Según
el periodista Raúl Trejo Delarbre, cuando Beatriz Pagés
Rebollar, amigos de su padre y la revista Siempre! constituyeron
la Fundación José Pagés Llergo en 2001, el
interés primordial de todos ellos estaba (está)
enfocado a “promover el análisis para mejorar la
calidad y el compromiso ético de los medios de comunicación
y mantener el premio de periodismo que se entrega desde hace varios
años con el nombre de ese personaje”.
Sin embargo, el propio Trejo Delarbre considera que el papel de
los medios en la organización social vigente de nuestro
país ha tomado un carácter desmedido, al grado de
que éstos han determinado en muchas ocasiones el giro que
los acontecimientos ligados a la política y la vida social
deben tomar. En la práctica, esta noción ha rebasado
por mucho, según su opinión, el esquema teórico
que sugiere que los medios masivos moldean la opinión de
la sociedad a través de la reiteración perpetua
de sus contenidos –y cuyos efectos de producción,
distribución y consumo de sus mensajes se notan con el
paso del tiempo–, para convertirse en un mecanismo casi
inmediato que orienta, precisamente, la percepción de las
realidades nacionales, al punto que Trejo considera que vivimos
en México una mediocracia.
En un ensayo publicado en la revista Nexos, en 2004,
el propio Trejo advertía ya que las inconformidades que
suscitan los medios tienden a ser más frecuentes: “la
intromisión en la vida privada de la gente, la confusión
entre informaciones y opiniones, el aprovechamiento inmoderado
del sensacionalismo, la preponderancia del escándalo en
la cobertura de asuntos públicos, son algunas de las conductas
que se les reprochan a los medios de comunicación”.
Si bien Raúl Trejo acepta la importancia de contar con
los medios para acercar dos categorías excluyentes entre
sí, ciudadanos y políticos, señala al mismo
tiempo que “si entre políticos y ciudadanos no existiera
la brecha que se advierte en las sociedades contemporáneas
–y que está muy ligada al descrédito que la
actividad política suele tener entre la población
en general– los medios no tendrían tanta relevancia
como puentes entre unos y otros”, como afirmó en
la publicación Configuraciones, en 2003. Es decir,
aclara el periodista, “la función de los medios en
esa relación entre ciudadanos y políticos tiene
rasgos virtuosos y, también, perversos; sin embargo, sin
los medios de comunicación, la política sería
aún más ajena a los ciudadanos”.
Sobre el papel que el llamado “Cuarto Poder” desempeña
en nuestro país habla otra autoridad en el tema, Beatriz
Pagés Rebollar, actual directora de la revista
Siempre!
¿Podemos
considerar, como dice Raúl Trejo Delarbre, que vivimos
una mediocracia?
Sí, por supuesto, entendida como la tiranía de los
medios de comunicación. Tan es así, que los medios
han sustituido al Congreso y a los ministerios públicos,
han desempeñado su papel. En lugar de analizar los grandes
temas nacionales en los Congresos, tratar de encontrarles respuesta
y definir así políticas nacionales que se traduzcan
en el fortalecimiento del Estado de derecho, en una mayor justicia
social, en el establecimiento de programas importantes para el
campo o la productividad… simple y sencillamente los estamos
arrojando, los estamos ventilando en los medios de comunicación
de manera escandalosa, sin dar una respuesta constructiva a estos
grandes problemas nacionales.
En
la transformación de los medios de relatores de la vida
pública en protagonistas de ésta, ¿quién
resulta responsable?
Creo que es todo. Naturalmente que esta situación que los
medios de comunicación viven es en gran parte responsabilidad
de este neoliberalismo alocado, sin rumbo, que estamos viviendo,
pero también de este falso concepto de la democracia. Hay
una equivocada definición de lo que es la democracia y
también un equivocado concepto de lo que es libertad de
expresión. Usted ya no puede tocar a los medios de comunicación,
no puede decirles nada, porque inmediatamente saltan y dicen “estás
tratando de coartar la libertad de expresión”. Tanto
la libertad de expresión como la democracia se han convertido
en una especie de santones, de ídolos intocables. Pero
estamos cayendo en la cuenta de lo equivocados que están
estos conceptos. ¿Por qué? Porque no puede haber
libertad de expresión sin el respeto a los demás.
No puede haber libertad de expresión si ésta se
usa para la mentira, para la distorsión o para no cumplir
con el papel fundamental que deben tener los medios de comunicación,
esto es, la orientación y la superación intelectual
de la sociedad.
Los medios de comunicación no están construyendo
mejores sociedades; por el contrario, están fabricando
sociedades violentas, confundidas, a las que se les ofrece contenidos
mediocres, incluso a una sociedad como la mexicana que es de un
muy bajo nivel cívico y educativo. Y si no estás
utilizando la libertad de expresión para cumplir con estos
propósitos fundamentales, a eso no se le puede llamar libertad
de expresión; a eso se le llama irresponsabilidad y una
falta
ética en el oficio y en el manejo de los medios.
