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Entrevista
a Adrián de Garay Sánchez
En materia de transferencia
de tecnología, universidad y sociedad, divorciadas
Juan
Carlos Plata |
Además
de los graves problemas presupuestales que enfrentan las universidades
públicas para desarrollar investigación científica,
y a pesar de los esfuerzos que se han realizado en el seno de éstas
para generar nuevos conocimientos, sigue habiendo un divorcio entre
la sociedad y las instituciones de educación superior para
lograr la transferencia de tecnología y la aplicación
de estos nuevos saberes.
Donde más se ha avanzado es en el acercamiento de las universidades
con los sectores más necesitados. En los proyectos de desarrollo
tecnológico, así como en la investigación sobre
medio ambiente y energía que las instituciones hacen en sus
regiones, ha habido un progreso notable, pero es una vinculación
con comunidades, organizaciones no gubernamentales y regiones. El
problema es que el sector productivo, el que genera riqueza, sigue
viendo a las universidades como un ente extraño. |
Las
carencias en materia de ciencia y tecnología son la falta
de articulación entre todos los organismos dedicados a estas
disciplinas, el desarrollo desigual de la investigación en
el país, la insuficiencia de recursos para hacer investigación
y la disminución de presupuesto para estos rubros en el último
sexenio. |
A
lo anterior se suma el hecho de que cada una de las casas de estudios
superiores quiere inventar y ser la punta en el desarrollo de los
estudios en todas las áreas, lo cual impide el quehacer coordinado
de la investigación en distintas zonas y en distintas áreas
del conocimiento. Por ello, en términos de responsabilidad
institucional, hace falta mucho para establecer redes de cooperación
y de intercambio de profesores entre universidades. |
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Por
otro lado, el rezago en el impulso de una dinámica científica
es tremendo. Los distintos planes de desarrollo educativo plantean,
desde hace mucho tiempo, esa preocupación. Y es que no se han
podido romper los vicios y las inercias del sistema educativo mexicano.
Es decir, un sistema de educación básica como el de
este país, donde no se forma para la ciencia, donde la cultura
por la ciencia –más allá del ámbito escolar–
sigue siendo nula, genera una dinámica social en la que a los
pocos que logran llegar a la universidad lo que menos les interesa
es precisamente dicha disciplina. |
Sobre
todos estos problemas que enfrentan las universidades públicas
a la hora de formar profesionistas encaminados hacia las disciplinas
científicas y acerca del desarrollo de la investigación
científica y tecnológica en México habla en la
siguiente entrevista el rector de la Universidad Autónoma Metropolitana,
campus Azcapotzalco, Adrián de Garay Sánchez.
Hay muchas personas que, de acuerdo con el desarrollo
que ha tenido el país en materia de ciencia y tecnología,
creen que se puede ser optimista. Desde su punto de vista, ¿cómo
está el país en la materia? |
Creo
que en los últimos 15 o 20 años ha habido avances importantes
en el intento de crear un sistema nacional de investigación
en México. Sin duda, todavía existen muchas carencias
y debilidades, pero en términos positivos uno puede pensar
en los distintos programas que el Gobierno federal ha creado, como
el Sistema Nacional de Investigadores (SNI), que fue el viso de que
importaba la ciencia y la tecnología, que luego prosiguió
con otras políticas, como el programa del Fondo de Modernización
para la Educación Superior (FOMES), y más recientemente
la separación del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología
(CONACyT) de la Secretaría de Educación Pública
(SEP), lo que le dio autonomía al organismo. A ello hay que
sumar la propia ley del CONACyT, la Ley de Ciencia y Tecnología,
el Programa de Mejoramiento del Profesorado (Promep) y distintas políticas
públicas que han procurado fomentar el desarrollo de la ciencia
y la tecnología
en el país.
