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Miopía
de la clase política impide crecimiento de la ciencia: Drucker
Edith
Escalón |
Los
países que están a la vanguardia mundial reconocen ampliamente
la relevancia de la ciencia y la tecnología como fundamento
para alcanzar mejores niveles de desarrollo y competitividad. Por
eso, estas naciones hacen de dicho binomio uno de los ejes rectores
de sus políticas nacionales. Sin embargo, en México
no es así. La ciencia y la tecnología siguen viéndose
como un apéndice más, con diversos grados de interés
de acuerdo con las circunstancias históricas, lo que queda
de manifiesto en las políticas de desarrollo emprendidas por
el Estado mexicano.
Para René Drucker Colin, ex director de la Academia Mexicana
de Ciencias (AMC) y actual coordinador de Investigación Científica
en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM),
hacer de la ciencia una prioridad nacional es una responsabilidad
del Estado, el cual por miopía e ignorancia no ha querido asumir
tal reto.
El también ex director del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología
(CONACyT) opina, además, que los raquíticos presupuestos,
la desorganización, así como la falta de voluntad política
y de visión de largo plazo impiden aprovechar el enorme potencial
científico que existe en el país. Como consecuencia
lógica, México será cada vez más proclive
a la fuga de cerebros y al rezago científico que impedirá
el desarrollo y la competitividad de sectores cruciales para el país.
¿Estamos
lejos del camino hacia la construcción de un proyecto nacional
donde ciencia y tecnología sean pilares fundamentales del
desarrollo?
No sólo estamos lejos, sino que no se ve que el Estado mexicano
tenga interés alguno por ese camino, porque no ha entendido
que la construcción de un país competitivo requiere
necesariamente de un esfuerzo para impulsar estas dos áreas
que, querámoslo o no, son la única palanca posible
para el desarrollo. Desgraciadamente, el Estado siempre ha tenido
un total desinterés por impulsarlas en nuestro país.
Se ha insistido muchas veces en la necesidad de destinar
por lo menos el uno por ciento del producto interno bruto (PIB)
a estas áreas, de incrementar los recursos económicos
o los incentivos fiscales, pero ¿realmente es un asunto sólo
de presupuesto? |
El
dinero por sí solo, y a través del único organismo
que está destinado a apoyar la ciencia, no va a resolver todos
los problemas. Si bien es cierto que el dinero es importante, porque
para alcanzar un crecimiento en dichos campos se requiere de equipo,
insumos y fondos, simultáneamente se necesita una serie de
estrategias que tienen que involucrar a otras secretarías de
Estado para que se pueda hacer el esfuerzo que México requiere
para ser un país competitivo. Es fundamental una política
integral en la que se incorporen dentro de los esfuerzos del desarrollo
científico y tecnológico las secretarías de Hacienda,
Economía, Medio Ambiente, Energía, Educación
Pública, etcétera, en una labor de planeación
a largo plazo para impulsar, junto con la ciencia, el desarrollo de
la nación. |
No
se ve que el Estado mexicano tenga interés por la ciencia
y la tecnología, porque no ha entendido que la construcción
de un país competitivo requiere de un esfuerzo para impulsar
estas dos áreas que, querámoslo o no, son la única
palanca posible para el desarrollo. |
Además
de esto, necesitamos que el sector productivo se una a este esfuerzo
para que podamos hacer transferencia de tecnología. Sólo
así podemos lograr que el conocimiento generado por los científicos
realmente pueda transferirse al sector productivo, para que éste
se vuelva un sector que genere productos con valor agregado, para
que las empresas puedan crecer y que den empleo. Todo eso implica
una visión a largo plazo. ¿Por qué necesitamos
más recursos? Porque hacer ciencia es costoso. Sin dinero
es imposible impulsar el desarrollo, aumentar el número de
científicos, fortalecer a las universidades públicas,
incorporar investigadores en las plantas de académicos, crear
nuevos centros de investigación…
Los
indicadores de producción científica y patentes, por
ejemplo, evidencian el rezago de México en esta materia,
incluso comparado con países como Argentina, La India y Brasil,
cuyo desarrollo económico es similar o menor al nuestro.
