En este periodo de transformaciones, la
participación política está delineando en muchos
países nuevos caminos para transformar los anquilosados sistemas
políticos, pero falta mucho por hacer. José Vilas
Nogueira, politólogo español, comenta sobre estas
nuevas directrices de participación y hace referencia al
papel del marketing político dentro de la esfera social.
Con
los avances de la ciencia y las nuevas tecnologías, día
a día el hombre y su mundo están experimentando
cambios vertiginosos que provocan nuevas formas de vida y de pensamiento.
En todos los ámbitos, ya sea económico, social,
cultural o político, se vislumbran escenarios que precisan
de nuevas herramientas para encararlos y poder ser parte de ellos.
Así pues, la esfera política no se sustrae a este
proceso de transformaciones, por lo que actualmente mucho se habla
de cambios históricos y de periodos de transición,
donde la participación política ya no es privativa
sólo de los grupos que ostentan el poder, como los partidos
políticos, sino también del pueblo que demanda mayor
intervención, autonomía y democracia.
A pesar de que los cambios parecen ser globales, cada país
tiene formas singulares de responder a estas alteraciones según
su contexto y el sistema político con el que cuenta. México
comparte con otras naciones europeas dos tendencias en el plano
de la participación política: la progresiva profesionalización
de la política y la profundización de la democracia.
Invitado por el programa de maestría en Acción Política
y Administración Pública de la Universidad Anahuac,
José Vilas Nogueira, maestro de la Universidad de Santiago
de Compostela, visitó la ciudad de Xalapa para dictar la
conferencia Participación política: algunas
cuestiones de actualidad. Entrevistado para Gaceta, Vila
Nogueira también habló sobre las tendencias actuales
de participación política en el mundo incluyendo
algunas deducciones de la situación mexicana, pues afirmó
desconocer el panorama real de nuestro país, y acerca
de un tema que se relaciona con el primero: el marketing político,
cuyos actores, propósitos y alcances fueron tratados por
él.
¿Cuál
es su opinión acerca de la participación política
en México?
No conozco bien el sistema político ni el cuadro institucional.
Sé que, en general, México tiene una tradición
estatista, sobre todo desde la Revolución y, por lo tanto,
es un mecanismo de participación política que venía
canalizando el pri a nivel de partidos, lo que en términos
técnicos, en ciencia política, se ha calificado
como partido hegemónico. Sin embargo, junto con esa tradición
de institucionalización casi monopolística de la
participación política, sé que también
hay tradiciones de participación popular y formas institucionales,
como es el caso de los ejidos.
¿Considera
que México tiene problemas en ese aspecto?
Creo que en el momento contemporáneo, no sólo en
México sino en la mayor parte del mundo, el problema de
la participación política se ubica en el marco de
dos tendencias contradictorias: por un lado, la progresiva profesionalización
de la política; y por otro, los intentos de profundización
de la democracia, que ha dado lugar a formas participativas menos
institucionalizadas, con frecuencia centradas en problemas monotemáticos,
como la ecología, o en intereses sectoriales. En este momento
yo no sé cómo conectar eso con la situación
mexicana.
Desde luego, en el sistema de partidos ha habido un cambio muy
grande, sobre todo porque ahora institucionalmente el presidente
de la república ya no tiene mayoría en el Congreso,
cuestión que determina, ya que se da mayor relevancia al
juego político, pero también implica un costo en
la toma de decisiones y acuerdos.
Otra circunstancia que se me ocurre, y que se puede dar en países
con las características de México, tiene que ver
con la creación de instancias o dinámicas de participación
que involucre lo étnico. Pero, repito, ésta es sólo
una visión superficial. Yo nunca había estado en
México y tampoco he estudiado el sistema político
mexicano; únicamente puedo hablar de lo que me he enterado
en los medios.
¿Cuál
es la situación en Europa?
En Europa, el panorama no es muy distinto al de México,
tal vez sí lo sea en relación con otros países
de América Latina, pero no en relación con vuestra
nación. Son momentos de transición en los cuales
hay un relativo descrédito de los partidos políticos,
de las clases políticas tradicionales, que en consecuencia
provoca el surgimiento de movimientos y dinámicas de participación
incontrolada que todavía no ha cuajado en formas institucionales
de conciliación.
¿Ése
es un problema mundial?
Bueno, en todo el mundo predomina una visión pesimista
que tiene que ver con la globalización, pero creo que no
es la visión más adecuada. Aunque el desarrollo
tecnológico efectivamente provoca mayores posibilidades
de manipulación, también permite mayores capacidades
de resistencia a ésta, además de mayores posibilidades
de difusión de la información, en especial de informaciones
alternativas, alejadas del establishment, por ejemplo la Internet.
En este sentido, creo que el catastrofismo que domina el pensamiento
actual, y que tiene un mayor eco en los medios, respecto por ejemplo
al medio ambiente o a la posibilidad de incidencia de las poblaciones
en los gobiernos, no me parece justificado. Lo que sí parece
evidente es que estamos en un momento de cambio histórico
y resulta arriesgado predecir con exactitud el futuro de la política
dentro de varios años. No obstante, creo que hay elementos
que permiten un razonable optimismo, sobre todo si consideramos
que la vida social ha sido problemática desde siempre:
un sistema perfecto en donde todos estén contentos es meramente
una ilusión.
¿Considera
que la gente está tomando mayores decisiones en el ámbito
local?