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Tenemos
una burguesía mediocre, atrasada, interesada en la ganancia
rápida y cuya lógica es: “gano más si
compro tecnología barata, en lugar de invertir en tecnología
nacional que las universidades nos pueden proporcionar”. Esto
ha provocado que los empresarios no se acerquen a estas instituciones
educativas o se acerquen con mucho recelo. |
Las
carencias son: la falta de articulación entre todos estos organismos
y políticas, donde no hay una claridad de cuáles son
los objetivos fundamentales o las prioridades nacionales; el desarrollo
desigual de la investigación en el país, pese al avance
que se tiene con respecto a décadas previas a la última
(la investigación sigue concentrada en la Ciudad de México,
Puebla, Morelos y Querétaro, y si bien los fondos sectoriales
y los fondos mixtos han permitido mayor participación de los
municipios y los estados, aún no hay una articulación
importante), y uno de los puntos más débiles de la política
pública es la insuficiencia de recursos para hacer investigación.
Y es que hacer ciencia aplicada o experimental cuesta millones de
dólares y no hay recurso que alcance para que una universidad
pública pueda sostener una investigación de punta.
Aunado a lo anterior, ha habido disminución de presupuesto
para ciencia y tecnología en el último sexenio, aunque
sí hay proyectos y recursos. Por ejemplo, en los fondos sectoriales
se presume que se invirtieron 500 millones de pesos. Para tener una
idea más certera, en la UAM Azcapotzalco, el presupuesto regular,
quitando salarios y prestaciones, es de 150 millones para un plantel
de 15 mil alumnos; entonces, con 500 millones de pesos para todo el
país no se puede hacer investigación.
Diversos
actores de la comunidad científica, y aun personas que no son
científicos, han afirmado que en México falta una política
de Estado en materia de desarrollo científico. ¿Cuál
es su opinión al respecto? |
Tengo
dudas acerca de que no existe una política de Estado, porque
si uno revisa las políticas en los últimos tres sexenios,
podremos darnos cuenta de que ha habido una línea clara. Por
ejemplo, se ha mantenido el apoyo para la formación de recursos
humanos, que empieza con el estímulo del SNI y continúa
con el Promep durante dos sexenios. Si se analizan los planes de desarrollo
desde la administración de Carlos Salinas, veremos que ya se
hablaba del fortalecimiento y autonomía del CONACyT y de una
la ley de ciencia y tecnología, y esto se ha logrado durante
tres sexenios. Además, el programa FOMES, que luego se convirtió
en el PIFI y promovió el fortalecimiento de la infraestructura
y de las condiciones para el desarrollo de la investigación,
tiene ya dos sexenios y medio. Es decir, no estoy tan seguro de que
debamos seguir hablando de una falta de política de Estado,
dado que ya hay ciertos visos de continuidad al respecto. |
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Por otro lado, se dice que la investigación debe estar ligada
al desarrollo de la sociedad, pero creo que eso todavía no
se logra con suficiente fuerza. Muchas de las instituciones de educación
superior no se dedican a la investigación, son pocas las que
lo hacen en términos de producción de nuevos conocimientos,
y muchas de las universidades que deberían, que tienen las
condiciones para hacerlo, no lo hacen, por distintos factores. Además,
la propia política pública, con el objeto de tener a
su propio personal académico formado, generó una serie
de estímulos e incentivos que ocasionó que amplios sectores
de académicos estén más preocupados por publicar
artículos o memorias de congresos que por hacer investigación
vinculada a la sociedad y al sector productivo. Eso ha generado un
proceso de relativo aislamiento entre las universidades y las comunidades.
Precisamente,
ésa es una de las críticas más fuertes que
se le hacen al SNI.
El SNI es el caso más característico, pero lamentablemente
ya lo rebasó. El personal académico de las universidades
públicas que tiene derecho a todos estos incentivos va más
allá del SNI. Y en esta jugada de desarrollo social, hay
que decirlo, las universidades privadas no han asumido su responsabilidad,
salvo contadísimas excepciones y en áreas muy específicas.
