Abril-Junio 2007, Nueva época Núm.102
Xalapa • Veracruz • México
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Medio siglo de ficción en Veracruz
Acotaciones para la historia de un innovador proyecto editorial


Efrén Ortiz 1

La colección Ficción nació hace 50 años junto con la Editorial de la UV y se convirtió en un largo, vasto y complejo fenómeno en el terreno editorial


Durante el mandato de Adolfo Ruiz Cortines (el segundo de izquierda a derecha) se produjo una importante transformación en nuestra universidad.
(Foto: Acervo de la Fototeca de la UV)
Diversas páginas de la historia cultural del país restan por escribirse. La indiferencia con que miramos determinados proyectos, periodos o figuras por sernos familiares obliga, necesariamente, al distanciamiento.

¡Esa nuestra inveterada costumbre de mirar como natural y, por ende, como insignificante lo que sucede a nuestro alrededor! Sin embargo, una circunstancia especial, como el festejo de un aniversario especialmente significativo,2 como lo es ahora la celebración de medio siglo de la Editorial de la Universidad Veracruzana (UV), nos invita a reconsiderar bajo una nueva mirada eso que aparece ante nuestra conciencia cubierto por un velo de naturalidad. La eclosión de la actividad editorial en Veracruz en los años cincuenta es un fenómeno que hace evidente la existencia de un proyecto cultural de vastas dimensiones, el cual aguarda todavía un estudio riguroso. En efecto, se trata de un proceso que adquiere especial sentido si lo miramos desde la perspectiva de la función de la universidad pública en el medio social, como muestra muy clara de la instrumentación de una política cultural que trasciende las fronteras de las aulas y se proyecta hacia un contexto más amplio; como creación de un núcleo de lectores en las inmediaciones de la Universidad, así como de la promoción de los valores estéticos y literarios de generaciones de escritores comprendidos entre el México posrevolucionario y los tiempos presentes.

A medio siglo de distancia, hay que reconocer que la creación del Departamento Editorial de la Universidad Veracruzana (ahora Dirección General Editorial) el 20 de febrero de 1957 y, con él, la transformación de la gaceta informativa Universidad Veracruzana3 en revista oficial universitaria bajo el título de La Palabra y el Hombre
–seguida también de la aparición de importantes colecciones surgidas al amparo de necesidades específicas de difusión o de apoyo a los cursos regulares–, materializaron ese innovador proyecto del cual me propongo acotar aquí sólo sus hitos más relevantes.

Han quedado diseminados por el camino restos de proyectos que cumplieron su ciclo o, bien, que se transformaron en vista de nuevas necesidades: Cuadernos de la Facultad de Filosofía y Letras (1959) –más tarde, Cuadernos de Filosofía, Ciencias y Letras–, serie destinada a ofrecer al estudiante libros de texto para la enseñanza directa, engendró a la actual colección Textos Universitarios; por su parte, Biblioteca de la Facultad de Filosofía y Letras (1960) es el antecedente de la actual colección Biblioteca, que compendia los frutos de la investigación. Ellas incluyen importantes estudios que muestran la excelencia académica alcanzada en aquellos postreros años de los cincuenta e inicio de los sesenta: entre los primeros, las Lecciones de Filosofía de José Gaos, Arco y certamen de la poesía mexicana colonial de José Pascual Buxó, Cuatro maestros de la literatura rusa, compilación de conferencias ofrecidas por René Marchand en la entonces Escuela de Letras; entre los segundos, la Función de la Universidad latinoamericana de Gonzalo Aguirre Beltrán, uno de los primeros compendios dedicados a sondear la función de las universidades públicas de Latinoamérica.