¿Y
a la mediocracia quién la juzga? ¿Queda impune?
Sí, en este momento sí. Por eso hace falta que los
Congresos realicen importantes reformas en la materia. Claro que
los grandes intereses económicos y financieros son los
que están impidiendo y presionando para que esto no suceda.
Hace un año, aproximadamente, algunos partidos políticos
intentaron llevar a cabo una reforma muy profunda para lograr
la democratización de los medios de comunicación
y procurar que las concesiones no estén en unas cuantas
manos, sino que otros ciudadanos probos, talentosos, sean quienes
también manejen los medios de comunicación. Pero
la Presidencia de la República, es decir, Vicente Fox,
dio un gran albazo y no permitió que esto llegara siquiera
a la discusión. Vetó esta iniciativa precisamente
cuando se redujeron los tiempos oficiales en los medios, de manera
que creció el negocio que están haciendo los grandes
consorcios en materia de campañas políticas y publicidad
oficial.
Hoy
se dice que no existe censura por parte del aparato gubernamental.
¿Ahora la censura viene del empresariado, son ellos quienes
llevan la batuta?
Claro, la maneja a su gusto y no solamente eso: es el empresariado
el que dice quién debe hablar y quién no, a quién
darle voz y a quién no. Y si tú quieres tener voz,
te cuesta varios millones de pesos, porque si no tienes esa cantidad,
entonces no tienes derecho a decir siquiera que te opones a una
opinión que se haya vertido y que afecta directamente tu
fama, tu prestigio, tu integridad física, intelectual y
moral.
Frente
a estas circunstancias, ¿los valores democráticos
que se promueven no vienen a ser una especie de simulación?
Ese es precisamente uno de los grandes riesgos en que hemos estado
involucrados como país porque son los medios los que están
determinando quién debe ganar en una elección y
quién no. Sin embargo, se están dando fenómenos
muy interesantes: me parece que los medios de comunicación
comienzan a ser derrotados en estas intenciones, pues no siempre
a quienes apoyan o a quienes les otorgan grandes espacios son
los que triunfan en las elecciones. Un ejemplo: Francisco Labastida
Ochoa.
En los comicios de 2000, Fox fue un candidato mediático
que gastó mucho dinero en medios de comunicación;
sin embargo, ese dinero también lo tenía Labastida,
además de que estaba apoyado por toda la maquinaria de
Estado y toda la maquinaria del PRI, que al mismo tiempo era gobierno.
Con todo ese respaldo y difusión –recordemos cómo
se trataba de sacar a Fox de debates públicos, cómo
los medios de comunicación en los noticieros le daban más
tiempo al PRI que a los otros partidos políticos–,
no ganó Labastida.
Pero, además, hay otro hecho reciente que se dio en España,
con Aznar. El gobierno del presidente Aznar tenía muy controlados
a los medios de comunicación españoles y su candidato
(Mariano) Rajoy, del Partido Popular, perdió. Quiere decir,
entonces, que la sociedad comienza a tener grandes dudas acerca
de lo que están diciendo los medios; de ahí su desgaste
y la falta de credibilidad que comienzan a sufrir y de ahí
también el riesgo de dejar de ser el famoso Cuarto Poder.
En
medio del desgaste de los medios, ¿los llamados alternativos,
libres o independientes que han privilegiado discursos de mayor
credibilidad, pueden aspirar a dejar de ser solitarias atalayas
en la guerra de información?
Creo que, indudablemente, esto está contribuyendo, aunque
de manera muy lenta, a saber quién es quién. El
problema que tienen aquellos medios creíbles, que tienen
una conducción ética, es que no son precisamente
los más poderosos en términos financieros y que
esta batalla de cualquier modo la siguen ganando, de manera injusta,
aquellos consorcios que responden a grupos empresariales muy importantes.
Sin embargo, esto permite un decantamiento, es decir, la ciudadanía
comienza a discriminar la información manipulada. Pero
es un proceso muy lento, no creo siquiera que se pueda dar a mediano
plazo, sino a un muy largo plazo. Con las reformas electorales
y de otro tipo que se puedan dar –y que se van a tener que
dar–, los medios van a tener que regresar al lugar que deben
tener en la sociedad, ni más ni menos.
Al
respecto, se habla con frecuencia de que hay que elevar el nivel
intelectual de los medios, de la educación, ¿pero
una oferta de medios mejor preparados respondería a la
realidad de un país cuyo 50 por ciento de habitantes no
vota?