¿A qué se debe?
Hay dos problemas: uno de ellos, la ignorancia de la clase política
mexicana. Creo que no hay una cultura de entendimiento hacia la
ciencia. Además, hay un problema estructural: la ciencia
tiene efectos a largo plazo, la política no. Si hablamos
de ciencia tenemos que considerar 15, 20 o más años
de proyectos de investigación, y los tiempos políticos
son mucho más cortos y fragmentados. Para decirlo en pocas
palabras, los intereses políticos no coinciden con los de
la nación, y como los partidos no tienen interés por
la nación, sino intereses grupales y personales, es muy difícil
hacerles entender la trascendencia y procurar que inviertan en un
rubro que no reditúa políticamente en el corto plazo.
Es una brecha de intereses que ha resultado insalvable hasta hoy. |
Pero
esta situación también existe en otros países
y esto no ha impedido su crecimiento en estos rubros. América
Latina, por ejemplo, destina en promedio 47 por ciento más
del PIB que México para investigación y desarrollo.
Sí, pero a diferencia de lo que sucede en México, en
esos países el Estado ya se percató de que la ciencia
es el camino. China, India, Brasil, Cuba misma, con todo y sus problemas
de bloqueo económico, han decidido invertir en ciencia y esto
les reditúa. Ellos entendieron –algunos desde hace décadas–
que el conocimiento es la moneda del siglo XXI.
En cambio, en México, no sólo no han entendido que apremia,
sino que ahora estamos peor que nunca, porque el CONACyT tiene dos
años que no ha dado un solo centavo para la ciencia. De hecho,
no han sido otorgados los recursos aprobados de la convocatoria 2005
para apoyos a ciencia básica, en la cual la UNAM obtuvo financiamiento
para más de 90 proyectos con un monto de 200 millones de pesos,
que además es una cantidad realmente baja. |
Rivas
y Savater, 1999.
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Todo el sistema científico mexicano está prácticamente
parado. El CONACyT está desaparecido para nosotros. Incluso,
las becas para los jóvenes no se han entregado en este año.
Y es que la ciencia no tiene quien la defienda. Si esto continúa,
México va a perder cada vez más competitividad en las
evaluaciones internacionales.
A pesar de que el sistema científico mexicano ha
crecido en los últimos años, sobre todo desde la creación
del Sistema Nacional de Investigadores, seguimos rezagados; basta
ver el número de investigadores que hay por cada mil personas
de la población económicamente activa. México
no tiene ni 10 por ciento de los investigadores que hay en Estados
Unidos. |
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China,
India, Brasil, Cuba misma han decidido invertir en ciencia y esto
les reditúa. Ellos entendieron –algunos desde hace
décadas– que el conocimiento es la moneda del siglo
XXI. En cambio, en México, no sólo no han entendido
que apremia, sino que ahora estamos peor que nunca. |
Eso
ya de por sí es preocupante, pero hay que señalar
que tener más investigadores no es suficiente. Por ejemplo,
Brasil tiene una producción científica tres veces
más grande que la nuestra; en AL somos el segundo o tercer
país más productivo que hay, pero eso no significa
gran cosa si consideramos que la producción científica
mexicana representa el 0.64 por ciento de la mundial. De hecho,
la producción latinoamericana en su conjunto representa como
el 2.25 por ciento de la producción científica mundial,
lo cual en los países donde estamos es muy importante y tiene
cierto impacto, pero podríamos tener mucho más.
Ahora, es cierto que producimos muy pocos doctores, alrededor de
mil 500 anualmente; en cambio, Brasil produce cerca de 10 mil; España,
más de 10 mil, y Estados Unidos, alrededor de 50 mil al año.
