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Mario
Muñoz, toda una vida dedicada a la literatura
Gina
Sotelo |
Una
casa tétrica y misteriosa que provocaba relatos de aparecidos
y demás supersticiones alimentó la imaginación
de Mario Muñoz en su infancia. Niño de salud frágil,
eligió como refugio a la soledad: en un cuarto de la casona
gótica en la cual la humedad y el polvo convivían
en armonía con pilas y pilas de libros que iban de la literatura
fantástica y de horror a los grandes clásicos, pasando
por la Biblia…
Ahora, su trayectoria académica, su pasión por los
libros y su dedicación a la enseñanza le fueron reconocidos
hacia finales de 2007 por la máxima casa de estudios del
estado. El maestro y literato, junto al escritor y periodista Carlos
Monsiváis y el artista plástico Carlos Jurado, recibió
por parte de la Universidad Veracruzana (UV) el Doctorado Honoris
Causa.
Mario Muñoz ha sido profesor invitado en diversas universidades
como la de Cracovia, Belgrado, Sarajevo y Zagreb, La Habana, Berlín,
Nuevo México, Extremadura, Texas, París y Dublín.
Habla ahora de su iniciación en las letras, sus amores y
pasiones y aquellos libros que le han marcado de por vida.
¿Cuándo
nació su amor por la literatura? ¿En qué
etapa de su vida nació este vínculo?
Fue un proceso gradual. Desde pequeño me sentí inclinado
por leer y esto se debe al entorno familiar en el que crecí.
Yo soy de Orizaba, soy hijo único. Éramos una familia
muy pequeña integrada por mi madre, mi abuelo, una tía
solterona que hacía las veces de nana y yo.
Donde nací me crié y continué hasta la juventud,
precisamente en la casa familiar, un caserón muy grande
que era propiedad de mi abuelo y que tenía todas las características
de una construcción gótica. Parte de esa casa había
pertenecido al Convento de San José; mi abuelo sólo
medianamente la adaptó, pero toda la configuración
del edificio mantenía los rasgos del antiguo convento al
que perteneció.
La atmósfera que desde niño me rodeó fue
muy peculiar, era una casa muy grande que contaba con 16 habitaciones,
dos patios y cielos rasos muy elevados y paredes extremadamente
anchas que eran características de las construcciones del
siglo XIX. Y en una de estas habitaciones cerradas que solamente
tenía un tragaluz por el que entraba un poco de claridad,
una habitación que recuerdo bastante húmeda, ahí
mi abuelo tenía un acervo de publicaciones sumamente heterogéneas.
Había periódicos, revistas antiguas, libros de toda
índole, biografías, en fin. |
Pero
todo esto no estaba ordenado como si se tratara de una biblioteca
combinada con una hemeroteca, era literalmente una pila de libros
y revistas mezclados y todo esto en un ambiente de semipenumbra
y con una atmósfera polvorosa y húmeda. Por lo regular,
acostumbraba encerrarme ahí a curiosear lo que había
en esa pila de libros, periódicos y revistas. Desde muy chico
comencé a tener problemas de asma muy severos pero gozaba
de entrar a esta habitación que me producía abscesos
asmáticos y, sin embargo, me dominaba más la curiosidad
por estar ahí. De ahí nació mi curiosidad por
la lectura y las ilustraciones que tenían.
Por otro lado, mi mamá me enseñó a leer y escribir
y me compraba libros y cuentos propios de mi edad; después,
cuando empezaron a salir las historietas ilustradas de Walt Disney,
mi mamá me las compraba hasta hacer enormes colecciones de
cómics. Mi mamá oía los radioteatros y las
comedias de misterio a los que yo me fui aficionando, al igual que
a la música que escuchaba cuando hacía sus quehaceres. |
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De
todo esto fue surgiendo una inclinación por la lectura
y otras manifestaciones artísticas que empecé a
desarrollar como el cine, el teatro, la pintura. De modo que puedo
decir que todo esto contribuyó a despertar en mí
una sensibilidad muy aguda.
