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La
Palabra y el Hombre: breve semblanza histórica
Luis
Heredia 1 |
La
revista cuenta con una trayectoria de 50 años que, salvo
el caso de la Universidad Nacional de México, no tiene
precedente entre las instituciones académicas de nuestro
país
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Casi
13 años después de Haber sido fundada la Universidad
Veracruzana (UV), en septiembre de 1944, y teniendo como antecedentes
a la revista Uni-Ver (publicada entre enero de 1948 y enero de 1951),
la revista Universidad Veracruzana (de enero de 1952 a diciembre de
1955) y el Boletín Universitario (órgano de información
de la UV), apareció el primer número de La Palabra y
el Hombre (enero-marzo de 1957), cuando un grupo de intelectuales
y creadores (Sergio Galindo, Fernando Salmerón, José
Pascual Buxó, Alfonso Medellín Zenil, Ramón Rodríguez,
Dagoberto Guillaumin, Xavier Tavera Alfaro, Adolfo García Díaz
y Luis Ximénez Caballero), presididos por el rector Gonzalo
Aguirre Beltrán, emprendieron la noble tarea de dar los primeros
pasos firmes para consolidar una empresa editorial universitaria,
iniciando así una trayectoria que, salvo el caso de la Universidad
Nacional de México, no tiene precedente entre las instituciones
académicas de nuestro país.
La revista (con un periodo trimestral que se ha mantenido durante
toda su vida) fue dirigida por Sergio Galindo de 1957 a 1964, un lapso
de ocho años (números del uno al 32) que dieron como
resultado una fuerte presencia de nuestra casa editorial en el país
y en el mundo. Y es que durante el tiempo en que Galindo estuvo al
frente de La Palabra…, ésta llegó, sin exagerar,
a todo el mundo: de Canadá a Chile y de España a China.
A partir de 1965, y hasta el último trimestre de 1966, la publicación
quedó en manos de César Rodríguez Chicharro (números
del 33 al 40), quien continuó, de alguna manera, los derroteros
andados por Sergio Galindo. Luego, en 1967, entró como director
Sergio Pitol (mismo que estaría al frente durante los cuatro
números del año: 41 al 44), y en esta época La
Palabra y el Hombre no sólo se vio apuntalada, sino que también
ganó prestigio y reconocimiento nacional e internacional.
En 1968, sustituyó a Sergio Pitol, Rosa María Phillips,
quien sólo pudo coordinar tres números (del 45 al 47),
pues el del último trimestre fue cancelado al profundizarse
los brotes de descontento estudiantil ante la cerrazón de un
Estado autoritario. Por ello, teniendo como director interino a Roberto
Bravo Garzón, apareció en 1970 el número 48 de
La Palabra y el Hombre, correspondiente al último trimestre
de 1968. |
La
Palabra y el Hombre fue fundada por Sergio Galindo, quien la dirigió
de 1957 a 1964.
(Foto: Archivo de la familia Galindo) |
Después
del obligado retiro de tres años debido a las circunstancias
políticas estudiantiles del 68, las cuales fracturaron las
relaciones entre Estado y sociedad civil, en 1972 reapareció
La Palabra… nuevamente bajo la tutela de Sergio Galindo, con
un nuevo formato y prestándole una mayor atención al
diseño visual (se comenzó con el número uno de
la llamada nueva época). En este primer número, Fernando
Salmerón rescató lo dicho en el primer número
de la revista de aquel 1957: |
Del
hecho de que este cuaderno se presente como órgano de la
Universidad se derivan ciertas consecuencias para su contenido y
para sus intenciones. Puesta sobre las mismas bases que todo el
trabajo universitario, la revista es, en primer lugar, un órgano
de investigaciones libres en el que todas las opiniones tienen cabida
–sin más limitación que la calidad de los trabajos–
y cada artículo no compromete más que a su autor;
pero, a la vez, quiere prestar servicios de información y
de crítica, y orientar al lector sobre una gran variedad
de temas vivos para la inteligencia mexicana. No se trata, por tanto,
de una revista literaria en el sentido habitual, destinada a satisfacer
una curiosidad simplemente estética, ni tampoco se trata
de una revista exclusivamente científica o política,
especializada en un determinado grupo de problemas, sino de un repertorio
abierto que pretende, con la mayor amplitud y universalidad, contribuir
al desarrollo de la cultura... Por esta intención, vale decir
que se trata de una empresa educativa, de una tarea al servicio
de la educación del hombre.
