Gracias al trabajo conjunto de tres académicas del Instituto
de Psicología y Educación de la Universidad Veracruzana,
hoy se cuenta con un proyecto multidisciplinario de tipo cognitivo
conductual que ayuda tanto a niños como a adultos a cambiar
su estilo de vida, con el propósito de bajar de peso.
De acuerdo con Dinorah León Córdoba, una de las integrantes
de la línea de investigación Educación para
la Salud, el estrés, la baja autoestima y las carencias afectivas
son algunas de las causas más importantes por las cuales
las personas padecen sobrepeso. Por ello es necesario que nutriólogos
y psicólogos formen un frente común para disminuir
este problema que se incrementa a pasos agigantados y más
aún con la llegada de las nuevas tecnologías.
León Córdoba explicó que los problemas de comunicación
también son factor para que las personas tengan un peso superior
al apropiado de acuerdo con su estructura ósea. Esto lo ha
podido percibir desde 1985, año en que comenzó a trabajar
en la línea de investigación de la que se desprende
el proyecto “Control de sobrepeso a través del manejo
multidisciplinario”.
Con base en él aplica, junto con las investigadoras Dinorah
Arely Escudero Campos y Ana Estela Kai Cacho, un programa en escuelas
e instituciones de salud para ayudar a niños y adultos a
enfrentar la parte psicológica que conlleva bajar de peso.
Para lograrlo, procuran que el paciente tenga un nuevo estilo de
vida que abarque todas las áreas de su existencia y no sólo
su alimentación.
Su programa incluye el trabajo conjunto con nutriólogos,
pero León Córdoba aseguró que la parte emocional
es la más difícil de tratar porque los pacientes sienten
un gran dolor al expresarse y prefieren no hablar al respecto. Como
parte de este programa se trabaja la recuperación de la autoestima,
con lo cual la persona siente la necesidad de bajar de peso. Cuando
ya lo ha decidido, se le facilita cumplir con las dietas indicadas
por especialistas y emprende actividades para ejercitar su cuerpo,
lo que tiene un resultado más exitoso si se realiza de forma
grupal, pues entre compañeros se motivan.
Según la investigadora, la forma en como las personas se
relacionan con la comida es como se relacionan con el mundo. Por
ejemplo, cuando la persona ya está satisfecha y acepta más
comida es posible que, en otros aspectos, acepte cosas que inicialmente
no quería. Como consecuencia puede sentir una sobrecarga
emocional que le puede provocar remordimientos o que le puede llevar
a ser víctima de un abuso.
El ritmo de vida es cada vez más acelerado y es difícil
adaptarse rápidamente a los cambios sociales, políticos,
ambientales y económicos. Este proceso es igualmente complicado
para los niños, por lo que también padecen síntomas
de depresión, angustia y ansiedad; en consecuencia, se refugian
en la comida, tal y como lo hacen sus padres.
El sobrepeso, que cada vez se presenta en edades más tempranas,
también es consecuencia de que los padres dan al niño
comida para entretenerlo y, al crecer, aprende que comer es divertido
y una forma de llenar un vacío, lo que se une al hecho de
que la tecnología provoca que los niños realicen menos
actividades físicas.
Con el fin de tener más elementos para tratar el control
de peso, la investigadora –junto con Ana Kai Cacho–
está desarrollando un estudio para ver cómo los niños
perciben la dinámica de sus padres. Como producto de este
proyecto estructurarán un programa de intervención
en el que trabajarán con toda la familia, para que aprendan,
entre otras cosas, a hacer contacto con sus sentimientos y sensaciones.
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