Además
de este entorno, el ser asmático definió también
su inclinación literaria, ¿no es así?
Definitivamente no llevé una infancia normal. No podía
hacer nada de lo que hacían los niños que no padecían
este problema respiratorio.
Cuando yo entré a la escuela prácticamente ahí
terminó mi educación materna. Fui a un colegio particular
católico al que me inscribió mi abuelo porque mi
madre no estaba de acuerdo con que yo estudiara en los colegios
estatales por cuestiones de prejuicios. Me decían siempre
que si yo iba a los colegios públicos aprendería
malas palabras, pero que si iba a uno privado la educación
iba a ser superior; más adelante vi que no era así.
Mi infancia estuvo muy limitada porque no llevaba la vida común
de los niños, no podía yo correr, jugar, hacer deporte,
marchar, de manera que me la pasaba generalmente sentado y había
periodos muy largos en los que no iba a la escuela por estar postrado
en cama. Todo esto me convirtió en un niño diferente
porque no llevaba una infancia al común que otros muchachos
de mi época; me volví muy retraído hacia
el mundo exterior. Esa infancia fue la que me propició
el inicio a la lectura.
Ahora
que ha pasado el tiempo, ¿qué es lo que usted prefiere,
ser lector o escritor?
Creo que cualquier persona que empieza a tener aficiones muy fuertes
hacia la lectura en un momento dado de su experiencia quiere escribir,
y esto independientemente que no tenga aspiraciones por publicar.
Yo he conocido personas de cualquier extracción social
y de cualquier edad que lo han confirmado: a medida de que se
hacen lectores de muchas obras, en un momento dado empiezan a
escribir poemas, cuentos, narraciones, en fin, les da por recrear
a través de la escritura parte de su mundo exterior o de
lo que están observando.
Podría decir que el acto de escribir me llegó por
añadidura porque yo empecé a escribir mis primeros
artículos en un periódico de la ciudad de Orizaba
llamado El Regional. No sé realmente cuál fue el
instante, la ocasión, el motivo principal que me hizo escribir
mi primera nota, simplemente se dio y comencé a escribir
sobre teatro, porque yo lo que quería era estudiar teatro.
Después escribí en otros periódicos de manera
sistemática. |
El
doctorado Honoris Causa es el reconocimiento más grande
que puede recibir un académico o un investigador, es la
aspiración más alta a la que puede llegar una persona
que está en un trabajo docente |
¿Hay
algún personaje literario con el cual usted se haya identificado?
¡Cómo no! El primer personaje literario que me marcó,
yo diría que para toda la vida, fue Demian, de la novela
de Herman Hesse. Fue algo realmente impactante y una revelación.
Yo atravesaba por ese momento una serie de crisis de adolescencia
y entonces leer la novela de Hesse me descubrió muchas cosas
y me hizo explicarme muchos conflictos y problemas por los que se
atraviesa generalmente cuando se es adolescente. La obra de este
autor me marcó para siempre, la seguí leyendo y todavía
si veo algún libro o alguna traducción que no conozca
de este autor, la compro.
Otro personaje que me marcó siendo adulto fue Pedro Páramo.
Fue la primera obra mexicana que yo leí. Hasta ese momento
mis lecturas eran de autores europeos o norteamericanos, teatro
clásico o grecolatino, pero no había yo leído
nada de literatura mexicana, la sentía yo como una literatura
muy distante que simplemente no me llamaba la atención. Los
autores que yo leía eran Guy de Maupassant, Antón
Chejov, Fiodor Dostoievski, hasta que llegó a mis manos el
famoso Pedro Páramo, de Juan Rulfo. Ésta fue también
para mí una novela decisiva que cada que puedo la releo y
la enseño. |
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Siguiendo
con los personajes literarios, ¿cuál ha sido su amor
platónico, el personaje que le haya inspirado adoración?
