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Sin
prejuicios, Galindo condujo al éxito a la Editorial de la
UV: Luisa J. Hernández
Edith
Escalón |
Galindo
tenía una de las mentes más limpias que he conocido
en relación con su trabajo; no tenía prejuicios, ni
siquiera los más normales. Siempre supo tomar lo mejor de
las personas, lo cual es una cualidad espiritual mayor que conduce
al éxito; más meritorio en su caso porque era un gran
novelista y artista, y es frecuente que los artistas de excepción
sean personas centradas en sí mismas y no proyectadas a profesiones
tan exigentes como es la de editar |
Luisa
Josefina Hernández es la dramaturga más reconocida dentro
de la generación de los años cincuenta. La crítica
especializada resalta sus cualidades: mujer inteligente, talentosa
y perspicaz, con el don de la originalidad. No sólo se dedicó
a la escritura teatral, sino que también formuló una
teoría dramática. La cátedra que daba en la Universidad
Nacional Autónoma de México es recordada por generaciones
de dramaturgos como una de las más aleccionadoras de su tiempo.
A finales de la década de los cincuenta, su necesidad de escribir
textos en prosa coincidió con la fundación de la Editorial
de la Universidad Veracruzana (UV). La suma de su amistad con Sergio
Galindo, director y fundador, más la apertura que la casa de
estudios tuvo desde entonces para proyectar a nuevos escritores dieron
como resultado una serie de textos que fueron el punto de partida
para diversificar su obra literaria.
Con la publicación en la UV de El lugar donde crece la hierba,
en 1959, Luisa Josefina se estrenó como novelista. En 1982,
la UV publicó la segunda, Apocalipsis cum figuris, con la que
ganó ese año el Premio "Xavier Villaurrutia".
En el 2000, editó las piezas de teatro intituladas El galán
de ultramar y reeditó, al mismo tiempo, su primera novela.
Recientemente, en 2006, publicó Una lectura de yerma de Federico
García Lorca. Además, muchas obras entraron al mundo
de habla hispana a través de sus traducciones, entre ellas
las de los escritores de lengua inglesa E.M. Forster, Dylan Thomas
y Christopher Frye.
Es Luisa Josefina Hernández quien, a propósito del 50
aniversario de la Editorial de la Universidad Veracruzana, comenta
para Gaceta lo que significó para esa generación de
literatos, hoy consagrados, encontrar en Veracruz un amigo que, desde
una institución como la UV, les diera la oportunidad de proyectarse
al mundo de las letras. Sergio
Galindo fue un imán de jóvenes escritores en los primeros
años de la Editorial de la Universidad Veracruzana, usted
entre ellos. ¿Cómo lograba sumar talentos a ese gran
proyecto de la UV?
Con un infalible buen gusto, diría yo. Sergio Galindo tenía
una de las mentes más limpias que he conocido en relación
con su trabajo; no tenía prejuicios, ni siquiera los más
normales. Reunía a su alrededor a personas valiosas, les
brindaba hospitalidad, les prodigaba paciencia y buen trato... para
mi asombro muchas veces, porque yo soy exigente, crítica
e impaciente.
Sergio se reía de mis exabruptos, y siempre supo tomar lo
mejor de las personas, lo cual es una cualidad espiritual mayor
y que, indudablemente, conduce al éxito; más meritorio
en su caso porque era un espléndido novelista, un gran artista,
y es frecuente que los artistas de excepción sean personas
centradas en sí mismas y no proyectadas a profesiones tan
exigentes como es la de editar.
¿Dónde
inició esa relación que terminó por convencerla
de tener un contacto permanente con la Editorial de la UV?
En la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, donde él
frecuentaba a un grupo de amigos veracruzanos que yo trataba: Fernando
Salmerón y Emilio Carballido, entre otros. Por esas fechas
ocurrió que Sergio publicó un libro de cuentos, Barcos
de papel, al cual le hice una reseña entusiasta, publicada
en la revista de la UNAM. Él me lo agradeció y establecimos
una relación cordial. Posteriormente, en 1955, nos encontramos
en el Centro Mexicano de Escritores, en donde, después de
haber sido becada dos años, estuve trabajando otros dos.
A él le fue concedida esa beca por la Justicia de Enero,
su primera novela grande no publicada todavía.
Entonces, me lo encontraba en el Centro dos o tres veces por semana.
Ése fue el principio de una amistad que duró muchos
años, mientras él fue funcionario de la Universidad
Veracruzana y luego Director del Instituto de Bellas Artes, en la
Ciudad de México. Luego, cuando se retiró a Veracruz,
ya enfermo, dejé de verlos, a él, a su esposa Ángela
y a sus hijos.
Pienso, además, que aunque mientras vivió fue reconocido,
sus novelas, grandes novelas como La Comparsa o El Bordo, no ocupan
el lugar que debieran en el panorama de la literatura mexicana actual,
el cual no es brillante, pero no lo es precisamente por esto: una
valoración errática de los escritores que ya le pertenecen.
Mientras otras editoriales se negaban a arriesgarse con
escritores sin trayectoria, Galindo convirtió a la de la
UV en tierra fértil para los nuevos talentos. ¿Qué
significó para Luisa Josefina Hernández esta apertura?