Aureliano Hernández Palacios (el segundo de izquierda a derecha) y Gonzalo Aguirre Beltrán fueron los progenitores de las humanidades en la UV.
(Foto: Acervo de la Fototeca de la UV)
Aquí es importante señalar, además, que La Palabra y el Hombre tuvo, en su momento, la importante misión de ofrecer al lector las primicias de una buena cantidad de estos textos. Heredera, precisamente, de La Palabra y el Hombre –en cuyo proyecto humanista se inscribe–, la colección Ficción nació con el proyecto de difundir los mejores ejemplos de la creación literaria, en sentido amplio, de Veracruz, de México y del mundo de habla hispana, hasta rebasar esas mismas fronteras y ofrecernos lo mejor de la literatura producida entre los años sesenta y la actualidad. La importancia y vastedad de tan sustancial tarea merece ahora el beneficio de una segunda mirada. Como proyecto editorial, como actividad emanada de una política cultural en un momento preciso de nuestra historia, como punto de confluencia de las mentes más lúcidas del medio siglo en nuestra América Latina, Ficción es un objeto de análisis susceptible de ser examinado de manera múltiple, desde la óptica de diversas disciplinas humanas, con una amplitud que rebasa, sin duda, estas líneas apenas exploratorias. Me interesa destacar algunas de sus facetas más obvias: bosquejar los derroteros de la empresa; indicar los hitos más relevantes; señalar los nombres de algunos de sus protagonistas, trazar acaso los momentos climáticos del mismo… todo con la finalidad de descorrer el velo de indiferencia tendido sobre eso que, a primera vista, parece ser tan sólo el cumplimiento de una de las funciones –según reconocemos hoy— sustantivas de la Universidad: la difusión y la extensión de la cultura.

Habría que situarse, para ello, en la Xalapa de finales de los cincuenta. Luego de que la Presidencia de la República recayera en los veracruzanos Miguel Alemán Valdés (1946-1952) y Adolfo Ruiz Cortines (1952-1958), la entidad recibió obvios beneficios, perceptibles en la construcción de una amplia red de carreteras, la promoción de nuevas industrias y, sobre todo, el incremento en los sectores de la administración pública, de la cual forma parte la educación. Fue precisamente en esos años, y bajo el auspicio de esas coordenadas políticas, cuando se produjo la transformación de nuestra universidad. Circunscrita en los límites de una entidad educativa de corte tradicional preocupada esencialmente por formar educandos en el nivel medio superior y en las disciplinas de corte tradicional (abogados, médicos, ingenieros), la UV inauguró un nuevo periodo de impulso a los estudios de corte humanístico y apostó, con ellos, por la creación y apoyo a una sociedad de carácter civil, fincada en el respeto hacia los diferentes tipos de sociedades humanas, del lenguaje y del arte inscritos en cada una de ellas.

Escritores de habla hispana como Álvaro Mutis ingresaron a la lista de autores publicados en la colección Ficción.
(Foto: Rogelio Cuéllar)
Tal es lo que supone la creación, casi paralela y sin precedente alguno, de carreras escasamente convencionales como Filosofía, Antropología, Literatura e Historia que, por reflexionar acerca de la conducta del hombre en sociedad, promueven en sus educandos actitudes críticas que trascienden la frontera de los muros universitarios al repercutir en la vida comunitaria.

La apertura de las humanidades en el corazón mismo de Veracruz significó la creación de un perfil profesional que empezó a darle a nuestra casa de estudios una personalidad destacada en el marco de las universidades públicas de América Latina en esa época, lo cual sólo halla paralelo en sus homólogas del cono sur, como la Universidad de Buenos Aires o la Central de Venezuela. Baste si no, al respecto, enumerar la larga y permanente presencia en ella de las personalidades más relevantes en los estudios de dicha área durante el último medio siglo: José Gaos, Ermilo Abreu Gómez, Othón Arróniz, Jorge Alberto Manrique, Fernando Salmerón, entre otros.