Después
de dos años y ocho números (del 1 al 8, nueva época),
en 1974 Jaime Augusto Shelley entró en relevo de Galindo,
quien por entonces ya tenía arraigada una trayectoria como
escritor (con sus obras Polvos de arroz, La justicia de enero, La
comparsa y Nudo) y fue nombrado director general del Departamento
de Coordinación del Instituto Nacional de Bellas Artes. Shelley
coordinó cuatro números (del 9 al 12, nueva época),
más uno extraordinario con motivo de la conmemoración
de los 30 años de vida de la Universidad Veracruzana).
En 1975 (número 13, enero-marzo, nueva época), fue
designado como director Mario Muñoz, quien encabezó
la revista hasta el número 22 (abril-junio, 1977) y se convirtió,
sin duda, en uno de sus principales promotores, dándole nuevos
aires y empujes, trasponiendo nuevas fronteras y convirtiéndola
durante dos años en un órgano imprescindible de la
cultura en México y en varios países del mundo.
De 1977 a 1979 (del número 23, julio-septiembre, 1977, al
29, enero-marzo, 1979, nueva época), Juan Vicente Melo estuvo
al frente de la publicación, y durante su gestión
se continuó la generosa tradición de buscar nuevos
talentos, estableciendo el concurso de cuento y poesía La
Palabra y el Hombre, mismo que duraría hasta 1982. Esto permitió
recibir colaboraciones de varios países como Costa Rica,
Panamá, Nicaragua, Ecuador, Perú, Bolivia, Argentina,
Uruguay y Cuba, lo cual inyectó de nueva vitalidad e ideas
diversas las páginas de la revista.
En 1979 llegó el joven escritor (en ese entonces de 32 años)
Luis Arturo Ramos, quien dirigió la revista hasta 1986 (del
número 30, abril-junio, 1979, al 58, abril-junio, 1986, nueva
época).
Posteriormente, de 1986 a finales de 1995, quedó como director
Raúl Hernández Viveros, y estos nueve años
(números del 59-60, julio-diciembre de 1986, al 96, octubre-diciembre
de 1995) fueron controvertidos, pues en esa época dejaron
de pagarse las colaboraciones y, para muchos, la revista quedó
restringida a temas academicistas. Además, a partir del número
69 (enero-marzo de 1989), La Palabra… cambió de formato
y se eliminó la leyenda "Nueva época", y
adoptó el formato medio oficio que mantuvo hasta finales
de 2006. |
De
1996 (número 97, enero-marzo) a 1999 (número 109, enero-marzo),
la revista estuvo a cargo de Guillermo Villar, quien fue sucedido
por Jorge Brash, el cual se desempeñó como director
del número 110 (abril-junio, 1999) hasta el 140 (octubre-diciembre
del 2006). Durante estos dos periodos, el tiraje de la publicación
se redujo a la mitad, por lo que en lugar mil ejemplares se imprimían
500; el precio se incrementó de 50 a 75 pesos, y la revista
circulaba sólo en pequeños ámbitos académicos.
A pesar de estos avatares, en 1997, durante la Feria Internacional
del Libro en Guadalajara, se hizo acreedora al V Premio Arnaldo Orfila
Reynal a la edición universitaria, en la categoría de
Revista de Difusión, un reconocimiento merecido a un órgano
que ha sumado una larga historia de 50 años, 13 directores,
189 números –incluido uno extraordinario sin numeración,
publicado a finales de 1974–, y más de cuatro mil colaboraciones,
entre ensayos académicos especializados, artículos de
difusión de las ciencias sociales, trabajos de investigación,
crónicas, reseñas, entrevistas, fragmentos de novela,
poesía, cuentos, teatro, fotografía, dibujos, viñetas
e, incluso, discursos políticos y algunos planes de estudios. |
Después
del obligado retiro de tres años, reapareció en 1972,
con nuevo formato, La Palabra… nuevamente bajo la tutela de
Galindo. |
Es
indudable que La Palabra y el Hombre ha albergado un sinnúmero
de manifestaciones y expresiones de las diversas áreas del
arte y de las ciencias humanísticas, y ha logrado consolidarse
como un medio de comunicación para investigadores y artistas
reconocidos y en ciernes. Y a pesar de percances y contratiempos –económicos
sobre todo, debido al desdén o desconocimiento de algunas autoridades
administrativas, pero también de una merma en el propio entusiasmo
de algunos que han tenido a su cargo los destinos de la revsita–,
su presencia sigue siendo referencia obligada tanto en ámbitos
académicos como literarios. La prueba de ello es que, aunque
mucho se habla de los buenos viejos tiempos ya idos o de la inminente
muerte en vida de la revista, a ésta siguen llegando colaboraciones
del país y del extranjero de universitarios y académicos
de prestigio, así como de jóvenes creadores que andan
por la libre (quienes anhelan adherirse a esa selecta lista que se
ha mencionado) y de artistas reconocidos que por puro cariño
entrañable y ánimo generoso comparten su trabajo sin
pedir a cambio remuneración alguna, salvo sus tres correspondientes
ejemplares por derechos de autor.