Para mí fue fundamental. A partir de 1951, durante cinco
o seis años, estuve escribiendo teatro, me ofrecieron puestas
en escena importantes, dirigidas y actuadas por los profesionales
del momento. |
También
traduje teatro en abundancia y fui invitada a publicar en antologías
como las del Fondo de Cultura Económica y la Editorial Aguilar,
también en revistas o en suplementos dominicales como el del
periódico El Nacional, de manera que no había probado
la necesidad de publicar con regularidad en alguna editorial. Sin
embargo, en 1956, sentí la urgencia de escribir novelas. Llevé
El lugar donde crece la hierba al Fondo de Cultura Económica,
donde fue obstaculizada por algún lector, quien también
se interpuso frente a la Justicia de Enero, de Sergio Galindo, y a
Balúm Canám, de Rosario Castellanos. Seguramente, quería
diezmar "la generación de los cincuenta". Yo retiré
mi novela, los otros persistieron, con la ventaja de hacer relaciones
con Joaquín Diez Cañedo, el cual ocupaba un puesto alto
en el Fondo.
Diez Cañedo nos apoyó y luego nos hizo autores de Joaquín
Mortiz, su propia editorial. Yo publiqué en el Fondo otro libro:
Plaza de Puertosanto.
Así, pues, cuando la Universidad Veracruzana fundó esa
Editorial magnífica con varias colecciones tan brillantes que
dan la imagen de la cultura de la segunda mitad del siglo XX, Sergio
Galindo nos invitó, a sus amigos y compañeros escritores,
a publicar, y su iniciativa fue agradecida y aceptada. |
La
colección Ficción albergó varias obras de Luisa
Josefina Hernández, entre ellas La cólera secreta. |
Para mí, la Universidad Veracruzana fue siempre el lugar que
sabía aprovechar un libro o proponer una traducción
de interés, que yo festejaba y realizaba: Christopher Frye,
Dylan Thomas, Shakespeare… ¡qué sé yo! |
conduce al éxito; más meritorio en su caso porque
era un gran novelista y artista, y es frecuente que los artistas
de excepción sean p |
¿Fue
un parteaguas en su carrera literaria?
Definitivamente. La fundación de la Editorial de la Universidad
Veracruzana coincide para mí con la libertad de publicar
textos en prosa, o sea, un apoyo profesional muy fuerte, así
como lo fue en su momento la editorial Joaquín Mortiz. Fue
mi punto de partida para llegar a otras editoriales donde también
publiqué novelas: Era, Siglo XXI, Jus, UNAM, Editores Mexicanos
Unidos, Planeta y Alfaguara, entre otras.
En
esos años, las editoriales y la apertura escaseaban, pero
aún ahora es difícil para los jóvenes sin trayectoria…
Francamente sí. Para los nuevos escritores y para los ya
establecidos. Las editoriales en la Ciudad de México tienen
problemas de presupuesto y las publicaciones son lentas: un libro
puede esperar tres o cuatro años para su publicación
cuando hace 20 años esperaba seis o siete meses. Es importante
que por esto mismo se prefiera publicar libros técnicos.
Creo que estos detalles dan la medida de la situación editorial
actual.
En otro aspecto, recuerdo que en la misma época, cuando todavía
daba clases en la UNAM, los alumnos no podían comprar los
libros requeridos y los ejemplares de las bibliotecas no eran suficientes.
Las bibliografías se distorsionaban con frecuencia para evitar
mayores gastos. Ahora ya puede notarse que los alumnos de estas
generaciones saben mucho de Ibsen, O’Neill y Shakespeare,
porque se entrenan en obras completas de un volumen para evitar
gastos. Así influye la economía sobre la cultura.
Para usted, ¿en qué radica el éxito
que la Universidad Veracruzana tuvo en su proyección literaria?
La Universidad Veracruzana surgió como una institución
mayor de la cultura mexicana, incluyendo teatro, pintura y música,
porque contó con los intelectuales que México tenía
en aquella época y que eran de primera línea. No se
limitó a aquellos que estaban a su disposición en
Veracruz, sino que borró las fronteras provincia-capital
que, en forma tan torpe, son el orgullo de tantas provincias y el
motivo de su atraso. La Universidad Veracruzana, en términos
editoriales y académicos, se planteó no a nivel de
Veracruz, sino de México entero y del mundo a través
de los extranjeros disponibles. No se puso límites, atrajo
escritores y maestros, medida inteligente que la coloca entre los
primeros centros culturales del país, antes y ahora. |
El
fundador de la Editorial era un espléndido novelista y un
gran artista con una incuestionable calidad humana. (Foto: Archivo
de la familia Galindo) |
La
Editorial de la UV celebra este 2007 su 50 aniversario. Frente a otras
casas editoriales, ¿cuál es su potencial como foro de
expresión literaria, científica y cultural?
Incalculable. En este preciso momento, la cultura que aporta la Universidad
Veracruzana, académica, artística y editorial, constituye
una fuerza poderosísima en un panorama que no cuenta con la
seriedad y la honestidad que garanticen un cumplimiento. Son muchos
los presupuestos que en México se desvían hacia metas
no culturales.
La Universidad Veracruzana ha seguido por el camino de la selección
y el cumplimiento en una institución ejemplar. |
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