En los ochenta se presentaron altibajos atados a las políticas
y crisis nacionales, y desaparecieron algunos de los centros fundados
en la entidad dos décadas antes. Los tres lustros recientes
han sido de repunte, pero, en este momento, el estado de Veracruz
está en una posición entre intermedia y baja en el contexto
nacional. Esta situación hay que superarla no sólo por
la romántica ambición de comprender al hombre y al universo,
mencionada anteriormente, sino también porque la investigación
va aparejada al desarrollo tecnológico y, en buena medida,
éste al bienestar social, más aún si se pretende
preservar el planeta para preservar la especie: la sostenibilidad
que consiste en proveer de recursos suficientes a las generación
presente asegurando la disponibilidad para la generación siguiente.
Lo anterior implica un equilibrio entre la explotación de los
recursos, el crecimiento de la economía, la conservación
del ambiente y el desarrollo social. Es decir, que el estudio de la
sostenibilidad es complejo, por lo que no se puede aspirar a ella
sin una masa crítica de investigadores que la aborden, fraccionariamente
unos e integralmente otros. Sin embargo, no está de más
reiterarlo: es claro que no existe un sistema que asegure la investigación
en la irregular geografía de la entidad para aprovechar los
recursos potenciales; el desarrollo de tecnología para dotar
de valor agregado a las cadenas productivas, y el conocimiento del
medio ambiente para aprovecharlo sin depredarlo, y que, además,
facilite el interés de otras regiones del país y del
extranjero en realizar programas de intercambio científico
y tecnológico.
En este contexto, corresponde a diversos organismos, pero particularmente
a la Universidad Veracruzana, promover la investigación, el
desarrollo tecnológico y la innovación, para propiciar,
mediante el fortalecimiento y la promoción de las capacidades
científicas y tecnológicas regionales, el avance económico,
social, educativo y cultural; es decir, que la UV se convierta en
palanca de desarrollo, pero al mismo tiempo que incorpore estas tareas
a la formación de sus estudiantes.
Se vislumbran, al menos, tres planos en los que el desarrollo de la
investigación fomentará ese avance económico,
social, educativo y cultural mencionado en el párrafo anterior.
1.
Puesto que el trabajo científico no se realiza de manera
individual, sino grupal, alrededor de una línea de investigación
sólida se van derramando capacitación y entrenamiento
calificado para continuar con la labor académica, pero también
para el desempeño altamente profesional en la industria,
el campo o los servicios. Ésta es la razón por la
que no pueden concebirse más los programas de enseñanza
de licenciatura o posgrado desvinculados de la experiencia investigativa.
2. Hay una cantidad importante de problemas que
como sociedad tenemos que afrontar y que tienen que ver con los
fenómenos medioambientales o sociales, como la migración
y el empleo, o económicos, como la mejora en la calidad y
competitividad de los productos, y que debemos conocer, es decir,
comprender antes de resolver, porque los grandes centros de investigación
del mundo difícilmente vendrán a ofrecer soluciones
gratuitas. Estos problemas constituyen, en conjunto, el reto de
la sostenibilidad.
3. La preservación de valores y aportes
culturales de una sociedad requiere de un soporte investigativo
para no ser borrado, sino más bien adaptado y adoptado dentro
de los procesos de globalización. Es válido aquí
hacer una digresión para introducir una definición
heterodoxa, pero práctica, de globalidad: el conjunto de
condiciones económicas, culturales y medioambientales que
inhiben que un grupo social permanezca aislado cultural, medioambiental
o económicamente.
El
papel de la UV
En resumen, el compromiso que la UV asume con la investigación
es el de contribuir a la formación sólida de los estudiantes,
buscando la sostenibilidad y el acoplamiento con la globalidad.
Para el sistema de educación superior de Veracruz, el reto
es grande porque su comunidad de investigadores es pequeña.
Por ejemplo, el Sistema Nacional de Investigadores (SNI) tiene alrededor
de 14 mil miembros, lo que quiere decir que, en promedio, en el
país hay 14 investigadores de ese sistema por cada cien mil
habitantes, pero en Veracruz hay alrededor de tres. La Universidad
Veracruzana tiene 172 integrantes del SNI: 48 candidatos, 100 nivel
I, 21 nivel II, 1 nivel III y 2 creadores; en suma, el 75 por ciento
de los investigadores veracruzanos reconocidos por dicho sistema.
Lo anterior significa que, en medio de las carencias estatales,
son evidentes las altas capacidades que la Universidad Veracruzana
ha ido logrando en diversas áreas –y las que menciono
sólo son ejemplos–, como neurociencias y etología,
ciencias alimentarias, sostenibilidad en el trópico húmedo,
historia regional y ciencia política, lingüística
y literatura, ecología acuática, ciencia animal, medicina
forense y toxicología.
