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Medio
siglo de ficción en Veracruz
Acotaciones para la
historia de un innovador proyecto editorial
Efrén
Ortiz 1 |
La
colección Ficción nació hace 50 años
junto con la Editorial de la UV y se convirtió en un largo,
vasto y complejo fenómeno en el terreno editorial
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Durante
el mandato de Adolfo Ruiz Cortines (el segundo de izquierda a derecha)
se produjo una importante transformación en nuestra universidad.
(Foto: Acervo de la Fototeca de la UV) |
Diversas
páginas de la historia cultural del país restan por
escribirse. La indiferencia con que miramos determinados proyectos,
periodos o figuras por sernos familiares obliga, necesariamente, al
distanciamiento.
¡Esa nuestra inveterada costumbre de mirar como natural y, por
ende, como insignificante lo que sucede a nuestro alrededor! Sin embargo,
una circunstancia especial, como el festejo de un aniversario especialmente
significativo,2 como lo es ahora la celebración de medio siglo
de la Editorial de la Universidad Veracruzana (UV), nos invita a reconsiderar
bajo una nueva mirada eso que aparece ante nuestra conciencia cubierto
por un velo de naturalidad. La eclosión de la actividad editorial
en Veracruz en los años cincuenta es un fenómeno que
hace evidente la existencia de un proyecto cultural de vastas dimensiones,
el cual aguarda todavía un estudio riguroso. En efecto, se
trata de un proceso que adquiere especial sentido si lo miramos desde
la perspectiva de la función de la universidad pública
en el medio social, como muestra muy clara de la instrumentación
de una política cultural que trasciende las fronteras de las
aulas y se proyecta hacia un contexto más amplio; como creación
de un núcleo de lectores en las inmediaciones de la Universidad,
así como de la promoción de los valores estéticos
y literarios de generaciones de escritores comprendidos entre el México
posrevolucionario y los tiempos presentes.
A medio siglo de distancia, hay que reconocer que la creación
del Departamento Editorial de la Universidad Veracruzana (ahora Dirección
General Editorial) el 20 de febrero de 1957 y, con él, la transformación
de la gaceta informativa Universidad Veracruzana3 en revista oficial
universitaria bajo el título de La Palabra y el Hombre
–seguida también de la aparición de importantes
colecciones surgidas al amparo de necesidades específicas de
difusión o de apoyo a los cursos regulares–, materializaron
ese innovador proyecto del cual me propongo acotar aquí sólo
sus hitos más relevantes.
Han quedado diseminados por el camino restos de proyectos que cumplieron
su ciclo o, bien, que se transformaron en vista de nuevas necesidades:
Cuadernos de la Facultad de Filosofía y Letras (1959) –más
tarde, Cuadernos de Filosofía, Ciencias y Letras–, serie
destinada a ofrecer al estudiante libros de texto para la enseñanza
directa, engendró a la actual colección Textos Universitarios;
por su parte, Biblioteca de la Facultad de Filosofía y Letras
(1960) es el antecedente de la actual colección Biblioteca,
que compendia los frutos de la investigación. Ellas incluyen
importantes estudios que muestran la excelencia académica alcanzada
en aquellos postreros años de los cincuenta e inicio de los
sesenta: entre los primeros, las Lecciones de Filosofía de
José Gaos, Arco y certamen de la poesía mexicana colonial
de José Pascual Buxó, Cuatro maestros de la literatura
rusa, compilación de conferencias ofrecidas por René
Marchand en la entonces Escuela de Letras; entre los segundos, la
Función de la Universidad latinoamericana de Gonzalo Aguirre
Beltrán, uno de los primeros compendios dedicados a sondear
la función de las universidades públicas de Latinoamérica.
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Aureliano
Hernández Palacios (el segundo de izquierda a derecha) y
Gonzalo Aguirre Beltrán fueron los progenitores de las humanidades
en la UV.
(Foto: Acervo de la Fototeca de la UV) |
Aquí
es importante señalar, además, que La Palabra y el Hombre
tuvo, en su momento, la importante misión de ofrecer al lector
las primicias de una buena cantidad de estos textos. Heredera, precisamente,
de La Palabra y el Hombre –en cuyo proyecto humanista se inscribe–,
la colección Ficción nació con el proyecto de
difundir los mejores ejemplos de la creación literaria, en
sentido amplio, de Veracruz, de México y del mundo de habla
hispana, hasta rebasar esas mismas fronteras y ofrecernos lo mejor
de la literatura producida entre los años sesenta y la actualidad.