El problema es que ni siquiera para esos mil 500 hay oferta laboral
en el país. Los jóvenes que se preparan para obtener
un doctorado no tienen las fuentes laborales que se requieren para
que se pueda aprovechar la inversión que se haya hecho en
ellos, por eso muchos de los mexicanos se van al extranjero. Yo
calculo que hoy en día tenemos más de 5 mil profesionales
con doctorado trabajando fuera del país, cuando deberían
regresar a México e insertarse en las universidades, en los
centros de investigación que ya existen o fundar nuevos de
acuerdo con los intereses y estrategias que se requieren para que
México pueda ser más competitivo. Justamente, la ausencia
de esa política de planeación es la que frena el desarrollo
de la ciencia en México.
El Subsistema de Investigación de la UNAM, por ejemplo, que
es el que yo coordino, tiene 29 centros de investigación
en todas las áreas del conocimiento. Ahí hemos logrado
incorporar, en los últimos siete años, alrededor de
400 investigadores mexicanos, pero esto ha sucedido a lo largo de
siete años. Es muy poco, cierto, pero la UNAM no puede resolver
el problema de todo el país.
¿Fortalecer
a la universidad pública en su conjunto podría hacer
la diferencia?
Creo que se necesita fortalecer toda la educación pública
del país. Las universidades, claro, tendrían que ser
el eje de la reincorporación de científicos en México,
pero también sería fundamental involucrar al sector
productivo, para que no sólo se interese en el desarrollo
tecnológico, sino que, además, entienda que contratando
científicos, además de incrementar su productividad,
puede hacer ingeniería continua o mejoras en sus productos.
Aparte, hay muchas otras cosas que México tiene que hacer,
porque en 10 años se va a acabar el petróleo, por
ejemplo, y ni siquiera hay estrategias para desarrollar energías
alternas en nuestro país como la solar o la eólica,
estrategias que podrían generar alrededor de un millón
de empleos directos e indirectos. Es esa visión la que le
falta al Estado mexicano, porque hay una miopía absoluta
en cuanto a la importancia de la ciencia y la tecnología.
Desde
su perspectiva, ¿la responsabilidad es únicamente
del Estado mexicano?, ¿no hay un compromiso social que los
investigadores no están asumiendo del todo?
Es que la responsabilidad del investigador es hacer ciencia, generar
conocimiento, nada más. Al Estado le toca hacer las inversiones
apropiadas para poder utilizar e impulsar dicho conocimiento. Al
principio, todo esto cuesta, pero después genera enormes
rendimientos y nos prepara para el futuro. Y ahora estoy hablando
de energía, pero tenemos los mismos problemas con el agua,
el campo, la agricultura mexicana. Se necesitaría desarrollar
nuevas estrategias para incorporar la biotecnología agropecuaria
moderna, para que el campo pueda ser productivo.
Me molesta mucho que la alimentación del pueblo mexicano
esté en manos de Walmart, no debería ser. Lo mismo
ocurre con la salud del pueblo mexicano, que depende de Pfizer,
Novartis y todas esas empresas extranjeras farmacéuticas.
Y me molesta porque México, en lugar de estar desarrollando
su propia industria farmacéutica y preparándose para
todos los problemas de salud que tiene y que tendrá en el
futuro, depende siempre de la ciencia externa. |
México
genera menos de uno por ciento de las patentes que se registran en
EU, lo que significa que los trabajos de los investigadores se quedan
en publicaciones y no se convierten en herramientas para el desarrollo.
¿Cree usted que los investigadores están restringiendo
su trabajo a lo meramente científico?
Es que en México no tenemos un sistema ni el personal calificado
para hacer transferencia de tecnología. Nuestro marco legal
no está bien elaborado, tampoco hay mucho interés en
utilizar las patentes que hacemos, precisamente porque los empresarios
no son realmente empresarios, sólo son comerciantes sin visión
empresarial. A fin de cuentas, las universidades y los centros de
investigación lo que hacen es generar el conocimiento, pero
no pueden garantizar su uso. |
México
produce muy pocos doctores, cerca de mil 500 anualmente. El problema
es que ni siquiera para ellos hay oferta laboral en el país.