Estas instituciones educativas tampoco se han comprometido con el
desarrollo del país, excepto en el hecho de formar profesionistas.
Más
allá de los problemas de articulación de políticas
gubernamentales y de la falta de presupuesto, ¿qué
han dejado de hacer las instituciones encargadas, las universidades
y los propios investigadores en este proceso de fortalecer la investigación
científica en el país?
Hay el propósito –incluso se aprobó en el Congreso
de la Unión– de que el .4 por ciento del producto interno
bruto se destine a la ciencia y la tecnología, y las mismas
autoridades han reconocido que no se ha logrado ese objetivo, lo
cual repercute, sin duda, en las condiciones para hacer investigación. |
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Es curioso, hace 15 años, las autoridades decían: “No
podemos equipar a las universidades para hacer investigación
de punta mientras los académicos no sean doctores”. Ahora
ya tenemos a los doctores, pero no tenemos equipo para hacer investigación.
Eso se ha vuelto un círculo vicioso y es uno de los puntos
más débiles en la construcción de una política
de Estado, el no haber un financiamiento firme, consistente, equilibrado
entre regiones e instituciones.
Ahora, respecto a lo que las instituciones de educación superior
no han hecho, debo decir que es evidente una falta de coordinación
entre universidades públicas. El problema radica en que cada
una de ellas quiere convertirse en la que hace todo tipo de investigaciones
en todos los niveles sin darse cuenta de que tal vez otra institución
tiene mejores condiciones, por razones históricas si se quiere.
Es como si aquí en la UV, que tiene un gran desconcentración
geográfica, en Poza Rica quieran recursos para una investigación
X, cuando en Xalapa ese tipo de estudio se realiza desde hace 30 años,
y en lugar de que se vinculen los investigadores de Poza Rica con
los de Xalapa, se busque tener las mismas condiciones en los dos lugares.
Este tipo de hechos suceden en todas las universidades.
En efecto, cada institución se ha vuelto muy endogámica,
cerrada; hay pocas redes entre académicos, lo que dificulta
el aprendizaje de lo que hacen los otros y el aprovechamiento de recursos
humanos y de infraestructura. Cada universidad quiere inventar y ser
la punta en el desarrollo de la investigación en cualquier
área. Eso no se puede hacer en ningún país del
mudo, menos en un país con tantas necesidades. En términos
de responsabilidad institucional, todavía nos falta mucho para
establecer redes de cooperación, de intercambio de profesores
entre universidades, lo que impide el desarrollo coordinado de la
investigación en distintas zonas y en distintas áreas
del conocimiento. Es
cierto que el panorama no es del todo árido, pues sí
se generan nuevos conocimientos en el país. Sin embargo,
existe un problema más y es el hecho de que no se ha podido
llevar ese saber a la sociedad, lo que se conoce como transferencia
tecnológica y aplicación de conocimientos. En ese
sentido, ¿qué tan lejos estamos de un sistema que
funcione bien y que brinde resultados prácticos a la sociedad?