Conformada no solamente por facultades del más alto nivel educativo, sino también por escuelas de educación media (como secundarias y preparatorias), la Universidad tomó para sí la responsabilidad del sector educativo en sus niveles medio y superior.
Apoyada desde la administración estatal mediante la cesión de inmuebles y el reforzamiento presupuestal, nuestra casa de estudios vivió un proceso de amplio impulso que abrió casi naturalmente la necesidad de crear órganos que permitieran una mayor comunicación interna, pero también la difusión al exterior. De esta manera, nació el Departamento Editorial Universitario, cuya finalidad inicial consistió en promover la comunicación universitaria a través de su revista oficial, La Palabra y el Hombre, dirigida por el joven profesor de Estética de la Facultad de Teatro, Sergio Galindo. No está de más indicar que los inicios literarios de Galindo están en el teatro, según referencia de Ruffinelli, y debieron haber tenido méritos suficientes como para obtener mención honorífica en un concurso local: Sergio adapta una novela de Francois Mauriac al contexto local. No obstante, en la serie "Los narradores ante el público" del INBA, el 29 de julio de 1965, el escritor xalapeño confiesa: "Lo último que puedo decir sobre mi experiencia como autor de teatro es que sufrí tanto durante la puesta en escena (era un drama y todo el público se había orinado de risa) que decidí never more".4 De allí que los primeros autores, incluso los títulos de Ficción, estén relacionados con el género dramático: Luisa Josefina Hernández, Emilio Carballido, Elena Garro, entre otros autores.

Para revalorar la colección Ficción podríamos iniciar por el filón más obvio, la punta del iceberg: haber hecho confluir bajo un mismo sello editorial las plumas de los jóvenes talentos de Veracruz (Sergio Galindo, Luisa Josefina Hernández, Emilio Carballido, Jorge López Páez, Sergio Pitol, Juan Vicente Melo), tarea que supondría simplemente el ejercicio de una política cultural de índole regionalista, tan común en las universidades públicas actuales.

Pero también, bajo una perspectiva más amplia, conducir en una misma dirección ese talento propio con aquel de la joven generación de escritores y artistas del medio siglo mexicano, impulsando sus primeras experiencias de publicación (Juan García Ponce, Elena Poniatowska, Elena Garro, Juan Soriano), al lado de los talentos inscritos en el padrón de la nómina intelectual que gozaba ya de amplio reconocimiento (Jaime Torres Bodet, Luis Cardoza y Aragón) o ya probados en la experiencia literaria pero que medraban en el exilio (Rosa Chacel, Max Aub, Luis Cernuda). A su lado, escritores jóvenes de habla hispana (Álvaro Mutis, Gabriel García Márquez, Haroldo Conti, Mario Monteforte Toledo) o allende las fronteras, en una tarea que suponía el ejercicio previo y no pagado, de la traducción (Dylan Thomas, Lini M. de Vries, Kasimierz Brandys, Kawalerowicks).

Por si ello fuera poco, habría que destacar la capacidad para reconocer la importancia de los diversos géneros, puesto que lo mismo hallamos poesía, cuento y novela, que teatro o guiones para cine: apuesta múltiple desde los puntos de vista de las nacionalidades, las generaciones, los géneros. Además, aquella experiencia, salvo breves interrupciones, ha fluido de manera incesante durante los últimos cincuenta años, perceptibles detrás del rostro proteico de las maquetas editoriales que, a la par de la innovación estética, dejan la huella ostensible del cambio de época. Ficción es, así, un largo, vasto y complejo fenómeno en el terreno editorial que exigiría inscribirse entre las empresas culturales más relevantes en la provincia de nuestro México en la segunda mitad del siglo XX. La rememoración histórica de Héctor Salmerón pone de relieve su importancia en relación con el mercado editorial de aquellos años:
Para entender bien la trascendencia que la labor editorial de la Universidad Veracruzana alcanzó, es necesario tener en cuenta que en México, en 1958, solamente dos editoriales publicaban la obra creativa de los jóvenes: la colección Los presentes, fundada y dirigida por Juan José Arreola, en la que el propio autor debía pagar su edición, y la serie Letras Mexicanas, del Fondo de Cultura Económica, en donde sólo después del éxito de venta que alcanzó Luis Spota con Casi el paraíso, y el unánime clamor admirativo por El llano en llamas y Pedro Páramo de Rulfo, así como Confabulario de Arreola, tan sólo después de esto, repetimos, se abrieron las puertas de dicha institución para empezar a publicar a autores jóvenes como López Páez, Galindo, Carballido, Hernández y otros. La serie Ficción de la UV tuvo inmediato éxito desde su primer título, y la sorpresa en los círculos intelectuales y editoriales fue tan grande y positiva que muy pronto surgieron otras casas que iban a seguir fines similares: Joaquín Mortiz, Ediciones Era y unos años más tarde, Siglo XXI.
Si las humanidades tienen, a la vista de los años, al menos dos progenitores, puesto que su trayectoria abarca al menos los rectorados de los doctores Aureliano Hernández Palacios y Gonzalo Aguirre Beltrán, la colección Ficción tiene una fecha específica de nacimiento y un progenitor directo a quien aludir: el 23 de marzo de 1958 ve la luz su número inaugural, la novela Polvos de arroz, la cual tuvo como autor y editor a Sergio Galindo. El relato da vida a la crisis de valores en el seno de una familia de la clase media provinciana, crisis emanada de la rebelión –tardía, pero resistencia al fin– de una vieja solterona frente a los moldes rígidos de la familia tradicional. Tras esas calles de altos caserones, algo estaba sucediendo: un ser humano despertaba a la conciencia de que la vida exige romper los esquemas moldeados por la costumbre y la cotidianidad. En efecto, esa historia ubicada en la Xalapa de aquellos últimos años de la década de los cincuenta acotaba los inicios de una revuelta que habría de hacer eclosión el 2 de octubre de 1968.