Pues yo creo que Madame Bovary de Gustave Flaubert, porque sentí
una especie de compasión por esta mujer que tiene muchas
aspiraciones, sueños, es una mujer muy idealista que se encuentra
encerrada en un medio totalmente asfixiante. Me encantó ese
personaje.
Otro personaje que me gustó siendo aún adolescente
fue Cecille, de Françoise Sagan en Bonjour tristesse. Es
el de una chica desprejuiciada, adolescente de 16 años, y
entonces cuando yo vi la película basada en esta novela y
vi a Jean Seberg –que en ese entonces tendría unos
18 años– quedé enamorado literalmente tanto
de ella como del personaje. Y tanta atracción sentí
por este personaje femenino que empecé a elucubrar que alguna
vez tuviera una novia así y tuve la fortuna de que sí;
en efecto, esto se dio y tuve una compañera polaca que tenía
estas características de la protagonista de la película. |
¿Cuál
ha sido el sueño de su vida?
El sueño de mi vida hubiera sido casarme con una muchacha
a la que conocí cuando yo tenía 15 años y
ella tenía 13; ése hubiera sido mi gran sueño.
Otro habría sido ir a Francia y quedarme ahí una
temporada. Y otro de los grandes sueños que se realizaron
fue el de vivir en Europa. Eso desde el punto de vista más
personal.
Ahora, desde el punto de vista de la profesión, del oficio,
de los estudios, bueno, yo fui muy especial en esto. Hay quienes
desde niños ya saben cuál será su objetivo
en la vida y marcan muy bien sus etapas, a mí eso me admira.
Pero quizá por los problemas de salud que ya mencioné
no me había puesto a pensar cuáles serían
las etapas que pudiera yo conseguir. Tenía una idea general
que era salir de México y conocer mundo, pero eran ideas
muy generales. Nunca pensé así, por eso me siento
muy reconciliado con la realidad por el hecho de que sin proponerme
muchas cosas se me han venido dando y me han satisfecho plenamente
en mi trabajo.
Fuera
de las mujeres que han estado ligadas a su vida, ¿cuál
ha sido o qué es el amor de su vida?
El amor que tengo ahora es sobre todo por el trabajo, yo no me
explico la vida si no estoy ocupado haciendo alguna cosa; en este
sentido, inclusive durante los periodos vacacionales o cuando
he salido al extranjero, estoy desarrollando alguna actividad.
Lo más que puedo estar sin hacer absolutamente nada será
un día, pero no más. Tengo que estar ocupado en
proyectos, en actividades, en escritura, en preparar clases, haciendo
lecturas o relecturas de libros o en escribir, eso es lo que me
llena.
¿Cuál
es su género literario predilecto?
Tengo uno en particular que es el cuento. En la Facultad de Letras
de la UV y en otras instituciones he impartido cursos de análisis
narrativo y otro género muy cercano es la novela. El cuento
me empezó a atraer de manera muy especial porque noté
más o menos en la década de los 80 que, no obstante
su importancia en la literatura mexicana e hispanoamericana, en
realidad no había sido lo suficientemente trabajado por
la crítica, simplemente como que se consideraba un género
menor en relación con la novela, la poesía o el
teatro; me di cuenta que ahí había un filón
para estudiar y analizar un corpus muy significativo que seguramente
a los críticos no les había llamado la atención.
Ahí me empecé a aficionar y después a interesarme
de manera muy profesional por el desarrollo del cuento en México
y en Hispanoamérica; el resultado de esto son las antologías
que he publicado.
¿Tiene
usted algún momento predilecto para leer?
Yo generalmente leo un poco por las tardes o por la noche antes
de ponerme a escribir o salir a la Facultad. Durante la mañana
no me puedo concentrar en la lectura, esto seguramente se puede
explicar porque como ya estoy acostumbrado a que por las mañanas
tengo otro ritmo de trabajo –estoy en clases o estoy ocupado
en otras cosas prácticas o cuando he estado en la administración,
entonces ya quedé condicionado a que las mañanas
es una actividad febril–, como que mi propio organismo me
pide movimiento, desplazamiento, en fin, y ya en la tarde me nace
la necesidad de leer, sobre todo en la noche. |
Al
reflexionar sobre las metas que me he planteado en la vida, puedo
asegurar que nunca pensé que podría alcanzar el
Doctorado Honoris Causa, jamás lo imaginé, ni en
sueños concebí que pudiera tener este reconocimiento.
