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Si
renunciamos a él, seremos veletas entre vientos de mediocridad
Negar
el derecho a la reflexión es coartar la libertad del ser
humano: Martiarena
Edith Escalón |
En
la reflexión encontramos los caminos hacia una vida más
plena, diferentes a las dinámicas de producción y
consumo; con la reflexión, el ser humano ejerce su libertad
de pensamiento, el libre albedrío que sólo se alcanza
a partir del uso de la razón. El filósofo Oscar Martiarena,
desde una perspectiva académica, muestra en Gaceta su punto
de vista en torno a la distribución social del conocimiento.
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Sin
título, 2000. |
Aunque
la Universidad Veracruzana ha tenido siempre como fines esenciales
la tarea de “conservar, crear y transmitir la cultura en beneficio
de la sociedad”, como lo establece su Ley Orgánica, fue
en 2001 cuando el programa de trabajo institucional planteó
por primera vez la distribución social del conocimiento como
una estrategia para el desarrollo institucional, indispensable para
orientar el quehacer universitario.
Básicamente, esta filosofía busca llevar a todo tipo
de sectores, no sólo a los universitarios, el conocimiento
que genera la casa de estudios, un paradigma universitario donde la
nueva plataforma tecnológica, las redes virtuales, las alianzas
estratégicas, la educación a distancia, la educación
continua, la extensión universitaria y los programas culturales
sean la pauta para cumplir con este gran propósito. |
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Más
allá del compromiso que este paradigma implica, el filósofo
español Oscar Martiarena habla en entrevista para Gaceta
de la diferencia fundamental entre conocimiento y reflexión,
entre aprender y pensar, y propone una nueva fórmula para
darle sentido a la actividad universitaria, una que no sólo
busque la distribución social del conocimiento, sino que
vaya más allá, a los orígenes de la ética
humana.
Usted
mencionaba que hablar de “conocimiento” en la actualidad
es hablar de un problema de apreciación. ¿A qué
se refiere?
En el mundo contemporáneo, cuando vamos a la escuela o a
la universidad, lo que hacemos en términos generales es aprender
una serie de conocimientos que después, en la vida profesional,
ponemos en acción para ganarnos la vida. Lo cierto es que
esos conocimientos están ceñidos a áreas especializadas
y los seguimos ejerciendo el resto de nuestra vida, sin pensar que
hay otros ámbitos de los que
podemos aprender. |
Lo
anterior es un problema por dos razones principales: primero, porque
nos convertimos –como diría Herbert Marcuse– en
hombres unidimensionales y limitados, hombres de una sola cara, lo
cual es verdaderamente triste, dada la riqueza del conocimiento mismo;
en segundo lugar, porque los conocimientos que generalmente se aprenden
en las escuelas técnicas, politécnicos y universidades
son conocimientos que los profesionales, los trabajadores de cualquier
nivel, utilizan básicamente para extraer riqueza de la naturaleza
o, bien, de los otros seres humanos. |
Sin
título, 2000. |
Creo
que lo hacemos de una manera un tanto inconsciente, sin saber lo
que esto implica. Esto pasa porque la época en que vivimos
nos lleva a pensar que la naturaleza es una fuente de materias primas,
un almacén de energía, y que nuestros semejantes son
sólo recursos humanos –como señalan las empresas–,
meramente recursos para la producción.
Entonces, ¿no es válida la intención universitaria
de distribuir socialmente el conocimiento?
Bueno, pienso que el conocimiento es una cosa y la reflexión,
otra. Lo que necesitamos es reflexionar sobre la manera en que este
mundo contemporáneo es, porque lo único que pensamos
ahora es cómo explotar la naturaleza para obtener más
ganancias, o bien, cómo explotar a nuestros semejantes para
obtener más ganancias. Usamos nuestro conocimiento para eso,
y compartirlo no nos llevará a mejores formas de vida y convivencia,
sino a darle un uso diferente a todo lo que sabemos, es decir, a
reflexionar –como una práctica cotidiana– sobre
lo que hacemos con nuestro conocimiento. |
Pienso
que el conocimiento es una cosa y la reflexión, otra. Lo
que necesitamos es reflexionar sobre la manera en que este mundo
contemporáneo es, porque lo único que pensamos ahora
es cómo explotar la naturaleza y a nuestros semejantes para
obtener más ganancias. |
¿Cómo
debe ser nuestra reflexión, cómo debemos pensar, entonces,
en torno al conocimiento?