Mucho se ha escrito desde entonces acerca de esta novela. Su poder demarcativo no sólo estriba en iniciar un largo periplo, sino, esencialmente, en ser portavoz de una nueva actitud del hombre ante la sociedad y la historia. Una vieja solterona habría de encabezar el cuestionamiento de los viejos valores de una sociedad simultáneamente provinciana, machista, católica a ultranza y, sobre todo, clasista. En ese nuevo proyecto habrían de inscribirse, más tarde, otras mujeres pero también indígenas de diversas procedencias, hombres resueltos a subvertir el orden, dispuestos a aprender de las nuevas circunstancias y, en casos extremos, a poner en evidencia los valores tradicionales y el orden mismo de la sociedad. Detrás de Camerina Rabasa (la protagonista de Polvos de arroz) han venido otros seres igualmente decididos a tomar las riendas de su existencia para conducirla hacia nuevos derroteros.

Hay que indicar, empero, que Ficción no puede ser desvinculada de su hermana mayor, la que, en algunos y señalados casos, funge también como su progenitora. Hay volúmenes que o anticipan su aparición en las páginas de la revista universitaria5 o nacen como tarea de compilación detrás de un olfato que percibe el sentido de unidad temática o estructural y que apuesta por una versión independiente. En otros casos, la existencia del volumen procede del envío directo para su publicación. Ello delinea, así, dos voluntades distintas: la de aquellos volúmenes sobre los cuales actúa el editor y la de los que vienen precedidos ya por una intención autoral.

En los innumerables homenajes de que ha sido objeto, Sergio Galindo adquiere la patente de este proyecto. No hay duda alguna de que su nombre da cobijo a una empresa guiada con pulso firme por esas manos que nos legaron también una vasta obra narrativa, misma que, al final de los días, mereció como recompensa el premio Villaurrutia. Pero sería injusto ahora no dar constancia de los otros protagónicos que, a guisa de consejeros o de coprotagonistas, acompañaron los pasos de Galindo: están allí Fernando Salmerón, en primer término, también Emilio Carballido, Ramón Rodríguez, Dagoberto Guillaumín, Othón Arróniz, José Pascual Buxó, Alfonso Tavera Alfaro, Francisco González Arámburo, César Rodríguez Chicharro, Sergio Pitol, María Sten, María Rosa Phillips, Mario Muñoz, Juan Vicente Melo, Raúl Hernández Viveros, Luis Arturo Ramos y José Luis Rivas; y los protagonistas casi anónimos, pero inolvidables para quienes vivimos desde dentro el proyecto: el contador Arturo Serrano, Rosaura Huert, la inolvidable "Chagüita", el oscuro Augusto. Todo aquel repertorio de personajes, anécdotas, proyectos y sueños inició el periplo en Juárez 25, siguió en Bravo 11, continuó en la calle de Zamora, luego en el callejón de Juan de la Barrera y, hasta hace poco, en Hidalgo 9.