Los que se preparan para obtener un doctorado no tienen las fuentes
laborales que se requieren para que se pueda aprovechar la inversión
que se haya hecho en ellos, por eso muchos se van al extranjero. |
Es
el empresario el que tiene que generar los instrumentos necesarios
para utilizar los desarrollos tecnológicos.
Por otra parte, no hay incubadoras de empresas en el país,
ni dentro ni fuera de las universidades que, por otra parte, tienen
marcos legales muy cerrados y complejos que no les permiten beneficiarse
de los desarrollos científicos que ahí se producen.
Hace poco, el asesor científico de una universidad de Inglaterra
me comentó que, hace 20 años, alrededor de Oxford
y Cambridge no había más que árboles; hoy hay
más de 200 incubadoras de empresas y una enorme cantidad
de intentos de hacer desarrollos de diversos tipos que beneficien
la economía del país y lo hagan competitivo. Y para
ello, también tiene que participar el Estado otorgando incentivos
fiscales a las empresas, como ocurre en los países del primer
mundo, donde muchas empresas hacen ciencia y contratan a científicos.
En México, en cambio, todos los científicos se quieren
incorporar a la vida académica porque es la única
oportunidad de empleo que tienen con cierta seguridad laboral.
Entiendo
que la responsabilidad de los científicos es hacer ciencia
y hacerla bien, pero también es cierto que asumir ésta
como su única función dejaría de lado el compromiso
social que deberían tener por el hecho de trabajar, en su
mayoría, para instituciones que se financian con recursos
públicos.
Estoy de acuerdo con eso, pero también es cierto que los
instrumentos de vinculación social son prácticamente
inexistentes. Yo, que tengo a mi cargo la vinculación en
la UNAM, te puedo asegurar que ha sido prácticamente imposible.
Yo mismo he tenido pláticas con Carlos Slim para que invierta
en desarrollo tecnológico y me ha dicho que no, que él
compra tecnología y no necesita desarrollarla. Si el hombre
más rico de México, siendo mexicano, no se interesa
en apoyar la ciencia, qué podemos esperar de los demás.
Claro, el proceso de vinculación de los científicos
es complicado porque el otro lado no está dispuesto o no
tiene los mecanismos e incentivos para hacerlo.
La UNAM, por ejemplo, tiene la capacidad de vincularse, de ofrecer
servicios, de aplicar los conocimientos que genera en pro de la
sociedad, pero podría hacer muchísimo más si
hubiera interés en los sectores sociales. Yo puedo decir
que, en este momento, tenemos alrededor de 300 proyectos de investigación
con los que seguramente podríamos hacer a la Ciudad de México
más sustentable; si hubiera el interés político
por usar lo que la Universidad produce y el conocimiento que genera
a través de la investigación, cuando menos podríamos
vincularnos con el sector público. Tenemos varios convenios
con la CFE, con Pemex, incluso con la Ciudad de México, y
hemos sido muy exitosos, pero podríamos hacer muchísimo
más.
¿Qué
porcentaje del conocimiento que se genera en la UNAM se está
aprovechando en la vinculación con el sector público?
Menos de un 20 por ciento. Yo tengo un catálogo de más
de 150 productos de investigación que no se han utilizado,
y sé que la mayor parte se quedará como mero prototipo.
Un ejemplo, los chalecos antibalas. Cuando Marcelo Ebrard era secretario
de Seguridad Pública en el Distrito Federal solicitó
a la UNAM que diseñara un prototipo, porque comprar dichas
prendas en otras empresas era mucho más costoso por el tipo
de material que utiliza. Finalmente, lo hicimos, y fabricarlas implicaba
un negocio de 80 millones de dólares anuales.
Desgraciadamente, no encontramos empresario alguno que se interesara
en producirlas, ni siquiera con la garantía de compra del
Gobierno. |
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Con
el presupuesto actual, con la escasa voluntad política, pero
con el potencial científico que existe en nuestro país,
¿qué se puede hacer para darle rumbo a este sector,
qué se necesita?