La importancia y vastedad de tan sustancial tarea merece ahora el
beneficio de una segunda mirada. Como proyecto editorial, como actividad
emanada de una política cultural en un momento preciso de nuestra
historia, como punto de confluencia de las mentes más lúcidas
del medio siglo en nuestra América Latina, Ficción es
un objeto de análisis susceptible de ser examinado de manera
múltiple, desde la óptica de diversas disciplinas humanas,
con una amplitud que rebasa, sin duda, estas líneas apenas
exploratorias. Me interesa destacar algunas de sus facetas más
obvias: bosquejar los derroteros de la empresa; indicar los hitos
más relevantes; señalar los nombres de algunos de sus
protagonistas, trazar acaso los momentos climáticos del mismo…
todo con la finalidad de descorrer el velo de indiferencia tendido
sobre eso que, a primera vista, parece ser tan sólo el cumplimiento
de una de las funciones –según reconocemos hoy—
sustantivas de la Universidad: la difusión y la extensión
de la cultura.
Habría que situarse, para ello, en la Xalapa de finales de
los cincuenta. Luego de que la Presidencia de la República
recayera en los veracruzanos Miguel Alemán Valdés (1946-1952)
y Adolfo Ruiz Cortines (1952-1958), la entidad recibió obvios
beneficios, perceptibles en la construcción de una amplia red
de carreteras, la promoción de nuevas industrias y, sobre todo,
el incremento en los sectores de la administración pública,
de la cual forma parte la educación. Fue precisamente en esos
años, y bajo el auspicio de esas coordenadas políticas,
cuando se produjo la transformación de nuestra universidad.
Circunscrita en los límites de una entidad educativa de corte
tradicional preocupada esencialmente por formar educandos en el nivel
medio superior y en las disciplinas de corte tradicional (abogados,
médicos, ingenieros), la UV inauguró un nuevo periodo
de impulso a los estudios de corte humanístico y apostó,
con ellos, por la creación y apoyo a una sociedad de carácter
civil, fincada en el respeto hacia los diferentes tipos de sociedades
humanas, del lenguaje y del arte inscritos en cada una de ellas. |
Escritores
de habla hispana como Álvaro Mutis ingresaron a la lista
de autores publicados en la colección Ficción.
(Foto: Rogelio Cuéllar) |
Tal es lo que supone la creación, casi paralela y sin precedente
alguno, de carreras escasamente convencionales como Filosofía,
Antropología, Literatura e Historia que, por reflexionar acerca
de la conducta del hombre en sociedad, promueven en sus educandos
actitudes críticas que trascienden la frontera de los muros
universitarios al repercutir en la vida comunitaria.
La apertura de las humanidades en el corazón mismo de Veracruz
significó la creación de un perfil profesional que empezó
a darle a nuestra casa de estudios una personalidad destacada en el
marco de las universidades públicas de América Latina
en esa época, lo cual sólo halla paralelo en sus homólogas
del cono sur, como la Universidad de Buenos Aires o la Central de
Venezuela. Baste si no, al respecto, enumerar la larga y permanente
presencia en ella de las personalidades más relevantes en los
estudios de dicha área durante el último medio siglo:
José Gaos, Ermilo Abreu Gómez, Othón Arróniz,
Jorge Alberto Manrique, Fernando Salmerón, entre otros.
Conformada no solamente por facultades del más alto nivel educativo,
sino también por escuelas de educación media (como secundarias
y preparatorias), la Universidad tomó para sí la responsabilidad
del sector educativo en sus niveles medio y superior. |
Apoyada
desde la administración estatal mediante la cesión de
inmuebles y el reforzamiento presupuestal, nuestra casa de estudios
vivió un proceso de amplio impulso que abrió casi naturalmente
la necesidad de crear órganos que permitieran una mayor comunicación
interna, pero también la difusión al exterior. De esta
manera, nació el Departamento Editorial Universitario, cuya
finalidad inicial consistió en promover la comunicación
universitaria a través de su revista oficial, La Palabra y
el Hombre, dirigida por el joven profesor de Estética de la
Facultad de Teatro, Sergio Galindo. No está de más indicar
que los inicios literarios de Galindo están en el teatro, según
referencia de Ruffinelli, y debieron haber tenido méritos suficientes
como para obtener mención honorífica en un concurso
local: Sergio adapta una novela de Francois Mauriac al contexto local.