Primero necesitamos un pensamiento que no sólo esté
calculando cuántas ganancias obtendrá, un pensamiento
reflexivo. Cuando ya estamos haciendo eso, cuando nos estamos alejando
un poco para ver cómo funcionamos ya estamos reflexionando,
nos estamos dando cuenta de que algo está pasando y que puede
llevarnos a sufrir consecuencias serias. Insisto, un pensamiento que
reflexione puede mostrarnos que la naturaleza es mucho más
que un almacén del cual podemos obtener ganancias y que los
seres humanos son más que meros trabajadores; son personas
que quieren hacer uso de su libertad, que tienen la posibilidad y
el derecho de tener otro tipo de formas de producción.
Si pensamos, por ejemplo, cómo funciona la música, la
poesía o el teatro, veremos que hay formas de vida que no están
orientadas a obtener ganancias, sino que tienen que ver con la posibilidad
de pensar en un ser humano cuya existencia sea más amplia y
más rica. Desde luego, suele suceder que la música o
la pintura se vuelven también objetos de mero consumo y una
forma de obtener riquezas. Basta pensar en la música que se
oye continuamente en la radio, música generalmente mala que
pretende obtener beneficios y ganancias para las disqueras, las radiodifusoras,
los cantantes, los grupos, quienes no se preocupan por tener una mejor
producción, de mayor calidad.
En ese sentido, es conveniente reflexionar acerca de lo que hacemos
tanto con la naturaleza como con los seres humanos y sobre nuestra
propia forma de vivir; es importante pensar en que podríamos
tener una existencia más plena y más rica en este mundo,
si actuáramos de otra manera. |
A
usted, que ha hecho una vida siempre ligada a la academia, ¿no
le parece que para muchos estudiantes reflexionar es una cuestión
de filósofos y no una actividad que asuman como parte de su
quehacer académico cotidiano? |
Sin
título, 2000 |
Aquí
existen varios problemas. Primero, resulta ser que el estudiante
general está sometido a los medios de comunicación
que hacen entrega de ciertos mensajes que son muy inmediatos, que
no necesitan de la reflexión. La gente común y corriente
no se detiene a pensar que ella misma puede ser distinta de como
la muestran los medios de comunicación, que desafortunadamente
parecen ser un espejo para los propios jóvenes.
También hay que ver que los filósofos somos gente
común y corriente, como todos. Lo único que sucede
es que nuestro propio trabajo consiste en cuestionar: ¿es
esta manera en que somos la única posible?, ¿no podría
haber otras formas mejores, más ricas, de existencia? El
problema es que tal vez los que nos dedicamos a la filosofía
deberíamos darnos tiempo para invitar más a los jóvenes
y mostrarles las bondades de esta disciplina, de la reflexión,
del pensamiento como un instrumento crítico.
Es curioso, en la Grecia Antigua, cuando surgió con Platón
la filosofía, se inició una especie de discusión
precisamente en relación con la educación en los jóvenes,
pues en esa época no eran bien instruidos y estaban ocupados
en querer ser poderosos, importantes, en tener beneficios económicos
y la capacidad de ejercer el poder dentro de la ciudad. El ejercicio
filosófico de Sócrates comienza ahí precisamente,
en el intento de hacer reflexionar a los jóvenes sobre cuáles
son los intereses importantes, y de decirles que puede haber otros
actos que enriquecen más la existencia que meramente comprar,
disfrutar o codiciar los objetos. Los que nos dedicamos a la filosofía
tenemos que hacer un esfuerzo para hablar con ellos, para mostrar
las bondades de esta corriente. |
Cuando
no se reflexiona, pasa todo lo que nos pasa ahora. No hay que ser
un filósofo para darse cuenta de todos los problemas que
enfrentamos debido a nuestra falta de razonamiento. De alguna manera
casi inconsciente, hemos renunciado a nuestro derecho de pensar,
de reflexionar, y nos hemos convertido en veletas que apuntan a
donde la mayoría va, y eso nos ha llevado a navegar movidos
por vientos de mediocridad. |
¿Qué
pasa cuando no se reflexiona? Si hemos pasado tanto tiempo sin procurar
un pensamiento reflexivo y crítico, ¿por qué
debemos pensar que es verdaderamente importante tenerlo y promoverlo?