Sí, pero creo que nos dirigimos hacia lo que se anticipaba
hace muchos años, a la aldea global, donde los niveles
de incidencia de grupos y organizaciones locales se proyectan
con mayor autonomía respecto de los grandes gobiernos.
Aquí en México, por lo que he leído, es perceptible
esa evolución a propósito, por ejemplo, de las reclamaciones
que hacen los gobernadores de los estados para descentralizar
los fondos y hacer respetar los compromisos adquiridos por parte
del gobierno
federal.
Yo creo, en general, que la política es siempre un escenario
complejo donde se pueden divisar tendencias que operan de manera
diferente según los contextos nacionales. Por un lado,
hay una mayor potenciación de las instancias locales; y
por otro, un fortalecimiento también de las instancias
transnacionales que, aunque en principio parecen perder relevancia,
van a conservarla.
Los que parecen perder relevancia son los niveles intermedios,
por ejemplo, el caso de los estados nacionales. Basta con ver
el supuesto europeo, en donde se ha institucionalizado la Unión
Europea con muchas políticas diferentes e importantes,
no sólo en el plano material, sino también en el
terreno simbólico, y en donde, por ejemplo, las políticas
agrarias están virtualmente sustraídas a los gobiernos
nacionales para ser definidas por la Unión Europea.
¿Puede
el marketing político ayudar a encauzar la participación
de la población?
Hay, como lo mencioné anteriormente, dos tendencias aparentemente
contrapuestas: una referente a la profesionalización política
y otra a la profundización o radicalización de la
democracia. El marketing político se inscribe dentro de
la primera tendencia y últimamente han recurrido a él
tanto políticos como grupos y organizaciones no gubernamentales
famosas, como Greenpeace, que lo utilizan en campañas para
promover sus objetivos. Otras veces lo utilizan, de manera abierta,
para influir en la opinión pública a través
de escritores o comentaristas líderes de opinión,
quienes por medio de comentarios y editoriales dan a conocer sus
tesis.
Ésa
es una información
tendenciosa
Bueno, razonablemente no se puede esperar que quienes recurren
al marketing político lo hagan por un excesivo altruismo
o una preocupación por el interés general, sino
por los intereses propios. En este sentido juegan como las fuerzas
en el mercado, donde cada productor de un determinado producto
intenta optimizar su posición utilizando mecanismos impersonales
de colaboración.
El marketing político responde a una concepción
más realista de la política y menos idealizada.
Responde a la idea de que no se puede vender algo
sin hacer publicidad, y ese vender no se refiere sólo
a lo material sino también a lo conceptual, como el poder.
Esto se puede constatar en la historia; por ejemplo, en las religiones,
sobre todo en las universalistas como la católica, que
mandaron misioneros alrededor del mundo. Eso es marketing político
al estilo antiguo, avant la letre, antes de que siquiera existiera
la palabra.
El
marketing político ¿qué tanto puede manipular
a un ciudadano común?
Yo opino que el consumidor de bienes materiales está relativamente
desnudo de toda protección en el momento de adquirir un
producto, por lo que basará su elección en la información
que reciba en el momento de la compra. En cambio, el ciudadano
que compra un presidente, un partido, una política,
es decir, que es un consumidor político, en muchos casos
al menos tiene detrás de su elección todas sus tradiciones
y esquemas de vida, situación que lo hace menos manipulable
de lo que parece a primera vista. Por esta razón, considero
que uno de los errores que se cometen de manera reiterada es la
importación de estrategias de marketing político
que no toman en cuenta el contexto nacional; en consecuencia,
lo que funciona bien en un lugar, en otro es una catástrofe.
¿No
se está apostando más por la forma que por el contenido?
Pero claro que se ha perdido el discurso de fondo, eso es un coste
de este tipo de evolución, naturalmente. Y se ha perdido
porque la publicidad funciona a partir de mensajes simples y reiterativos;
esto acontece por la creciente importación, en todos lo
medios, de las técnicas televisivas, como Mc Luhan dijo
hace tiempo: El medio es el mensaje, y cada medio
impone características propias al mensaje.
¿Cuál
es uno de los mayores errores de los sistemas políticos?
Hay una cosa muy singular: en general los sistemas políticos
que enfatizan mucho en los grandes dogmas políticos y que
retóricamente son muy igualitarios han producido sociedades
despóticas o tendientes al despotismo, muy jerarquizadas;
ahí está el ejemplo de la ahora extinta Unión
Soviética. Por otro lado, los sistemas que enfatizan menos
en la retórica, que enfatizan más en la libertad
del individuo y por tanto creen que la gente no es tonta y sabe
elegir, suelen producir sociedades más templadas, que funcionan
mejor y son más igualitarias.
Finalmente,
en la conferencia habló sobre un hecho que leyó
en los medios locales, que despertó su atención
y que tiene que ver con lo que ha comentado en entrevista. ¿Qué
fue?
Un paro de carreteras ocurrido en el tramo que va de Xalapa a
Banderilla. Y hablé de ese suceso porque puede ser un síntoma
de la progresiva legitimación de las formas de participación
política espontáneas, en tanto que el desafío
de las autoridades es encontrar fórmulas dinámicas,
más espontáneas, que permitan que esta participación
florezca
sin erosionar demasiado la
participación institucionalizada a través de los
cauces tradicionales, como pueden ser los partidos políticos.