La
anonacina, una sustancia contenida en las semillas de la guanábana,
es ahora la base de un insecticida biológico que ha logrado
fulminar al mosquito transmisor del dengue (Aedes aegypti) en
sus cuatro etapas acuáticas de metamorfosis, sobre todo
en la última, que ningún insecticida había
logrado aniquilar.
Sus efectos están siendo estudiados en la Facultad de Biología
de la Universidad Veracruzana por la doctora Verónica Domínguez
Martínez, cuya investigación muestra que éste
no sólo es más efectivo que los plaguicidas tradicionales,
sino que, incluso, a diferencia de ellos, es resistente a la luz
y resulta mucho menos agresivo contra el medio ambiente, pues
es de origen natural y utiliza agua –no químicos–
como soporte para su dispersión.
Según reportó la investigadora, uno de los principales
problemas que enfrenta el hombre en su lucha contra el dengue
es la resistencia que ha desarrollado el Aedes aegypti a los insecticidas
convencionales, así como su rápida adaptación
a diferentes ambientes, pues su distribución se está
extendiendo cada vez más hacia nuevos climas, latitudes
o bioentornos.
De hecho, tan sólo de enero a agosto de este año,
el Instituto Mexicano del Seguro Social, los hospitales de Petróleos
Mexicanos y otros centros de salud reportaron en Veracruz 846
casos de dengue, 135 de ellos hemorrágico, como consta
en el Boletín Epidemiológico de la Secretaría
de Salud y Asistencia de Veracruz (13 de agosto de 2005).
Y es que, de acuerdo con la universitaria, el Aedes resiste los
insecticidas naturales y químicos que sí aniquilan
otras especies de insectos. El propio abate –químico
que la OMS recomienda como método para el control del dengue–
afecta sólo las primeras fases del mosquito (las larvarias)
y deja intactas las pupas, que son la última etapa acuática
del Aedes, antes de transformarse en adulto.
Domínguez explicó que el abate actúa por
ingestión, pues las larvas –o “alfilerillos”
como se les conoce comúnmente–, al alimentarse del
agua contenida en los recipientes donde se reproducen, ingieren
dosis de abate que les provoca la muerte; sin embargo, las pupas
no necesitan alimento, por lo tanto, el insecticida comercial
les resulta inofensivo. De ahí que la investigadora y su
equipo de trabajo decidieran probar diferentes alternativas a
este problema usando compuestos orgánicos, buscando a la
vez dar valor agregado a uno de los recursos naturales que existen
en el estado.
Herencia de familia
Las cualidades de la guanábana (y del resto de la familia
de Anonáceas, entre las que se cuentan la chirimoya, el
anón y la ilama) son bien conocidas desde hace años.
Existen reportes que dan cuenta de las propiedades anticancerígenas
e insecticidas de ciertas sustancias que sólo ellas producen
(llamadas acetogeninas) contenidas en sus hojas y semillas, pero
nadie hasta ahora había estudiado sus efectos en las pupas
del Aedes.
Después de varios ensayos con extractos naturales e insecticidas
químicos comerciales, el grupo de trabajo determinó
que en las semillas de la guanábana se encuentra el agente
letal, pues la aplicación de extractos de este compuesto
a larvas y pupas del mosquito (que les proporcionó el Departamento
de Vectores del Sector Salud) fue efectiva en el 100 por ciento
de los casos, eliminando larvas y pupas a la vez.
La doctora informó que el Aedes deposita huevos que eclosionan
cuando hay condiciones de humedad adecuada (aun cuando hayan pasado
largos periodos en estado de letargo); a partir de entonces, sale
una larva que atraviesa por cuatro fases de metamorfosis, misma
que después de la última se convierte en pupa, estadio
en el que pasa sólo unas horas antes de transformarse en
mosquito adulto. “Lo que hace la sustancia es inhibir los
cambios morfológicos de las pupas, es decir, detiene su
metamorfosis y no permite que de este estadio (que es cuando se
forman sus patas, alas, ojos, glándulas salivales y órganos
reproductores) pasen a la fase adulta”.
Una de las ventajas de esta sustancia activa, agregó la
investigadora, es que basta con bajas concentraciones para ser
letal en larvas y pupas; además es soluble en agua (lo
que facilita los métodos de dispersión) y resistente
a la luz, con lo que supera las desventajas del “abate”
tradicional y de otros insecticidas químicos, que se inactivan
con la luz con el paso del tiempo y encima afectan al medio ambiente,
ya que si bien son productos inocuos para la salud humana (en
bajas concentraciones), su acumulación en el agua implica
contaminación química, cuyos riesgos aún
no han sido completamente definidos.
Verónica Domínguez reconoció que estos primeros
estudios abrieron nuevas vertientes de investigación, pues
conociendo ya los efectos tóxicos de la anonacina en los
insectos es necesario hacer pruebas de toxicidad en organismos
modelo (ratas de laboratorio u otros vertebrados), a fin de saber
si su ingesta no tiene efectos secundarios.
Vacuna
para mosquitos
Los resultados de la investigación han permitido a la doctora
Domínguez Martínez pensar en posibilidades futuras
de innovación en el control de esta enfermedad mortal.
Una que ya vislumbra es la inmunización del Aedes aegypti
contra el virus del dengue, una especie de “vacuna para
mosquitos” que les provoque un rechazo al virus y no permita
que ellos mismos sean infectados, con la cual se impediría
así la transmisión a humanos.