Esta sociedad la tenemos por responsabilidad de nuestros gobiernos,
que realmente no han logrado construir y aplicar políticas
o cruzadas de educación para elevar el nivel educativo,
cívico, de la gente.
Ahora añádase que, junto con gobiernos que no cumplen
con sus responsabilidades, tenemos medios de comunicación
que tampoco lo están haciendo. Entonces, la gran pregunta
es ¿quién demonios está educando a la sociedad,
quiénes son los que están preocupados y haciendo
algo para elevar el nivel de la gente? Ese es el gran vacío
que tenemos. ¿Por qué fracasan las ferias del libro?
Podemos comentar que en el Festival de la Palabra, en
el Distrito Federal, participaron las editoriales más importantes
y se llevó a cabo en un centro de convenciones muy importante
donde caben quizá 500 000 personas, ¿y quién
fue a comprar libros? Las editoriales están desesperadas
porque no va nadie, y a los pocos que van tampoco les interesa
comprar libros o no pueden hacerlo. Esto es un círculo
vicioso donde lo que es claro es que las autoridades no están
haciendo lo necesario ni lo suficiente para tener un mejor pueblo,
una mejor sociedad.
Regresando
a la presencia de los políticos en los medios a través
del escándalo, ¿esto no convierte a los medios y
a la primera plana de la prensa en una especie de patio de vecindad
donde se exhiben unos a otros?
Pues sí, pero la pregunta sería: ¿qué
de saludable tiene esto? Claro que por ahí dice alguien,
lo dijo el presidente Fox, “qué bueno, esto está
supurando, está saliendo la pus”, y sí, sale
la pus, pero te vuelves a infectar. Entonces, ¿quién
está metiendo los controles para evitar que esa corrupción
que presenciamos en las pantallas y en las páginas de los
diarios no se vuelva a dar?, ¿quién está
haciendo algo para evitar que este gobierno llegue al 2006 enjuiciado
por malos manejos de los funcionarios que lo integran?, ¿quién?
A final de cuentas, creo que los medios de comunicación
tampoco están dando alternativas, no exhiben todo esto
y, al mismo tiempo, presionan al gobierno para que modifique la
conducta de sus funcionarios y de los políticos. Tampoco
los medios están haciendo algo para presionar al Congreso
para que vote a favor de leyes o de políticas que eviten
la corrupción y la cultura de la corrupción política
nacional que tenemos.
Imaginemos que alguien llega a su casa y empieza a insultar a
su familia porque considera que cada uno de los integrantes ha
actuado mal, pero, como jefe de familia, tendría que poner,
al mismo tiempo, una serie de reglas para evitar que eso se repita.
Aquí nadie está haciendo eso. Entonces, la gran
pregunta es: ¿y todos estos escándalos de qué
sirven? No se trata de decir “no, no hablen, hay que callarlo,
censurarlo”, como en otros tiempos, no; sino: “muy
bien, exhíbelo, dilo, pero no hagas de eso un espectáculo”.
¿Esto
tiene que ver con que se está votando más por el
marketing político que privilegia la imagen? ¿No
refuerza esto la idea de que todo se trata de mero espectáculo?
Pongamos por ejemplo los programas de televisión donde
puedes votar para decir si te gusta o no lo que ofrecen. Primero,
qué tipo de telespectador tienes, qué le gusta.
Ya sabemos lo que le gusta, le gustan las barbaridades, porque
nadie ha educado a ese telespectador. Ahora, aliméntalo
con el deterioro de valores que tenemos como sociedad, ¿por
qué podría votar alguien como el Mochaorejas, que
es también un telespectador? Un tipo como él diría
a los productores: “me gustaría un programa donde
se mostraran crímenes crudos”, ¿Y le vas a
dar gusto porque eso genera un alto rating? Eso es lo que ha pasado
con los famosos talk shows o el Big Brother,
que me parece un canto al retraso mental y la mediocridad. ¿Eso
es una representación de la democracia porque la gente
va y vota? Esa es una distorsión de un valor tan importante
como la democracia.
Si
la gente está pidiendo la barbarie, el caos, el desenfreno,
la estupidez, ¿no la democracia, que es la voz del pueblo,
obliga a satisfacer estas demandas?
No es así, porque sería llevar las cosas a extremos.
Ni la democracia ni la libertad de expresión pueden ser,
en un caso, decir lo que te dé la gana, aunque sea una
mentira. Y en el caso de la democracia, lo mismo: no se trata
de abrir el voto a lo que sea y como sea. Todo esto tiene que
formar parte de un contexto, de un programa muy completo de gobernabilidad,
educación, civilidad… sí dar el voto, pero
saber cuándo y a qué hora y por qué se debe
darlo, y al mismo tiempo en-tregárselo a una población
educada, responsable; esto es un mundo integral, donde no podemos
concebir las cosas como si fueran partes independientes y autónomas.