No obstante, en la serie "Los narradores ante el público"
del INBA, el 29 de julio de 1965, el escritor xalapeño confiesa:
"Lo último que puedo decir sobre mi experiencia como autor
de teatro es que sufrí tanto durante la puesta en escena (era
un drama y todo el público se había orinado de risa)
que decidí never more".4 De allí que los primeros
autores, incluso los títulos de Ficción, estén
relacionados con el género dramático: Luisa Josefina
Hernández, Emilio Carballido, Elena Garro, entre otros autores.
Para revalorar la colección Ficción podríamos
iniciar por el filón más obvio, la punta del iceberg:
haber hecho confluir bajo un mismo sello editorial las plumas de los
jóvenes talentos de Veracruz (Sergio Galindo, Luisa Josefina
Hernández, Emilio Carballido, Jorge López Páez,
Sergio Pitol, Juan Vicente Melo), tarea que supondría simplemente
el ejercicio de una política cultural de índole regionalista,
tan común en las universidades públicas actuales.
Pero también, bajo una perspectiva más amplia, conducir
en una misma dirección ese talento propio con aquel de la joven
generación de escritores y artistas del medio siglo mexicano,
impulsando sus primeras experiencias de publicación (Juan García
Ponce, Elena Poniatowska, Elena Garro, Juan Soriano), al lado de los
talentos inscritos en el padrón de la nómina intelectual
que gozaba ya de amplio reconocimiento (Jaime Torres Bodet, Luis Cardoza
y Aragón) o ya probados en la experiencia literaria pero que
medraban en el exilio (Rosa Chacel, Max Aub, Luis Cernuda). A su lado,
escritores jóvenes de habla hispana (Álvaro Mutis, Gabriel
García Márquez, Haroldo Conti, Mario Monteforte Toledo)
o allende las fronteras, en una tarea que suponía el ejercicio
previo y no pagado, de la traducción (Dylan Thomas, Lini M.
de Vries, Kasimierz Brandys, Kawalerowicks).
Por si ello fuera poco, habría que destacar la capacidad para
reconocer la importancia de los diversos géneros, puesto que
lo mismo hallamos poesía, cuento y novela, que teatro o guiones
para cine: apuesta múltiple desde los puntos de vista de las
nacionalidades, las generaciones, los géneros. Además,
aquella experiencia, salvo breves interrupciones, ha fluido de manera
incesante durante los últimos cincuenta años, perceptibles
detrás del rostro proteico de las maquetas editoriales que,
a la par de la innovación estética, dejan la huella
ostensible del cambio de época. Ficción es, así,
un largo, vasto y complejo fenómeno en el terreno editorial
que exigiría inscribirse entre las empresas culturales más
relevantes en la provincia de nuestro México en la segunda
mitad del siglo XX. La rememoración histórica de Héctor
Salmerón pone de relieve su importancia en relación
con el mercado editorial de aquellos años: |
Para
entender bien la trascendencia que la labor editorial de la Universidad
Veracruzana alcanzó, es necesario tener en cuenta que en México,
en 1958, solamente dos editoriales publicaban la obra creativa de
los jóvenes: la colección Los presentes, fundada y dirigida
por Juan José Arreola, en la que el propio autor debía
pagar su edición, y la serie Letras Mexicanas, del Fondo de
Cultura Económica, en donde sólo después del
éxito de venta que alcanzó Luis Spota con Casi el paraíso,
y el unánime clamor admirativo por El llano en llamas y Pedro
Páramo de Rulfo, así como Confabulario de Arreola, tan
sólo después de esto, repetimos, se abrieron las puertas
de dicha institución para empezar a publicar a autores jóvenes
como López Páez, Galindo, Carballido, Hernández
y otros. La serie Ficción de la UV tuvo inmediato éxito
desde su primer título, y la sorpresa en los círculos
intelectuales y editoriales fue tan grande y positiva que muy pronto
surgieron otras casas que iban a seguir fines similares: Joaquín
Mortiz, Ediciones Era y unos años más tarde, Siglo XXI. |
Si
las humanidades tienen, a la vista de los años, al menos dos
progenitores, puesto que su trayectoria abarca al menos los rectorados
de los doctores Aureliano Hernández Palacios y Gonzalo Aguirre
Beltrán, la colección Ficción tiene una fecha
específica de nacimiento y un progenitor directo a quien aludir:
el 23 de marzo de 1958 ve la luz su número inaugural, la novela
Polvos de arroz, la cual tuvo como autor y editor a Sergio Galindo.