¿Qué pasa cuando no se reflexiona? Pues pasa todo lo
que nos pasa ahora. No hay que ser un filósofo para darse cuenta
de todos los problemas que enfrentamos debido a nuestra falta de razonamiento.
De alguna forma, de alguna manera casi inconsciente, hemos renunciado
a nuestro derecho de pensar, de reflexionar, y nos hemos convertido
en veletas que apuntan a donde la mayoría va; la dirección
no importa, lo importante es ir con los demás, y eso nos ha
llevado a navegar movidos por vientos de mediocridad. Tenemos que
darnos cuenta de que si no reflexionamos, nos vamos a dejar llevar
por la opinión común o por los medios de comunicación
acerca de cómo vivir, cómo trabajar, qué comer,
qué vestir, qué disfrutar, cómo actuar y, lo
más grave, cómo pensar. Sólo si reflexionamos
podemos distanciarnos un poco de los mensajes que nos dicen cómo
deberíamos ser y pensar cómo es que, dentro de lo que
yo quiero ser, debo ser.
En otros términos, la posibilidad de reflexionar nos mantiene
alejados de las soluciones únicas, de los trabajos preestablecidos,
de los fines comunes, de la unidimensionalidad que implica trabajar
para obtener dinero, comprar cosas, tener ganancias y vivir “bien”,
y de ver las ventajas económicas como sinónimo de felicidad.
Sólo la reflexión nos permite abrirnos al mundo, abrir
nuestras mentes a otras formas de ser más humanas, más
genuinas, que realmente nos lleven a una mejor calidad de vida, a
nosotros y a los que nos rodean. |
Lo
que está de por medio es la libertad de ser legítimamente
lo que nosotros queremos ser. Eso tiene ciertos límites. El
juego está en que nos es perfectamente lícito elegir
nuestra forma de existencia. |
Sin
título, 2000. |
La
posibilidad de reflexionar nos mantiene alejados de las soluciones
únicas, de los trabajos preestablecidos, de los fines comunes,
de la unidimensionalidad que implica trabajar para obtener dinero,
comprar cosas, y vivir “bien”, y de ver las ventajas
económicas como sinónimo de felicidad. Sólo
la reflexión nos permite abrirnos al mundo, abrir nuestras
mentes a otras formas de ser más humanas, más genuinas,
que realmente nos lleven a una mejor calidad de vida. |
¿Podemos
pensar que no se promueve la reflexión precisamente para
quitarnos la libertad de elegir, de pensar, de ser?
Bueno, primero tendríamos que dejar claro que el pensamiento
calculador y materialista no es, efectivamente, un pensamiento que
haga libres a los individuos, pues lo que hace es frenar la posibilidad
de libertad. ¿Por qué? Justamente porque beneficia
económicamente a algunos y afecta seriamente a otros; nos
hace elegir cierta forma de existencia conveniente a ciertos grupos.
El pensamiento calculador busca beneficios, ganancias, y no piensa
más que en eso. Así se limita la libertad de los individuos.
Es fácil. Pensemos en la preocupación que tiene una
familia cuando uno de sus individuos quiere dedicarse a la música,
a la poesía o a la filosofía. La familia empieza a
alarmarse porque parece que es mejor que haya ahí un contador
o un abogado, cuando a lo mejor si al chico se le encauzara positivamente
y se le permitiera estudiar bien música o literatura podría
enriquecer a la familia misma, porque podría compartir en
el ámbito familiar la experiencia de la música, la
poesía y la literatura, elevar así la gama de posibilidades
de realización personal y profesional.
¿En
qué momento los seres humanos abandonamos la razón
para abrazar el dinero?
Un momento importante, aunque no tiene toda la culpa, es aquel en
que la naturaleza empieza a ser percibida como posibilidad de explotación.
Desde luego, esto no quiere decir que el hombre no haya vivido antes
de la naturaleza –el hombre mismo es naturaleza–, pero
en el momento en que, a partir de los instrumentos de medición,
el ser humano pudo empezar a apropiarse con mayor fuerza de su entorno
natural, cuando se entroniza y se considera el amo de la naturaleza,
ahí comienza el problema. No podemos acusar a alguien; fue
la propia corriente occidental que llevó a esto. Sin embargo,
hubo una paulatina agudización a partir del siglo XIX y principalmente
en el XX.