De manera apresurada, podemos marcar al menos dos etapas de Ficción que pueden, a su vez, segmentarse en otras tantas subdivisiones cronológicas. Hemos convenido en denominar "primera época" a un casi homogéneo periodo ubicado entre 1957 y 1968, cubierto por, al menos, 77 títulos, detrás de cuyas maquetas se esconden varios coordinadores editoriales y años de duración.6 La segunda, iniciada bajo el rectorado del Dr. Roberto Bravo Garzón –mecenas de las artes, las humanidades y las ciencias de cuño más reciente–, y que transcurre de manera ininterrumpida hasta nuestros días, con al menos dos proyectos diferentes: el que abarca de noviembre de 1979 (fecha de publicación de Violeta-Perú, de Luis Arturo Ramos) hasta noviembre de 1998, periodo en que los ejemplares no poseen ya numeración y adquieren, por ello, una presencia individualizada. Por otro lado, la etapa que inicia en junio de 1999 (cuya muestra evidente está en Delirios, de Arturo Villaseñor) caracterizada por una maqueta uniforme, de fondo negro, la cual perdura hasta el momento. Detrás del proyecto en su conjunto, no obstante, se encuentra el mismo criterio que ha distinguido la política editorial veracruzana desde su fundación: el espíritu de apertura, la ruptura de constreñimientos regionalistas o generacionales. Veamos ahora qué autores y textos se hallan inscritos en tales periodos.

Del primer grupo me he encargado antes, en una versión compendiada.7 Se trata de una aproximación que pone de relieve el acierto de Galindo al reunir en un mismo catálogo obras de escritores inscritos ya en la nómina de la crítica, como Trébol de cuatro hojas, poemario de Jaime Torres Bodet (1960). A su lado, la nueva generación que, andando el tiempo, habría de aportar figuras señeras para la literatura mexicana e hispanoamericana. Así, en el género poético, hallamos textos liminares de Rosario Castellanos (Al pie de la letra, 1959), Tomás Segovia (El sol y su eco, 1960), Jaime Sabines (Diario semanario en prosa, 1961) y Álvaro Mutis (Diario de Lecumberrri, 1960). En el teatro, las primeras obras de Luisa Josefina Hernández (Los huéspedes reales, 1958) y de Emilio Carballido (Las estatuas de marfil, 1960, así como DF (14 obras en un acto), 1962) alternan con unos ya maduros Elena Garro (Un hogar sólido, 1958) y Salvador Novo (In Ticitezcatl o El espejo encantado, 1966). Pero es en la narrativa donde, sin lugar a dudas, hallamos la más alta concentración de autores, con una gama muy amplia de temas y de subgéneros: indigenista (Carlo Antonio Castro, Los hombres verdaderos, 1959; Eraclio Zepeda, Benzulul, 1959; Rosario Castellanos, Ciudad Real, 1960; Francisco Salmerón, Testimonios del Tecuán, 1960); urbanos (José de la Colina, Ven, caballo gris, y otras narraciones, 1959; La lucha con la pantera, 1962; José Revueltas, Dormir en tierra, 1960; Rubén Salazar Mallén, El sentido común, 1960; Juan García Ponce, Imagen primera, 1963); realismo fantástico (Gabriel García Márquez, Los funerales de la mamá grande, 1962; Juan Carlos Onetti, Tierra de nadie, 1967).