El relato da vida a la crisis de valores en el seno de una familia
de la clase media provinciana, crisis emanada de la rebelión
–tardía, pero resistencia al fin– de una vieja
solterona frente a los moldes rígidos de la familia tradicional.
Tras esas calles de altos caserones, algo estaba sucediendo: un ser
humano despertaba a la conciencia de que la vida exige romper los
esquemas moldeados por la costumbre y la cotidianidad. En efecto,
esa historia ubicada en la Xalapa de aquellos últimos años
de la década de los cincuenta acotaba los inicios de una revuelta
que habría de hacer eclosión el 2 de octubre de 1968.
Mucho se ha escrito desde entonces acerca de esta novela. Su poder
demarcativo no sólo estriba en iniciar un largo periplo, sino,
esencialmente, en ser portavoz de una nueva actitud del hombre ante
la sociedad y la historia. Una vieja solterona habría de encabezar
el cuestionamiento de los viejos valores de una sociedad simultáneamente
provinciana, machista, católica a ultranza y, sobre todo, clasista.
En ese nuevo proyecto habrían de inscribirse, más tarde,
otras mujeres pero también indígenas de diversas procedencias,
hombres resueltos a subvertir el orden, dispuestos a aprender de las
nuevas circunstancias y, en casos extremos, a poner en evidencia los
valores tradicionales y el orden mismo de la sociedad. Detrás
de Camerina Rabasa (la protagonista de Polvos de arroz) han venido
otros seres igualmente decididos a tomar las riendas de su existencia
para conducirla hacia nuevos derroteros.
Hay que indicar, empero, que Ficción no puede ser desvinculada
de su hermana mayor, la que, en algunos y señalados casos,
funge también como su progenitora. Hay volúmenes que
o anticipan su aparición en las páginas de la revista
universitaria5 o nacen como tarea de compilación detrás
de un olfato que percibe el sentido de unidad temática o estructural
y que apuesta por una versión independiente. En otros casos,
la existencia del volumen procede del envío directo para su
publicación. Ello delinea, así, dos voluntades distintas:
la de aquellos volúmenes sobre los cuales actúa el editor
y la de los que vienen precedidos ya por una intención autoral.
En los innumerables homenajes de que ha sido objeto, Sergio Galindo
adquiere la patente de este proyecto. No hay duda alguna de que su
nombre da cobijo a una empresa guiada con pulso firme por esas manos
que nos legaron también una vasta obra narrativa, misma que,
al final de los días, mereció como recompensa el premio
Villaurrutia. Pero sería injusto ahora no dar constancia de
los otros protagónicos que, a guisa de consejeros o de coprotagonistas,
acompañaron los pasos de Galindo: están allí
Fernando Salmerón, en primer término, también
Emilio Carballido, Ramón Rodríguez, Dagoberto Guillaumín,
Othón Arróniz, José Pascual Buxó, Alfonso
Tavera Alfaro, Francisco González Arámburo, César
Rodríguez Chicharro, Sergio Pitol, María Sten, María
Rosa Phillips, Mario Muñoz, Juan Vicente Melo, Raúl
Hernández Viveros, Luis Arturo Ramos y José Luis Rivas;
y los protagonistas casi anónimos, pero inolvidables para quienes
vivimos desde dentro el proyecto: el contador Arturo Serrano, Rosaura
Huert, la inolvidable "Chagüita", el oscuro Augusto.
Todo aquel repertorio de personajes, anécdotas, proyectos y
sueños inició el periplo en Juárez 25, siguió
en Bravo 11, continuó en la calle de Zamora, luego en el callejón
de Juan de la Barrera y, hasta hace poco, en Hidalgo 9.