Es muy curioso, por ejemplo, que en Estados Unidos si un granjero
descubre petróleo dentro de su granja es dueño de
este recurso y lo puede vender y se hace riquísimo. ¡Qué
absurdo, se convierte en dueño, propietario, poseedor de
un recurso que es del mundo, de todos!
Ahora bien, dado que esta sociedad tiene capacidad para producir
bienes de manera formidable, pareciera ser que la vida feliz consiste
en la posibilidad de apropiarse cada vez de más bienes, y
no nos damos cuenta de que hay otras maneras, incluso experimentadas
históricamente, que pueden llevarnos al camino de la felicidad
o, por lo menos, a percibir en bienvivir de otra manera.
Yo no puedo pensar que un empresario que entra a trabajar a las
siete de la mañana y está pensando 14 o 16 horas al
día cómo obtener más ganancias de su empresa
pueda ser feliz. Quizá si se ocupara menos de sus propiedades
y más de sí mismo pudiese encontrar otros caminos,
si se preguntara a sí mismo ¿por qué tengo
como principio que mi felicidad está en tener más
bienes?, ¿existen otras posibilidades de vivir bien? Claro
que no es condenable el vivir bien, pero ¿qué es vivir
bien?, ¿trabajar más para obtener más dinero?...
Creo que no. Pienso que si en lugar de hacer eso pasáramos
14 horas al día pensando cómo podemos ser mejores
“seres humanos”, estaríamos en el camino hacia
la solución de muchos de nuestros conflictos.
Si
el pensamiento calculador y el sistema de consumo que dominan nuestra
sociedad representan un gran beneficio para algunos y el razonamiento
implicaría cambiar esos parámetros, ¿cree que
sea posible llevar el mensaje de que el razonamiento es sinónimo
de libertad?
Me parece que sí. Puede que tengamos que enfrentar tendencias
fuertes, pero no absolutas. Creo que desde nuestras trincheras debemos
luchar por hacerlo posible –y me parece sumamente interesante
lo que propone hoy la Universidad Veracruzana: distribuir socialmente
el conocimiento. Pero hay que decirlo, escribirlo, compartirlo.
Por lo menos es una posibilidad lícita que nos da nuestra
sociedad. |
El
pensamiento calculador y materialista no hace libres a los individuos,
pues frena la posibilidad de libertad, porque beneficia económicamente
a algunos y afecta seriamente a otros; nos hace elegir cierta forma
de existencia conveniente a ciertos grupos. El pensamiento calculador
busca beneficios, ganancias, y no piensa más que en eso.
Así se limita la libertad de los individuos. |
Lo
que sucede es que tenemos que abrirnos al mundo y ver otras experiencias.
Europa se unió, se formó la Comunidad Económica
Europea a partir de proposiciones económicas, pero justamente
desde entonces están preocupados por el medio ambiente, la
educación de los jóvenes, la paz mundial…y,
a pesar de que España fue a la guerra de Irak, hay comunicación
entre ellos, posibilidad de aprender varias lenguas, leer libros,
etcétera. En este sentido, no creo que todos los intereses
económicos haya que vencerlos en función de la cultura.
Hay que ser combatible, hay que avanzar en el desarrollo de la economía,
pero sin que esto implique un absoluto determinismo económico.
Claro, también necesitamos comer, vivir mejor.
En países como México hay una gran cantidad de personas
al margen de los beneficios del mundo moderno, por lo que hay que
trabajar en la economía, en una distribución de la
riqueza más justa y, al mismo tiempo, en el desarrollo de
la cultura, del conocimiento y del razonamiento.
Lo que generalmente sucede es que el individuo que está preocupado
por su beneficio deja de lado que él forma parte de la totalidad
humana. En ese sentido, un individuo debe pensar que vive en una
sociedad, y que el beneficio de la sociedad va a ser su beneficio.
A los egoístas hay que insistirles que sólo pueden
progresar en la medida en que reconozcan el verdadero valor de su
entorno, de los otros y, desde luego, de la naturaleza.
¿Alguna
vez se logró democratizar la educación?
En algunas partes del mundo sí. Europa es un ejemplo. Considero
que no es una utopía. Más bien creo que el horizonte
de nuestro actuar bien puede tener como punto hacia el cual dirigirse
esa democratización y la posibilidad de razonar, de tener
una vida más justa, de que los individuos puedan tener una
realización más plena… Èse debería
ser el sentido de la educación, del conocimiento. De hecho,
ése es el sentido también de la filosofía,
según Kant. |
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