Hay que resaltar en ese marco la inserción de piezas teatrales, escasamente atendidas en la época por los editores, pero también destacar la presencia de guiones cinematográficos, género en el cual la colección Ficción abrió una brecha singular, al extender su carta de existencia en tanto producto literario. Así, desfilan por sus páginas textos de Juan Antonio Bardem (Calle mayor, 1959; Los segadores, 1962); Juan de la Cabada (El brazo fuerte, 1963), y Jerzy Kawalerowicz (Madre Juana de los Ángeles, 1964).
Una pregunta que saltará, sin duda, a la palestra tiene que ver con el por qué el acceso a esta editorial de una multitud tan heterogénea de autores, generaciones y nacionalidades. Aquí habría que destacar el singular carácter cosmopolita que ha tenido, desde sus inicios, la aldeana Jalapa, y la presencia en sus aulas de una pequeña comunidad culta, con una apertura mental fincada en el espíritu humanista de la convivencia, el respeto y la tolerancia: personalidades tan diversas entre sí como la Dra. Waltraud Hangwert, antropóloga física alemana; Francisco González Aramburu, español, traductor del Fondo de Cultura Económica, y María Christen, profesora y luego directora de la Facultad de Letras. Además, la herencia hispánica del exilio, a través de los así llamados "Niños de Morelia" (José Pascual Buxó, César Rodríguez Chicharro), pero también las sucesivas oleadas de intelectuales sudamericanos (María Luisa Cresta de Leguizamón, Mario Usabiaga, Velma Donatti, Luis Mario Schneider) crearon, sin duda, un rico caldo de cultivo para ese Renacimiento cultural, cuyos frutos todavía hoy usufructuamos.

La colección Ficción se inauguró con la novela de Sergio Galindo, Polvos de arroz, misma que fue reeditada este año por la Editorial de la UV.
 

Además, la línea hispanoamericana se enriqueció con las aportaciones europeas, particularmente las de raigambre eslava, aportadas por Sergio Pitol y Juan Manuel Torres, Mario Muñoz, Lorenzo Arduengo y Raúl Hernández Viveros.

El prestigio alcanzado por el grupo editorial de la Universidad Veracruzana abonó el lugar que, con el paso de los años, alcanzaría el propio Sergio Galindo en el ámbito nacional, pues luego de su paso por nuestra casa editorial fue invitado primero para fungir como coordinador de publicaciones del INBA y después, en 1964, como titular de la máxima entidad cultural del país.

El impasse ubicado entre 1968 y 1974 no ha sido suficientemente explicado. Para la opinión común, el silencio editorial que cubrió este periodo parece ominoso a la luz del auge precedente. Hay que advertir, no obstante, que el inicio del rectorado del Dr. Carlos Díaz Román (quien tomó posesión el 1 de diciembre de 1968) estuvo signado por un impresionante descalabro económico, que no es sino reflujo de los movimientos estudiantiles registrados en la Ciudad de México dos meses antes y cuyas olas llegaron hasta nuestra casa de estudios. El entonces gobernador de Veracruz, Rafael Murillo Vidal, decretó la separación de la Dirección General de Enseñanza Media, creada con anterioridad por el H. Consejo Universitario en 1961, con el fin de hacerla depender directamente del Ejecutivo. Este cercenamiento asestó un fuerte golpe a la estructura universitaria, tanto a nivel administrativo como económico. El ex rector Aureliano Hernández Palacios evocó dicho impacto:

La separación de la Enseñanza Media dio lugar a la reducción del presupuesto y a otras limitaciones resultantes de una reorganización administrativa, pues se suprimieron plazas de personal y otros renglones. En el año de 1969, el presupuesto de la Universidad se redujo a 31,850,000.00 (treinta y un millones ochocientos cincuenta mil pesos, cero ctvs.); la cantidad asignada apenas si alcanzaba a cubrir los gastos más indispensables y a seguir una política de obligada austeridad […] Era tal la penuria de la Universidad que tuvo necesidad de solicitar un crédito a la institución bancaria que manejaba parte del patrimonio productivo […] A pesar de la difícil situación financiera de nuestra casa de estudios, se atendieron los renglones fundamentales de la Universidad, prioritariamente el relativo a la docencia.8
El descalabro que significó para la Universidad haber padecido la escisión entre los niveles medio, medio superior y superior y la correspondiente pérdida presupuestal que ello significó, explica ese impasse prolongado en la vida de la Editorial, reducida a sus funciones mínimas. De hecho, durante este lapso, se consignó su reubicación hacia el local que la Escuela de Enfermería ocupaba en la calle de Zamora, así como la edición del libro conmemorativo del trigésimo aniversario de fundación de la Universidad, elaborado por el Lic. Librado Basilio con el título La Universidad Veracruzana 1944-1969, "que se imprimió en los Talleres de la Editorial Jus, S. A., de la Ciudad de México".9

