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Es,
sin duda, el retrato uno de los géneros que, por la abundancia
de ejemplos, implica mayores riesgos para la fotografía entendida
como creación. Alberto Tovalín los enfrenta con las
armas que le ofrecen la imaginación y la mirada. Así
lo demuestra cada una de sus obras, tan variadas como variados son
los sujetos mostrados en ellas.
Alberto Tovalín juega con sus fotografías un juego
de identidades. Es fiel al retratado en cuanto la imagen que aparece
es la suya. No se muestra, sin embargo, preocupado por extraer su
esencia, por el contrario, sus personajes parecen más bien
liberados del peso que pudiera implicar corresponder a la propia
imagen. Son ellos -y al mismo tiempo no lo son- sujetos, pero también
objetos, pretextos para la creación. En ese sentido, Tovalín
sabe que cualquier representación de la realidad -aún
la fotográfica- es ficticia y como tal la asume, aunque en
el retrato parezca inevitable mostrar la verdad de lo visto.
No hay, sin embargo, más verdad en el arte que la creada
por la voluntad del artista. Quizá por ello Alberto Tovalín
ha dado a una de sus obras el sugerente título de "El
otro y/o de lo visible", espejos que nos muestran y ocultan
a la vez, resueltos al final, en la admirable claridad de sus propuestas. |