De manera apresurada, podemos marcar al menos dos etapas de Ficción
que pueden, a su vez, segmentarse en otras tantas subdivisiones cronológicas.
Hemos convenido en denominar "primera época" a un
casi homogéneo periodo ubicado entre 1957 y 1968, cubierto
por, al menos, 77 títulos, detrás de cuyas maquetas
se esconden varios coordinadores editoriales y años de duración.6
La segunda, iniciada bajo el rectorado del Dr. Roberto Bravo Garzón
–mecenas de las artes, las humanidades y las ciencias de cuño
más reciente–, y que transcurre de manera ininterrumpida
hasta nuestros días, con al menos dos proyectos diferentes:
el que abarca de noviembre de 1979 (fecha de publicación de
Violeta-Perú, de Luis Arturo Ramos) hasta noviembre de 1998,
periodo en que los ejemplares no poseen ya numeración y adquieren,
por ello, una presencia individualizada. Por otro lado, la etapa que
inicia en junio de 1999 (cuya muestra evidente está en Delirios,
de Arturo Villaseñor) caracterizada por una maqueta uniforme,
de fondo negro, la cual perdura hasta el momento. Detrás del
proyecto en su conjunto, no obstante, se encuentra el mismo criterio
que ha distinguido la política editorial veracruzana desde
su fundación: el espíritu de apertura, la ruptura de
constreñimientos regionalistas o generacionales. Veamos ahora
qué autores y textos se hallan inscritos en tales periodos.
Del primer grupo me he encargado antes, en una versión compendiada.7
Se trata de una aproximación que pone de relieve el acierto
de Galindo al reunir en un mismo catálogo obras de escritores
inscritos ya en la nómina de la crítica, como Trébol
de cuatro hojas, poemario de Jaime Torres Bodet (1960). A su lado,
la nueva generación que, andando el tiempo, habría de
aportar figuras señeras para la literatura mexicana e hispanoamericana.
Así, en el género poético, hallamos textos liminares
de Rosario Castellanos (Al pie de la letra, 1959), Tomás Segovia
(El sol y su eco, 1960), Jaime Sabines (Diario semanario en prosa,
1961) y Álvaro Mutis (Diario de Lecumberrri, 1960). En el teatro,
las primeras obras de Luisa Josefina Hernández (Los huéspedes
reales, 1958) y de Emilio Carballido (Las estatuas de marfil, 1960,
así como DF (14 obras en un acto), 1962) alternan con unos
ya maduros Elena Garro (Un hogar sólido, 1958) y Salvador Novo
(In Ticitezcatl o El espejo encantado, 1966). Pero es en la narrativa
donde, sin lugar a dudas, hallamos la más alta concentración
de autores, con una gama muy amplia de temas y de subgéneros:
indigenista (Carlo Antonio Castro, Los hombres verdaderos, 1959; Eraclio
Zepeda, Benzulul, 1959; Rosario Castellanos, Ciudad Real, 1960; Francisco
Salmerón, Testimonios del Tecuán, 1960); urbanos (José
de la Colina, Ven, caballo gris, y otras narraciones, 1959; La lucha
con la pantera, 1962; José Revueltas, Dormir en tierra, 1960;
Rubén Salazar Mallén, El sentido común, 1960;
Juan García Ponce, Imagen primera, 1963); realismo fantástico
(Gabriel García Márquez, Los funerales de la mamá
grande, 1962; Juan Carlos Onetti, Tierra de nadie, 1967).
Hay que resaltar en ese marco la inserción de piezas teatrales,
escasamente atendidas en la época por los editores, pero también
destacar la presencia de guiones cinematográficos, género
en el cual la colección Ficción abrió una brecha
singular, al extender su carta de existencia en tanto producto literario.
Así, desfilan por sus páginas textos de Juan Antonio
Bardem (Calle mayor, 1959; Los segadores, 1962); Juan de la Cabada
(El brazo fuerte, 1963), y Jerzy Kawalerowicz (Madre Juana de los
Ángeles, 1964). |
Una pregunta que saltará, sin duda, a la palestra tiene que
ver con el por qué el acceso a esta editorial de una multitud
tan heterogénea de autores, generaciones y nacionalidades.