Fue en 1974 cuando la Editorial reabrió sus puertas, cobijada por la política cultural del Dr. Roberto Bravo Garzón. A la fecha, el reconocimiento vox populi no ha llegado a traducirse en ese homenaje que artistas y creadores deben a tan importante mecenas universitario. El impulso a la Orquesta Sinfónica de Xalapa y a la Organización teatral de la UV (ORTEUV), la publicación de Tramoya (primera publicación del país específicamente dedicada al teatro) y la proliferación de grupos musicales (Tlen Huicani, Orquesta de Música Popular) y de danza constituyen apenas unos cuantos ejemplos de acciones realizadas por esa administración para apoyar e impulsar el arte y la cultura.

La segunda época de La Palabra y el Hombre es perceptible en el cambio de maqueta, que dejó atrás el modelo de la Revista de Occidente e ingresó al mundo contemporáneo mediante una vistosa presentación, la cual, aunque costosa en términos financieros, adquirió una fisonomía propia, de vanguardia. A la par, Ficción ensayó nuevo rostro. La segunda época introdujo la novedad de los títulos independientes, sin numerar. Mantuvo, no obstante, la tendencia a publicar a los jóvenes valores de México y América Latina y, una decena más tarde, a reeditar los títulos agotados de su primera serie (por ejemplo, los de Rosario Castellanos, Elena Garro, Eraclio Zepeda y Carlo Antonio Castro, entre otros).

Esta segunda etapa de Ficción nos ha proporcionado los primeros volúmenes de aquellos escritores que han signado la historia literaria de la segunda mitad del siglo XX, con títulos que han recibido atención de la crítica literaria a través de ensayos, premios y reconocimientos. En conjunto, exploran las dimensiones más sórdidas de la cotidianidad de la segunda mitad del siglo XX: seres invadidos por la angustia, la soledad, la desesperación; testimonios de la extendida actitud de desencanto ante una sociedad que no brinda alternativas. Títulos relevantes de la misma son, a guisa de ejemplo, Violeta-Perú, ópera prima de Luis Arturo Ramos en el género novela (que se hizo acreedora al Premio de Narrativa Colima 1979-1980), la cual nos lleva, de la mano de un personaje alcoholizado, por un recorrido urbano que culmina en la pérdida de la conciencia, y Relatos de desierto, mar y muerte, de Ricardo Elizondo Elizondo, cuyos conflictos humanos se ubican en el campo mexicano, visto ahora como escenario para quienes, en medio de la adversidad, mantienen todavía una última esperanza. A ellos hay que agregar los personajes solitarios y frustrados de Lejos del Edén, la tierra, de René Avilés Fabila, que nos hacen traspasar los límites entre la realidad y la fantasía; el humor e ironía que campean en los Castillos en la letra, de Lazlo Moussong; la profundidad psicológica de la solterona Adelina Pardo, en Sombra ella misma, de Aline Pettersson, o los Amores de segunda mano, de Enrique Serna, colección de relatos que explora las dimensiones humanas más sórdidas, a través de un lenguaje pleno de ironía.

Los libros de la segunda etapa de Ficción exploran dimensiones sórdidas de la cotidianidad de la segunda mitad del siglo XX; un ejemplo es Violeta-Perú, de Luis Arturo Ramos.
En junio de 1996, la necesidad de albergar obras de menores dimensiones motivó la apertura de una colección paralela, Ficción Breve, que inauguró sus páginas con La Rueca de Onfalia, novela fragmentaria de Juan Vicente Melo, publicada de manera póstuma. Verdaderas joyas la conforman: El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad; El libro de las pesadillas, de Galway Kinell, o El ángel azul, de Josef von Sternberg; obras que recogen, a la par, el trabajo de traducción realizado de manera especial para la Universidad por Sergio Pitol, Jorge Brash o Lorenzo Arduengo, entre otros.

