casa UniVerso y el diario Política,
sin olvidar algunos artículos incluidos en diferentes libros
que han incluido diferentes artículos. También hemos
editado dos publicaciones del instituto, una llamada Estudios
primatológicos en México, y la recién impresa
Neuroetología, la década del cerebro. De hecho,
nuestros productos principales son las publicaciones difundidas
en los ámbitos nacional e internacional y la formación
de recursos humanos, pues ya hemos capacitado a varias generaciones
en la maestría en Neuroetología, y a dos generaciones
de estudiantes de doctorado.
Por otra parte, a través del área de divulgación
de la ciencia –que coordina el doctor Porfirio Carrillo–
se ha logrado producir el programa radiofónico Las manzanas
de Newton y una sección periódica llamada Observatorio
de la ciencia, y hemos conseguido espacios en el diario Política.
Este trabajo es importante para todos nosotros, pues muchos investigadores
saben hacer ciencia pero no saben difundir los resultados de sus
investigaciones. Claro que a veces es difícil, porque estamos
acostumbrados a manejar un lenguaje muy técnico, pero tratamos
de desglosar la investigación, hacerla comprensible y cambiar
esa percepción de que en México no se hace ciencia.
¿Trabajan
vinculados con otras universidades?
dc. Con la unam tenemos una Unidad Periférica, y mantenemos
ligas con la Universidad Autónoma Metropolitana, la Benemérita
Universidad Autónoma de Puebla y la Universidad Autónoma
de Tlaxcala, además del Centro de Investigaciones y Estudios
Avanzados (Cinvestav) del Instituto Politécnico Nacional.
También hemos mantenido contacto y hecho investigación
en Estados Unidos con la Universidad de Rutgers, en New Jersey,
y con la Universidad de Connecticut; en Canadá, con las
universidades de Concordia y de McGill, y tenemos ligas con la
Universidad de Barcelona y con la Conservation International,
de Washington.
Hay
un aspecto que hace poco se empezó a manejar en la uv,
me refiero a la vinculación con estudiantes y profesores.
¿Qué están haciendo al respecto?
dc. Hemos estado en contacto permanente con estudiantes porque
tenemos la maestría, pero la iniciativa de ir a las aulas
ha resul-tado doblemente productiva. Nosotros vamos con los muchachos
de licenciatura y les ofrecemos mucha de la información
que generamos aquí, que no está en los libros, pero
a la vez captamos estudiantes para que trabajen con nosotros y
nos relacionamos con algunos maestros que nos ayudan a emprender
algunos trabajos conjuntos. A partir de esta dinámica,
Jorge Manzo ha formado un cuerpo académico consolidado,
con trabajadores del instituto y maestros y alumnos de la licenciatura
de Biología; los logros que hemos alcanzado con esta interacción
habla muy bien de dicha iniciativa.
Primero
fueron estudiantes, ahora son importantes investigadores. Después
de tan larga trayectoria, ¿qué les han dejado todos
estos años de
estudio?
dc. De alguna manera, Catemaco nos marcó, porque te enseña
algunas cosas que no se aprenden en la escuela: trabajar en un
lugar difícil, aprender la disciplina que requiere hacer
investigación, sobreponerte a lo negativo y, sobre todo,
padecer carencias de dinero, de comida, de recursos... Hay cosas
que te marcan, y si sobrevives a todo surge la certeza de dedicarse
a la investigación. Todos empezamos trabajando sobre un
camino difícil, pero ahí aprendimos que la ayuda
entre todos era la mejor manera de sobrevivir, así como
cuando éramos jóvenes. En Catemaco aprendimos a
trabajar en equipo porque entonces era muy fácil soportarlo;
claro que otros se fueron, pues no se adaptaron a esas condiciones.
Yo pienso que fue un proceso de selección natural.
Jm.
A veces era estar ahí mucho tiempo y tener una relación
de amistad; a veces no de amistad pero sí de compañerismo,
porque sabíamos que la mejor forma de sobrevivir era colaborando.
Algunos somos amigos, otros compañeros; lo más importante
es que no somos enemigos, somos personas que tienen diferentes
formas de pensar y de ver las cosas pero, por fortuna, el mismo
objetivo.