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Nuestro
artista invitado
Mauricio Chalons:
Entre la luz y las tinieblas
Carmen
Izquierdo Álvarez |
El
ojo fijo, la mano enfoca hasta medir la distancia adecuada;
la mirada del fotógrafo atrapa el instante. El tiempo
se detiene mientras aprieta el obturador y capta no una imagen,
sino la interiorización de ella.
Tiempo atrás, hace algunos años, viajó
por el continente americano y dibujó un mosaico de imágenes
que trazaron un paisaje infinito de culturas, pueblos, etnias,
lenguas, costumbres, personas. Al alba, como el pescador que
se levanta para capturar peces, el fotógrafo salía
en busca de la luz del ser humano; de la luminosidad y la belleza
de aquello que otros denominan feísmo; en busca de la
belleza en paisajes deshabitados, o de la orfandad de las almas
que deambulaban por tierras inhóspitas. Descubrió
que la imagen dice mucho más que un rostro, porque detrás
de él hay una historia que se desgrana justo en el instante
en que las miradas se cruzan. Y el fotógrafo queda prendido
a esa historia para siempre.
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No la puede olvidar; la incorpora a su piel, respira por ella,
la huele… Sabe que esa vida se perdió en la guerra,
o en alguna de las muchas revoluciones que desangraron un país,
o que aró el campo hasta desfallecer por el hambre y la
miseria. Rostros. Vio muchos en las guerras que asolaron tantos
países... Los cuerpos se amontonaban en las calles, cosificados,
sin nombre. Aprendió que el peor cáncer no es la
enfermedad, sino el odio. Captó con su objetivo la mancha
de sangre que se extendía por el Kurdistán y Bosnia,
pero también en su propia tierra, Chiapas.
Ahora sí, dispara, esta vez en una Europa hastiada que
se regodea en una voluptuosidad decadente. En esta parte del mundo
hay pocas ganas de luchar, a no ser contra los inmigrantes, auténtica
marea humana que remueve las conciencias del arrogante occidental.
Mauricio Chalons planta el trípode en medio de esa marea
y traspasa con la lente el corazón de las tinieblas. Pero,
por fortuna, también atrapa la sonrisa de unos labios que
están aprendiendo a besar, al viticultor que mima sus viñas;
capta el estallido de color en la vendimia o la ciudad en blanco
y negro al atardecer. Dispara vida. Estrecha lazos con ella. |
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