Conforme nos acercamos al final del milenio, y con el advenimiento del poeta José Luis Rivas a la Dirección Editorial, Ficción comenzó a ensayar un nuevo diseño editorial que perseguía, sin recurrir a la numeración, una maqueta que le brindara unidad de formato: sobre fondo negro brillante se recortan los títulos en el lomo, y una cubierta de cuadros de alto colorido. Corresponde a Delirios, conjunto de seis piezas teatrales de Arturo Villaseñor, inaugurar la imagen que Ficción habrá de ofrecer al presente.

En esta nueva época se insertan por igual títulos de la primera y segunda épocas que requerían reedición, como El lugar donde crece la hierba, de Luisa Josefina Hernández, y Ese puerto existe, poemas de Blanca Varela prologados por Octavio Paz, o aquellos producidos por las nuevas generaciones de escritores originarios o radicados en Veracruz (Aljibe, poemario de Ignacio Marcué; Los signos del diluvio, prosas poéticas y poemas de Cándido Guevara; El ojo en la sombra, compilación de cuentos de Marco Tulio Aguilera Garramuño realizada por Peter G. Broad). También se incluye a grandes escritores mexicanos (Las aguas derramadas, de Severino Salazar), latinoamericanos (Retener sin detener, poemas de Saúl Yurkievich; El carrillón de los muertos, poemas de José Kozer) o de prestigio internacional (Los negros, de Jean Genet; Boleros, de Jay Wright; Loxandra, ópera prima en el género novelesco de María Iordanidu).

Tal es el recorrido histórico de la colección más relevante de nuestra Editorial. En el nombre, en su amplio catálogo, lleva signado su propio destino: la colección Ficción mantiene, a medio siglo de distancia, el mismo prestigio editorial, sostenido gracias a la conjugación de sus viejos autores con lo mejor del mundo literario producido por las generaciones en proceso de maduración, de Veracruz, México, Latinoamérica y el mundo.

NOTAS
1 Director del Instituto de Investigaciones Lingüístico Literarias de la Universidad Veracruzana.
2 Vid. al respecto los siguientes ejemplos: Roberto Bravo Garzón, "En los treinta años de la Universidad Veracruzana", en La Palabra y el Hombre (16: Extra), 1974; Héctor Salmerón Roiz, "Acerca de los veinticinco años de la labor editorial universitaria", en
La Palabra y el Hombre (24:41), 1982; Rafael Antúnez et al, Editorial de la Universidad Veracruzana. Cuarenta años. Crónica y testimonios, UV, Xalapa, 1997.
3 Los antecedentes de La Palabra y el Hombre se remontan a enero de 1948, en que fue creada Uni-Ver, gaceta cuyo ciclo se cerró en enero de 1951. Universidad Veracruzana
comprendió el periodo de enero de 1952 a diciembre de 1953.
4 Ignacio Trejo et al, Sergio Galindo, narrador; UV (Biblioteca), Xalapa, 1992.
5 Por ejemplo: Juan de la Cabada, "El brazo fuerte", en LPH (7: 25), 1963; Kazimierz Brandys, "Cartas a la señorita Z", en LPH (8:29), 1964; y (10: 38), 1966; Emilio Carballido, Luisa Josefina Hernández, Eraclio Zepeda, Jaroslaw Iwaszkiewicz, Manuel Michel.
6 La vacilación entre 77 y 78 títulos tiene una razón de ser: en enero de 1960, la Federación Estudiantil Veracruzana edita un volumen titulado Tres cuentos, producto del Primer Concurso Estatal Universitario de Cuento, cuyas características editoriales le hacen análoga a las características de Ficción. Además, la edición fue cuidada por el propio Galindo.
7 "La colección Ficción de la Universidad Veracruzana: medio siglo de novedades", en Revista de Literatura Mexicana Contemporánea,
Eón/Universidad de Texas en El Paso, México, 2006, pp. XVII-XX.
8 Aureliano Hernández Palacios, Apéndice al Testimonio de la Universidad Veracruzana, UV (Estudios Jurídicos y Políticos), Xalapa, 1992, pp.112-113.
9 Hernández Palacios, op. cit., p. 124.