Además, la UV está preparada para detonar grupos de
trabajo expertos en supervisión de calidad de alimentos agropecuarios,
inteligencia artificial, salud pública, prevención
de desastres, biotecnología de plantas, biomedicina y evaluación
educativa, todos éstos en Xalapa; mientras que Veracruz está
despuntando en nanotecnología, y Coatzacoalcos-Minatitlán
lo irá haciendo paulatinamente en conservación de
la biodiversidad, fuentes alternas de energía y petroquímica.
Por su parte, Orizaba-Córdoba tiene todo para destacar en
tecnología del agua, biotecnología y aprovechamiento
de los productos azucareros, y Poza Rica-Tuxpan en ecosistemas costeros.
Sin embargo, se debe reconocer que hay que hacer más eficiente
la gestión de la investigación, que la investigación
está centralizada en Xalapa, que todavía no está
bien articulada con la docencia y que tiene escasa difusión
y vinculación con los potenciales usuarios de sus productos.
Reducir estas carencias es, pues, la tarea que nos queda pendiente
no sólo para acelerar el trabajo de investigación
de manera significativa, sino además para tener una maquinaria
eficiente que permita que la investigación vaya avanzando
sin los tropiezos propios de unos engranajes desgastados. En este
punto, una parte fundamental la deberá jugar el trabajo colegiado
que vigile la aplicación de la norma y fomente la dilución
de los intereses particulares y resguarde los de la institución.
Por otra parte, también debe reconocerse que, en muchos casos,
las potencialidades desarrolladas hasta ahora en materia de investigación
en nuestra casa de estudios han sido casi por voluntad, pero sin
planeación ni previsión. En ese sentido, los nuevos
núcleos de investigación deberán surgir sin
estar separados de los centros de docencia –preferentemente
en las regiones– no sólo como respuesta inmediata a
necesidades de coyuntura (que, por supuesto, debe buscarse la forma
de cubrirlas), sino sobre todo con visión de mediano plazo
al menos, en cuyo horizonte las humanidades y las ciencias básicas
no pueden quedar rezagadas.
En el fondo de todo está la necesidad de avanzar en un reordenamiento
del trabajo académico, que logre que la investigación
sea un ingrediente básico en la docencia. En ese sentido,
el saber que casi el 30 por ciento de nuestros miembros del SNI
están adscritos a entidades de docencia y que un 40 por ciento
más realiza docencia fundamentalmente en el posgrado es alentador,
pero no suficiente mientras no logremos incrementar el número
de miembros del SNI de la Universidad Veracruzana y que, al mismo
tiempo, estén fuertemente ligados a la enseñanza.
En una UV desconcentrada geográficamente, lo anterior deberá
responder al interés de cada región, es decir, a las
llamadas vocaciones regionales, entendidas éstas como el
conjunto de oportunidades y fortalezas, necesidades y aspiraciones
que permiten que un proyecto académico sea pertinente y redituable
socialmente, para, al final del camino, distribuir socialmente el
conocimiento: difundirlo, divulgarlo, ponerlo al servicio de los
sectores social y productivo, extenderlo dentro y fuera de los claustros
universitarios.
Investigación-docencia:
el modelo Wittgenstein
El modelo educativo de la UV debe tener como base un decálogo
de fines que, en muchos casos, hasta el momento han estado supeditados
a los medios. Ese decálogo es la esencia de un proyecto educativo
centrado en la atención al estudiante, bajo un sistema tutoral,
que le dote de un aprendizaje de por vida. Para ello, la movilidad
y la flexibilidad en los programas de estudio, la incorporación
de herramientas de comunicación (lengua extranjera, cómputo,
habilidades en el razonamiento abstracto para plasmarlo en aplicaciones
concretas…), la disminución de horas del estudiante
frente al pizarrón y, sobre todo, la incorporación
de actividades de investigación deben ser los aspectos a
evaluar en un programa para considerarlo integral y flexible, para
sustituir el procedimiento formal de aprobación de planes
y programas de estudio que, en algunos casos, ha llevado a realidades
contrarias a los objetivos buscados: aumentos de horas del estudiante
frente al pizarrón, obligatoriedad de cursos en sedes únicas
por supuestos atributos específicos de cada carrera (Álgebra
para Ingeniería, por ejemplo), cierre de entidades a la admisión
de estudiantes supuestamente externos…
La incorporación de actividades de investigación en
las licenciaturas abre el camino para la paulatina conversión
de docentes destacados en profesores-investigadores o, mejor aún,
en académicos, quienes, en la formación de estudiantes,
se harán de recursos humanos para el apoyo a su investigación
y fomentarán en algunos alumnos de licenciatura el interés
por la carrera académica o por la especialización
profesional, que los llevará a estudiar un posgrado convencidos
de la bondad de la prolongación de la carrera y no como trámite
de titulación o vía para mejoramiento del status.
Los estudiantes de licenciatura motivados en la investigación
y todo alumno de posgrado son los ayudantes naturales del investigador.
Por eso, la separación administrativa entre investigación
y posgrado debe cerrarse. |