Una revolución en el pensamiento de los políticos. México
no es un país pobre, sino que invierte muy mal su dinero; hay
un dispendio de la clase política que es insultante para los
mexicanos. La cantidad que se da a los partidos políticos para
las campañas que hemos visto y sufrido en los últimos
años lo dice todo. Lo que necesitamos es un cambio en la estrategia
del Estado mexicano. |
Para
eso necesitamos políticos que tengan una visión mucho
más amplia que les permita saber qué es lo que queremos
que sea México en los próximos 50 años. Pero
nuestros políticos, lamentablemente, no saben pensar a largo
plazo. Mientras no tengamos un proyecto de nación a largo plazo
no van a cambiar las cosas.
No sólo tenemos un problema de fuga de cerebros externa e interna,
sino que, además, los jóvenes no ven a la ciencia como
un medio de vida. Lo que tenemos que hacer es, entonces, procurar
que la gente sepa y comprenda que la ciencia lo que nos enseña
es a entender mejor el mundo que nos rodea. Si lo hace, puede tomar
mejores decisiones sobre su vida. Ésa es la real democracia,
no el mantener a la gente en la ignorancia, porque eso sólo
ofrece la capacidad de manipularla. Lamentablemente, estamos influenciados
por esta filosofía neoliberal donde lo único que importa
es la ganancia, el managment, el comercio, el dinero… y todo
lo relacionado con la cultura, la ciencia y el conocimiento es denostado.
Ante ello, científicos, políticos, empresarios y todas
las secretarías de Estado deberían tener un plan concertado
que busque como fin primordial reducir la pobreza tan lacerante que
tiene a 23 millones de personas en miseria y a 80 millones en pobreza.
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Y
ante esta “miopía de la clase política”,
como usted la llama, ¿qué pueden hacer los investigadores?
Pues yo llevo 30 años luchando, manifestándome, proponiendo,
tratando de buscar alternativas, pero evidentemente nuestras peticiones
caen en oídos sordos, porque la clase política mexicana
no tiene la sensibilidad que se requiere para que la ciencia se convierta
en una prioridad. Los empresarios, por otra parte, no están
interesados.
¿Qué hacer? No lo sé. Desde el sexenio de Vicente
Fox estamos peor que muchos países que son inferiores a nosotros.
Es cierto que la ciencia nunca ha sido de gran interés para
los políticos mexicanos, pero, anteriormente, cuando menos
se respetaban las instituciones. |
Se necesita fortalecer toda la educación pública del
país. Las universidades tendrían que ser el eje de
la reincorporación de científicos en México,
pero también hay que involucrar al sector productivo, para
que no sólo se interese en el desarrollo tecnológico,
sino que entienda que contratando científicos puede hacer
ingeniería continua o mejoras en sus productos. |
El CONACyT no tenía mucho dinero, pero teníamos certidumbre;
había poco, pero seguro. Cuando llegó Fox al Gobierno,
que ha sido el peor sexenio que ha tenido la ciencia, todo se vino
a menos, porque el ex presidente no sólo mintió diciendo
que iba a dar uno por ciento del PIB al sector, sino que recortó
el presupuesto en las propuestas que presentó al Congreso.
Pienso que el hecho de que no tengamos suficientes oportunidades
no quiere decir que tenemos que rendirnos. Hay que seguir luchando
por generar presiones colectivas para que las cosas cambien. Y bueno,
sí quiero que quede claro, sobre todo para los jóvenes
universitarios, que la ciencia no sólo ofrece grandes oportunidades
para contribuir al desarrollo del país, sino que también
genera satisfacciones personales. Trabajar en una universidad o
centro de investigación implica retos a la inteligencia,
que no tienen nada que ver con lo monetario; es el placer de crear,
de aportar, de entender, de pensar, de hacer experimentos y ver
que lo pensado era cierto. Es una gran satisfacción, y eso,
como dicen, no tiene precio.
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