Por todo ello, podemos decir que la simple existencia y la permanencia
prolongada de una revista literaria, humanística, como La Palabra
y el Hombre, se ha debido más que nada a la tenacidad de un
sueño colectivo que nació hace 50 años y que,
por fortuna, ha sido compartido con pasión por una buena parte
de la comunidad universitaria, lo que ha permitido que un espacio
como éste sobreviva aun en medio de la creciente crisis económica
y del permanente bombardeo mediático que satura nuestros sentidos
y nuestra capacidad de análisis y reflexión.
Sin embargo, debe decirse también que La Palabra y el Hombre,
atendiendo a su propia tradición de discusión, ruptura
y cambio, busca ahora ampliar nuevos caminos, nuevas fronteras y nuevas
propuestas. Ojalá que estos 50 años de vida representen
una bocanada de aire que nos empuje hacia horizontes ignotos. Hay
que retomar el ejemplo de Galindo y del grupo que lo acompañó,
buscando y apostando por nuevos talentos, tal como lo hizo aquél
–dejando claro su papel generoso como editor, ajeno a envidias
y egoísmos propios de la mediocridad– por gente de la
talla de María Zambrano, Álvaro Mutis, Juan Carlos Onetti,
Julio Cortázar, Elena Garro y Gabriel García Márquez,
entre otros escritores que, en ese entonces, comenzaban a labrar su
camino.
Y es que en estos tiempos que nos ha tocado vivir en medio de un ambiente
político corrupto y degradado, en los que el ruido y la contaminación
visual se han apoderado de nuestros sentidos, aturdiéndolos
a tal grado que han convertido a una gran mayoría de personas
en meras consumidoras pasivas de basura mediática, no deberíamos
echar en saco roto aquello que dijera alguna vez el poeta ruso Joseph
Brodsky a propósito del papel de la literatura y sus lectores:
"No debe olvidarse que en cualquier cultura la literatura constituye
la forma suprema de elocución humana. Dejando de leer o de
escuchar a sus escritores, a sus poetas [y a sus investigadores, en
este caso], la sociedad se condena a formas inferiores de expresión:
la de los políticos, la de los vendedores, la de los charlatanes".
Así, la pretensión de La Palabra y el Hombre, una revista
que abre sus páginas a la literatura, al análisis crítico
de la sociedad y el Estado, al ensayo, a la reflexión artística
y humanística, es la de poder servir como punto de referencia,
como isla de encuentro entre escritores, académicos y estudiantes
de la propia Universidad y de otras entidades académicas del
país y del extranjero, con la idea de construir un diálogo
democrático e inteligente. No por nada se ha afirmado hasta
el cansancio que "la democracia sin ilustración es, en
el mejor de los casos, una jungla con orden público, y el objetivo
de una democracia, de una real y auténtica democracia, es la
ilustración".
En resumen, habría de volver a plantearse, con aquel asombro
radical, propio de un niño que descubre las infinitas posibilidades
del juego, el hecho de que, a fin de cuentas, la literatura y el lenguaje
hablado y escrito son los verdaderos misterios que definen al hombre
y a lo que es, pues su identidad y su presencia histórica se
hacen explícitas de manera única a través de
la palabra. Como sentencia George Steiner en su libro Lenguaje y silencio:
"El lenguaje es el que arranca al hombre de los códigos
de señales deterministas, de lo inarticulado, de los silencios
que habitan la mayor parte del ser. Si el silencio hubiera de retornar
a una civilización destruida, sería un silencio doble,
clamoroso y desesperado por el recuerdo de la Palabra". |
En
este año, La Palabra y el Hombre celebra también su
50 aniversario y comienza una nueva época. |
Por
ello, y pensando que la literatura no hace otra cosa sino hablar
de la vida misma, en verdad creo, como estoy seguro que lo hacen
muchos otros, en la importancia de realizar un esfuerzo, individual
y colectivo, para lograr transformarnos en una auténtica
comunidad interesada por leer y discutir lo que escritores, investigadores,
filósofos y académicos de otras latitudes y de nuestro
país publican, para lograr convertirnos en una comunidad
que lee y que discute sus proyectos de investigación y sus
propuestas literarias, es decir, una comunidad que lee y discute
sus proyectos de vida.
1
Editor de la Editorial de la UV. |
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