Aquí habría que destacar el singular carácter
cosmopolita que ha tenido, desde sus inicios, la aldeana Jalapa, y
la presencia en sus aulas de una pequeña comunidad culta, con
una apertura mental fincada en el espíritu humanista de la
convivencia, el respeto y la tolerancia: personalidades tan diversas
entre sí como la Dra. Waltraud Hangwert, antropóloga
física alemana; Francisco González Aramburu, español,
traductor del Fondo de Cultura Económica, y María Christen,
profesora y luego directora de la Facultad de Letras. Además,
la herencia hispánica del exilio, a través de los así
llamados "Niños de Morelia" (José Pascual
Buxó, César Rodríguez Chicharro), pero también
las sucesivas oleadas de intelectuales sudamericanos (María
Luisa Cresta de Leguizamón, Mario Usabiaga, Velma Donatti,
Luis Mario Schneider) crearon, sin duda, un rico caldo de cultivo
para ese Renacimiento cultural, cuyos frutos todavía hoy usufructuamos. |
La
colección Ficción se inauguró con la novela
de Sergio Galindo, Polvos de arroz, misma que fue reeditada este
año por la Editorial de la UV. |
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Además,
la línea hispanoamericana se enriqueció con las aportaciones
europeas, particularmente las de raigambre eslava, aportadas por
Sergio Pitol y Juan Manuel Torres, Mario Muñoz, Lorenzo Arduengo
y Raúl Hernández Viveros.
El prestigio alcanzado por el grupo editorial de la Universidad
Veracruzana abonó el lugar que, con el paso de los años,
alcanzaría el propio Sergio Galindo en el ámbito nacional,
pues luego de su paso por nuestra casa editorial fue invitado primero
para fungir como coordinador de publicaciones del INBA y después,
en 1964, como titular de la máxima entidad cultural del país.
El impasse ubicado entre 1968 y 1974 no ha sido suficientemente
explicado. Para la opinión común, el silencio editorial
que cubrió este periodo parece ominoso a la luz del auge
precedente. Hay que advertir, no obstante, que el inicio del rectorado
del Dr. Carlos Díaz Román (quien tomó posesión
el 1 de diciembre de 1968) estuvo signado por un impresionante descalabro
económico, que no es sino reflujo de los movimientos estudiantiles
registrados en la Ciudad de México dos meses antes y cuyas
olas llegaron hasta nuestra casa de estudios. El entonces gobernador
de Veracruz, Rafael Murillo Vidal, decretó la separación
de la Dirección General de Enseñanza Media, creada
con anterioridad por el H. Consejo Universitario en 1961, con el
fin de hacerla depender directamente del Ejecutivo. Este cercenamiento
asestó un fuerte golpe a la estructura universitaria, tanto
a nivel administrativo como económico. El ex rector Aureliano
Hernández Palacios evocó dicho impacto:
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La
separación de la Enseñanza Media dio lugar a la reducción
del presupuesto y a otras limitaciones resultantes de una reorganización
administrativa, pues se suprimieron plazas de personal y otros renglones.
En el año de 1969, el presupuesto de la Universidad se redujo
a 31,850,000.00 (treinta y un millones ochocientos cincuenta mil pesos,
cero ctvs.); la cantidad asignada apenas si alcanzaba a cubrir los
gastos más indispensables y a seguir una política de
obligada austeridad […] Era tal la penuria de la Universidad
que tuvo necesidad de solicitar un crédito a la institución
bancaria que manejaba parte del patrimonio productivo […] A
pesar de la difícil situación financiera de nuestra
casa de estudios, se atendieron los renglones fundamentales de la
Universidad, prioritariamente el relativo a la docencia.8 |
El
descalabro que significó para la Universidad haber padecido
la escisión entre los niveles medio, medio superior y superior
y la correspondiente pérdida presupuestal que ello significó,
explica ese impasse prolongado en la vida de la Editorial, reducida
a sus funciones mínimas. De hecho, durante este lapso, se consignó
su reubicación hacia el local que la Escuela de Enfermería
ocupaba en la calle de Zamora, así como la edición del
libro conmemorativo del trigésimo aniversario de fundación
de la Universidad, elaborado por el Lic. Librado Basilio con el título
La Universidad Veracruzana 1944-1969, "que se imprimió
en los Talleres de la Editorial Jus, S. A., de la Ciudad de México".9
Fue en 1974 cuando la Editorial reabrió sus puertas, cobijada
por la política cultural del Dr. Roberto Bravo Garzón.
