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En
la educación, se pretende acabar
con el multiculturalismo: MacLaren
Iván
Javier Maldonado y Gina Sotelo
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medida que las escuelas de los Estados Unidos reciben financiamiento
de grandes corporaciones, sus políticas se basan en la certeza
de que el conocimiento es producción, al grado de que la
pedagogía ya está en manos de los tecnócratas.
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El
fenómeno de la globalización, que tiene como pilares
a la privatización y la corporativización, constituye
una "canibalización de lo social y lo político"
debido a su naturaleza cleptocrática, pues roba a los países
pobres y favorece a los poderosos. Dicho panorama comienza a delinearse
en la educación de los Estados Unidos, al ser vista como una
empresa a la cual sólo tendrán acceso quienes respondan
a las exigencias de un sistema acorde con el motor de la economía
mundial, aseguró Peter McLaren, académico de la Universidad
de California en Los Ángeles (UCLA).
Invitado por el Instituto de Investigaciones en Educación,
la maestría en Investigación Educativa y el Seminario
de Educación Intercultural de la Universidad Veracruzana, para
que ofreciera una serie de conferencias que ofreció del 29
al 31 de julio en el Auditorio de Humanidades, McLaren aclaró
que si bien no es un especialista en asuntos de América Latina,
intenta ofrecer, a partir de un pensamiento marxista humanista, lo
que percibe en el ambiente de Estados Unidos, desde "la entraña
del monstruo".
Dijo que el capitalismo auspiciado por el Estado neoliberal ya no
puede sostener ciertos beneficios. La excesiva acumulación
de capital ha originado una caída en la producción,
el resquebrajamiento de la relación capital-trabajo -con jornadas
más largas- y el surgimiento de una clase subpermanente o secundaria,
que obtiene trabajo sin tener derecho a ninguna prestación.
Dijo que en los Estados Unidos domina una clase tecnócrata,
masculina y de raza blanca, que incide en una diferenciación
social por raza y género, y añadió que, con la
Internet y los monopolios del software, el nuevo orden tiende hacia
la corporativización mundial. Incluso los últimos avances
de la ciencia en biotecnología, nanotecnología o genoma
humano ya son comercializados. Con esto se abre el camino a un segundo
génesis: el de la sociedad bioindustrial.
Aunque los Estados Unidos han hecho una propaganda a favor del libre
mercado, marcan condiciones de competitividad que las naciones en
vías de desarrollo no pueden llevar a cabo, de ahí que
soliciten préstamos o abran sus fronteras a la inversión
de compañías trasnacionales.
Tal decisión, dijo, resulta catastrófica para las economías
emergentes, ya que dichos consorcios nunca invierten su capital y,
cuando lo retiran, provocan la caída. A ello se suma el bloqueo
de los negocios locales por "medidas de ajuste estructural para
equilibrar el presupuesto" y el hecho de que la Organización
Mundial de Comercio (OMC) presiona a los gobiernos a que efectúen
cortes en el gasto para el desarrollo humano, como ha sucedido con
la educación.
Así, el panorama de la globalización, al impulsar una
sobreacumulación del capital y una sobreexplotación
del trabajador, ha propiciado que la riqueza de las más fuertes
corporaciones supere incluso al Producto Interno Bruto (PIB) de 182
países.
Peter McLaren aseveró que, a medida en que las escuelas de
los Estados Unidos reciben financiamiento de grandes corporaciones,
sus políticas se basan en la certeza de que el conocimiento
es producción, al grado de que la pedagogía ya está
en manos de los tecnócratas.
Si bien el multiculturalismo en el ámbito educativo norteamericano
tiene sus raíces en la globalización, actualmente impera
una tendencia a la unidad, mediante la aplicación de exámenes
estandarizados que buscan formar en los alumnos habilidades acordes
con los lineamientos de una industria inmersa en el libre mercado.
Y ya existe el proyecto de que dichas evaluaciones tengan un alcance
internacional con el propósito de homogeneizar a las regiones.
Entre 1995 y 2001, afirmó, en Estados Unidos hubo un recorte
para la educación a los adultos y un incremento al sistema
de evaluación.
Tales situaciones delinean un panorama nada alentador. En primer lugar,
la educación pública va a pasar a manos de la iniciativa
privada; y por otro lado, el negocio de los exámenes estandarizados
-cuyo actual propietario es Pearson, un corporativo dueño del
Financial Times y de canales de televisión-, arroja jugosas
ganancias y además ha perjudicado a muchos jóvenes,
de ahí los elevados índices de deserción entre
la población latina y negra.
En suma, el nivel educativo en los Estados Unidos es sumamente bajo,
ya que se aboca a una instrucción directa y su práctica
inmediata. No hay tiempo para la crítica, el debate de ideas
-sobre todo, de carácter político- ni la investigación.
Por ende, quienes acreditan los exámenes no pueden manifestar
su pensamiento por escrito.
La realidad de la educación en la Unión Americana, concluyó
McLaren, tiende hacia la comercialización, a su valor como
mercancía. Así, la compañía Hershey diseña
los menús nutricionales, Revlon hace pruebas para determinar
si a los alumnos les cuesta trabajo peinarse o no, Shell se enfoca
al medio ambiente y Exxon todavía considera que el sobrecalentamiento
de la atmósfera no está comprobado.
Peter MacLaren, quien se asume como un marxista humanista, tiene una
amplia experiencia como profesor en los Estados Unidos y Canadá.
En 1983, recibió su doctorado por parte del Ontario Institute
for Studies in Education, de la Universidad de Toronto, y es autor
de más de 30 libros de crítica pedagógica, sociología
de la educación, crítica literaria y etnográfica,
estudios culturales y teoría social, que han sido traducidos
a 12 idiomas. Recientemente obtuvo el Paulo Freire Social Justice
Award por la Chapman University of California.
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