El país ha avanzado en la idea de transferencia de tecnología
y aplicación de conocimiento de las instituciones de educación
superior hacia la sociedad; no obstante, creo que hay una especie
de divorcio entre ambas del que las dos partes son responsables,
porque ni la sociedad se ha acercado a las universidades ni éstas
han sabido cómo, y cuando lo hemos intentado, lo hemos hecho
mal muchas veces. |
Son
muchos los factores que han influido en ello, pero si hablamos del
sector productivo, debemos decir que tenemos una burguesía
mediocre, atrasada, interesada únicamente en la ganancia rápida
y cuya lógica es: “gano más si compro tecnología
barata de donde sea, en lugar de invertir en desarrollo y tecnología
nacional que las universidades nos pueden proporcionar”. Esto
ha provocado, durante décadas, que los empresarios no se acerquen
a las instituciones de educación superior o se acerquen con
mucho recelo. A la vez, éstas no han sabido aproximarse a estos
sectores sociales para realizar transferencia de tecnología,
y cuando lo hacen, ha habido muchos fracasos, compromisos no cumplidos,
tareas que se entregan años después. |
Hay
distintos esfuerzos, pero no han sido suficientes para generar una
cultura de interés por la ciencia en este país. Para
aquellos que llegan a las universidades, el conocimiento práctico,
inmediato, sigue siendo lo más atractivo. Mientras no se
reforme el sistema educativo previo a la universidad, seguiremos
con esta carencia. |
Donde
más se ha avanzado es en el acercamiento con los sectores más
necesitados. En los proyectos de desarrollo tecnológico y en
la investigación sobre medio ambiente y energía que
las universidades hacen en sus regiones ha habido un progreso notable,
pero es con las comunidades, con las organizaciones no gubernamentales,
con las regiones. Sin embargo, el sector productivo, el que genera
riqueza, sigue viendo a las universidades como un ente extraño.
Ruy
Pérez Tamayo ironiza sobre cómo puede ser México
un país de ciencia cuando hay encuestas que revelan que el
50 por ciento de la población cree en el diablo. En ese sentido,
¿cómo estamos en cuanto a la creación de una
dinámica científica en la población y no sólo
en los estudiantes y académicos universitarios?
Ahí sí el rezago es tremendo. Los distintos planes
de desarrollo educativo, desde hace mucho tiempo, plantean esa preocupación,
pero creo que no se han podido romper los vicios y las inercias
en nuestro sistema educativo. Es decir, un sistema de educación
básica como el que tenemos con sus carencias, donde no se
forma para la ciencia, donde la cultura por la ciencia –más
allá del ámbito escolar– sigue siendo nula,
genera una dinámica social en la que a los pocos que logran
llegar a la universidad lo que menos les interesa es la ciencia.
Se dice que tenemos déficit de científicos, de estudiantes
que quieran estudiar ciencia; sin embargo, la matrícula para
este tipo de carreras sigue en picada.
Hay distintos esfuerzos, como La ciencia para todos del Fondo de
Cultura Económica, pero no han sido suficientes para generar
una cultura de interés por la ciencia en este país.
Para aquellos que llegan a las universidades, el conocimiento práctico,
inmediato, sigue siendo lo más atractivo. Mientras no se
reforme el sistema educativo previo a la universidad, seguiremos
con esta carencia, tendremos ciudadanos desinteresados en el quehacer
científico. Y si la población tiene su mayor consumo
cultural en la televisión y los programadores no le ponen
interés a la ciencia, a la investigación, sino a todos
los programas chatarra que hay, entonces no se forma un interés
por dicha área. De no ser por Canal 11, Canal 22 y algunas
televisoras estatales, para los realizadores de la televisión,
la ciencia no importa. |
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Ante
la carencia de políticas, de programas y de un entorno favorable,
¿qué tendrían que hacer las universidades para
acercar a los jóvenes a la ciencia?
Creo que la apuesta debe ser por el posgrado, porque lamentablemente
por la manera en que nuestros jóvenes han sido formados, sus
carencias son de tal naturaleza que prácticamente hay que volver
a empezar. Tenemos que pensar en una licenciatura de formación
genérica, no –como en muchos casos– querer especializar
a los alumnos en el último año de la carrera, cuando
prácticamente en el primer año tienen que ser alfabetizados.
Los posgrados tienen que ser, entonces, la apuesta nacional. En ese
sentido se ha avanzado con la creación del padrón nacional
y el establecimiento de becas para cursar posgrados de calidad, sobre
todo de investigación. Ésta debe ser la ruta para formar
a las nuevas generaciones de investigadores, que nos urgen para llevar
a cabo el recambio generacional, y es que el promedio de edad de los
investigadores en todas las universidades es de 55 años y no
existe una política de recambio. |
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