A la fecha, el reconocimiento vox populi no ha llegado a traducirse
en ese homenaje que artistas y creadores deben a tan importante mecenas
universitario. El impulso a la Orquesta Sinfónica de Xalapa
y a la Organización teatral de la UV (ORTEUV), la publicación
de Tramoya (primera publicación del país específicamente
dedicada al teatro) y la proliferación de grupos musicales
(Tlen Huicani, Orquesta de Música Popular) y de danza constituyen
apenas unos cuantos ejemplos de acciones realizadas por esa administración
para apoyar e impulsar el arte y la cultura.
La segunda época de La Palabra y el Hombre es perceptible en
el cambio de maqueta, que dejó atrás el modelo de la
Revista de Occidente e ingresó al mundo contemporáneo
mediante una vistosa presentación, la cual, aunque costosa
en términos financieros, adquirió una fisonomía
propia, de vanguardia. A la par, Ficción ensayó nuevo
rostro. La segunda época introdujo la novedad de los títulos
independientes, sin numerar. Mantuvo, no obstante, la tendencia a
publicar a los jóvenes valores de México y América
Latina y, una decena más tarde, a reeditar los títulos
agotados de su primera serie (por ejemplo, los de Rosario Castellanos,
Elena Garro, Eraclio Zepeda y Carlo Antonio Castro, entre otros).
Esta segunda etapa de Ficción nos ha proporcionado los primeros
volúmenes de aquellos escritores que han signado la historia
literaria de la segunda mitad del siglo XX, con títulos que
han recibido atención de la crítica literaria a través
de ensayos, premios y reconocimientos. En conjunto, exploran las dimensiones
más sórdidas de la cotidianidad de la segunda mitad
del siglo XX: seres invadidos por la angustia, la soledad, la desesperación;
testimonios de la extendida actitud de desencanto ante una sociedad
que no brinda alternativas. Títulos relevantes de la misma
son, a guisa de ejemplo, Violeta-Perú, ópera prima de
Luis Arturo Ramos en el género novela (que se hizo acreedora
al Premio de Narrativa Colima 1979-1980), la cual nos lleva, de la
mano de un personaje alcoholizado, por un recorrido urbano que culmina
en la pérdida de la conciencia, y Relatos de desierto, mar
y muerte, de Ricardo Elizondo Elizondo, cuyos conflictos humanos se
ubican en el campo mexicano, visto ahora como escenario para quienes,
en medio de la adversidad, mantienen todavía una última
esperanza. A ellos hay que agregar los personajes solitarios y frustrados
de Lejos del Edén, la tierra, de René Avilés
Fabila, que nos hacen traspasar los límites entre la realidad
y la fantasía; el humor e ironía que campean en los
Castillos en la letra, de Lazlo Moussong; la profundidad psicológica
de la solterona Adelina Pardo, en Sombra ella misma, de Aline Pettersson,
o los Amores de segunda mano, de Enrique Serna, colección de
relatos que explora las dimensiones humanas más sórdidas,
a través de un lenguaje pleno de ironía. |
Los libros de la segunda etapa de Ficción exploran dimensiones
sórdidas de la cotidianidad de la segunda mitad del siglo
XX; un ejemplo es Violeta-Perú, de Luis Arturo Ramos. |
En
junio de 1996, la necesidad de albergar obras de menores dimensiones
motivó la apertura de una colección paralela, Ficción
Breve, que inauguró sus páginas con La Rueca de Onfalia,
novela fragmentaria de Juan Vicente Melo, publicada de manera póstuma.
Verdaderas joyas la conforman: El corazón de las tinieblas,
de Joseph Conrad; El libro de las pesadillas, de Galway Kinell, o
El ángel azul, de Josef von Sternberg; obras que recogen, a
la par, el trabajo de traducción realizado de manera especial
para la Universidad por Sergio Pitol, Jorge Brash o Lorenzo Arduengo,
entre otros.