Cuando me lo informaron no daba crédito, después
me sentí deslumbrado, contento, feliz por esta dedición
que fue unánime por parte del Consejo Universitario:
Mario Muñoz |
¿Tiene
algún momento preferido para escribir?, ¿lleva alguna
disciplina?
Sí, en esta cuestión de la escritura cada persona
tiene sus propios hábitos. Hay escritores extremadamente
disciplinados, como militares, aunque escriban media cuartilla
están en el escritorio seis horas o más seguidas;
son los casos de Carlos Fuentes, de Mario Vargas Llosa o de otros
autores. Hay otros escritores, de quienes he leído sus
confesiones, que no tienen prácticamente ningún
sistema, escriben cuando se les ocurre alguna idea y pueden pasar
periodos en los que no escriben absolutamente nada y no tienen
horas fijas para la escritura. A mí me pasa una cosa muy
personal, quizá porque desde muy joven empecé a
escribir mis primeras notas en los cafés; para mí
es muy estimulante ir a un café y ponerme a escribir y
esto lo hago en cualquier lugar a donde vaya y ahí me gusta
mucho ponerme a escribir. También lo hago desde luego en
la casa o bien en alguna biblioteca, pero me estimula mucho estar
en algún lugar público escribiendo.
¿Tiene
usted algún libro sin terminar?
Bueno, en eso sí tengo una disciplina muy rigurosa: libro
que empiezo lo tengo que terminar necesariamente. Aunque no me
guste, aunque me parezca tedioso, aunque me resulte muy difícil,
me pongo como reto concluir el libro desde la portada hasta la
contraportada. Ésa es una exigencia que yo mismo me he
puesto.
En
su larga trayectoria como docente, ¿qué le ha funcionado
para despertar el interés y la motivación por la
lectura entre los jóvenes?
Éste sí es un problema de mucho fondo. Desgraciadamente,
México no es un país de lectores, sentencia que
se ha dicho hasta la saciedad. El decir que México no es
un país de lectores tiene mucho fondo, es un problema social
y es un problema histórico; entonces sucede que nosotros
que estamos en una Facultad como la de Letras –donde teóricamente
los alumnos van ahí porque tienen cierto interés
por la literatura y la escritura–, con frecuencia nos damos
cuenta que también es algo ilusorio, la mayoría
de ellos no llevan hábitos de lectura, no conocen autores,
da la sensación muchas veces que están ahí
por azar o porque no tuvieron otra opción para escoger
otra carrera.
Sin embargo, yo estoy advirtiendo, en especial en las últimas
generaciones en las que entraron con el Modelo Integral y Flexible,
que para mi sorpresa hay muchos jóvenes que traen una mentalidad
muy distinta, son jóvenes muy dinámicos, con iniciativa,
se acercan al maestro para conversar, para preguntar, solicitar
información y, además, en clase son muy participativos,
preguntan, tienen inquietudes; al mismo tiempo, advierto que en
la mayoría hay una mejora en la redacción.
Para despertar el interés por la lectura utilizo, entre
muchos recursos, romper con el esquema tradicional del maestro
que sólo utiliza la palabra y se pasa una o dos horas monologando.
Mi sistema es combinado, por lo general utilizo mucho el pizarrón,
hago muchos esquemas para analizar los textos literarios y también
recurro mucho a la asociación de ideas, que los alumnos
entiendan que la literatura está relacionada con otros
lenguajes: el del cine, el plástico, el teatral, el fotográfico;
con otros discursos sociales: el histórico, el filosófico,
el psicoanalítico, y aparte de esto procuro establecer
relaciones con la realidad inmediata que conocen los estudiantes. |
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