Conforme nos acercamos al final del milenio, y con el advenimiento
del poeta José Luis Rivas a la Dirección Editorial,
Ficción comenzó a ensayar un nuevo diseño editorial
que perseguía, sin recurrir a la numeración, una maqueta
que le brindara unidad de formato: sobre fondo negro brillante se
recortan los títulos en el lomo, y una cubierta de cuadros
de alto colorido. Corresponde a Delirios, conjunto de seis piezas
teatrales de Arturo Villaseñor, inaugurar la imagen que Ficción
habrá de ofrecer al presente. |
En
esta nueva época se insertan por igual títulos de
la primera y segunda épocas que requerían reedición,
como El lugar donde crece la hierba, de Luisa Josefina Hernández,
y Ese puerto existe, poemas de Blanca Varela prologados por Octavio
Paz, o aquellos producidos por las nuevas generaciones de escritores
originarios o radicados en Veracruz (Aljibe, poemario de Ignacio
Marcué; Los signos del diluvio, prosas poéticas y
poemas de Cándido Guevara; El ojo en la sombra, compilación
de cuentos de Marco Tulio Aguilera Garramuño realizada por
Peter G. Broad). También se incluye a grandes escritores
mexicanos (Las aguas derramadas, de Severino Salazar), latinoamericanos
(Retener sin detener, poemas de Saúl Yurkievich; El carrillón
de los muertos, poemas de José Kozer) o de prestigio internacional
(Los negros, de Jean Genet; Boleros, de Jay Wright; Loxandra, ópera
prima en el género novelesco de María Iordanidu).
Tal es el recorrido histórico de la colección más
relevante de nuestra Editorial. En el nombre, en su amplio catálogo,
lleva signado su propio destino: la colección Ficción
mantiene, a medio siglo de distancia, el mismo prestigio editorial,
sostenido gracias a la conjugación de sus viejos autores
con lo mejor del mundo literario producido por las generaciones
en proceso de maduración, de Veracruz, México, Latinoamérica
y el mundo.
NOTAS
1 Director del Instituto de Investigaciones Lingüístico
Literarias de la Universidad Veracruzana.
2 Vid. al respecto los siguientes ejemplos: Roberto Bravo Garzón,
"En los treinta años de la Universidad Veracruzana",
en La Palabra y el Hombre (16: Extra), 1974; Héctor Salmerón
Roiz, "Acerca de los veinticinco años de la labor editorial
universitaria", en
La Palabra y el Hombre (24:41), 1982; Rafael Antúnez et al,
Editorial de la Universidad Veracruzana. Cuarenta años. Crónica
y testimonios, UV, Xalapa, 1997.
3 Los antecedentes de La Palabra y el Hombre se remontan a enero
de 1948, en que fue creada Uni-Ver, gaceta cuyo ciclo se cerró
en enero de 1951. Universidad Veracruzana
comprendió el periodo de enero de 1952 a diciembre de 1953.
4 Ignacio Trejo et al, Sergio Galindo, narrador; UV (Biblioteca),
Xalapa, 1992.
5 Por ejemplo: Juan de la Cabada, "El brazo fuerte", en
LPH (7: 25), 1963; Kazimierz Brandys, "Cartas a la señorita
Z", en LPH (8:29), 1964; y (10: 38), 1966; Emilio Carballido,
Luisa Josefina Hernández, Eraclio Zepeda, Jaroslaw Iwaszkiewicz,
Manuel Michel.
6 La vacilación entre 77 y 78 títulos tiene una razón
de ser: en enero de 1960, la Federación Estudiantil Veracruzana
edita un volumen titulado Tres cuentos, producto del Primer Concurso
Estatal Universitario de Cuento, cuyas características editoriales
le hacen análoga a las características de Ficción.
Además, la edición fue cuidada por el propio Galindo.
7 "La colección Ficción de la Universidad Veracruzana:
medio siglo de novedades", en Revista de Literatura Mexicana
Contemporánea,
Eón/Universidad de Texas en El Paso, México, 2006,
pp. XVII-XX.
8 Aureliano Hernández Palacios, Apéndice al Testimonio
de la Universidad Veracruzana, UV (Estudios Jurídicos y Políticos),
Xalapa, 1992, pp.112-113.
9 Hernández Palacios, op. cit., p. 124. |
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